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Lo que Rusia sí ha hecho (más o menos) bien durante su guerra contra Ucrania
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Represión, torturas y reclutamientos

Lo que Rusia sí ha hecho (más o menos) bien durante su guerra contra Ucrania

Lo primero que hicieron los operativos rusos del FSB, el GRU (Inteligencia militar) y el SVR (Servicio de Inteligencia Extranjera) fue descargar información de los ordenadores pertenecientes a los órganos del Gobierno

Foto: Las paredes del sótano donde el pueblo de Yahidne pasó un mes encerrado por los rusos. (Alicia Alamillos)
Las paredes del sótano donde el pueblo de Yahidne pasó un mes encerrado por los rusos. (Alicia Alamillos)

No pasa un día sin que veamos alguna noticia sobre la torpeza y los errores de los invasores rusos en Ucrania. En parte porque es la realidad y en parte por el esfuerzo propagandístico de Ucrania y sus aliados, la empantanada "operación especial militar" ha destruido la antaño cuidada imagen castrense de Rusia. Los desfiles de la victoria en la Plaza Roja, los vídeos de misiles hipersónicos y las anunciadas modernizaciones del ejército han quedado sepultados por cientos de miles de postales de crímenes dantescos, ruinas humeantes, estrategias vetustas y luchas intestinas. Sin embargo, como en todos los escenarios complejos, la agresión rusa también ha tenido aciertos tácticos. Sobre todo, si miramos a las operaciones de sus servicios de seguridad, encargados de doblegar y rusificar las zonas conquistadas del este y del sur.

Como detalla un informe preliminar del think tank británico Royal United Services Institute, elaborado con base en entrevistas con miembros de los servicios de seguridad ucranianos, fuentes de Inteligencia rusas y materiales hallados en las zonas liberadas de Ucrania, los rusos han sido relativamente eficientes a la hora de controlar las regiones ocupadas. Una labor represora que empezó de manera clandestina mucho antes de que las tropas de Vladímir Putin cruzaran la frontera en febrero de 2022.

Foto: Ucranianos en las calles inundadas de Jersón. (Reuters/Vladyslav Musiienko)

"El plan ruso de ocupación y anexión de Ucrania no puede ser entendido sin apreciar las precondiciones que Rusia creyó haber establecido mediante una larga guerra no convencional contra Kiev", escriben los autores del informe, Jack Watling, Oleksandr Danylyuk y Nick Reynolds. "La estrategia se basaba en la premisa de la orquestación de agentes en el terreno, preparada durante décadas", añaden. "Rusia quería que el mecanismo de la derrota de Ucrania fuera su desestabilización y desorganización internas, que se suponía que iban a inhabilitar el sistema de gobierno y de mando y control, minar la confianza pública en las instituciones del gobierno, reducir la estabilidad nacional y minimizar la ayuda a Ucrania de los socios internacionales".

Si bien las intenciones rusas no solo no se materializaron, sino que la invasión logró el efecto contrario de galvanizar los esfuerzos ucranianos en torno al Gobierno y las fuerzas armadas, este largo trabajo de infiltración en las instituciones del país (sobre todo desde julio de 2021, cuando el FSB multiplicó por diez sus operativos dedicados a Ucrania) permitió después el rápido control de las provincias ocupadas.

Foto: Izado de la bandera ucraniana en Jersón. (EFE)

Lo primero que hicieron en Ucrania los operativos rusos del FSB, el GRU (Inteligencia militar) y el SVR (Servicio de Inteligencia Extranjera), llegados a rebufo de las tropas, fue descargar información de los ordenadores pertenecientes a los órganos del Gobierno. Esta información les permitió identificar, localizar y detener a los activistas y líderes de la sociedad civil más proucranianos. Según el informe, la tortura se usó con muchos de los arrestados no para extraer información, sino como ejemplo de lo que les sucedería a quienes siguieran siendo leales a Kiev. Los rusos estimaban que podrían someter a la población si lograban contar con la ayuda de un 8% de la misma.

Solo en la región de Járkov, liberada el otoño pasado, 800 miembros de las administraciones regionales y municipales fueron acusados de colaborar con el enemigo. Su respaldo a los rusos consistió, entre otras cosas, en indicarles dónde estaban los documentos que pudieran servirles para reforzar su colonización y en señalar a los funcionarios ucranianos que se habían mantenido en sus puestos, pero que pudieran seguir albergando sentimientos de lealtad hacia el gobierno legítimo de Ucrania. Hubo casos, también, de denuncias a profesores de escuela que no habían adoptado los nuevos requerimientos rusificadores en la enseñanza.

Otro de los vectores importantes de la ocupación tiene que ver con el dominio de la narrativa, tan esencial, sobre todo, en una guerra que se cuenta en la palma de la mano: a través de redes sociales como Twitter o Telegram. Para aislar los territorios ocupados y tener el monopolio de la propaganda, los rusos utilizaron instrumentos electrónicos capaces de bloquear el acceso a internet y las ondas de radio.

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En este contexto, la resistencia ciudadana en lugares como Jersón o Melitópol no tuvo gran impacto. "Aunque la voluntad de resistir es un requisito, sin embargo, en sí misma no es suficiente para hacer una resistencia efectiva", dice el informe. "En los primeros días de la invasión, por ejemplo, se organizaron protestas pacíficas en varias ciudades y localidades ocupadas. No tuvieron efecto, y los organizadores fueron consiguientemente señalados para la supresión (...). La organización de sabotaje y acciones directas similares es posible, pero también generalmente ineficaz, a no ser que se coordine en múltiples áreas y se lleve a cabo a escala. Cualquier operación de estas tiende a llevar a la captura o disolución de las redes implicadas".

El trabajo represor continúa. Los primeros meses de la invasión los rusos levantaron los llamados campos de filtración, por donde pasaron decenas de miles de civiles ucranianos. Los campos de filtración suelen describirse en la prensa occidental como una forma que tienen los rusos de detectar a espías u opositores ucranianos: procesándolos, interrogándolos y decidiendo luego qué hacer con los considerados sospechosos. Sin embargo, la función de estos campos es más compleja.

"La razón para tener estos campos de filtración no solo es para procesar gente e identificar a potenciales espías ucranianos, sino el uso opuesto", decía el periodista ruso Andréi Soldatov, experto en los servicios de seguridad del Kremlin, en una entrevista con Radio Free Europe. "El FSB siempre ha concebido los campos de filtración para reclutar a gente. Estas son instalaciones enormes donde se procesa a muchos civiles, planteándose la oportunidad de abordarlos y de aplicarles presión física o psicológica para reclutar grandes números de nuevos contactos".

Foto: La planta de Azovstal en Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)

En otras palabras, una proporción indeterminada de los ucranianos que han tenido que pasar por estos barracones improvisados en las zonas ocupadas del Donbás, Jersón o Zaporiyia, podrían estar al servicio de los rusos bajo algún tipo de coacción. Un modus operandi de larga tradición rusa y soviética.

También ha habido espías en las altas esferas. Como recuerda el trabajo de RUSI, el exparlamentario Andry Derkach, hijo de quien fuera el jefe del servicio secreto ucraniano SBU, dirigió Energoatom, la empresa estatal nuclear ucraniana. Durante su mandato, Energoatom firmó acuerdos con su contraparte rusa, Rosatom, que "crearon una dependencia de las industrias nucleares rusas". Un detalle que el SBU denunció en su día al entonces presidente ucraniano, Víktor Yúshchenko. Derkach fue parlamentario de la Rada hasta 2020. Hoy está a la fuga y pendiente de juicio por haber creado, presuntamente, una serie de empresas de seguridad privada que Rusia habría utilizado para apoyar, desde dentro de Ucrania, su invasión.

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Otro espía de alto perfil es Ilya Kiva, parlamentario también, que se hizo pasar ni más ni menos que por un ultranacionalista ucraniano, un vociferante rusófobo que siempre estaba arremetiendo contra el país vecino. Kiva llegó a dirigir la División Oriental, que agrupaba el territorio entre Poltava y Donétsk, del grupo ultra Pravy Sektor. Ejerció también altos cargos en la Policía y en el Ministerio del Interior. En 2019 se pasó al campo prorruso; con financiación del oligarca e íntimo de Putin Viktor Medvedchuk, Kiva creó la organización Patriotas por la Vida, formada por criminales y expertos en artes marciales con la posible intención de generar inestabilidad, por ejemplo rompiendo protestas, en la Ucrania antebelum. El año pasado, el huido Kiva pidió a Moscú que atacara Ucrania con bombas nucleares.

Sea cual sea el desempeño de los servicios de seguridad rusos en la conquista y la represión de Ucrania, con acciones muchas veces reminiscentes del genocidio, hay una densa mancha en su imagen que les costará borrar: el haber dado a entender a los órganos decisorios del Kremlin que la sociedad ucraniana no estaba preparada para resistir la embestida rusa; que los invasores serían recibidos con simpatía, curiosidad o, por lo menos, resignación. No con las armas en la mano, como ha sido finalmente.

Aunque no todos los espías tenían claro que Rusia las tuviera todas consigo. Según el think tank RUSI, la dirección del SVR pidió a Vladímir Putin que la agresión fuera retrasada para cerciorarse de que las fuerzas, y Ucrania, estaban maduras para ello. La petición fue denegada, y cerca de 200.000 efectivos rodaron hacia Ucrania pensando que sería un paseo militar, una especie de anexión de Crimea 2.0.

No pasa un día sin que veamos alguna noticia sobre la torpeza y los errores de los invasores rusos en Ucrania. En parte porque es la realidad y en parte por el esfuerzo propagandístico de Ucrania y sus aliados, la empantanada "operación especial militar" ha destruido la antaño cuidada imagen castrense de Rusia. Los desfiles de la victoria en la Plaza Roja, los vídeos de misiles hipersónicos y las anunciadas modernizaciones del ejército han quedado sepultados por cientos de miles de postales de crímenes dantescos, ruinas humeantes, estrategias vetustas y luchas intestinas. Sin embargo, como en todos los escenarios complejos, la agresión rusa también ha tenido aciertos tácticos. Sobre todo, si miramos a las operaciones de sus servicios de seguridad, encargados de doblegar y rusificar las zonas conquistadas del este y del sur.

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