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Bombas y lazos amarillos: habla la resistencia desde dentro del Jersón ocupado por los rusos
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Bombas y lazos amarillos: habla la resistencia desde dentro del Jersón ocupado por los rusos

Resistencia pacífica, por un lado, en forma de banderas, lazos y folletos contra la 'rusificación' de la región, pero también violenta, en forma de bombas y atentados

Foto: Izado de la bandera ucraniana en Jersón. (EFE)
Izado de la bandera ucraniana en Jersón. (EFE)

"¿Para qué sirve el pasaporte ruso? Para calzar la mesa". En la Plaza de la Libertad de la recién liberada ciudad de Jersón se congrega una multitud. La mitad celebra, la otra espera en largas colas para recibir ayuda humanitaria. En el centro de esta marabunta hay un monumento semidestruido, con un lazo amarillo pintado. Un símbolo que se repite en otros rincones de la ciudad: muros, pequeños negocios, edificios administrativos. Es un símbolo de lucha y esperanza, señal de la resistencia ucraniana durante los ocho meses de ocupación rusa. Resistencia pacífica, por un lado, en forma de banderas, lazos y folletos contra la rusificación de la región, pero también violenta, en forma de bombas y atentados que han ido minando durante los últimos meses a las autoridades títeres y colaboradoras prorrusas de la región. "El lazo amarillo nos dio esperanza", asegura una mujer en la plaza.

Taras, de 24 años, es uno de los líderes de las fuerzas de resistencia pacífica. Prefiere no revelar su nombre ni su cara por su seguridad y la de sus compañeros, que siguen en las regiones ocupadas por los rusos en el sur del país. Además, incluso en las ciudades ya recuperadas por las tropas ucranianas, todavía hay una parte de la población que apoya a Rusia: los colaboradores y los agentes rusos.

Taras pertenece a la generación de Maidán. El 25 de abril de este año, cuando Jersón llevaba poco más de un mes bajo ocupación rusa, organizó una primera manifestación junto a amigos y otros activistas. El símbolo de desafío: el lazo amarillo. El color amarillo, además de ser uno de los dos colores de la bandera ucraniana, también atrae la atención cuando se pinta en una pared. "Por motivos de seguridad, un activista apenas tiene 2-3 segundos para pintar la pared", explica Taras.

Foto: Artillería prorrusa en Donetsk. (EFE/Alessandro Guerra)

Estas pinturas pretendían tener un efecto psicológico animando a la gente que esperaba la liberación y dar miedo a los colaboradores y ocupantes. "Les volvía locos", asegura Taras, quien añade que los representantes de FSB (agencia de seguridad rusa) organizaban patrullas en los lugares donde aparecían folletos (como algunos explicando por qué no votar en los referéndums organizados en la región) o señales del lazo amarillo.

La organización de Taras se mantuvo bastaste clandestina hasta el 21 de noviembre, cuando saltaron, por así decirlo, a la fama entre el resto del país. Ese día, Ucrania celebraba el Día de la Dignidad y de la Libertad, el aniversario de dos revoluciones ucranianas: la Naranja (2004) y la de Maidán (2014). En la de Maidán, los jóvenes salieron a la calle con banderas ucranianas para defender su futuro europeo. Este año, las banderas azules sustituyeron las estrellas con lazos amarillos, en solidaridad con los activistas dentro de las regiones ocupadas.

El lazo amarillo de Jersón no solo aúna la resistencia de los territorios ocupados, sino que también se ha convertido en un hilo que une el pasado de Ucrania con la lucha actual. "La generación de Maidán" se ha convertido en uno de los errores de cálculo más grandes de Putin en esta guerra. No supo leer que tras pasar tres meses de invierno en las plazas, esa generación pintó una frontera invisible que separaba a Ucrania de vecinos como Bielorrusia. En 2014, los manifestantes del Maidán sacaron ropa de esquí y construyó barricadas en Kiev, en 2022 ha sacado velas y generadores. La auto organización en las ciudades, el sistema de voluntariado y recaudación de fondos - hasta las recetas de cócteles de Molotov preparados en las comunidades de vecinos contra los tanques ruso-, todo esto viene de 2014.

Foto: Liberación de Jersón. (EFE/Ivan Antypenko)

La primera manifestación en Jersón, en que participaron 500 personas, no acabó bien. Los rusos la dispersaron violentamente y cuatro personas resultaron heridas. Sin embargo, fue el pistoletazo de salida para movimientos de resistencia en otras ciudades como Berdyansk, Tokmak, Energodar. La edad de los activistas es desde 14 hasta 60 años. Solo en Jersón, los activistas de este grupo tienen 7-8 pisos que sirven cómo sedes secretas. Ahora, el movimiento cuenta con 3.000 miembros y sigue creciendo. Taras espera que en un futuro se convierta en la organización cómo Solidarnosc en Polonia y consiga liberar las zonas ocupadas.

"La resistencia no violenta incluye no solo la labor de ánimo a la población, sino también informar de la ubicación del Ejército ruso, por ejemplo. Hemos también lanzado una campaña Nuestros ojos grabando el armamento militar ruso y sus movimientos por Jersón, hemos recopilado toda esa información", comenta Taras. Durante el referéndum, sus activistas grabaron cerca de los sitios de votación y con ayuda del sistema de reconocimiento facial consiguieron detectar a la gente que estaba votando dos o tres veces.

Durante los meses de ocupación, los activistas fueron perseguidos por las fuerzas de seguridad rusas. Denys, otro activista, fue detenido durante tres días (uno de los afortunados), y después le dijeron que saliera de la ciudad. Una de las chicas que estaba distribuyendo los lazos amarillos acabó en el "sótano", donde fue torturada con corriente eléctrica.

La resistencia no pacífica

“Pensábamos que ya llegaba nuestra hora. Los rusos entraron en el pueblo de forma inesperada, entonces tuvimos que ir arrastrándonos para que no se nos viera. Falleció mucha gente, pero nos salvó la guerrilla ucraniana que nos guio y enseñó el camino fuera de la ciudad”, rememora un soldado de la inteligencia ucraniana desplegado en la región de Jersón. El soldado era de Odesa, no conocía muy bien las llanuras y los pueblos de la región ocupada. Soldados salvados por una milicia local: los partisanos.

Foto: Tropas rusas retiran minas de Azovstal, en Mariúpol. (EFE)

En la región de Zaporiya esas historias se cuentan en voz baja para no poner en peligro la gente que todavía está en territorio ocupado. Es el caso de, Iván (nombre ficticio), un joven que en 2014 se unió al Ejército ucraniano. Fue herido en batalla, lo que le impidió volver a luchar oficialmente. La guerra le pilló en su pueblo, que fue tomado por los rusos. Logró salir de la zona ocupada cuatro meses después, con el truco de guardar en su teléfono vídeos e imágenes porno para distraer la atención de los soldados rusos en los controles de carretera. “Por algo pertenecía a la inteligencia en el Ejército ucraniano”, comenta. Durante sus meses bajo ocupación organizaba pequeños sabotajes, robando gasolina, poniendo la bandera ucraniana enfrente de la administración y saboteando armamento ruso.

En Jersón y en Melitópol, otra ciudad ocupada, se han producido misteriosas explosiones durante la guerra que han matado o herido a las autoridades rusas. Se cree que esas explosiones son trabajo de la resistencia, o de las fuerzas especiales ucranianas que trabajan más allá de la línea cero. A veces, se plantan bombas en los coches de los funcionarios prorrusos. Los partisanos de Jersón reconocen que estaban trabajando en cooperación de los Servicios de Operaciones Especiales, manteniendo el contacto a través de los mensajes encriptados.

Con la liberación de Jersón, las autoridades instaladas por Rusia en las zonas que siguen ocupadas fortalecen las líneas de defensas y, al mismo tiempo, endurecen las represalias contra extremistas “colaboradores de régimen de Kiev”. En la televisión prorrusa se publican reportajes sobre exactivistas y soldados de los grupos paramilitares de Azov y Pravyi Sector, que según la propaganda rusa estaban preparando un ataque contra la infraestructura crítica de la ciudad de Berdyansk. Según la información en los grupos proucranianos, son soldados que pertenecen a la guerrilla ucraniana.

"¿Para qué sirve el pasaporte ruso? Para calzar la mesa". En la Plaza de la Libertad de la recién liberada ciudad de Jersón se congrega una multitud. La mitad celebra, la otra espera en largas colas para recibir ayuda humanitaria. En el centro de esta marabunta hay un monumento semidestruido, con un lazo amarillo pintado. Un símbolo que se repite en otros rincones de la ciudad: muros, pequeños negocios, edificios administrativos. Es un símbolo de lucha y esperanza, señal de la resistencia ucraniana durante los ocho meses de ocupación rusa. Resistencia pacífica, por un lado, en forma de banderas, lazos y folletos contra la rusificación de la región, pero también violenta, en forma de bombas y atentados que han ido minando durante los últimos meses a las autoridades títeres y colaboradoras prorrusas de la región. "El lazo amarillo nos dio esperanza", asegura una mujer en la plaza.

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