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Jersón, de ciudad liberada a víctima de la artillería: "Creen que seremos como Mariúpol"
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No hay paz tras la liberación

Jersón, de ciudad liberada a víctima de la artillería: "Creen que seremos como Mariúpol"

Tanto Rusia como Ucrania han reorganizado las fuerzas y desplazado contingentes de tropas hacia el este de la provincia de Jersón. Sin embargo, el castigo ruso de la capital no termina, sin más objetivo militar que hundir la moral de los civiles

Foto: Un edificio en Jersón, tras ser bombardeado. (A. A.)
Un edificio en Jersón, tras ser bombardeado. (A. A.)
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Se oye una fuerte explosión. Es diferente a las que llevan sonando cada pocos minutos, durante todo el día. Marina alza los ojos y levanta un dedo. Unos segundos. Suena el teléfono en la centralita de gestión de ambulancias de Jersón. "Vamos, vamos, vamos". Nos montamos. No hace falta explicar nada más: tras la liberación, viene el castigo de las bombas.

Apenas unos kilómetros separan la recién liberada Jersón de las posiciones rusas al otro lado del Dniéper. La lógica militar apunta a que el nuevo frente del sur de Ucrania se desplazará hacia el sureste, hacia Zaporiyia, evitando la frontera natural del río. En los últimos días, tanto Rusia como Ucrania han reorganizado las fuerzas y desplazado contingentes de tropas hacia el este de la provincia de Jersón. Y, sin embargo, el castigo ruso de la capital no termina, sin más objetivo militar a simple vista que hundir la moral de los civiles, la retaguardia del país. No hay paz tras la liberación.

Foto: Soldados ucranianos lanzan un dron en el frente de Bakhmut. (Reuters/Leah Mills)

La cadencia de las explosiones es constante en Jersón, a tiro de los S-300 de las posiciones rusas. En un solo día esta semana, los rusos atacaron más de 51 veces, según cifras del Gobernador del óblast, Yaroslav Yanushevych. "Si no fuera por los bombardeos, la vida hasta estaría bien", lamenta Yulia mientras acaricia la cabeza de su perrito Max, temblando con cada explosión. Acaba de regresar de República Checa, vía Kiev, y hace cola frente a una sucursal bancaria. Justo esta semana la ciudad ha conseguido recuperar parte de sus servicios de electricidad y el agua poco a poco regresa a las casas, tras semanas teniendo que recogerla de la lluvia en botellas de plástico. Todo un éxito que pende de un hilo hasta el siguiente bombardeo ruso.

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Foto: A. A.

Más tarda el dinero. La mayoría de los bancos de la ciudad están cerrados y en los pocos que hay abiertos, las grivnas ucranianas son un buen precio tras meses sin poder trabajar o recibir el pago en rublos, una de las medidas de la rusificación forzada de la ocupación. Algunos restos todavía pueden verse en las calles en forma de carteles ahora vandalizados.

Foto: Un policía junto al aeropuerto de Rzeszow-Jasionka. (Reuters/Hannah McKay)

En la euforia del primer día de liberación, muchos quemaron sus rublos en una gran hoguera en la plaza principal, cuenta Eduard, dependiente en una tienda "rusa", que abrió ya entrados los meses de ocupación. En aquel entonces, los rublos valían lo suficiente para vivir. Ahora, no valen nada. "Los rusos eran clientes normales, solo que borrachos", rememora. Otros prefirieron no trabajar, como Ludmila, doctora de familia que cuando llegó la ocupación se encerró en su casa y colaboró con el Gobierno de Kiev a través de la difícil conexión y aislamiento que mantuvo tras un muro de silencio a Jersón casi medio año. Ahora reparte medicinas en la plaza principal de la ciudad.

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Foto: A. A.

Ninguna medicina podría haber salvado a Denis Fediunin. La explosión ha sido a pocos metros de la sede de la gestora de ambulancias, donde ocho trabajadores atienden al teléfono y despachan ambulancias en la ciudad y alrededores. El misil ha impactado contra el segundo piso de un edificio de la compañía de aguas de la ciudad. El cuerpo de Denis está casi escondido tras una esquina: un fragmento del proyectil le impactó por la espalda, seguramente cuando intentaba correr para ponerse a salvo. Para cuando el doctor Volodímir llega a la escena, ya es demasiado tarde, y sus ojos miran vacíos al cielo.

Pocos minutos después, algo prende fuego y el boquete inicial de la explosión se convierte en un incendio de fuerte olor acre y humo. El objetivo ha sido, nuevamente, la infraestructura civil. Los ataques son muy concretos y ajustados: los rusos conocen todas las posiciones de los ucranianos en sitios clave después de meses de ocupación.

placeholder Un hombre técnico de emergencias, con un cadáver. (A. A.)
Un hombre técnico de emergencias, con un cadáver. (A. A.)

De los abrazos a los militares y la visita del presidente Volodímir Zelenski a Jersón de los primeros días, tras la retirada de las tropas rusas, se ha pasado a mensajes de cautela pidiendo a lo residentes que abandonen la ciudad y ofreciendo ayudas para la evacuación de los pocos que todavía quedan. De los 280.000 habitantes antes de la invasión, muchos huyeron con la primera llegada de las tropas rusas, luego otros tantos fueron evacuados hacia las zonas controladas por Moscú antes de su retirada.

Foto: Una pantalla gigante en Moscú, después de los referéndums ilegales del Donbás. (EFE/Yuri Kochetkov)

La joven Yulia, de 26 años, ha volado desde Chipre vía Israel, Moldavia y Odesa para recoger a sus dos hermanos pequeños y a su abuela y acompañarlos en la evacuación. Los hombres tendrán que quedarse en una localidad más al norte de Jersón, donde el Gobierno ucraniano les está ofreciendo casa y transporte. "Me los llevo porque esto se va a poner mucho peor. Todos piensan que será una nueva Mariúpol", asegura.

placeholder Vista de una de las calles de Jersón. (A. A.)
Vista de una de las calles de Jersón. (A. A.)

Para salir de Jersón vía tren, varios agentes de policía organizan un pequeño interrogatorio. Pasaporte, quién eres, a dónde vas. En la única capital de provincia capturada por Moscú y tras su caótica retirada, no es imposible que soldados rusos se libraran de su uniforme e intentaran camuflarse entre la población.

Foto: Militares ucranianos disparan con un sistema de cohetes de lanzamiento múltiple BM21 Grad en primera línea en la frontera de las regiones de Kharkiv y Lugansk. (Reuters/Vitalii Hnidyi)

No todos se van. Ni el dependiente de la tienda Eduard ni el médico Volodímir se conocen, pero ambos eligen las mismas palabras, "Nací, me crie y moriré en Jersón". Volodímir las cierra: "Lo que no sé todavía es cómo". Tampoco lo sabía Denys.

Las esquelas ahora se imprimen en Facebook, más duraderas que el papel: "Amigos, hoy Jersón perdió una persona maravillosa. Un hombre que trabajó hasta su último aliento para beneficio de nuestro nativo Jersón. Un hombre que perdió la vida proporcionando agua a todos sus habitantes. ¡Un hombre que creyó hasta el final en Jersón! Estaba en el trabajo, cumpliendo con su deber… Y ahora se ha ido. Así de pacíficos mueren los ucranianos trabajadores".

Se oye una fuerte explosión. Es diferente a las que llevan sonando cada pocos minutos, durante todo el día. Marina alza los ojos y levanta un dedo. Unos segundos. Suena el teléfono en la centralita de gestión de ambulancias de Jersón. "Vamos, vamos, vamos". Nos montamos. No hace falta explicar nada más: tras la liberación, viene el castigo de las bombas.

Conflicto de Ucrania
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