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El primer WhatsApp de la historia más dura de nuestras vidas
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El primer WhatsApp de la historia más dura de nuestras vidas

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Foto: Imagen: Laura Martín | EC Diseño.
Imagen: Laura Martín | EC Diseño.

El martes 7 de enero de 2020, a las 9:36 minutos de la mañana, Rubén Rodríguez envió por WhatsApp su lista diaria de temas curiosos con los que ponerse a trabajar. Habíamos establecido la rutina de responder al mensaje ordenándolos según su interés y el primero que elegimos aquella mañana fue la historia de "un misterioso virus que pone enfermas a más de 200 personas en China".

"Pero compruébalo bien, que suena a trucha", le advertimos.

"No, no. Hay un comunicado oficial del gobierno de Wuhan. Neumonía vírica de origen no explicable", respondió Rubén, adjuntando un link que redirigía a una página de las autoridades chinas.

"Genial, pues ponte con ello".

La pandemia era entonces algo tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, como en la novela de García Márquez. Así que Rubén publicó su pieza a las 11:10 de la mañana hablando de "una enfermedad zoonótica que, de momento, no es conocida".

Foto: La Torre de la Grulla Amarilla, el edificio más reconocible de Wuhan. (CC/Flickr)

No le dimos ninguna importancia, que es lo que suele ocurrir en las escenas iniciales de cualquier 'thriller' apocalíptico. Esta no es la historia de una exclusiva solitaria, sino de una cobertura colectiva, probablemente la más difícil de nuestras carreras porque nos obligó a cambiar radicalmente la manera de hacer las cosas de la noche a la mañana, a compartir todo lo que descubríamos, a hacer fuentes nuevas cada día en temas de los que apenas habíamos oído hablar, a leer y procesar toneladas de información con el desafío de hacerla comprensible sin perder el rigor, ni alarmar a la población. La acción transcurría 24 horas al día, en todo el planeta. Cuando se decretó el estado de alarma y nos mandaron a casa, nosotros llevábamos ya varias semanas durmiendo poco y mal.

En las siguientes noticias que publicamos ya empezaba a hablarse de un coronavirus, aunque aún tanteábamos nombres como "el mal de Wuhan" o "la enfermedad del mercado de marisco". En este tema del 22 de enero, hablábamos del primer test PCR creado para detectar la enfermedad, un concepto desconocido por entonces que luego tuvimos que teclear millones de veces. El 6 de febrero tradujimos del chino el largo testimonio de un hombre que perdió a su esposa en Wuhan. Nos parecía tan aterrador como lejano.

Esta no es la historia de una exclusiva solitaria, sino de una cobertura colectiva, probablemente la más difícil de nuestras carreras

El ritmo de publicación fue aumentando a lo largo de febrero. La pandemia se extendía por el mundo y también por la portada del periódico, ocupando más y más posiciones. Un momento clave fue la madrugada del sábado 7 al polémico domingo 8 de marzo, cuando el 'premier' italiano Giuseppe Conte compareció más allá de las 2 de la mañana para decretar la cuarentena a 16 millones de personas en Lombardía y otras 14 provincias. Hubo que cambiar la portada entera de madrugada. A la una y un minuto de la mañana, cuando ya parecía evidente lo que iba a pasar, seguíamos discutiendo por WhatsApp el titular de portada del día siguiente.

"El virus congela el corazón de Europa: Italia se prepara para aislar a 16 millones de personas. Tiramos así".

"Perfecto".

Por aquel entonces, el periódico ya había enviado a prácticamente todos sus redactores, comerciales o técnicos a trabajar desde casa. Tan solo un pequeño retén de periodistas seguía acudiendo cada día a la oficina, recorriendo calles y carreteras prácticamente vacías. Desde la redacción o desde casa, la vorágine informativa era asfixiante. Hubo que reestructurar turnos y horarios, y reciclar todas las habilidades para dar de comer al monstruo. Hubo quien sufrió el virus sin dejar de trabajar y quien lo pasó con su familia entera aislada en la habitación de al lado. Pensábamos que ese ritmo de trabajo solo duraría 15 días, luego tres meses, luego un año, luego...

Al principio, nuestro trabajo consistía en explicar lo mejor posible los conceptos básicos —qué es un test PCR, en qué momento una epidemia se considera pandemia, qué sabemos de los coronavirus— e ir descifrando al enemigo que cambiaría nuestras vidas para siempre: cómo se contagia el SARS-CoV-2, cuál es su letalidad real, qué tratamientos se investigaban, qué escenarios se abrían, o qué estaban haciendo otros países (hicimos reportajes monográficos de docenas de ejemplos y comparaciones, desde Nueva Zelanda hasta Austria) para frenar los contagios.

Foto: Imagen: Irene de Pablo / El Confidencial Diseño.

En las semanas más críticas tuvimos que centrarnos en explicar la magnitud de la tragedia, hablando con los protagonistas, siendo los primeros en revelar que no había suficientes respiradores, que muchos hospitales empezaban a limitar el acceso a los mismos, que faltaba material sanitario y los proveedores estaban estafando a las autoridades españolas y que internet corría el riesgo de colapsar. Había una sed incontenible por entender lo que pasaba y las entrevistas con científicos como Sergio Romani, Miguel Hernán o Adolfo García Sastre se convertían en algunas de las piezas más leídas y compartidas de la historia del periódico. Muchas caras que han acabado siendo familiares en radios y televisiones aparecieron por primera vez aquí.

También decidimos publicar una columna de humor diaria en mitad del horror, una idea arriesgada que muchos acabaron convirtiendo en su primera lectura del día. "De todo lo que se ha publicado durante la pandemia, esto es lo que más me ha ayudado personalmente", me decía meses después un lector. Le dedicamos horas y horas y más horas a diseñar una herramienta para informar de un vistazo sobre la evolución de la pandemia en la portada. El resultado es el gráfico interactivo que aparece cada día en el friso del periódico, que hemos ido adaptando y mejorando con el tiempo, y alternando con datos económicos.

"De todo lo que se ha publicado durante la pandemia, esto es lo que más me ha ayudado personalmente"

La labor fiscalizadora tampoco podía permanecer embalsada mucho tiempo más. Comenzamos a hacernos preguntas y a descubrir que el Gobierno no estaba haciendo tantos test para detectar el virus como aseguraba el ministro Illa. Que probablemente había más gente contagiada de la que Pedro Sánchez informaba por aquel entonces. Que mientras se pedía calma, las UCI ya estaban colapsadas y se estaban realizando triajes sobre la marcha. Que no era verdad que un informe de la Johns Hopkins situara a España como el 5º país del mundo que más test hacía. Que la aplicación Radar Covid era un fiasco. Fuimos los primeros en denunciar muchas cosas, como que España no tenía una estrategia de rastreo o las trabas burocráticas que estaba sufriendo la ciencia española. Intentamos reconstruir por qué no lo vimos venir en piezas como esta o como esta. Y nos enfrentamos a la línea roja de la UCI.

Durante varios meses, todas las noticias que dio el periódico —de la primera a la última, y publicamos más de 150 cada día— tenían que ver con la pandemia. En un contexto de máxima improvisación, toda la plantilla se organizó para echar una mano. Se crearon grupos 'coronavirus' en WhatsApp o Hangouts que echaban humo desde primera hora de la mañana: "¿Tenéis el contacto de algún inmunólogo?", "¿Alguien puede leerse mi pieza?", "Me han reenviado este mensaje, pero parece 'fake', ¿alguien más lo ha visto?" Incluso de madrugada, cuando ya solo quedaba en la calle el silencio de la ciudad, llegaba algún mensaje que volvía a poner a funcionar el carrusel informativo. "¿Habéis visto esto?". Y se volvía a poner en marcha el cerebro colectivo.

Foto: nacho-cardero-aniversario-el-confidencial-bra

Llegó el verano y con él la pérdida total de la inocencia. Destapamos en una serie de reportajes los rebrotes en el sector cárnico. El ambiente estaba cada vez más politizado, unos y otros se lanzaban la pandemia a la cabeza, una actitud suicida que bautizamos como el paradigma de Chicago. Nos tocó entrar en muchos fregados que afectaban a la gestión de todos los partidos políticos. Denunciamos el populismo epidemiológico: desde los test masivos de Torrejón contratados a la empresa Ribera Salud o la propuesta del 'pasaporte de inmunidad'. Publicamos la correspondencia entre el CCAES y la EMA donde España aparecía en febrero pidiendo a Europa rebajar el nivel de alarma, previendo que el virus "no tendrá alto impacto", admitiendo su incapacidad para vigilar casos sospechosos o comunicando a la institución europea el número de fallecidos en residencias, una cifra que el Gobierno se negó a facilitar en numerosas ocasiones. También dimos alguna buena noticia: avanzamos la llegada de los test de antígeno y el impacto que tendrían en la segunda parte de la pandemia, cuando la Comunidad de Madrid basó en ellos su exitosa estrategia para controlar al virus. Y empezaban a quedar claras las secuelas del virus a largo plazo.

La lista que envió Rubén Rodríguez aquel martes 7 de enero tenía ocho temas para elegir. En todos estos meses no nos hemos quitado de la cabeza la idea de que nada de esto hubiese ocurrido si en lugar del "misterioso virus chino" hubiésemos escogido "Los cinco tesoros históricos de Irán que pone en riesgo Trump" o "Por qué Hawái no se hundirá a pesar del cambio climático". Adónde estaríamos ahora de haber sido así. Es pregunta.

El martes 7 de enero de 2020, a las 9:36 minutos de la mañana, Rubén Rodríguez envió por WhatsApp su lista diaria de temas curiosos con los que ponerse a trabajar. Habíamos establecido la rutina de responder al mensaje ordenándolos según su interés y el primero que elegimos aquella mañana fue la historia de "un misterioso virus que pone enfermas a más de 200 personas en China".

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