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"Este diario perteneció a un oficial ruso": turismo de la destrucción en el liberado Kiev
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Museos exponen artefactos rusos

"Este diario perteneció a un oficial ruso": turismo de la destrucción en el liberado Kiev

Varios museos en Kiev exponen artefactos de la invasión rusa de Ucrania, desde tanques destrozados a bombas sin explotar

Foto: Niños juegan con un tanque ruso expuesto en la plaza de Mykhailivska, en Kiev. (EFE/Oleg Petrasyuk)
Niños juegan con un tanque ruso expuesto en la plaza de Mykhailivska, en Kiev. (EFE/Oleg Petrasyuk)
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Cuando el presidente ruso lanzó sus tanques a la frontera de Ucrania, seguramente los imaginó desfilando triunfantes por las calles de Kiev. En cierto modo, el sueño se ha cumplido, pero no como Rusia quería: más de tres meses después del inicio de la invasión, los esqueletos anaranjados por el óxido de los destruidos blindados rusos se exponen en las calles y plazas de la capital ucraniana. En la plaza de San Miguel y bajo un sol de verano, unos niños incluso se animan a colgarse del cañón del tanque, mientras una multitud de curiosos se toma selfis o estudia un pequeño cartel que explica qué tipo de armamento es y dónde fue destruido. En lugar del escenario de una victoria sobre una Ucrania aplastada, Kiev es ahora un museo de la destrucción y los kievitas, ‘turistas’ curiosos de una guerra en su propio suelo que todavía está viva y abierta.

A unos pocos kilómetros, más tanques y restos de un helicóptero ruso abatido cerca de Hostomel flanquean la entrada al Museo de la Segunda Guerra Mundial, antes llamado ‘de la Gran Guerra Patriótica’, que acaba de inaugurar una nueva exposición sobre la invasión rusa. Varias decenas de botas de soldados rusos muertos en Ucrania, los restos de una iglesia bombardeada, una bomba-trampa sin explotar escondida en un camión de juguete, carcasas de misiles, pasaportes y otros documentos con los rostros de los invasores, uniformes o hasta un diario de un soldado ruso parte de la ofensiva sobre la región de Kiev completan la exposición.

“Esta ha sido la primera exposición en Ucrania y alrededor del mundo sobre la guerra actual. Y lo increíble es que ha sido inaugurada durante la propia guerra y en condiciones de guerra”, explica Dimytro Hainetdinov, director del Departamento de Trabajo Científico y Educativo del museo, mientras hace un gesto orgulloso a las carcasas de los misiles tierra-aire, “los mismos que utilizaron en 2014 cuando derribaron el vuelo MH-17”. Ahora hay al menos otros tres museos en Kiev organizando exhibiciones similares.

placeholder Las botas de soldados rusos muertos en la invasión de Ucrania, expuestas en el museo.
Las botas de soldados rusos muertos en la invasión de Ucrania, expuestas en el museo.

Apenas tres días después de que las tropas rusas se retiraran de la zona de Kiev, los investigadores del museo se lanzaron a las zonas liberadas en busca de elementos que exponer en el museo, escoltados por los propios militares que desminaban y buscando las piezas más interesantes entre los montones de basura y restos que dejaron los rusos tras un mes de ocupación. Por ejemplo, un casco de uno de los primeros pilotos rusos muertos el mismo 25 de enero, con el nombre del piloto pintado en él.

"Esta es una de las más únicas [de las piezas expuestas], es el diario de un oficial ruso: era un hombre educado, menciona cooperación con la seguridad estatal rusa. No estaba seguro de que fuera correcto invadir Ucrania. Continúa con sus pensamientos sobre la posible muerte de Putin, ha leído en algún lado que Putin está seriamente enfermo, y piensa que es desastroso si muriera durante esta guerra lanzada por él. Más tarde, habla de que han interrogado a varios civiles y que algunos eran nazis... Y ya sabemos lo que les pasa a la gente que sean declarados nazis por los rusos, normalmente los torturan, y en la mayoría de casos en las zonas ocupadas, ejecutados", detalla Hainetdinov.

'Tours' de realidad virtual entre la destrucción

El Museo ha obtenido el resto de su ‘nueva colección’ —como un mapa obtenido de un grupo subversivo ruso que operaba en la parte oriental de Kiev al inicio de la guerra, con los objetivos marcados en diferentes colores— a partir de donaciones del Ejército o el SBU (principal agencia de inteligencia ucraniana), por 'proxy', con apoyo del Gobierno de Volodímir Zelenski. “La opinión pública occidental debe movilizarse tanto como sea posible. Enviemos a nuestros héroes de gira, hagamos exhibiciones de tecnología rusa quemada…”, sostenía Viktor Andrusiv, asesor del Ministerio del Interior ucraniano, en conversación con El Confidencial sobre la posibilidad de que Rusia gane pulso diplomático con los países occidentales con el paso de los meses y el encarecimiento del petróleo o la inminencia de la crisis alimentaria.

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Aunque antes de la pandemia el museo recibiera una media de 700.000 visitantes anuales, el 40% de ellos de otros países, la guerra hace que sea todavía imposible la visita de extranjeros, más allá de las cada vez más numerosas delegaciones europeas a Kiev o los periodistas. Eso no impide que Ucrania siga intentándolo: hace apenas un par de semanas, la página oficial de turismo del Ayuntamiento de Kiev lanzó varios 'tours' de realidad virtual que permiten ‘pasear’ en primera persona por las zonas más afectadas por los bombardeos rusos en la región, desde el primer ataque contra el propio Kiev a la destrucción absoluta de Bucha o Borodyanka. El turismo de la destrucción siempre ha tenido cierto éxito en el país de Chernóbil.

placeholder Captura de uno de los 'tours' de VR.
Captura de uno de los 'tours' de VR.

“Lo hicimos rápido [la exposición] porque hay que difundir información sobre esta guerra para mantenerla en el foco. Ahora, el silencio es el peor enemigo de Ucrania. Tan pronto como esta guerra sea silenciada en Ucrania o en el extranjero, Rusia tendrá muchas más oportunidades para continuar su violencia”, defiende Hainetdinov.

Sin embargo, el mensaje del museo, que desde hace al menos ocho años ya abandonó toda pretensión de centrarse solo en la Segunda Guerra Mundial para abrir también una sección sobre la guerra de 2014, no es solo para afuera, sino también para adentro, para el propio público ucraniano.

placeholder Un monumento de la Segunda Guerra Mundial, destrozado por la artillería.
Un monumento de la Segunda Guerra Mundial, destrozado por la artillería.

En el sótano de la nueva exhibición, el museo ha reconstruido con la mayor fidelidad uno de los subterráneos donde las familias de los militares de la ciudad-cuartel de Gostomel pasaron escondidos las semanas de ocupación. El frío y la humedad, las mantas, las frágiles bombillas sin apenas corriente para alimentarlas, un hornillo para hervir agua para los fideos que comer durante semanas seguidas, una botella de vino espumoso barato, todavía sin abrir, con la etiqueta de recuerdo de unas bodas de oro que su dueña eligió como recuerdo… “El objetivo es recordar a los ucranianos que están comenzando a sentir en Kiev que las cosas están volviendo a la normalidad, que estas cosas ocurrieron muy cerca, a solo 10 kilómetros de distancia, y que la guerra aún continúa en el este”, asegura Hainetdinov.

En Járkov, una de las ciudades más bombardeada por los misiles rusos, un ucraniano se agacha y coge un pedazo de metralla del suelo. “Esto en unos años será como con los pedazos que se venden del Muro de Berlín”.

Cuando el presidente ruso lanzó sus tanques a la frontera de Ucrania, seguramente los imaginó desfilando triunfantes por las calles de Kiev. En cierto modo, el sueño se ha cumplido, pero no como Rusia quería: más de tres meses después del inicio de la invasión, los esqueletos anaranjados por el óxido de los destruidos blindados rusos se exponen en las calles y plazas de la capital ucraniana. En la plaza de San Miguel y bajo un sol de verano, unos niños incluso se animan a colgarse del cañón del tanque, mientras una multitud de curiosos se toma selfis o estudia un pequeño cartel que explica qué tipo de armamento es y dónde fue destruido. En lugar del escenario de una victoria sobre una Ucrania aplastada, Kiev es ahora un museo de la destrucción y los kievitas, ‘turistas’ curiosos de una guerra en su propio suelo que todavía está viva y abierta.

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