El miedo a una posible disgregación de la Federación Rusa es un argumento muy común en la retórica belicista del Kremlin. El mismo presidente ruso, Vladimir Putin, ha presentado más veces la guerra en Ucrania como una cuestión existencial para: perder podría significar la desaparición del mismo pueblo ruso. Pero no se trata solo de propaganda. La crisis, el colapso y la disgregación forman parte de la psicología de los rusos y de los pueblos exsoviéticos. “Desde la época de Napoleón hasta 1945, Rusia ha librado una guerra cada generación y los rusos conviven con la posibilidad de caer de nuevo en una guerra con Europa. Los analistas consideran que hay una relación entre la proporción geográfica de Rusia y la ansiedad de sus gobernantes para que un país tan grande se salga de las manos”, comenta Argemino Barro, corresponsal de El Confidencial en Nueva York, autor del libro "Una historia de Rus.: La guerra en el este de Ucrania" y experto en Rusia y Ucrania.
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Desde hace años - según la reconstrucción de algunos medios - han empezado a circular por las redes diversos mapas de la hipotética disolución de la Federación Rusa. La cuestión de se ha vuelto tan preocupante para el Kremlin que el pasado marzo se han presentado dos propuestas de ley para castigar la difusión de cualquier mapa alternativo de la Federación Rusa. Esta decisión ha sido tomada después de que Ucrania haya empezado a utilizar los mapas “confeti” de Rusia como herramienta de su propia propaganda de guerra. Durante una entrevista en el despacho del jefe de la inteligencia ucraniana, Kirilo Budanov, apareció un mapa de Rusia con unos nuevos confines marcados con un rotulador. Un mapa que volvió a aparecer en otra entrevista e incluso en la tarta de cumpleaños del jefe de las espías ucranianos.
Según se puede ver, el lejano oriente acabaría en manos de China, las islas Kuriles serían devueltas a Japón, Kaliningrado volvería a Alemania y la Carelia a Finlandia. Las regiones centrales de Asia se unirían en una nueva república, mientras que el Cáucaso ruso se independizaría. Y Ucrania se anexionaría las regiones fronterizas donde hay una minoría ucraniana. Rusia se quedaría así reducida a una pequeña franja de la Rusia Europea.
Para Barrio, sin embargo, la posibilidad de una descomposición de Rusia es un evento indeseable tanto para Estados Unidos como para China o el resto de estados europeos, como ha demostrado la actuación Occidental durante el motín de Wagner. “Ya en 1991 el entonces presidente George H. Bush pidió a Ucrania que no se dejara arrastrar por el nacionalismo suicida. El miedo de Bush era que la independencia de Ucrania acabara con el hundimiento de la Unión Soviética, desestabilizaría la región. Es verdad que tas la disolución de la URSS no ocurrió nada de esto, pero aun así a Estados Unidos no le interesa la disolución de Rusia. Su objetivo es debilitar militarmente Moscú a través del apoyo a Ucrania, no que Rusia desaparezca del mapa y sea sustituida por un estado de caos que sería perjudicial para todos.”
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