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Cómo sentir demasiada vergüenza en la infancia acaba afectando a tus relaciones de adulto
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PSICOLOGÍA INFANTIL

Cómo sentir demasiada vergüenza en la infancia acaba afectando a tus relaciones de adulto

Las consecuencias a largo plazo del acoso escolar son más que manifiestas. La sensación de rechazo que experimenta un niño tiene su eco, sobre todo, en su personalidad y en los vínculos que estrechará siendo mayor

Foto: Foto: iStock.
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Alrededor de 1.000 niños en España sufren acoso escolar. Esta es la cifra oficial que recogen los últimos datos recogidos por las fuerzas de seguridad en el año 2017, pero hay que tener en cuenta que el 'bullying' es un problema que se vive tan en silencio que no sirven para nada las estadísticas, pues seguramente todos en algún momento de la infancia hemos vivido el desprecio o la burla de los demás, aunque sea de manera leve o subliminal. Asociaciones como Bullying Sin Fronteras pondera que uno de cada cuatro o cinco escolares sufre abusos por parte de sus compañeros.

En este sentido, si los episodios de acoso fueron muy lesivos para el pequeño, es muy probable que acabe afectándole al resto de su vida adulta, en especial a sus relaciones. El hecho de haber recibido violencia por parte de los otros en sus primeras etapas de socialización puede generar desconfianza y recelo, lo que se traduce en una mayor dificultad primero para abrirse a los demás y, luego, para establecer relaciones positivas. No hay una ley universal que analice las consecuencias psicológicas del acoso escolar en niños, pues depende de muchos factores: el ambiente familiar (si es de apoyo o de rechazo), la propia personalidad del pequeño o el grado de violencia verbal o física que tuvo que soportar.

"Puede derivar en sentimientos de vacío, soledad, incapacidad para relacionarse o la necesidad de crear una identidad falsa para ser aceptado"

Pero lo que está claro es que las humillaciones a las que se vio sometido le crearon un sentimiento de vergüenza respecto a los demás que en edades adultas puede influir mucho en el bienestar y la vida social del individuo. "La vergüenza se internaliza, afectando a nuestra identidad y pudiendo conducir a problemas mentales, como la depresión", asevera Annie Tanasugarn, psicóloga especializada en el tratamiento de traumas, en un interesante artículo publicado en 'Psychology Today'. "Al haber experimentado un alto grado de vergüenza cuando somos niños, en nuestra vida adulta esta puede predisponernos a relaciones con narcisistas en los que estos sentimientos se perpetúan". Y, sobre todo, mucho miedo de "ser rechazados, invalidados u olvidados".

Posibles consecuencias

"La vergüenza se puede manifestar de muchas formas dependiendo de distintos factores, si estos episodios en la infancia fueron aislados o continuados, o lo muy profundamente avergonzados que nos sentimos hasta el punto de afectar a nuestra propia identidad", prosigue la psicóloga. En primer lugar, puede derivar en sentimientos de "vacío, soledad, incapacidad para relacionarse con los demás o la necesidad de crearse una identidad falsa para refugiarse y ser aceptado". Esto, en situaciones realmente graves, pueden provocar síntomas propios del trastorno límite de personalidad (TLP) y afectar de manera muy negativa a las relaciones románticas que pueda tener en el futuro. En último término, para llenar ese vacío puede recurrir a sensaciones extremas en las drogas o el alcohol, o generar adicciones como al sexo.

"Algunos pueden volverse demasiado exigentes consigo mismos o perfeccionistas para alejar los sentimientos de vergüenza"

Por otro lado, el individuo que ha sido sometido a situaciones de vergüenza en su infancia también puede experimentar "sentimientos de negación, resentimiento o desprecio", en especial por aquellos que les hicieron pasar vergüenza, pero también tolerar menos bromas por parte de las personas que tampoco van sin ninguna mala intención expresa contra ellos. Esto también puede revertirse en su sentido contrario, siendo demasiado tolerantes con aquellos que les hacen daño, como avisa Tanasugarn, quien cree que existen más posibilidades de acabar en relaciones románticas tóxicas.

Por último, la psicóloga remarca que en "un extremo del espectro algunos pueden volverse inusualmente exigentes consigo mismos, aflorar personalidades perfeccionistas y marcarse expectativas poco realistas para tratar de alejar esos sentimientos de vergüenza". Lo que puede derivar en adicciones al trabajo o preocupaciones constantes por ser el mejor en aquello en lo que se desempeñan, generándoles una gran presión y frustración cuando no cumplen sus objetivos o por determinadas circunstancias no consiguen triunfar en sus metas personales y profesionales.

La necesidad de un tratamiento psicológico

Lo mejor para evitar todos estos males es, en primer lugar, intentar prevenir y detectar si una persona está siendo acosada. No hace falta referirnos al acoso escolar, pues todos en algún momento de nuestra vida podemos estar o sentirnos más vulnerables y con ello más expuestos a relaciones en las que la manipulación o la violencia entren a formar parte de las reglas del juego. Lo más sensato en estas condiciones es pedir ayuda. Y, sobre todo, contar con un entorno de apoyo que identifique si podemos estar siendo víctimas de una situación injusta o negativa para nuestra salud mental.

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En niños, lo más conveniente es recurrir a un psicólogo para que trate todas esas emociones negativas experimentadas en las situaciones de acoso. "Si no se aborda, la vergüenza experimentada puede conducir a trastornos mentales de depresión o ansiedad, además de tener que cargar con un trauma infantil no resulto en nuestras relaciones personales e íntimas". Por ello, el acompañamiento y tratamiento psicológico es esencial.

Alrededor de 1.000 niños en España sufren acoso escolar. Esta es la cifra oficial que recogen los últimos datos recogidos por las fuerzas de seguridad en el año 2017, pero hay que tener en cuenta que el 'bullying' es un problema que se vive tan en silencio que no sirven para nada las estadísticas, pues seguramente todos en algún momento de la infancia hemos vivido el desprecio o la burla de los demás, aunque sea de manera leve o subliminal. Asociaciones como Bullying Sin Fronteras pondera que uno de cada cuatro o cinco escolares sufre abusos por parte de sus compañeros.

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