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La prueba de que la artillería rusa hace agua, y qué supone para Ucrania
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La prueba de que la artillería rusa hace agua, y qué supone para Ucrania

Que la cosa no va bien para la otrora orgullosa artillería rusa es evidente. Hay varias pruebas de ello. La más obvia es el descenso en el número de proyectiles que disparan sus obuses y lanzacohetes

Foto: Piezas de artillería lanzacohetes BM-27 Uragan. (Russian MinDef)
Piezas de artillería lanzacohetes BM-27 Uragan. (Russian MinDef)
Las claves
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La guerra de Ucrania está deparando bastantes sorpresas. Unas cuantas vienen por el lado ruso y, de estas, casi todas se caracterizan por su decepcionante resultado. Es el caso, por ejemplo, de la aviación. Desaparecida desde los primeros días de combates y sobre la que hemos hablado en ocasiones anteriores. Pero no es la única. Sorprende en casi igual medida el papel de la artillería, cada vez menos protagonista. ¿Qué es lo que está pasando exactamente con las baterías rusas?

Se esperaba mucho de la artillería de Putin y empezó, como se temía, pisando fuerte. Era lo lógico en un ejército cuya doctrina de combate se basa en su empleo masivo. Así fue en el comienzo de la guerra y, fieles a su manual de estilo, los movimientos de tropas rusos fueron precedidos de un feroz bombardeo. No en vano, ellos contemplan hasta tres unidades de artillería —dos como mínimo— por cada unidad de infantería. Es decir, por cada batallón mecanizado o acorazado, los rusos concentran o asignan dos o tres grupos artilleros, que incluye normalmente uno autopropulsado y otro de lanzacohetes.

Foto: Un GBU-32 JDAM de 1.000 libras (450 kg) durante unas maniobras. (Lockheed Martin/Andy Wolfe)
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La potencia de fuego que pueden proyectar sobre una zona es tremenda. Es la forma de lograr el caos en las defensas enemigas y facilitar la ruptura con las unidades acorazadas que se lanzan al ataque. Este protagonismo artillero se mantiene desde la época napoleónica, donde servir con los cañones era un orgullo para cualquier soldado ruso. La doctrina soviética no hizo más que reforzar esta idea, en la que los obuses machacan, los carros hacen la ruptura y la infantería mecanizada ocupa las posiciones; acto seguido, las baterías avanzan y vuelta a empezar.

Síntomas preocupantes

Que la cosa no va bien para la otrora orgullosa artillería rusa es evidente. Hay varias pruebas de ello. La más obvia es el descenso en el número de proyectiles que disparan sus obuses y lanzacohetes. Si bien en los primeros meses de conflicto se estima que llegaron a efectuar hasta cerca de 60.000 disparos diarios, las cifras en la actualidad son sensiblemente más bajas.

placeholder Lanzacohetes BM-30 Smerch. (Vitaly V. Kuzmin)
Lanzacohetes BM-30 Smerch. (Vitaly V. Kuzmin)

Según estimaciones de la inteligencia norteamericana, se ha producido un descenso del orden del 75%, aunque de forma muy irregular. Lo anterior nos lleva a un número de disparos de entre 5.000 y 15.000 diarios, aunque es evidente que se concentran en las zonas donde los rusos están empeñados, ahora mismo lugares como Bajmut y Soledar o el área de Jersón, que sigue estando sometida al fuego del invasor.

Tal intensidad inicial de disparos ha afectado de una manera muy directa a las reservas de munición, uno de los motivos de este descenso de actividad. Ese volumen gastado era insostenible y ha obligado a Moscú a tirar de almacenes y de proyectiles con demasiados años encima, lo que se traduce en fallos, averías en los obuses y pérdida de precisión y eficacia. En otras palabras, se están quedando cortos de munición, lo que afecta sobre todo a los proyectiles guiados, de existencias mucho menores.

Foto: Carro de combate ucraniano T-84, versión autóctona muy modificada del T-80 ruso. (US Army)

Otro detalle revelador lo tenemos en que se está viendo a carros de combate disparar en tiro parabólico, algo que no se había visto desde conflictos que teníamos casi olvidados, como la guerra de Corea e incluso la Segunda Guerra Mundial. Utilizar los cañones de los carros en esta modalidad es una medida de pura necesidad, obligada por una carencia de apoyo artillero suficiente. Supone desgastar sus cañones y reducirles de manera drástica la vida útil.

Para hacernos una idea, los cañones 2A46 de 125 mm de las primeras versiones del T-72 (T-72A) tenían una vida útil estimada en 350 disparos, tras lo cual el tubo debía ser reemplazado. En versiones posteriores del cañón, 2A46M del T-72B y 2A46M-5 del T-72B3 y B3M, la vida útil mejoró hasta los 800-1.000 disparos, una cifra a la que en combate siempre se llega demasiado pronto. Aunque en esta modalidad de tiro indirecto se pueden alcanzar los 10 km, por el desgaste y porque nunca se obtiene la precisión de un obús, es una medida "de emergencia".

placeholder Pieza remolcada de 122 mm D-30 (Mil.ru)
Pieza remolcada de 122 mm D-30 (Mil.ru)

El panorama en el otro bando tampoco es muy alentador. Con unas reservas mucho más reducidas, los ucranianos casi vaciaron sus depósitos de munición al principio y ahora deben medir muy bien la intensidad del fuego. Por eso, al principio, Zelenski clamaba por artillería pesada y munición y ya vemos que el volumen de las entregas norteamericanas de proyectiles de 155 mm nos da una buena idea del ritmo de consumo, que debe andar en el entorno de los 4.000 disparos diarios. Eso sí, gracias a la fabulosa información que reciben y la utilización de municiones y cohetes de precisión, su eficacia es superior.

Una artillería en horas bajas

Como casi todo en la guerra, una cosa es la doctrina escrita en el papel y otra la realidad. Así comenzaron los problemas. Los rusos iniciaron el combate usando sus cañones al modo tradicional, realizando masivos bombardeos y empleando miles de proyectiles y cohetes. Lo malo es que, pese a esa mortífera lluvia de fuego, las bajas ucranianas fueron, en proporción, escasas. Es decir, la mayoría de sus disparos no caían sobre los verdaderos objetivos enemigos.

Lo anterior se debió a un problema, acrecentado por otro y ambos crónicos en las fuerzas rusas. El primero fue la falta de medios adecuados de inteligencia —siempre hablando en términos generales— que les impidió realizar un adecuado targeting del enemigo. Esto es, localizar las posiciones, objetivos de interés, concentraciones de tropas, etc., y atacar esos puntos. Sin esto, que se consigue con diversos medios, desde drones, aviones de reconocimiento y guerra electrónica a satélites, los bombardeos masivos en parte solo complicaron su logística, al gastar una enorme cantidad de munición para conseguir escasos éxitos.

Foto: Foto: EFE/EPA/Sergiy Kozlov.

Esto hubiera quedado ahí si no existiera el otro problema crónico: los fallos en comunicaciones y la carencia de redes de mando y control. De esto ya hemos hablado también en ocasiones anteriores, pero es un tema de vital importancia porque la guerra moderna, que se basa en el empleo de armas combinadas (infantería, carros, artillería, aviación, etc.) no funciona si esa coordinación no se consigue o es deficiente. La coordinación fue un desastre debido, entre otras cosas, a los fallos y falta de planificación en las comunicaciones, que hacía que la amalgama de unidades que formaban sus famosos BTG o grupos acorazados, una organización en teoría eficaz por su flexibilidad, se volvió caótica por la falta de comunicaciones compatibles entre las propias unidades que las componían. Esto, que afectaba en primer lugar a los propios integrantes de los grupos acorazados, impidió una correcta coordinación con sus baterías asignadas.

placeholder Pieza de artillería autopropulsada 2S19 Msta-S. (Mil-ru)
Pieza de artillería autopropulsada 2S19 Msta-S. (Mil-ru)

A destiempo

Lo anterior supuso que el fuego artillero se realizara en ocasiones a destiempo, cuando lo que tiene que ocurrir —y es un factor clave— es que esté coordinado al segundo con el momento de avance de las tropas. En otras ocasiones, en que las tropas empeñadas en el combate solicitaban apoyo artillero, este no llegaba. De poco sirve un bombardeo que se realice a destiempo. Pero además, sin redes de mando y control eficaces, la información no fluía, ni de arriba abajo, del mando a los comandantes de unidad, ni de abajo arriba, informado estos de sus posiciones, logros y datos del enemigo. Sin esta cadena de información y sin objetivos concretos sobre los que disparar, el fuego de obuses y lanzacohetes se volvió poco eficaz.

Para remate, occidente envió a Ucrania piezas de largo alcance, municiones, cohetes de precisión y radares de contrabatería. Con este material la artillería rusa se volvió muy vulnerable, tuvo que retrasar sus líneas y perdió más eficacia en el fuego de apoyo. Peor aún. En la fase de la guerra en la que los rusos avanzaban, en cuanto una de sus baterías era localizada, ya se sabía que alguno de los BTG andaba cerca. Era cuestión de buscar en la zona y localizar sus puestos de mando y sus núcleos logísticos. Comenzó así el infierno para su logística a la vez que los HIMARS saltaban a la fama.

Consecuencias para Ucrania

Las tropas ucranianas, con razón, han temido a la artillería rusa. En el conflicto del Donbás, donde los rusos han intervenido de manera directa y con tropas regulares desde 2014, el principal motivo de bajas ucranianas se lo adjudicaron las baterías rusas. Aprendieron a base de sangre que el ataque ruso podía llegar de improviso y antes que cualquier otro movimiento. Por eso esta disminución de la intensidad artillera es una buena noticia para ellos.

placeholder Pieza autopropulsada 2S19 Msta-S de 152 mm. (Mil.ru)
Pieza autopropulsada 2S19 Msta-S de 152 mm. (Mil.ru)

A pesar de todas estas circunstancias, las tropas ucranianas no han destruido tantas piezas como podría parecer, debido quizás a que se han centrado en otros objetivos. En cambio, es verdad que han capturado muchas de ellas, sobre todo tras el desastre ruso en su intento de tomar Kiev y en la ofensiva de Járkov. De piezas remolcadas, por ejemplo, han capturado más unidades (casi un centenar) que las que han destruido, así como otro centenar capturado de piezas autopropulsadas, incluidas un buen número de las 2S19 Msta-S de 152 mm, su mejor modelo.

Sin embargo, harían mal los ucranianos en confiarse. A pesar de sus pérdidas, los números que se manejan en Rusia son grandes. Que anden escasos de munición significa que su número se ha reducido mucho, pero sigue siendo elevado. Lo mismo podemos decir de casi todo, desde carros de combate, blindados o piezas de artillería. Si hace falta —casi seguro que así será— tendrán que hacer un nuevo reclutamiento. El invasor no está vencido y sus últimos movimientos, así como el empeño en ocupar Bajmut y Soledar, son extraños. Pudiera ser que algo se esté preparando.

La guerra de Ucrania está deparando bastantes sorpresas. Unas cuantas vienen por el lado ruso y, de estas, casi todas se caracterizan por su decepcionante resultado. Es el caso, por ejemplo, de la aviación. Desaparecida desde los primeros días de combates y sobre la que hemos hablado en ocasiones anteriores. Pero no es la única. Sorprende en casi igual medida el papel de la artillería, cada vez menos protagonista. ¿Qué es lo que está pasando exactamente con las baterías rusas?

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