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El 'bullying' en los colegios más caros de España: "Me da pereza hasta desearte la muerte"
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ASÍ SE LAS GASTAN LOS HIJOS DE LA ÉLITE

El 'bullying' en los colegios más caros de España: "Me da pereza hasta desearte la muerte"

Pagar 1.500 euros al mes no libra a nadie de sufrir acoso. Un nuevo caso denunciado esta semana ha vuelto a poner en la diana estos exclusivos colegios de las afueras de Madrid

Foto: Chicos de 13 años en un colegio británico de Birkenhead. (Reuters/Phil Noble)
Chicos de 13 años en un colegio británico de Birkenhead. (Reuters/Phil Noble)
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Hace cinco años, Diana recibió un regalo inesperado: un collar de perlas. Se lo enviaba otra familia en agradecimiento por el apoyo brindado a su hijo, víctima de bullying. En cualquier instituto, levantar la voz para defender a un compañero de clase acosado supone un acto de valentía, pero cuando uno estudia en el exclusivo Colegio Británico de Somosaguas, hay castigos peores que la muerte social en el recreo.

Ella lo descubriría un lustro más tarde, cuando el objeto de bullying fue su hija menor, Marina*. El presunto acoso al que se vio sometida y los intentos del colegio por acallar el caso llevaron a esta madre a sumirse en una batalla contra la dirección del centro. Acudió a la Justicia y, más tarde, a la prensa. Su teléfono se llenó de mensajes de apoyo, pero a la hora de la verdad, comprobó que ahora no habría nadie a quien regalar un collar de perlas.

La denuncia presentada en 2022 contra cuatro miembros del British Council estuvo meses en el limbo. Las huelgas judiciales y un error de plazos prolongaron la agonía del proceso. En noviembre del año pasado, se archivó sin que la instrucción se hubiera movido un milímetro. La niña, que llegó a ser ingresada en un hospital de Pozuelo por anorexia nerviosa, ni siquiera fue llamada a declarar. "Mi hija siente que todo el sistema le ha fallado", cuenta Diana. Con solo 13 años, la niña descubrió que en ciertos lugares hay algo peor visto que cometer bullying: hablar de ello en público.

Incluso antes de que hubiera sentencia, el colegio supo hábilmente desplazar el foco hacia el exterior de sus muros. El incidente quedó enmarcado como una guerra entre familias, y es cierto que algo de esto hubo. Diana y su hijo mayor fueron condenados a una multa de 300 euros por amenazas leves en la puerta del colegio a una de las alumnas que estaban detrás del presunto bullying a su hija. La mujer indica que la sanción está recurrida y pendiente de resolverse: "No soy una loca, soy una madre".

Más allá de un caso aislado

En algo está en lo cierto, el suyo no era un caso aislado. El acoso se produce en todo tipo de colegios, ricos y pobres. Sin embargo, es raro encontrar en la hemeroteca noticias sobre casos en escuelas de postín. Pero basta con levantar un poco la alfombra de silencio para que se levante una polvareda de comentarios, distantes y anónimos, que cuentan historias de bullying protagonizadas por los cachorros de la élite. Hay muchos factores que empujan a la omertà, no solo el prestigio de los colegios. El acoso escolar todavía comporta una pátina de vulnerabilidad, de imperfección hacia quien lo recibe. En el 1%, nadie quiere cargar con el estigma. Pero algo está cambiando.

Hace unos días, La Razón publicaba que una familia ha denunciado al colegio Mirabal International School (en Boadilla del Monte) por el hostigamiento sufrido por su hijo, diagnosticado con necesidades educativas especiales, por parte de los compañeros. Estos padres señalan a los responsables educativos, acusándoles de poner el foco en la víctima, su hijo, para forzarle a abandonar el Mirabal.

"A lo mejor este colegio no es para ti", escuchó Marina en varias ocasiones durante su particular víacrucis.

placeholder Herlufsholm, el colegio privado más importante de Dinamarca. (Wikimedia Commons/Toxophilus)
Herlufsholm, el colegio privado más importante de Dinamarca. (Wikimedia Commons/Toxophilus)

Fuera de nuestras fronteras, el velo de silencio está resquebrajándose también. El caso más paradigmático hasta ahora era Eton, paradigma de la educación privada en el Reino Unido. Incluso el príncipe Harry de Inglaterra sufrió bullying por parte de otros hijos de la élite británica, cuyos padres pagaban más de 45.000 euros por curso para enviar allí a sus criaturas: cuando el Daily Mirror publicó una foto de Lady Di en topless, el joven Harry (por entonces de 14 años) sufrió el abuso verbal de sus compañeros etonianos, que se burlaban del tamaño de los pechos de la princesa.

Tras Eton cayó también Herlufsholm, el colegio de la élite danesa fundado en el siglo XVI y cuyas normas seguían siendo más o menos las mismas hasta hace un par de años, cuando los hoy reyes de Dinamarca, Federico y Mary, sacaron de allí a sus herederos tras aflorar el historial de acoso que los muros del antiguo convento benedictino de Skovkloster habían ocultado durante décadas.

En los colegios independientes de Estados Unidos han empezado también a afrontar este asunto de otra manera. "En los últimos años estas escuelas independientes han estado más en el centro de atención que en el pasado", dice a El Confidencial Charlotte Jacobs, profesora en la Universidad de Pensilvania —una de las que forman parte de la prestigiosa Ivy League— y directora de un programa que prepara a los profesores para dar clase en centros de élite. "Se enfrentan a muchos problemas desafiantes, particularmente porque la mayoría de ellas son instituciones que dependen de matrículas costosas y, por lo tanto, son sensibles a la presión de los miembros de la comunidad escolar. Cuando se trata de cuestiones de intimidación y acoso, las escuelas independientes están adoptando una postura más firme sobre cómo abordar estas cuestiones cuando surgen".

Si en estos pequeños hubs del poder infantil el bullying ha comenzado a denunciarse, ¿qué otra cosa podía pasar en el resto de instituciones privadas europeas... y españolas?

Hasta en las mejores familias

Este periódico ha logrado localizar a varias familias que, a causa del bullying, tuvieron que sacar a sus hijos de uno de estos carísimos colegios para meterlos en otro. Es una realidad siempre difícil de verbalizar, pero mucho más cuanto más asciende uno en el ascensor social. Otros alumnos admiten que tuvieron que salir por esta causa, pero no quieren ir más allá de un breve intercambio por WhatsApp.

Muchas de las familias que han sacado a sus hijos de colegios de élite rechazan el término 'bullying' como causa de su salida

Para empezar está el caso de Celeste*, amiga de Marina. El padre de Celeste era británico de origen indio, su madre española. Hace dos cursos, Marina, ella y otra compañera formaban el grupo de amigas. Hoy ninguna sigue matriculada. La chispa que lo desencadenó todo en noviembre de 2021 fue, en realidad, un suceso trivial.

Celeste estaba en el cuarto de baño en el momento en que se presentaron las otras dos. La presencia de más de dos personas contravenía las entonces estrictas reglas contra el covid-19, así que cuando fueron sorprendidas, para evitar represalias, quisieron forzar a Celeste a que se autoinculpara inventándose que les había pedido ayuda porque tenía la regla. "Se negó y, a partir de ahí, empezaron a hacerle la vida imposible", indica Marina a este periódico.

En respuesta a su indisciplina, las dos adolescentes crearon un grupo de WhatsApp con Celeste donde se despachaban contra ella. Entre el 19 y el 22 de noviembre le enviaron 405 mensajes, cuando la víctima se salía, volvían a agregarla. Algunos de los mensajes, que este periódico ha podido cotejar, indicaban:

"Vete ya a Inglaterra, que aquí no te quieren ni...", decía una, agregando dos nombres de compañeras de clase. La otra replicaba "vete ya, pero no a Inglaterra, a Júpiter. A ver si te mueres por el camino". A lo que la primera remataba "y no vuelvas. Vete a tomar por culo ya". Ambas eran —todavía lo son— estudiantes con una larga trayectoria en el Colegio Británico, como se desprende de sus exquisitos modales. Sus familias han invertido en su educación bilingüe entre 7.900 y 11.500 euros por curso, uniformes y comidas aparte.

"Vete ya, pero no a Inglaterra, a Júpiter. A ver si te mueres por el camino"

"Eres una puta pringada", expuso una de ellas a Celeste en otra ocasión. "Pringada de mierda. Vete a que te haga fuck fuck quien te aguante. Eres una vergüenza para la raza humana". En un momento dado, Celeste trató de contraatacar citando el nombre de un chico y su acosadora le dijo que estaba con otro. "Pero yo uso condón. Porque si no, pregúntales a tus padres. Sale una aberración como tú".

Los mensajes destilaban lo peor de la adolescencia: "Otra cosa te digo, si te murieses no me importaría. Me da pereza hasta desearte la muerte", le dijo una poco antes de que el grupo fuera clausurado. "Bueno, que no tengo nada que hablar contigo, puta zorra", resumió la otra.

De alguno de los audios que acompañaban la denuncia que su familia hizo en la comisaría de Pozuelo de Alarcón, se aprecia que sus compañeras trataban de socavar la autoestima de Celeste, que se sintiera sola y accediera a las pretensiones de las otras. En palabras de Mónica, "querían que fuera su sirvienta".

placeholder Dos personas usan el teléfono móvil, a 1 de febrero de 2024, en Barcelona. (Europa Press/David Zorrakino)
Dos personas usan el teléfono móvil, a 1 de febrero de 2024, en Barcelona. (Europa Press/David Zorrakino)

"A nosotras por lo menos hay gente que nos aguanta, a ti te odia todo el mundo que te conoce y nosotras te hemos estado aguantando dos meses", le dice una de ellas. "Tú tienes que ir con nosotras porque no tienes a nadie más en todo el colegio; no te necesitamos, tú en cambio sí que nos necesitas porque no tienes a nadie, y las otras dos en cuanto vean como eres te van a dejar de lado de una manera...".

Lo del grupo de WhatsApp o lo del baño fue simplemente la parte de la que existe un cierto registro documental. La otra, la del día a día, comenzó en septiembre y solo es medible por sus consecuencias. Poco antes de Navidad, el colegio comunica a los padres que no hay acoso, dado que ha sido un hecho puntual y pese a que impuso a las otras dos chicas una sanción de tres días de expulsión. Tras las vacaciones, Celeste no volvió y el 2 de febrero cursó baja definitiva en el British Council. Sus padres la matricularon en un internado de Bath, en Inglaterra.

La psicología del bullying está muy estudiada. Cuando el acosador comprueba que sus acciones no han tenido unas consecuencias demasiado negativas para él, se empodera. En este tipo de centros, además, se encuentran a veces adolescentes que rara vez han encontrado resistencia a su voluntad. Como Marina le explicaba a su madre al hablar de ellas: "Se creen inmortales".

Dos meses antes de que Celeste abandonara aquel colegio lo hizo también el hijo de Ainhoa*. "Mi hijo me decía 'mamá, a esta niña la conocía yo y le ha pasado lo mismo, seguro que también venía herida' de otro cole".

Había un problema... pero no 'bullying'

"Efectivamente, había un problema, eso no lo puedo negar, y efectivamente no me lo resolvieron: no había un protocolo muy instaurado y no tenían este tema dominado en absoluto", dice Ainhoa, cuyo hijo estuvo tres años en el Colegio Británico antes de abandonarlo. Como el resto, exige un total anonimato a cambio de su testimonio. "Cada caso es un mundo, el nuestro no encaja en el bullying porque hay otro tipo de condicionantes", explica.

Su chico tuvo ese problema con los mismos que un tiempo atrás formaban su pandilla. Según la versión de la madre, fue un tema de celos que acabó a golpes. "Mi hijo es una persona con mucha sensibilidad, pero entonces estaba muy tierno, era muy chiquitín", cuenta. "Esto se le hizo grande, porque llegó de nuevas a un colegio con esa sensibilidad, hubo uno que le cogió manía... y eso es lo que pasó".

El primer y segundo año no tuvo problemas, pero al tercero, el colegio barajó las clases para mezclar a los alumnos. Su viejo grupo se descompuso y aparecieron nuevos roces. Otra de las características de este tipo de centros es la elevada movilidad de sus estudiantes. Una consecuencia, quizá, de que los padres de clase alta cambien de domicilio o ciudad —pensemos en un deportista de élite o un alto directivo— más habitualmente que los de clase media. Esta madre vincula también lo que pasó al momento vital de su hijo. "En otro colegio en el que estuvo, el hijo de un presidente de un club fútbol también le tenía un poco machacado, lo que pasa es que ahí, simplemente, mi hijo ya era más mayor y le paró los pies".

placeholder Patio de un colegio en Santoña, Cantabria. (EFE/Miguel Ramos)
Patio de un colegio en Santoña, Cantabria. (EFE/Miguel Ramos)

En este caso, su retoño venía de otro colegio inglés, el King's College de Soto de Viñuelas. Aunque desde fuera parezcan centros análogos —y los precios, al menos, lo son— el nuevo colegio en Somosaguas le pilló a contrapiée. "Mi hijo me dice que en este colegio todos los niños provienen de una élite, aquí eres cool o eres un pringao", explica Ainhoa. "Conozco a una señora que a su hijo le hacían la vida imposible, cada día le lanzaban la mochila por el hueco de la escalera. No quiso testificar, ella sabrá por qué".

Para su hijo, la gran diferencia con su otro colegio estaba en que los perfiles eran menos diversos (ya decía Dostoievski que todas las familias felices se parecen unas a otras) y ultracompetitivo, lo cual plantea una posibilidad inquietante. ¿Y si lo que conocemos como bullying en estos centros es solo una anomalía de un sistema que aplica a los alumnos una elevada presión desde una corta edad para, precisamente, prepararlos para un futuro donde este entorno se verá continuamente replicado? En el proceso de selección para una big four, una plaza en la magistratura, en un consejo directivo o una lista electoral.

En estos centros, el hostigamiento de unos compañeros a otros, identificados como más débiles sería, como dicen los programadores, not a bug but a feature: no un error, sino una característica.

El 'bullying' estructural

En su libro de 2017, Bully Nation: How the American Establishment Creates a Bullying Society, los sociólogos Charles Derber y Yale Magrass van más allá de las consecuencias del acoso escolar, particularmente instaurado en los exclusivos colegios privados de la Costa Este —ambos son profesores en universidades de Massachusetts— o en las academias militares, para profundizar en sus raíces.

Escriben que, en el paradigma actual, “la psiquiatría ha tenido éxito en crear un mundo medicalizado para los niños, con millones de adolescentes medicados o en terapia. Pero que esta sea una solución para el bullying —o buena para los niños— es, como poco, problemático, y tales tratamientos pueden a veces hacer más mal que bien. Un daño obvio es que desplaza la atención lejos de las causas reales del bullying”.

Tal y como lo ven estos dos académicos, no es que estos contextos tan exigentes favorezcan la aparición de casos de acoso; más bien, son niños lanzados a un volcán que escupe bullying y forzados a aprender a nadar en esa lava hirviendo, acostumbrándolos a lo que más tarde encontrarán en sus universidades o empleos. Y cuando un alumno aparece achicharrado es siempre problema suyo, nunca del volcán.

"Las élites se aseguran de que cualquier conversación sobre 'bullying' no se convierta en un análisis crítico de nuestra sociedad"

Según otro célebre sociólogo estadounidense, Charles Wright Mills, este reduccionismo —separar los problemas personales de las causas sociales que los generan, arrinconándolos en lo psicológico— provoca una especie de ignorancia cultivada que no es accidental, ya que siempre favorece al establishment. En el contexto escolar, "las élites trabajan duro para asegurarse de que cualquier conversación sobre bullying no se convierta en un análisis crítico de nuestra sociedad", escriben Derber y Magrass. “Esto se convertiría en una amenaza para el sistema que ellas controlan, llevando a gente corriente preocupada por el bullying que causa a sus hijos dolor y sufrimiento a hacerse preguntas sobre el orden social y la estructura de poder existente”.

De hecho, en el tríptico del mencionado colegio de Pozuelo de Alarcón, uno de los pilares de su oferta educativa (junto a los soft skills o los idiomas) es la resiliencia: "Según la Real Academia Española, la resiliencia es la 'capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos", indican en su página. "La resiliencia es una capacidad que, si ayudamos a nuestros hijos a desarrollar, les proporcionará muchos beneficios tanto ahora como en su futuro". Por supuesto, no es una invitación al acoso, pero resulta llamativo.

El 1% y el 0,01%

El paisaje que otra madre, Nerea* describe de estos centros es que "no son sitios donde se prime la individualidad de un niño o se estudie cuáles son sus posibilidades, son colegios de moda donde las profesoras se pirran por los hijos de los famosos, a los demás como que no les hacen tanto caso, son como de segunda categoría".

La desigualdad entre alumnos suele ser uno de los factores presentes en muchos casos de bullying. En los colegios de élite, esto es un factor tan relevante como en un colegio público de barrio. En este último podemos encontrar a padres que ganen 3.000 euros al mes mientras otros están en paro, pero en las escuelas privadas coexisten los hijos del 1% de la población que más ingresos tiene —más de 200.000 euros al año— con hijos de futbolistas o empresarios que directamente ingresan varios millones de euros anualmente. Los hijos del 0,01% en muchos casos. Caer en uno u otro lado de la balanza tiene muchas implicaciones.

Dos de las madres consultadas refieren el caso del hijo de un futbolista que falló un penalti en una final de la Champions League. El alumno temía que este hecho pudiese generarle problemas entre los compañeros del colegio, pero bastó un chasquido de dedos por parte de la familia del futbolista para que todos los estamentos educativos intensificaran las alertas y sofocaran cualquier intento de molestar al chico. Lo que quieren decir con esto las familias es que la competitividad y la presión pueden ser estructurales, pero algunas personas pueden hackear el sistema. Los más populares son los que llevan una sudadera que no pertenece al colegio como señal de rebeldía, o los que tienen un chófer en la puerta para que los lleve a comer a casa.

placeholder Vista general de Eton College, paradigma de todas las escuelas privadas. (Reuters/Toby Melville)
Vista general de Eton College, paradigma de todas las escuelas privadas. (Reuters/Toby Melville)

Algunas de las escenas dibujadas por estas madres parecen sacadas directamente de las mismas novelas y películas que alimentan la imaginación popular sobre estos colegios, como Élite. Solo que estas son totalmente reales.

"En la clase de mi hijo había un grupo de niñas", recuerda Nerea. "Se hacían llamar Las Puris, se creían divinas, no hablaban absolutamente con nadie más y hacían lo que les daba la gana, pero es que encima las protegía el colegio porque eran la hija de no sé quién y con eso tenían acceso gratis o invitaciones a sitios". La madre, que tuvo a tres de sus hijos matriculados en el colegio británico, ejemplifica que "la hija de un famoso piloto de automovilismo estudiaba con uno de mis hijos", recuerda Nerea. "Siempre le ponían dieces y luego te veías a las profesoras en el gimnasio privado que tenía el padre. Con la hija de la Duquesa de Alba lo mismo, se arrodillaban según entraba". No está claro si estas chicas formaban parte del aparato de Las Puris.

En un episodio que a Nerea le resultó especialmente memorable, "una de las niñas de la clase celebró su puesta de largo, y como uno de sus apellidos o parentesco era real, Las Puris accedieron a ir, pero como si le perdonaran la vida", recuerda. "Todo el mundo estaba perfectamente vestido, los chicos con esmoquin, las chicas de largo… y como a las 12, aparecieron Las Puris con unos vestiditos de playa, como un camisón, llegaron dos horas más tarde pusieron un poco de cara de asco y se marcharon".

"Siempre le ponían dieces y luego veías a las profesoras en el gimnasio privado del padre"

Estas anécdotas pueden parecer tangenciales, pero hay una relación directa entre el tipo de alumno que se convierte en objetivo de bullying (por verbal o poco violento que sea) y el lado de la clase en el que está. En su libro Amigocracia: cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó del Reino Unido, Simon Kuper relataba que "algunos estudiantes de clase alta se referían a sus compañeros de clase media como paletos, plebes o manchas". Este columnista del Financial Times fue también alumno de Oxford, y destacaba cómo suponía una ventaja haber estudiado en un colegio de élite: "Solo un 1% de la población británica estudia en un internado, pero la vasta mayoría de ese 1 por ciento se reencuentra en Oxford y consigue separarse del resto de la sociedad y crear su propio universo privado". A diferencia de otros alumnos, cuando ellos llegaban a la prestigiosa universidad, ya conocían a bastantes compañeros del colegio. "Sus redes de contacto se activan nada más llegar a Oxford, y así pueden conocer a otros pijos que todavía no conocían".

Por eso, este tipo de familias, pese a tener una mala experiencia, optan por un colegio similarmente de cariz británico como próxima parada en la educación de sus hijos. El Hastings, el Runnymede, el Kensington, el Internacional de Aravaca... no conviene tirar a la basura todo ese trabajo de networking y acento de Oxbridge. La única excepción es el American School of Madrid, la gran aspiración para muchas familias. "De hecho, muchos padres mandan a sus hijos a un colegio británico porque les dicen que no en el americano", dice Ainhoa.

Las abejas reina y sus aspirantes

Aunque los casos de acoso escolar suelen dibujarse en blanco y negro, en realidad siempre contienen dinámicas más complejas. A veces los hostigadores acosan a alumnos que perciben como más débiles para lograr de validación de otro bully mayor, que más tarde lo acabará victimizando.

En su célebre manual de autoayuda adolescente, Queen bees and wannabes —podría traducirse como Abejas reina y sus aspirantes, fue el germen de la película de 2004 Chicas malasRosalind Wiseman explicaba que quienes perpetran el bullying y quienes lo sufren son seres igualmente inseguros ante la presión del entorno. Ambos están tratando de dar forma a su personalidad y buscando su lugar en el mundo.

Para Wiseman, ante un caso de acoso escolar, el foco no debería estar tanto en los jóvenes como en las autoridades educativas.

Para los niños, todo lo que los adultos hacen contra el 'bullying' es organizar asambleas

"Uno de los aspectos más confusos del bullying es que es fácilmente desestimado como bromas inofensivas", escribe la estadounidense. "Las terribles consecuencias de ignorar estas situaciones son niños y adolescentes que odian ir al colegio y creen que los educadores que deben mantenerlos a salvo son, como poco, incompetentes y que no tiene sentido levantar la voz contra el bullying o la intimidación porque es muy prevalente. Los adultos no lo pillan, ¿entonces por qué iban los niños a arriesgarse a pelear una batalla que los mayores rehúsan? En sus mentes, todo lo que los adultos hacen es organizar asambleas o poner carteles amables en la puerta de la escuela".

Ainhoa, con la perspectiva que da el tiempo, opina que "es muy difícil que en un colegio como ese ciertas ideas calen, no se soluciona sentando a todo el mundo en una asamblea a hablar de bullying, eso no es operativo".

Como bien dicen desde el Colegio Británico, la calificación de acoso escolar o bullying es muy resbaladiza. No solo para los alumnos, los centros o los padres, sino para la propia justicia. "La mayor parte de las denuncias que se hacen en Fiscalía de Menores se archivan como rosquillas y no entendemos por qué", explica María José Fernández, presidenta de la Asociación Madrileña contra el Acoso Escolar. "Y evidentemente, en los casos que son menores de 14 años, se archivan automáticamente", dado que estos pequeños sujetos son inimputables.

Fernández explica que "no es que tenga una lista negra, pero cuando recibo una llamada de unos padres y les pregunto el nombre del colegio, a veces digo ya nos faltaba este año un caso de ese cole, porque cada curso tenemos uno". La presidenta de Amacae, que comparecerá en la Asamblea de Madrid en unos días para exponer a los diputados el problema del bullying en los colegios madrileños, lleva desde 2017 "un registro de los casos de acoso por colegio, no basta con saber que ha habido 20 casos sino dónde ha habido siete y donde cinco".

Una solución así, sin embargo, sería problemática. Sería un incentivo para que ciertos colegios, que viven de su imagen impecable, ocultaran los casos a los inspectores. O incluso, siendo más retorcidos aún, para que sabotearan al colegio de al lado. Y en cualquier caso, serviría de poco para resolver el problema de fondo: que en los colegios más caros de España no existe oficialmente el bullying, solo las lecciones de resiliencia impartidas por los hijos de la élite a sus compañeros.

La hija de Elena* también tuvo que cambiar de colegio tras una mala experiencia. Nada más llegar a su nueva school, su hija se sintió mucho mejor. Volvió a sentirse integrada. Parecía que las cosas habían cambiado, pero un día llegó a casa y dijo a su madre: "Mamá, hay una niña que se va a cambiar de clase esta Navidad, que entra nueva, y mis amigas han hecho una votación para ver si la aceptamos en el grupo o no". Su madre le respondió "pero si no la conoces" y Mónica dijo que iba a esperar a tratarla en persona. Sin embargo, el grupo ya había echado sus redes sobre el Instagram de la chica, fiscalizando "qué decía, si se lleva con amigos con finca o si tenía barco", dice la madre a este periódico. La niña le comentó también que se había enterado de que, cuando iba a entrar al colegio, "esa votación se hizo y salió que sí".

En el caso de la otra chica, salió que no.

* El nombre de aquellas madres que lo han solicitado ha sido modificado. También el de todas las personas menores de edad que aparecen en el artículo, incluso en los casos en que contáramos con su consentimiento explítico, conforme a lo dispuesto en el artículo 7.1 de la Ley General de Comunicación Audiovisual.

Hace cinco años, Diana recibió un regalo inesperado: un collar de perlas. Se lo enviaba otra familia en agradecimiento por el apoyo brindado a su hijo, víctima de bullying. En cualquier instituto, levantar la voz para defender a un compañero de clase acosado supone un acto de valentía, pero cuando uno estudia en el exclusivo Colegio Británico de Somosaguas, hay castigos peores que la muerte social en el recreo.

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