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Ucrania, el país al que no le caben más muertos
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Occidente pone tanques, Kiev los cuerpos

Ucrania, el país al que no le caben más muertos

Las heridas físicas y psicológicas desgarran un país que paga con la vida de sus hombres el retraso de la ayuda internacional. La sangre derramada es una de las claves que menos se discute desde los países europeos

Foto: Unos soldados sobre un blindado en Bakhmut. En el texto se lee "Por Nikopol" (Fermín Torrano)
Unos soldados sobre un blindado en Bakhmut. En el texto se lee "Por Nikopol" (Fermín Torrano)

Por cada amigo que entierra, Oleg estudia conversaciones de WhatsApp que nunca más volverán a sonar. Son demasiados funerales en once meses de guerra, y sabe que podrían haber sido muchos más.

Hoy se despide de Aleksandr, que sale de Ucrania para recibir formación de combate en Alemania. Es un adiós diferente, sobre el que planea el recuerdo del relato que su amigo le hizo del día que creyó haber muerto en las inmediaciones de Soledar.

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Acatando una orden suicida, encabezó la columna de vehículos que transportaba a sus hombres por un camino peligroso que podía dejarles a tiro de los rusos. Pero en la guerra hay órdenes que cumplir. Recorridos varios kilómetros, el cañón de un blindado enemigo asomó entre la maleza y disparó. El primer impacto levantó una explosión de tierra y esquirlas bajo el frontal de su vehículo que detuvo la columna.

Cuando el segundo proyectil atravesó la luna delantera y trasera del coche y golpeó el vehículo que les seguía, el resto de la columna comprendió que no había sido una mina. Comenzó el fuego de cobertura. Aturdido y con un zumbido que tardaría semanas en mitigar, Aleksandr dejó de ver. Pensó que había muerto.

placeholder Un soldado herido trasladado a un hospital en el frente del Donbás (Fermín Torrano)
Un soldado herido trasladado a un hospital en el frente del Donbás (Fermín Torrano)

"No sé si tenemos siete vidas como los gatos, pero estoy seguro de que aquel día gastó una", confiesa Oleg. Pocas semanas después, el copiloto, que también sobrevivió a la emboscada escapando por la ventanilla, murió en otro punto del frente. "Por desgracia la guerra aún durará tiempo, quedan muchas lágrimas y dolor", reconoce Aleksandr, que también participó en la contraofensiva de Járkov.

¿Cuántas bajas ha sufrido Ucrania?

La sangre derramada es una de las claves que menos se discute ahora desde los países europeos. Las dudas giran en torno a la duración del conflicto, y a la necesidad de enviar armamento el detalle es cuál para forzar una victoria de Kiev.

En los últimos días, EEUU, Francia y Reino Unido se han comprometido al envío de blindados, pero Alemania se resiste a dar el visto bueno al envío de los codiciados tanques Leopards II, pese a la presión de Polonia y otros países europeos, como Finlandia, que han asegurado estar dispuestos a ceder sus propios Leopards una vez Alemania, como fabricante, dé permiso. España lo descarta en el corto plazo, según las últimas declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Mientras tanto, Ucrania continúa acumulando muertos en las morgues.

Foto: Foto: Reuters/Ints Kalnins.

El baile de números varía según el estamento que las difunde. A principios de diciembre pasado, Mykhailo Podolyak, asesor del presidente ucraniano, fijó el techo de muertos ucranianos en 13.000. La propaganda rusa insiste en que las bajas superan las 100.000. Una cifra total que también ha deslizado EEUU como estimación para cada bando. El General Mark A. Milley, Jefe del Estado Mayor estadounidense, no explicó el cálculo, pero se trataría de un compendio de muertos y heridos. La inteligencia alemana cifra las pérdidas diarias ucranianas en "números de tres cifras", según una última información filtrada por Der Spiegel.

placeholder El funeral de Pavlo Rusyn en Lviv. (Fermín Torrano)
El funeral de Pavlo Rusyn en Lviv. (Fermín Torrano)

Menos estadístico, pero visual, es la tierra removida alrededor de los nuevos cementerios de cada localidad ucraniana. Los sepelios se han multiplicado y los muertos ya no caben.

"Odio la guerra. Ya hay muchas familias rotas y soldados 'tocados', el Gobierno no tiene un plan para nosotros. Creo que a mí no me afecta todavía porque estoy centrado en lo importante", confía Alexandr. "Pero cuando todo acabe… si es que vuelvo...".

“Odio la guerra. Ya hay muchas familias rotas"

Sus dos hijos están a 1.100 kilómetros de distancia y apenas se han visto tres veces desde que dejó su empresa para empuñar un fusil nada más comenzar la invasión. Un servicio por el que ha obtenido la Orden del Valor de III grado, tras pasar por los frentes más peligrosos en una unidad de élite, aunque ni es militar ni pretende serlo. "Quiero servir a mi país y que esto acabe cuanto antes", suspira cansado.

placeholder Sasha, disparando. (Fermín Torrano)
Sasha, disparando. (Fermín Torrano)

La batalla psicológica

Una fatiga que se aprecia en muchas unidades, especialmente en el Donbás, cuyos hombres llevan desplegados desde mediados de 2021. Justo cuando llegaba la hora del relevo, el Kremlin decidió invadir el país.

Tampoco se han cumplido los pronósticos más generosos que vislumbraban una rotación importante de tropas durante el mes de diciembre o enero. Si bien se produjo puntualmente en Bakhmut, el empuje de los paramilitares de Wagner y el resto de tropas rusas forzó el refuerzo ucraniano de Soledad, la propia Bakhmut y las vías intermedias que conectan la región de Donetsk. Las ofensivas esperadas sobre Kremina (en el norte) y Melitopol (sur) podrían tardar más de lo esperado.

Una exigencia tan alta a sus hombres que algunas familias de heridos en combate han comenzado a quejarse del leve tiempo que descansan sus seres queridos tras ser evacuados del frente. Si las lesiones son de gravedad media-baja no superan los 15 días. En los casos graves, se traslada a los militares desde las poblaciones de primera línea a centros hospitalarios especializados en los que reciben tratamiento entre dos y cuatro meses.

Foto: Tanques Leopard 2 del Ejército español, durante maniobras de la OTAN en Letonia. (Reuters/Ints Kalnins)

"Ninguna mujer o madre te dirá nunca que su hijo estaba lo suficientemente recuperado porque no quieren que regrese al lugar en el que le han herido", sostiene Yevhen, jefe médico del 1129 regimiento de misiles antiaéreos.

Desplegado en el Donbás para proteger la infantería y artillería, resta importancia a las quejas de algunos compatriotas. No son pocos los soldados que antes de estar recuperados piden el alta o que, incluso, callan su suerte a familias ajenas a la realidad de la guerra, asegura.

Fue el caso de Aleksandr tras recibir los disparos del carro de combate ruso y es, también, el de Nikson. Soldado apenas desde septiembre, un proyectil impactó en la habitación contigua mientras hacía guardia en Marinka (Donbás). Sin esquirlas en el cuerpo, pero mareado por el oído debilitado, bajó por su propio pie al piso en el que se encontraban sus compañeros para que le llevaran al hospital.

—¿Avisaste a tus padres?

—No lo he contado, y no lo haré. No quiero que se preocupen— responde desde una cama de la que apenas se puede incorporar, a 15 kilómetros del frente.

placeholder Nikson, en el hospital donde está siendo tratado en el Donbás (Fermín Torrano)
Nikson, en el hospital donde está siendo tratado en el Donbás (Fermín Torrano)

"El principal problema de nuestra medicina es que aún estamos en proceso de construir un plan de salud mental. Mucha gente se ha vuelto adicta a la guerra, un montón están rotos por dentro y nuestro país no tiene experiencia suficiente en tratar estos problemas", insiste el médico. El alma no es una prioridad cuando faltan tantas otras cosas.

Foto: William Burns, jefe de la CIA. (Reuters/Graeme Jennings)

A los recursos limitados de una economía de guerra sujetada por la ayuda internacional, la fuga de talento por los movimientos de población y el reclutamiento general, hay que sumar el tiempo. Según el cálculo de Yevhen, haría falta, por lo menos, una década para formar a un buen número de psiquiatras. Cinco años de universidad, tres de residencia y dos en el extranjero para ampliar unos conocimientos que escasean en el interior de las fronteras.

Ampliamente estudiados, las sociedades que padecen sufrimiento colectivo y estrés postraumático arrojan tasas más elevadas de violencia, abuso de sustancias, problemas médicos y abuso infantil. "Cuando una generación experimenta un trauma a gran escala y no se mitiga", advierten tres expertos militares en un último artículo de la revista especializada británica Wavell Room "puede resultar devastador para la estabilidad y la salud a largo plazo del Estado".

Foto: Una mujer deja flores cerca del lugar donde ha impactado el helicóptero, en Brovari. (Reuters/Nacho Doce)

En abril, Ucrania entrará en el décimo año de guerra. La identidad ucraniana se ha desarrollado en ese tiempo y el país luce muy diferente al que regía Víctor Yanukovich antes de escapar en helicóptero. Entonces, muchos de los que hoy defienden cada metro de barro y nieve eran unos adolescentes incapaces de imaginar un enfrentamiento a gran escala.

Nikson era un estudiante en Poltava, Oleg estrenaba su primer trabajo y Alexandr huía de su Crimea natal en un momento en el que todavía ni siquiera conocía a su esposa. Ahora, su mujer sube fotos de la hija pequeña en un McDonald’s despidiendo a su padre camino del entrenamiento estadounidense en Alemania. "Una hora de felicidad para Eva", escribe en Instagram. Ambos saben que podría ser la última.

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Por cada amigo que entierra, Oleg estudia conversaciones de WhatsApp que nunca más volverán a sonar. Son demasiados funerales en once meses de guerra, y sabe que podrían haber sido muchos más.

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