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España 1982: el Mundial que nos modernizó pese al terrorismo, la inflación... e Irlanda del Norte
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40 años más tarde

España 1982: el Mundial que nos modernizó pese al terrorismo, la inflación... e Irlanda del Norte

Cuatro décadas después, se pueden establecer paralelismos con el actual Mundial de Qatar, desde la mano facinerosa de la FIFA hasta los litigios entre prensa y seleccionador en el caso del combinado nacional

Foto: Maradona posa para su credencial del Mundial. (Getty Images/Keystone/Hulton Archive)
Maradona posa para su credencial del Mundial. (Getty Images/Keystone/Hulton Archive)

Los caprichos de la memoria provocan que se almacenen en el interior recuerdos inesperados que afloran como destellos en el momento más inesperado, como confesaba Jorge Semprún, uno de los grandes testaferros de la memoria europea, precisamente, del siglo XX. Es tan curioso como cómico que la particular magdalena de Proust de muchos aficionados de la Selección española, al ser preguntados por sus recuerdos del Mundial de 1982, no sea la victoria de Italia en la final del Santiago Bernabéu contra la República Federal de Alemania, o el fracaso del combinado local en el torneo.

Muchos recuerdan un partido en el Estadio José Zorrilla de Valladolid, un intrascendente Francia-Kuwait en el que el jeque del país asiático bajó al campo para pedir a sus jugadores que se retirasen del verde porque alegaba que los kuwaitíes se habían quedado en silencio sin defender el cuarto tanto francés porque habían oído un silbato. Una medida intimidatoria que funcionó. ¡Hasta el árbitro anuló el tanto! Es un momento que se ha quedado grabado, 40 años después, en la mente de Agustín Carrasco. Ya jubilado, recuerda que la ilusión que le despertaba la Selección española de cara al Mundial de 1982 era gigante: "Me acuerdo de ver el partido inaugural en casa de mis padres, y la expectación de ver a España. Hacía poco que había salido de la mili, y no pude seguir el Mundial como me hubiese gustado, pues entre el trabajo y otras preocupaciones no tenía mucho tiempo", explica este antiguo zapatero cazorleño, jubilado desde hace medio año.

El sentir de este aficionado, entrado en la veintena cuando se disputa el campeonato en la recta final de la Transición, actúa como espejo de lo que le ocurría a gran parte de la sociedad española en ese momento: había muchísimas ganas de empaparse y disfrutar del torneo y de la Selección española pero, al mismo tiempo, habían infinitas preocupaciones de las que era difícil estar al margen, como el terrorismo de muy distinto signo —sobre todo, con una ETA especialmente destructiva—, unos niveles grandes de paro, déficit público, balanza de pagos negativa, crisis de petróleo y hasta una inflación al 26%. Ante semejante panorama, parecía muy difícil dejar al margen las preocupaciones y meterse de lleno en la burbuja del Mundial.

Han transcurrido cuarenta años de uno de los grandes hitos de la renovación de un país que había pasado muchos años en un pacato y triste oscurantismo, y el triunfo en la organización del evento simbolizaba, como defiende el periodista Alberto Ojeda, un punto final de la Transición a la democracia que tanto anhelaban los españoles. Este último es autor de Cuero contra plomo. Fútbol y sangre en el verano del 82 (Altamarea, 2022), un adictivo y documentado recorrido, con este mundial como telón de fondo, por la realidad social y política de España e Italia en los años previos a la cita sin olvidar lo que ocurrió en el césped, ya que defiende que el éxito organizativo del primero y el triunfo deportivo del segundo, finalizó —de manera más que simbólica— con los terribles años del plomó que embadurnaron de terror y muerte los dos países mediterráneos.

Dada la efeméride de un Mundial inolvidable por lo supuso, pese a la pobre actuación de la Selección que entrenaba José Emilio Santamaría, El Confidencial conversa con algunos autores que han trabajado el evento y que lo conocen para tratar un perfil de esa España de 1982 que quería ser partícipe, pese a tanto motivo de desasosiego, de la entrada en tiempos modernos que traía el evento planetario y, de paso, establecer algunos paralelismos desde lo deportivo con la Selección ante el desarrollo del actual campeonato en Qatar. ¿Qué ha cambiado o permanece desde hace cuatro décadas? No obstante, conviene comenzar por el principio. Y ello nos lleva a viajar a 1964, cuando aún quedaba más de una década para la muerte del dictador Francisco Franco.

Una sede elegida con muchos años de antelación

Es habitual que se elija al anfitrión de los eventos deportivos más relevantes con varios años de antelación. Pero no es frecuente lo que ocurrió cuando se designó España como sede del torneo de 1982: ¡Se nombró con más de tres lustros de antelación! Fue propuesta para albergar el torneo en 1964, y confirmada totalmente tan solo dos años más tarde. Un cuarto de siglo después del final de la Guerra Civil y en plena dictadura apenas había experiencia organizativa en el régimen nacional-católico. Se habían organizado los Juegos del Mediterráneo de 1955 y la Eurocopa de 1964. Esto último, que supuso el primer gran triunfo de la Selección —además, para enorme regocijo patrio, contra la ínclita Unión Soviética— tuvo trampa desde el andamiaje organizativo: se jugaron solo tres partidos, semifinales y final, en Madrid y Barcelona.

placeholder Naranjito fue homenajeado en la inauguración de Qatar. (EFE/Esteban Biba)
Naranjito fue homenajeado en la inauguración de Qatar. (EFE/Esteban Biba)

Un Mundial eran palabras mayores. Pero, ¿por qué no? "En los años sesenta, cuando hay una ligera apertura del régimen franquista, se piensa que el deporte puede ser un instrumento para mostrar una imagen más agradable de esa España frente a las críticas que aún recibe. De hecho, Madrid presenta candidatura en 1965 para albergar los JJOO de 1972 y hasta Franco había permitido, en 1963, que un equipo español jugase contra el CSKA de Moscú, el Real Madrid, y le permiten viajar a Rusia y que entren ellos en España", explica Juan Antonio Simón, académico e historiador del Deporte y autor del libro España 82. La historia de nuestro mundial (TB Editores, 2006).

El actual rey Emérito, mucho antes de que Franco dejase todo atado y bien atado como pronunció en su famoso discurso de la Navidad de 1969, designó a Raimundo Saporta como el hombre encargado de la organización del Mundial de 1982. El presidente de la sección de Baloncesto del Real Madrid era un trabajador de garantías, pieza clave en la gestación de la Copa de Europa o en el fichaje de Di Stefano por los blancos, como recoge Ojeda, pero levantar un Mundial le iba a costar la salud. Y no es una licencia metafórica. Pese al aplauso unánime final, la titánica tarea le deterioró tanto en lo psíquico que quedó a las puertas de la ansiedad y la depresión.

Inflación de ilusión

En los recuerdos de todos los consultados existe una palabra que se repite: ilusión. Había una felicidad que se movía como una ola por toda la sociedad española y que rompía en la orilla de la Selección nacional: la ilusión era también la esperanza de ver a España levantar, por primera vez en su historia, la antigua Copa Jules Rimet. Ojeda apenas tenía cinco años cuando llegó ese imperecedero mes de junio. No tiene creado ningún recuerdo de los partidos, pero rememora una estampa de ilusión en El Corte Inglés de Alicante, cuando su madre le compró un llavero de Naranjito, la mascota del campeonato, cuya imagen estaba por todos lados. "Había mucha ilusión por aquel entonces, estaba todo el país igual. Era un periodo de esperanza general, la sociedad tenía muchas ganas, y el Mundial es algo que también genera per se ilusión", evoca el autor de Cuero contra plomo.

Aunque la actuación de la Selección en el campeonato no consiguió hacer reverberar el eco de la alegría general, en los partidos previos sí que hizo germinar la semilla de un potencial triunfo sobre el césped. Como recoge Ojeda, en un amistoso previo que sirvió como excelsa preparación, los pupilos de Santamaría vencieron en el mítico Wembley 1-2, todo un hito en el canónico estadio de los inventores del balompié, y algo que solo había conseguido la Hungría de Ferenc Puskas en 1953. Todo esto alzó las campanas y, por desgracia, el batacazo posterior fue mayor. Hubo inflación de ilusión, como espeta Ojeda.

También era un crío el hoy periodista, productor y escritor Arturo Lezcano cuando la caravana futbolística inundó España de norte a sur en los estertores de la primavera de 1982. Él la vivió en su A Coruña natal, pero sus escasos cinco años de edad provocan que apenas se acuerde de lo futbolístico. Pero sí evoca que la ciudad se encariñó de la selección camerunesa, la cual quedó encuadrada en el grupo B, "el gallego", que se disputaba en Riazor y Balaídos. "Se convirtió en el equipo local de la ciudad, era una selección que gustaba, pues estaban el meta N’Kono o el gran Roger Milla. También recuerdo que Italia jugó en Vigo. No ganó ni un partido de la fase de grupos, pero se clasificó y acabó siendo campeón. ¡Muy a la italiana!", rememora.

Foto: Thomas N'Kono durante un partido con el Espanyol.

Lezcano es un apasionado del deporte rey, y ha trabajado en programas de fútbol en Argentina, pero también es autor del apasionante libro Madrid, 1983 (Libros del KO, 1983), una crónica por varios de los sucesos de un país que muda la piel y entra en una nueva era con la capital como foco, como son La movida, el cruento terrorismo padecido o el cine quinqui de inicios de la década, entre otros, y que conversa también con actos ocurridos en ese poderoso año de 1982, desde el Mundial hasta el triunfo electoral aplastante de Felipe González en las elecciones de octubre. "Se tenía mucha esperanza en la Selección, pese a que luego no acompañase el resultado. De hecho, es prácticamente el mismo equipo que solo un año después vence a Malta 12-1, y que en 1984 llega a la final de la Euro con esa famosa cantada de Arconada en Francia", dice el escritor.

Simón defiende la misma teoría que sus colegas. Aunque sabe que la gente tiene en mente infinidad de elementos que generan inquietud, organizar un Mundial no es más que otra oportunidad de agarrarse a la modernidad tan deseada: "La gente está ilusionada porque en nuestra casa se va a celebrar el mayor evento futbolístico y, por primera vez, vamos a ser un país moderno, donde la sociedad quiere disfrutar de ese final de Transición y construcción democrática pese a la situación difícil", explica el investigador. No obstante, si tuviera que destacar tan solo un recuerdo de lo ocurrido en 1982, se queda con esa fuerza que mostró un pueblo que las había pasado "canutas": "Me quedaría con la idea de que España se demostró a sí misma que era un capaz de organizar un evento deportivo de tal magnitud", concluye.

Del desastre futbolístico al éxito organizativo

Cuarenta años después de la cita, una de las penas que quedan es que el resultado del anfitrión opacase la hazaña lograda en términos organizativos: que el Mundial se celebrase con fortuna pese a todos los peligros que le acechaban. Ya el sorteo de los grupos fue berlanguiano, con momentos que no desentonarían en un filme como La escopeta nacional (1978), con señores poderosos mirándose con recelo y sin saber qué hacer cuando lo preparado se viene abajo. Hasta un joven Joseph Blatter estaba por allí, y parecía ya ensayar esos chanchullos que tan frecuentes han sido en la FIFA en las siguientes décadas. España quedó encuadrado en un grupo facilísimo: Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte.

Tras un empate y victoria contra las dos primeras, respectivamente, el último partido contra la selección del Reino Unido —también sufriendo en su territorio el terrorismo— debía de ser un paseo. Pero los de Santamaría naufragaron en el duelo de Mestalla, 0-1, pese a jugar con uno más durante media hora. Eso hizo que los rivales en la siguiente fase —en un formato inaudito— fuesen los temibles alemanes e ingleses. Solo pasaba uno y nada se pudo hacer. La imagen del combinado dejó mucho que desear.

"La visión que tenemos del Mundial está lastrada por el pinchazo en el terreno de juego. El balance del evento de 1982 en términos logísticos de organización y modernización de infraestructuras fue tremendo y positivo. Se dio una imagen favorable del país, mostrando que teníamos otro talante político ante el mundo. Es uno de los hitos en la renovación del país hacia una democracia homologada con nuestro entorno europeo", asegura Ojeda. Este señala que, curiosamente, de la cita futbolística, pese a su relevancia, no se recuerda lo positivo que fue levantar tamaña tarea, pero que Barcelona 1992 recibe una atención mediática desde lo organizativo mucho mayor.

Es una idea que comparte Juan Antonio Simón: "Durante muchos años se había olvidado el Mundial de España, ya que el resultado había sido tan malo con la ilusión que se había depositado, lo que empañó los elementos más brillantes, como la organización, que fue muy buena, y más aún dada la situación que atravesaba el país en ese momento. Un poco al contrario de lo que ocurrió con los JJOO de Barcelona, donde sí se dieron los dos elementos, una buena preparación y resultados positivos en lo deportivo”, atestigua.

Lezcano también defiende que el Mundial fue un hito de ese final de la Transición, pero, sobre todo, explica que fue un fiel reflejo de cómo era la España de 1982. Cuenta una anécdota: la caravana electoral del partido socialista que arrasó en los comicios, utilizó los ómnibus que había utilizado la selección de Perú unos meses atrás, con los mismos colores. Y es que la sociedad hacía infinidad de cosas, muchas veces inesperadas y a toda velocidad, para poder salir adelante pese a los obstáculos. Entre estos últimos había por doquier: el terrorismo —como ahora veremos—, el paro creciente, la inflación o ese miedo a otro golpe de Estado, como el ocurrido poco más de un año atrás protagonizado por Tejero, Milans del Bosch, Armada y compañía.

placeholder Sócrates, una de las grandes estrellas de la cita. (EFE/Roger Parker)
Sócrates, una de las grandes estrellas de la cita. (EFE/Roger Parker)

Si el ruido de sables había acabado, aun así, hacer el servicio militar en esa época debió de ser toda una aventura. Así lo recuerda Agustín Carrasco, o también Gonzalo Collado. Este último, natural del pueblo jiennense de Torredonjimeno, hizo la mili en el cuartel de Rabasa, en Alicante, y apenas pudo seguir un Mundial al que tenía muchas ganas. Recuerda que, como la policía fue enviada en masa a los distintos dispositivos de seguridad del Mundial, a los soldados como él les tocó hacer guardia en diversos puntos estratégicos. El dominado Plan Naranja-82, como escribe Ojeda, movilizó a 30.000 personas, una cifra realmente considerable: 3.500 policías secretas, 5.000 Guardia Civiles y 22.000 policías nacionales. De hecho, la Selección española criticó a posteriori que tenían tal cantidad de escoltas y vivían en una situación monacal que les afectó en el terreno de juego. Excusas o no, lo cierto es que el terrorismo era algo que preocupada a todos.

Terrorismo a raudales

En el documental 1980 (2013), Iñaki Arteta realiza un documentado repaso, a base de entrevistas, del año más sangriento de la organización criminal ETA, en el que mató a casi un centenar de personas, lo que supone un muerto casi cada tres días. Aunque el número bajó en 1982, el terror estaba incrustado en todos lados. Saporta era plenamente consciente, y en una entrevista previa dijo que había tocado preparar el Mundial en el momento más delicado. En Cuero contra plomo, se recogen las declaraciones del histórico de Herri Batasuna, Jon Idigoras, donde alertaba del escenario que supondría para ETA el Mundial en una entrevista concedida a La Repubblica.

Entre 1975 y 1983, como escribe Lezcano en Madrid, 1983, murieron en España más de 600 personas víctimas de la violencia, y no solo estaba ETA y sus múltiples escisiones, que era la más sanguinaria, sino también los diferentes grupúsculos sanguinarios de extrema derecha o el terror que infundía el Grapo (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre). "El reto terrorista era grande, y no hay que olvidar que solo habían pasado 10 años de lo ocurrido en los JJOO de Múnich", recuerda Lezcano.

Foto: Sebastián Rodríguez en una competición. (IPC)

ETA no atentó contra el Mundial de España, pero estuvo activa antes y después. Era muy difícil que la principal fuente de preocupaciones para el país no se colase en el día del vestuario. Además de imponer el estado bunkerizado para las selecciones, en el caso español el conflicto con la banda terrorista nacionalista era algo más cercano. Para más inri, da la casualidad que, a inicio de los ochenta, el fútbol español está dominado por los equipos vascos: la Real Sociedad gana la Liga de 1981 y 1982 y el Athletic de Bilbao las de 1983 y 1984. Los donostiarras suponían la mayor delegación de la convocatoria de Santamaría, con seis jugadores. Incluso, el capitán de la Real, Ignacio Kortabarría, se negó a representar a la Selección de España. Todo ello debió flotar en el ambiente, hubo mucha rumorología al respecto: "No trascendió mucho, pero puede que en el vestuario hubiese fricciones por algún motivo. Algunos jugadores parece que estaban más significados hacia la derecha, como Juanito o Santillana, pero yo no tengo constancia de que hubiese tensión fuerte en el vestuario", explica Ojeda.

Algunos curiosos paralelismos entre 1982 y 2022

La cita española es la primera en que la FIFA da el salto y realiza una competición de 24 equipos, algo inédito hasta la fecha. Cuarenta años después, el evento catarí clausura en torneo de 32 participantes, ya que el número crecerá hasta los 48 dentro de cuatro cursos en Estados Unidos, México y Canadá. Al mando del estamento futbolístico internacional estaba João Havelange y, sobre él, el sempiterno peso y acusaciones de actividades de nula transparencia de la FIFA. ¿Se había aumentado el número de plazas para dar cabida a otras federaciones que habían secundado las decisiones del mandatario? Así lo creen muchos.

¿Es el aumento significativo de los países a participar en el Mundial de 2026 otra manera de congraciar a los países que han secundado la elección de sedes como Rusia o Qatar? Las dudas contra la organización son innumerables y recurrentes —basta ver, a este respecto, el recomendable documental recién estrenado Qatar: El Mundial a sus pies (2022), dirigido por Juan Corellano, de La Media Inglesa. "El Mundial del 82 es un gran paso en la mercantilización del fútbol. Empresas como la anglosajona West Nally, a la que se suma también Adidas, entran en la organización con un sentido estrictamente financiero del fútbol. Esto se ha ido perfeccionando y profesionalizando, una manera de maximizar beneficios. El fútbol como la gallina de los huevos oro, como también demuestra todo lo que rodea a Qatar", expone Ojeda.

placeholder El mítico gol de Paolo Rossi. (Imagen de archivo)
El mítico gol de Paolo Rossi. (Imagen de archivo)

Otro curioso punto en común entre las selecciones españolas de 1982 y la reciente —ya desde lo puramente deportivo— está en el divorcio que mantiene el entrenador con la prensa. En el caso del contencioso entre Santamaría y el cuarto poder, todo comenzó tras la excelente victoria referida lograda en Londres. El míster avisó, en el encuentro previo que tuvo con los periodistas, de cómo tenía pensado organizar el partido para dominar sobre los ingleses, y su plan se cumplió a la perfección. Tras la gran imagen, este se cabreó porque la prensa no le felicitó y rompió relaciones: "Creo que tenía un carácter algo hosco y se obsesionó con la prensa. Tenía como una especie de manía persecutoria", expresa Ojeda. En cuanto a la relación del streamer Luis Enrique con el gremio es por todos sabida: no hay día en que el asturiano no atice con palabras cargadas de retintín a los periodistas en sus intervenciones.

El último paralelismo entre las selecciones de las dos etapas es la ilusión con que se llega a la cita, más allá de que se haya criticado mucho al seleccionador por haber dejado fuera a jugadores como Borja Iglesias, Iago Aspas, Mikel Merino o Sergio Canales. Ojeda valora que Luis Enrique sea coherente con sus ideas, y recuerda que hace poco más de un año estuvo a punto de meterse en la final de la Eurocopa. Lezcano también destaca que haya sabido construir un plantel joven y con carácter, mientras que Simón, pese a reconocer que ganar el Mundial supone toda una gesta, opina que va a Qatar una Selección de plenas garantías. Veremos a ver qué ocurre de aquí al 18 de diciembre. Por suerte, Irlanda del Norte no compite en esta edición.

Los caprichos de la memoria provocan que se almacenen en el interior recuerdos inesperados que afloran como destellos en el momento más inesperado, como confesaba Jorge Semprún, uno de los grandes testaferros de la memoria europea, precisamente, del siglo XX. Es tan curioso como cómico que la particular magdalena de Proust de muchos aficionados de la Selección española, al ser preguntados por sus recuerdos del Mundial de 1982, no sea la victoria de Italia en la final del Santiago Bernabéu contra la República Federal de Alemania, o el fracaso del combinado local en el torneo.

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