En el último año, Putin y Lukashenko se han reunido 8 veces. Es decir, cada mes y medio. Hasta ahora, todos - y así fue también en los últimos tres años - todos los encuentros se habían celebrado en Moscú, como visitas del presidente bielorruso. Pero el 19 de diciembre, de forma imprevista y equívoca, Vladimir Putin, ha viajado hasta Musk acompañado por la cúpula de su gobierno.

 

 

 

 

Hasta ahora Lukashenko se ha mantenido en la ambigüedad. Junto a Siria y otro puñado de países, Bielorrusia es el único apoyo europeo de Putin. Ha consentido al ejército ruso utilizar su territorio para atacar a Ucrania y sin embargo ha evitado involucrarse directamente en el conflicto. Sin embargo, se multiplican las señales que indican la posibilidad de un nuevo ataque desde norte, con o sin el apoyo directo del ejército bielorruso, que ha empezado convocar las reclutas a las oficinas de registro, aunque niega una movilización general.

 

 

 

 

 

El proyecto de Putin podría ir más allá de la simple participación militar de Bielorrusia en el conflicto en Ucrania. En 1999 Rusia y Bielorrusia firmaron un tratado para crear en estado unitario. Una confederación supranacional que integraría la política, la economía y las Fuerzas Armadas de los dos países. Durante más de 20 años ha quedado letra muerta, hasta el pasado octubre cuando se creó por primera vez una agrupación militar conjunta para defender sus fronteras. Un primer paso que quizá podría significar que el fin de la autonomía del régimen de Lukashenko está cerca.