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Objetivo, Jersón: lo que una sandía gigante nos dice sobre el último giro de la guerra
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La contraofensiva da frutos en el sur

Objetivo, Jersón: lo que una sandía gigante nos dice sobre el último giro de la guerra

Un súbito avance de las tropas ucranianas ha hecho que resurjan las esperanzas de reconquistar la capital del 'óblast' de Jersón tras meses de estancamiento en el frente sur

Foto: Un soldado ucraniano, frente a un monumento a la sandía en Novovorontsovka, Jersón. (Cedida)
Un soldado ucraniano, frente a un monumento a la sandía en Novovorontsovka, Jersón. (Cedida)
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La imagen es, cuando menos, curiosa. Un soldado ucraniano sonriente frente a una sandía gigante al sur de la aldea de Novovorontsovka, a las orillas del río Dniéper. Sobre ella, ondea la bandera nacional. La fotografía, que se propagó como la espuma en redes como Telegram o Twitter, no tiene mucho sentido para la mayoría de los europeos, pero para los ciudadanos de Ucrania cuenta con un simbolismo claro: la reconquista de Jersón, la región sureña capturada en su mayor parte por Rusia, está en camino.

Pronto volveremos a disfrutar de las dulces sandías de Jersón” era uno de los comentarios más escuchados por El Confidencial por parte de ciudadanos ucranianos a comienzos del verano, en la antesala de la contraofensiva anunciada por el Gobierno de Volodímir Zelenski en la región. Antes del inicio de la invasión rusa, la zona era principalmente conocida por su exportación de este fruto, apreciado en todo el país y distribuido en barcazas a lo largo del Dniéper. Ahora, un súbito avance de las tropas ucranianas ha hecho que resurjan las esperanzas de reconquistar su capital tras meses de estancamiento en el frente sur.

Con novedad en el frente

Las tropas ucranianas han recuperado cerca de 400 kilómetros cuadrados en Jersón desde inicios de octubre.

El avance que comenzó el fin de semana en Jersón se centró inicialmente en una pequeña franja de la orilla occidental del río, pero rápidamente provocó una retirada generalizada de los rusos. Natalia Humeniuk, jefa de prensa del Comando Operacional Sur de las fuerzas armadas ucranianas, afirmó este jueves que sus tropas habían conseguido liberar 400 kilómetros cuadrados de territorio en Jersón desde el inicio de octubre, volviendo a izar la bandera nacional amarilla y azul en ocho localidades previamente ocupadas.

Este repentino éxito en el sur ha sido, en gran medida, uno inesperado. A lo largo del verano, Moscú concentró en torno a Jersón a varias de sus principales unidades de combate, como las Tropas Aerotransportadas de Rusia (VDV), en preparación para una contraofensiva telegrafiada durante meses por el Gobierno ucraniano. Este desplazamiento fue, precisamente, uno de los factores que dejaron a la región de Járkov con escasas líneas defensivas, algo que Kiev aprovechó para reconquistar la práctica totalidad de este ‘óblast’ en una operación relámpago a inicios de septiembre que sigue dando frutos a día de hoy.

Foto: Un soldado ucraniano dispara un obús en la región de Mykolaiv, a 90 km de Jersón. (Reuters/Oleksandr Ratushniak)

Sin embargo, de acuerdo con reportes del Institute for the Study of War, la ciberesfera de comentaristas militares rusos también ha alertado en los últimos días sobre la falta de fuerzas para resistir los avances ucranianos en el sur. Fuentes de Moscú afirmaron el martes que elementos de la Brigada de Defensa Costera 126 de la Flota del Mar Negro llevan desde marzo operando en el área sin rotación alguna y que la línea defensiva del frente es tan estrecha que algunas aldeas en este sector apenas cuentan con 15 hombres para defenderlas.

La principal razón del repliegue ruso, por lo tanto, parece ser la misma que provocó el intento de movilización parcial anunciado por Putin en septiembre: una escasez crónica de tropas. El último análisis del Ministerio de Defensa británico sobre el conflicto en Ucrania apunta directamente a este problema. “Actualmente, Rusia tiene pocas fuerzas de alta calidad y despliegue rápido disponibles para estabilizar el frente. Es probable que busque desplegar reservistas movilizados en el sector”, publicó el organismo este jueves.

Foto: Un soldado ucraniano en Limán, en la región de Donetsk. (Reuters/Jorge Silva)

La nueva retirada de Rusia coincide con la maniobra de su presidente, Vladímir Putin, de declarar la anexión ilegal de la región de Jersón, junto a las de Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, tras una serie de pseudorreferéndums en las zonas ocupadas militarmente. Por ello, este último revés ha resultado especialmente humillante para Moscú. Durante los primeros compases de los avances ucranianos, Roman Saponkov, un reportero de guerra ruso, describía la situación en términos fatídicos. “Amigos, sé que esperan que comente sobre la situación. Sin embargo, realmente no sé qué decirles”, escribió en Telegram el martes para sus más de 61,000 seguidores, según una traducción publicada por 'Newsweek'. "La retirada del norte de la región de Jersón es un desastre", agregó.

Luz al final de un largo túnel

Tras meses de aguardar en trincheras y de enormes pérdidas humanas en el frente sur, las tropas ucranianas por fin han encontrado una apertura que convierte la reconquista de Jersón en un objetivo tangible. En declaraciones recogidas por AFP, Yaroslav, un comandante de 39 años que lidera un destacamento situado a apenas 2,5 kilómetros de las líneas defensivas rusas, hablaba esta semana del cambio de humor entre las tropas. “Hay una luz al final del túnel”, aseveraba.

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, junto a las tropas del país en Izium, este miércoles. (EFE/EPA)
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Este túnel, no obstante, continúa siendo alargado. La contraofensiva ucraniana todavía no ha logrado capturar alguna de las principales posiciones controladas por Rusia en el sur del país. Por otra parte, las autoridades rusas aseguran que la retirada de sus tropas es una maniobra para reforzar las líneas defensivas. Y es cierto que la escasez de material militar abandonado que el Ejército de Ucrania ha encontrado a su paso —el polo opuesto de las decenas de tanques y centenares de cajas de munición hallados durante la contraofensiva en Járkov— apunta a una maniobra mucho más ordenada que las huidas a la desesperada experimentadas en el noreste del país.

Pero este repliegue trae consigo otros riesgos. Como señala el reputado analista militar estadounidense Michael Kofman a Axios, si las fuerzas continúan retrocediendo, la artillería ucraniana entrará dentro del alcance de los dos únicos cruces del río Dniéper que Rusia tiene disponibles para abastecer a sus soldados en Jersón: el puente Antonovsky, que conecta directamente con la capital y está gravemente dañado, y el paso de la presa de Nueva Kajovka, 45 kilómetros al este. Si estos quedan inhabilitados, los rusos corren el riesgo de quedar contra la espada y el río, aislados frente a fuerzas ucranianas y sin posibilidad de escapar. “La posición militar rusa no solo es precaria, sino que se está deteriorando visiblemente”, asegura Kofman al medio.

Ante la posibilidad de una encerrona, la lógica militar indica que un repliegue fuera de esta orilla del Dniéper sería la mejor opción para defender el resto del ‘óblast’. El problema, no obstante, es que la ciudad de Jersón se encuentra precisamente en ese lado del río. Para el Kremlin, la pérdida de la capital de una región inmediatamente después de anunciar que forma parte integral de su territorio sería un golpe político prácticamente inasumible. Por ello, las tropas rusas tendrán la orden de luchar hasta el último aliento en esta urbe, cueste lo que cueste, lo que anticipa una batalla dura y, sobre todo, larga.

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Muchas miradas están dirigidas en estos momentos hacia Snigurovka, una urbe situada al oeste del río Inhuléts, un afluente del Dniéper, y que supone un nexo ferroviario clave para la logística rusa. Una reconquista ucraniana de esta urbe supondría un enorme mazazo para las cadenas de suministro del bando invasor, aislando todavía más la ciudad de Jersón de las zonas orientales controladas por Moscú y agravando su vulnerabilidad ante un cerco por parte de las fuerzas de Kiev.

Mientras tanto, el armamento con el que cuenta Ucrania no para de reforzarse. La última racha de victorias ha supuesto la mejor publicidad que el Gobierno de Zelenski podría esperar de cara a atraer más ayuda de sus aliados occidentales. La Casa Blanca anunció esta semana que enviaría al país europeo 32 piezas de artillería, 75.000 obuses y 200.000 rondas de munición. La joya de la corona, sin embargo, será la aportación de cuatro sistemas adicionales de lanzamiento de misiles Himars, que pueden alcanzar con precisión objetivos en un rango de 70 kilómetros. Esta entrega se sumará a los 16 con los que ya cuenta Kiev, los cuales le han permitido atacar posiciones y almacenes de armas rusos muy por detrás de las líneas del frente.

La imagen es, cuando menos, curiosa. Un soldado ucraniano sonriente frente a una sandía gigante al sur de la aldea de Novovorontsovka, a las orillas del río Dniéper. Sobre ella, ondea la bandera nacional. La fotografía, que se propagó como la espuma en redes como Telegram o Twitter, no tiene mucho sentido para la mayoría de los europeos, pero para los ciudadanos de Ucrania cuenta con un simbolismo claro: la reconquista de Jersón, la región sureña capturada en su mayor parte por Rusia, está en camino.

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