Las historias detrás del acoso a los alumnos con asperger: "Aguantan hasta que explotan"

Jerez de la Frontera (Cádiz) sigue sin entender muy bien qué pudo pasar en el IES Elena García Armada. La semana pasada, un alumno de 3º de la ESO que jamás había dado problemas sacó dos cuchillos de su mochila y arremetió contra compañeros y profesores. El instituto insistió en que nunca hubo indicios de bullying, aunque, tras el apuñalamiento, el alumnado reconoció burlas e insultos en los días previos. Tras el ataque de ira, el detenido reconoció que no podía más. Ahora, la asociación de asperger a la que pertenecía sale en su defensa para pedir una mayor sensibilización y la actualización de los protocolos para evitar casos de este tipo.

"Las personas con asperger no suelen pedir ayuda", apunta Rocío Garrido, psicóloga de la asociación Asperger TEA Jerez. En las terapias, la entidad pregunta constantemente si alguna situación ha molestado a los pacientes para detectar un posible acoso escolar. Aunque se da en muchos casos, es habitual que tengan dificultades para verbalizarlo, igual que, en general, para describir situaciones. El menor detenido solo manifestaba que su clase era "una jungla", pero se sentía acosado desde hacía dos años. Tras conocer, la noticia se intentó ocultar su diagnóstico para no estigmatizar al colectivo asperger, pero la asociación ha decidido aportar varias historias que reflejan el día a día de estos pacientes, sus compañeros y sus dificultades en el contexto escolar.

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"Son muy sufridores y aguantan esperando a que todo pase, pero no pasa. Y llega un momento en que explotan", afirma Ana, madre de una adolescente de un instituto de Jerez. Su hija, diagnosticada de asperger desde hace un año y medio, también explotó: se defendió tirando una mesa a una compañera, una reacción que también sorprendió en su centro educativo. Con 15 años, suma continuas autolesiones y varios intentos de suicidio. Tímida desde pequeña, el asperger, unido a las burlas por su condición física, derivó en una anorexia que le llevó a estar hospitalizada.

La joven se negaba a comer y desvelaba constantemente sus intenciones suicidas. "Pasamos noches sin dormir sabiendo que quería quitarse la vida", expresa la madre. Lo intentó en varias ocasiones. Tras el aviso de los padres, el instituto abrió dos protocolos de acoso que fueron cerrados, como la mayoría. En el curso 2021-2022, Andalucía abrió 1.367 expedientes y solo se constató el acoso escolar en 140, un 10% del total. "Si el colegio dice que no hay, no hay. Y no puede depender solo del centro determinar si hay acoso", valora esta madre.

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Para el profesorado, resulta complicado gestionar ciertos conflictos. "Una persona con asperger no entiende las bromas y lo que para cualquiera no tiene importancia, para ellos puede ser un insulto", afirman desde la asociación, que apunta a una "falta de sensibilidad" en el contexto educativo, tanto de profesores como de alumnos. Pocos entienden los comportamientos de estos adolescentes, "qué ocurre cuando son rechazados o no se les tiene en cuenta". "El profesorado necesita detectar conductas, saber qué hay detrás de cada queja. A veces comunican un conflicto de cada 100 que tienen y a lo mejor hay que estar atentos y abrir antes el protocolo", añade la psicóloga Rocío Garrido.

María Jesús llegó a dejar su trabajo para estar con su hijo y vigilar desde la valla del patio. Asegura haber visto con sus propios ojos cómo le agredían pese a que tenía un protocolo de acoso abierto. El menor tiene 10 años y, en su caso, todo empeoró cuando reconoció a sus compañeros que tenía asperger. Es una de las grandes dudas de las familias y el profesorado. A veces, el grupo toma conciencia del problema y muestra solidaridad, aunque siempre existe el peligro de que el daño sea mayor. El detenido, por ejemplo, no lo había comunicado, por lo que en clase, tras lo ocurrido, simplemente lo calificaban como una persona "solitaria". "El colegio le quitó importancia y decía que no tenía profesores suficientes para controlarlo todo", afirma esta madre, que se enteró de las agresiones a su hijo a través del aviso de un compañero. "Al detenido se le trata como agresor, pero no es eso. Cualquier persona en situación límite actuaría así", añade.

Aunque no hay datos oficiales sobre el alcance real, un estudio elaborado en EEUU en 2002 situó hasta en un 90% el porcentaje de niños y jóvenes con este trastorno que sufre acoso. Son "el blanco fácil": solitarios y con dificultades para integrarse, muchos acaban abandonando por la ansiedad que viven en la etapa escolar. Una investigación más reciente de Autismo España revela que el 12,4% del alumnado autista ha reconocido haber sufrido acoso al menos una vez. Otro informe de la Fundación Anar, que gestiona el teléfono del bullying, ofrece los motivos de las agresiones: en un 14,6% fue por la discapacidad; el 17% a raíz de sus problemas psicológicos; y en un 53,6% por las cosas que el asperger hace o dice.

En cualquier caso, es inevitable que las familias vean a través de los ojos de sus hijos el caso del instituto Elena García Armada, donde se dio el peor desenlace. Amanda —nombre ficticio, para proteger su identidad— es madre de otro alumno jerezano que a sus 15 años ya ha intentado suicidarse. Lleva a la entrevista pruebas de acoso y grabaciones de una alumna que denunció ante la Fiscalía de Menores. "A partir de ahí, todos sus compañeros se pusieron en su contra. Veo a ese chico y sé que tenía dos opciones: suicidarse o arremeter contra las personas que le hacían daño", añade.

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La Junta de Andalucía ha pedido "cautela" a la hora de valorar si el detenido había sufrido acoso y si los protocolos funcionaron correctamente. Además, desde la Consejería de Educación han insistido en que habrá que valorar si los insultos en los días previos eran una cuestión puntual o repetida en el tiempo, algo fundamental en la normativa actual para determinar si había o no acoso escolar. Desde la asociación Asperger TEA de Jerez piden aplicar un tratamiento distinto con los asperger, que afrontan el conflicto de forma muy distinta al resto de alumnos, y abrir protocolos a la primera señal. "La mayoría sufre una gran ansiedad en el contexto académico", afirma la psicóloga, que entiende las dificultades del profesorado para percibir detalles en grupos numerosos. Tras el incidente, el instituto de Jerez investiga lo ocurrido.