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"China está hambrienta de territorio y va a explotar todas las oportunidades para expandirse"
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entrevista con Ming-chi Chen

"China está hambrienta de territorio y va a explotar todas las oportunidades para expandirse"

"Los taiwaneses deseamos mantener la paz y nuestro modo de vida democrático. No es cierto que rechacemos el diálogo; es Pekín quien ha cortado la comunicación con nosotros. Queremos dialogar, pero desde la paridad"

Foto: Banderas taiwanesas en el Ministerio de Defensa Nacional, en Taipéi. (Reuters/Ann Wang)
Banderas taiwanesas en el Ministerio de Defensa Nacional, en Taipéi. (Reuters/Ann Wang)

Acabamos de pasar junto al cartel que señaliza un refugio antiaéreo para la población civil, mientras nos aproximamos a un complejo militar en pleno centro de Taipéi. Un par de soldados hacen guardia junto a una valla de alta seguridad, con sus características espirales de púas y sus barreras dentadas. Se respira un ambiente calmo y tenso a la vez. Un edificio de corte occidental y resonancias académicas se alza en el centro del jardín. Por unos instantes olvidamos las connotaciones prebélicas del cercado perimetral.

Afable y comunicativo, nos saluda Ming-chi Chen, CEO del Instituto de Investigación en Defensa y Seguridad Nacional, a quien hemos solicitado una entrevista para conocer la situación poselectoral de Taiwán y hablar sobre defensa. Comenzamos preguntándole por las consecuencias del reciente ascenso a la presidencia de Lai Chig-te, candidato del Partido Democrático Progresista (PDP), al que China tacha de independentista.

PREGUNTA. ¿Qué impacto tendrá el resultado de las elecciones del pasado 13 de enero en el ámbito de la defensa?

RESPUESTA. La primera reacción de Pekín ha sido tergiversar el resultado de las urnas, afirmando que el grueso de la opinión pública taiwanesa no apoya al PDP, ya que no le ha otorgado mayoría en el Parlamento [Legislative Yuan]. Esta va a ser la excusa perfecta para marginar una vez más al presidente, para volverlo loco y presentarlo ante la comunidad internacional como un radical.

Con toda probabilidad, China incrementará su presión militar sobre Taiwán y abortará toda posibilidad de diálogo, a pesar de que Lai, en su primer discurso tras la victoria, ha tendido la mano a Pekín proponiéndole abrir vías de comunicación y cooperación "desde la dignidad y la paridad". Xi Jinping tratará, además, de aprovechar cualquier resquicio para influir sobre los demás partidos, ya que la suma de votos del Kuomintang (KMT) y del Taiwan’s People Party (TPP) puede conformar una mayoría parlamentaria. Todo ello afectará, sin duda, a las relaciones entre ambos lados del estrecho de Taiwán. El objetivo de China es establecer un cerco en torno al nuevo Gobierno, acentuar su aislamiento y avanzar en su agenda de "reunificación pacífica".

placeholder Ming-chi Chen, del Instituto de Investigación en Defensa y Seguridad Nacional. (Santiago R. Antonete)
Ming-chi Chen, del Instituto de Investigación en Defensa y Seguridad Nacional. (Santiago R. Antonete)

P. Tras la victoria de Lai, China ha anunciado el inicio de pruebas de navegación del portaaviones Fujian. ¿Es esto un presagio de que se avecina un conflicto armado?

R. No. Se trata, simplemente, de un alarde de poder. Harán falta cuatro o cinco años para que el portaaviones esté operativo, pero la Armada del Ejército de Liberación Nacional [PLA Navy] ha querido aprovechar la ocasión para intimidar una vez más a Taiwán.

P. China sigue violando la mediana del estrecho de Taiwán con mucha frecuencia…

R. Diariamente. No respeta la zona de identificación de defensa aérea [ADIZ, por sus siglas en inglés]. Los aviones de combate chinos atraviesan con mucha frecuencia esa área y nos vemos obligados a repelerlos. Todo ello desgasta, es muy costoso, tanto económicamente como a otros niveles. En cualquier momento podría producirse un accidente que desencadenara una escalada en el conflicto. Aunque tratamos de actuar con la máxima seguridad y cautela, las incursiones chinas en nuestro espacio aéreo y marítimo incrementan día a día la posibilidad de que se produzca un incidente de devastadoras consecuencias. Cada vez que tiene lugar una incursión nos vemos obligados a expulsar a los transgresores, ya que de no hacerlo podríamos quedar incomunicados y se impediría la circulación de nuestros aliados.

No olvidemos que el estrecho de Taiwán es una zona de tránsito internacional, regido por el principio de libertad de navegación del Derecho internacional. Ante esta amenaza, aunque hemos modificado nuestro orden de prioridades en materia de defensa, nos vemos obligados a seguir manteniendo nuestros sistemas defensivos tradicionales. Nos estamos preparando para múltiples escenarios, que abarcan desde una posible invasión por parte de China, hasta la coerción a través de un bloqueo aéreo y marítimo de Taiwán.

Foto: Manifestantes en la sede del Partido Democrático Progresista (PDP) en Taiwán. (Reuters/Ann Wang)

P. ¿En qué consiste el cerco que China prepara?

R. Pekín no solo pretende aislar a Taipéi de la comunidad internacional en el plano político, sino también en el militar. A través de la estrategia A2/AD [anti-access area denial], quiere dificultar el desplazamiento y la intervención de Estados Unidos ante un posible ataque, obligándole a movilizar simultáneamente sus bases en el Este y en el Pacífico Occidental.

Sin embargo, hay que reconocer que a China no le sería fácil llevar a cabo un bloqueo. Además de capacidad militar, requeriría una gran resiliencia energética, pero para ello tendría que culminar su transición hacia un modelo energético sostenible. También necesitaría una armada suficientemente equipada, con una flota modernizada de buques guardacostas. Con todo, las actuales maniobras de China en el entorno de Taiwán constituyen por sí mismas una grave amenaza a la paz y la estabilidad. En cualquier momento podría producirse un accidente, perdiéndose el control de la situación y desencadenándose una escalada bélica.

P. Nos han hablado de la posibilidad de que Pekín plantee una guerra no convencional sirviéndose de amenazas híbridas (como pueden ser los virus) y desplegando ofensivas que no respondan a los parámetros de un conflicto militar clásico.

R. Por supuesto, existen muchísimas vías disruptivas para menoscabar la democracia de Taiwán. No sé si se están planteando atacarnos con virus, pero no hace falta demasiada creatividad para infligirnos graves daños sin necesidad de declarar formalmente la guerra. Uno de los escenarios que se contemplan es el bloqueo de la isla, cercarla y cortar su comunicación con el resto del mundo de modo que no podamos recibir alimentos, energía, medicamentos… El Gobierno de Taiwán está aprendiendo mucho de Ucrania en este sentido. Por ello se está fomentando la colaboración entre los sectores público y privado; de ahí las iniciativas de defensa civil por parte del magnate Robert Tsao y de organizaciones como Kuma Academy, una ONG que proporciona formación y entrenamiento a los ciudadanos, o la Taiwan Salvation Army, que se ocupa de los más vulnerables.

Ahora bien, esto no basta. Se requiere la iniciativa del Gobierno para fortalecer la resiliencia de la sociedad. Nuestros aliados europeos podrían aportarnos mucho en el plano de la defensa civil, que —como he dicho— no solo abarca lo militar, sino situaciones de emergencia y desastre como los terremotos. Debemos disponer de organizaciones bien preparadas para afrontar todo tipo de escenarios.

P. ¿Y la sociedad civil?

R. Estamos creando una comunidad de defensa civil y de preparación para situaciones de emergencia o catástrofe; cada vez más colectivos trabajan en esta línea. No obstante, los ciudadanos esperan mayor implicación por parte de las autoridades. El estamento militar es bastante conservador a este respecto, no está acostumbrado a este tipo de colaboraciones con la sociedad civil. Aunque últimamente se está avanzando en la tarea de abrir canales de comunicación e interacción, y se están facilitando más recursos destinados a este objetivo. El servicio militar obligatorio en Taiwán ha pasado de cuatro meses, a un año. Además, estamos preparando a los reservistas de las fuerzas armadas para que, en caso de conflicto armado, desarrollen una importante contribución. No se trata solo de formación militar: la clave está en actualizarse para llevar a cabo una guerra moderna. En este sentido, me parece que lo más útil es formar a la gente en técnicas de supervivencia y respuesta a situaciones de desastre.

P. ¿Qué puede decirnos sobre los puentes que las autoridades chinas están construyendo en dirección a Kinmen?

R. Kinmen es un lugar difícil de defender, se encuentra muy cerca de la ciudad china de Xiamen, apenas dos kilómetros lo separan del continente. Tanto Kinmen como Matsu constituyen condados autónomos dentro de la provincia de Fujian, parte de cuyo territorio es reclamado por la República Popular China. En estas áreas, la influencia del continente es cada día mayor, lo cual posee gran impacto a nivel psicológico. Además de construir varios puentes para conectar con las islas, China está diseñando un aeropuerto internacional para controlar su espacio aéreo. Desde el punto de vista militar, la invasión de Kinmen por parte de China no presentaría ninguna dificultad. No olvidemos el bombardeo que padeció durante la crisis del estrecho de Taiwán. Algo similar cabría decir respecto del archipiélago Matsu, a escasos 20 kilómetros de China, cuyos cables marítimos fueron cortados por buques chinos en febrero de 2023, dejando a la población sin internet. Otra isla difícilmente defendible es Taiping, dentro del archipiélago Spratly [en el mar de China Meridional], ya que se encuentra notablemente lejos de Formosa.

Foto: Lai Ching-te, vencedor de las elecciones de Taiwán. (Reuters/Ann Wang)

P. ¿Los invadirá China?

R. A pesar de la relativa facilidad con que China podría invadir estos enclaves, una operación de este tipo no sería una buena decisión estratégica. Los ciudadanos de estos archipiélagos tienen buenas relaciones con China, pero no desean la unificación con el país vecino; aprecian mucho su sistema democrático, sus libertades, su modo de vida, su servicio público de salud. Quieren la paz y el mantenimiento del actual statu quo. Si Pekín tomarla la decisión de hacerse con estas islas, ello tendría un gran impacto en la ciudadanía taiwanesa, con efectos difíciles de predecir. Además, podría dar una excusa a Estados Unidos para intervenir.

Por tanto, no lo considero una decisión inteligente desde un punto de vista político y estratégico. A Taiwán le resulta casi más amenazador y costoso tener que repeler constantemente a los buques y aviones de combate chinos que realizan incursiones en su ADIZ.

P. Si llegara el momento de un ataque de China, ¿podría sintetizar las claves de la defensa de Taiwán?

R. Taiwán plantea una estrategia puercoespín basada en sistemas de defensa antiaérea, antibuques, antisuperficie, y misiles antibalísticos tierra-aire. Estamos construyendo y adquiriendo más armas defensivas, entre ellos, drones. Hemos comprado a Estados Unidos Nasams 2, un sistema de defensa antiaérea que dispone de misiles antibalísticos tierra-aire de corto a medio rango. Paralelamente, estamos construyendo sistemas indígenas antibuques como el Hsiung Feng 2 & 3, y sistemas antiaéreos como el Tian Gong 2 & 3, capaces de alcanzar largas distancias. Ninguno de ellos tiene una intencionalidad provocativa; solo se utilizarían como último recurso. Taiwán es un Estado de derecho democrático: nuestra estrategia en materia de defensa es principalmente disuasoria.

P. ¿En qué consiste el concepto de defensa all-out que actualmente promueve su Gobierno?

R: Se trata de luchar hasta la última posibilidad, incluyendo los escenarios urbanos. Es lo que ha sucedido en Ucrania, donde se ha movilizado a los reservistas y al conjunto de la sociedad. Antes nos planteábamos la defensa de Taiwán únicamente a través de unidades militares desplegadas en las playas, a fin de detener una invasión anfibia; ahora vamos más allá. En caso de producirse un conflicto armado, atacaríamos a los buques de guerra chinos para evitar que desembarquen en Taiwán e impedir que reciban suministro de combustible. Paralelamente, reforzaríamos las unidades militares con reservistas del ejército y ciudadanos entrenados que hayan hecho el servicio militar. Nos proponemos luchar hasta el final, como está sucediendo en Ucrania y en Gaza.

La defensa supone una ventaja, hemos de identificarla y explotarla. Queremos enviar a Pekín una contundente señal: para hacerse con Taiwán no bastará con conquistar las playas o los aeropuertos, tendrán que conquistar la isla entera, incluidas las áreas urbanas. China debe saber que no se lo vamos a poner fácil. Aprovecharemos todas nuestras posibilidades de defensa, hasta el último resquicio. Queremos llevar a cabo una estrategia de disuasión multidefensa con el objetivo de preservar nuestra capacidad de combate, tanto en el terreno naval, como aéreo y terrestre; luchar por tierra, mar y aire, incluyendo el espacio exterior y el ciberespacio.

P. ¿La clave entonces es resistir?

R. Taiwán está manifestando tanto a China como a Estados Unidos que nuestra determinación es sólida, que estamos seriamente comprometidos en la defensa de nuestro país. No nos vamos a detener en las áreas costeras. Si fuera necesario, extenderíamos el frente a las zonas urbanas. Estamos preparándonos para poder afrontar una guerra larga, si ése fuera el caso. La experiencia histórica demuestra que, en un conflicto prolongado, ni siquiera una gran potencia militar como Estados Unidos tiene garantizada la victoria. Es lo que ha sucedido en Afganistán, en Corea, en la guerra contra el terrorismo. Por tanto, aunque sea una potencia, China no lo va a tener fácil. Taiwán está totalmente determinado a luchar hasta el último aliento, hasta el final, implicando absolutamente todos nuestros recursos.

Foto: Buques de guerra taiwaneses participan en unas maniobras navales este miércoles en Hualien (Taiwán). (EFE/Ritchie B. Tongo)

P. ¿Qué contribución esperan de Europa en estos difíciles momentos?

R. Sé que muchos europeos confunden Taiwán con Tailandia, pero desde la pandemia todos los países democráticos son conscientes de las ambiciones de Xi Jinping. China representa una grave amenaza para todas las democracias del mundo; en los últimos años, Europa se ha hecho más consciente de lo que ello implica. La estrategia china consiste en "dividir para conquistar". Desea que surjan enfrentamientos entre Estados Unidos y sus aliados euroatlánticos, así como entre Europa oriental y occidental. Desde 2016-17, el proyecto chino de la Franja y la Ruta [Road and Belt] ha tratado de extenderse por Europa, comenzando por el Este. Ahora bien, recientemente Italia se ha retirado del proyecto. La propaganda china promovió la iniciativa insistiendo en su carácter comercial, no geopolítico, pero la realidad es que los logros económicos y comerciales de China constituyen la base para proyectar su influencia global en todos los campos, incluido el militar. El objetivo final es desplazar a Estados Unidos como primera potencia y reconfigurar el orden mundial. Cada vez más países son conscientes de ello. La guerra de Ucrania ha puesto de relieve cuál es la posición geoestratégica de China, alineada junto a Rusia, Irán y Corea del Norte.

China está avanzando en la ampliación de sus capacidades militares. Lo que estamos aprendiendo de la guerra de Rusia contra Ucrania es que, si el país agredido no cuenta con armamento adecuado, se produce una situación de estancamiento. Europa ha sido demasiado renuente al no invertir en defensa, ha confiado en los recursos de la OTAN. Pero ahora mismo la OTAN tiene un gran frente en la región de Indo-Pacífico. Europa debería ser consciente de la importancia de cubrir sus propias necesidades de defensa.

P. España es uno de los países europeos más benévolos con el gigante asiático. Así lo reconocía recientemente un portavoz chino.

R. Quizá sea así. Pero no creo que el nuevo orden mundial al que China aspira sea consistente con los valores del pueblo español. Mi director de tesis en la Universidad de Yale fue el catedrático español Juan Linz. De él aprendí que España y Taiwán comparten un pasado autoritario, reemplazado hoy por un sistema democrático basado en el reconocimiento de los derechos fundamentales. Debemos saber que los valores chinos son muy distintos. No contemplan el respeto a las minorías, ni a la diversidad. Taiwán ha sido el primer país asiático en reconocer los derechos de la comunidad LGTBI, a diferencia de lo que sucede en China, donde ese colectivo padece una fuerte opresión. No compartimos ni los valores, ni las creencias que sustentan al régimen chino. La pandemia ha resaltado nuestras diferencias. El origen y expansión del covid-19 siguen siendo un misterio; lo que no es un misterio es que China ha tratado de explotar la irrupción del virus en su beneficio.

No creo que a los españoles les gustara vivir bajo la autoridad de Xi Jinping, pues ni siquiera agrada a muchos ciudadanos chinos. Mirad a Jack Ma, por ejemplo. Se ha comprado una casa en España. Quiere estar lo más lejos posible de Xi. El problema no es el pueblo chino, es el régimen que lo gobierna.

P. Para concluir esta charla, ¿cuál es el mensaje que desearía transmitir a la opinión pública internacional?

R. China considera que la guerra contra los nacionalistas que huyeron a Formosa todavía no ha terminado, por eso quiere conquistarnos. Pero la ambición china va más allá de Taiwán, posee alcance internacional. Pekín está hambriento de territorio y va a explotar todas las oportunidades posibles para expandirse. En su hoja de ruta, el primer objetivo consiste en someter a Taipéi para obtener el dominio de la primera cadena de islas del Pacífico y de su espacio aéreo. Pero su meta es no detenerse ahí, sino ir más allá, alcanzando los archipiélagos de la segunda y tercera cadenas.

Los movimientos de Xi Jinping responden a una estrategia global para cumplir su sueño de rejuvenecimiento nacional, que no es más que un sueño de dominio global y subversión del statu quo y del orden mundial. Para llevarlo a cabo, ha modernizado sus fuerzas armadas, el Ejército de Liberación Popular, renovando su capacidad militar y su mentalidad. Además, ha buscado alinearse con estados que desafían la hegemonía estadounidense, como Rusia, Irán y Corea del Norte. El plan chino anuncia dos fechas significativas: 2027, centenario de la fundación del Ejército Popular de Liberación (fecha en que podría materializarse el propósito de unificación con Taiwán), y 2049, centenario de la creación de la República Popular China. Para entonces, Pekín pretende proyectar su poder a nivel global. Es decir, convertirse en la primera potencia mundial.

Acabamos de pasar junto al cartel que señaliza un refugio antiaéreo para la población civil, mientras nos aproximamos a un complejo militar en pleno centro de Taipéi. Un par de soldados hacen guardia junto a una valla de alta seguridad, con sus características espirales de púas y sus barreras dentadas. Se respira un ambiente calmo y tenso a la vez. Un edificio de corte occidental y resonancias académicas se alza en el centro del jardín. Por unos instantes olvidamos las connotaciones prebélicas del cercado perimetral.

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