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Retrato de Taiwán, la nación prohibida que puede desencadenar la III Guerra Mundial
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"El lugar más peligroso del mundo"

Retrato de Taiwán, la nación prohibida que puede desencadenar la III Guerra Mundial

¿Son China y Taiwán un mismo país? La respuesta a esa pregunta tiene la clave para poder desencadenar la temida gran guerra que enfrente, con la isla en el medio, a Pekín y Washington

Foto: Un bombero corre durante un simulacro de defensa civil ante una posible invasión china. (Reuters/Ann Wang)
Un bombero corre durante un simulacro de defensa civil ante una posible invasión china. (Reuters/Ann Wang)

Suena música electrónica. Se vuelven a colocar todas en orden frente a las grandes puertas. Un grupo de ocho chicas jóvenes, todas nacidas en el siglo XXI, ensayan sus coreografías. La gran estatua sedente de bronce macizo de Sun Yat-sen, fallecido en 1925, creador del partido nacionalista chino Kuomintang (KMT) y llamado "padre" de la República de China, hoy Taiwán, las contempla. Danzan en el imponente memorial en su honor que existe cerca de la Torre Taipéi 101, el que fuera durante algún tiempo con sus 508 metros el rascacielos más alto del mundo.

"¿Sabéis quién es la estatua que tenéis en frente?", preguntamos a las jóvenes. Algunas niegan con la cabeza y otras nos dicen su nombre. Poco más explican. Y suena de nuevo la música, y bailan de nuevo frente a la figura del "creador" indirecto de su nación prohibida: Taiwán.

placeholder Jóvenes bailan frente al memorial de Sun Yat-sen en Taiwán. (J. B.)
Jóvenes bailan frente al memorial de Sun Yat-sen en Taiwán. (J. B.)

Esa escena resume los desafíos a los que se enfrenta esta isla del Pacífico. Dos generaciones, dos estilos de gobierno opuestos y una cultura y pasado común. Ellas son el ahora, él es el ayer. Ellas son taiwanesas, él era chino. ¿Es lo mismo? La respuesta a esa pregunta tiene la clave para poder desencadenar la temida gran guerra que enfrente, con Taiwán en el medio, a China y Estados Unidos.

Foto: Joe Biden y Xi Jinping se estrechan la mano en Bali, Indonesia. (Reuters/Kevin Lamarque)

La isla es especial por tres razones. Produce casi el 60% de los semiconductores del planeta, es un enclave estratégico para controlar el tráfico marítimo del Pacífico occidental y está a 180 kilómetros de la costa china. La revista The Ecomomist, en abril de 2021, calificó a Taiwán como "el lugar más peligroso del mundo". Si el territorio proclama su "independencia", los analistas apuntan a un ataque chino que podría desencadenar un cataclismo mundial.

De ese extraño equilibrio diplomático global, donde se retuercen las palabras para mantener un statu quo que dibuje que la isla no es lo que hoy ya es, parece depender la seguridad del mundo. Taiwán, que tiene fronteras, leyes, ejército, moneda, pasaporte, parlamento…, ¿no es ya un país independiente? Solo 13 estados en todo el globo admiten eso oficialmente. La mayoría del resto lo hace de facto.

"No necesitamos reclamar ser un país. Ya lo somos desde 1999 con una norma del Partido Progresista Democrático (PPD) que fijaba hasta límites de derecho marítimo. Nosotros no somos la República Popular de China, somos dos países distintos. Eso ya lo dice la ley", nos dice en su despacho oficial de Taipéi, Fan Yun, parlamentaria del PPD.

La combativa política, popular profesora universitaria, que está especializada en luchar contra el espionaje e intrusismo chino, no vacila en asumir hasta dónde debe llegar Taiwán para defender su independencia de China. "Nadie quiere una guerra, apoyamos la paz. Pero no queremos una paz que sacrifique nuestra democracia. Es posible que China nos ataque, sí, especialmente después de que Xi haya dejado claras sus intenciones y haya comenzado a sonar el ruido de las amenazas de bombas. Debemos estar preparados".

No todos en Taiwán apoyan esa "oficial" independencia. Una parte de la sociedad se siente china o en parte china, aunque son una minoría que va perdiendo peso. El 3% de la población se identifica hoy como solo china, pero hasta un tercio se identifica como china y taiwanesa, según una encuesta del Election Study Center de la Universidad Nacional Chengchi. Esta institución académica afirma que ambos sentimientos son decrecientes, mientras que el de "solo taiwanés" ha pasado de un 17% en 1992 a un 61% en 2022.

"Yo nací en Taiwán. Mi familia vino en 1948 de China. Mi padre era del Kuomintang. Yo soy totalmente chino. No estoy feliz con este gobierno. Algunos me dicen 'vete a China, no eres taiwanés'. Pero la verdad es que todos somos chinos que vivimos en Taiwán. Son los políticos los que generan problemas", explica Michael Tai, un importante empresario naviero taiwanés con negocios a ambos lados del estrecho, simpatizante del KMT, al que encontramos en un reservado de una cafetería de Taipéi.

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El KMT tomó el control de la isla en 1945, tras la derrota en la II Guerra Mundial de Japón, que la colonizaba desde 1895. En 1949, tras perder la Guerra Civil en China contra las tropas comunistas de Mao Zedong, el líder del KMT, Chiang Kai-shek, y dos millones de sus soldados y familias, huyeron y tomaron definitivamente el archipiélago como refugio. Chiang, un dictador nacionalista chino que impuso un régimen duro en el que todo el poder era para los llegados del continente, no quiso nunca separarse de China y crear un país independiente. Su sueño era reconquistar China a los comunistas para reunificarla. No había dos Chinas para él entonces, ni las hay para buena parte de sus seguidores del KMT ahora.

Tai, uno de ellos, es un destacado hombre de negocios, práctico, que presume de sus encuentros con las más altas estancias chinas y taiwanesas. Nos enseña en el teléfono fotos con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, y mensajes con altos cargos del Partido Comunista chino. ¿Qué puede desencadenar la guerra? "La línea roja para China es que Taiwán proclame su independencia. La situación actual no puede ser peor. Los líderes deben hablar. Nosotros no somos Ucrania".

La naviera de Tai, con sede en China y Taiwán, no es algo extraño. El pasado de ambas naciones está muy ligado y el presente, al menos económicamente, también. Según datos del propio gobierno taiwanés, más del 42% de las exportaciones de Taiwán van a China, por un 14% a Estados Unidos y un 7% a Europa. En importaciones, también China lidera la clasificación con un 22%, por un 14% de Japón, un 10% de EEUU y un 9% de Europa.

"Ahora tenemos 13 países con relaciones diplomáticas, pero ese número no es el importante"

Una guerra y la consecuente ruptura económica supondría hacerse un daño mutuo. Para la mentalidad empresarial, eso es impensable y los negocios en China y Taiwán son patria. "Yo creo que no va a haber guerra. China y Taiwán tienen problemas económicos. No les conviene", opina Tai.

Pero vivir eternamente en este limbo legal parece complicado. "Ahora tenemos 13 países con relaciones diplomáticas, pero ese número no es el importante. Tenemos muchos países con oficinas económicas y culturales que funcionan de facto como una embajada. Eso reconoce a Taiwán ya como un país diferente de China", remarca Fan Yun desde una sala de su despacho en el que hay un busto de Karl Marx.

placeholder Fan Yun, parlamentaria del PDD. (J. B.)
Fan Yun, parlamentaria del PDD. (J. B.)

La estatuilla parece una rareza en una isla donde la izquierda está difuminada. El comunismo fue y es el enemigo. El siglo XXI lo está removiendo todo y los viejos dogmas políticos del XX se ponen en duda en todas partes. "En Taiwán no existe un partido de izquierda grande. El PPD es un partido pro independencia. Pero en China tampoco son comunistas, allí gobierna la extrema derecha", opina Chung-hua Lin, profesora de historia y arte en la Open University e investigadora de la ex Comisión de Justicia Transicional con la que visitamos varios enclaves históricos en Taipéi de la dictadura. Ella enseña a jóvenes alumnos esos lugares para que conozcan su historia.

Lin quiere que su país se convierta en un Estado completo que hoy no es. "Un ejemplo significativo es que no podemos participar en las Olimpiadas como Taiwán. No somos China-Taipéi. Somos un país pequeño que necesitamos apoyo de otras democracias. No quiero la guerra, pero si nos atacan debemos defendernos. China quiere ser la superpotencia mundial que controle el mundo", afirma.

Ahí entra Estados Unidos. Sin ellos, hoy, no hay un Taiwán posible, pero con ellos dentro de la ecuación, hoy, no hay una posible paz. "He vivido 20 años en EEUU. No me gustó cómo se vive allí y por eso regresé a Taiwán. Los americanos no deben decidir por nosotros. El Gobierno sabe que no se puede fiar 100% de América", dice el naviero Tai.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. (EFE/Jim Lo Scalzo)

"Desde la Guerra Fría, ambos países tiene una relación muy fuerte que aún mantenemos. Se basa en la parte militar, donde somos socios. Si empieza la guerra estamos en la misma parte. Compartimos también los valores democráticos y tenemos una fuerte relación económica porque Taiwán juega un rol muy importante en la parte tecnológica", opina, por su parte, Yun. "Pero, pese a esas fuertes relaciones, Taiwán no debe depender defensivamente de nuestros socios. Debemos defendernos solos, como un país, y para eso debemos ser fuertes. Mientras eso llega debemos contar con nuestros aliados", agrega.

En la calle, las opiniones son diversas. Hay encuestas de todo tipo, muchas conducidas por grupos de opinión. Un reciente estudio de la organización americana Brookings señala que un 41% de los taiwaneses cree que la estrategia estadounidense es la culpable del incremento de la tensión, por un 68% que apunta al deseo de China de la reunificación.

La visión desde EEUU también será importante. Washington debe decidir hasta dónde está dispuesto a llegar por defender la independencia de Taiwán. Según la firma internacional Yougov, un 51% de los estadounidenses apoya una posición muy firme de su Gobierno frente a China por un 24% que prefiere tener buenas relaciones con Pekín. Sobre involucrarse militarmente, el estudio dice que un 37% está a favor y un 22% está en contra.

El presidente Joe Biden contestó "sí", sin la tradicional ambigüedad de Washington sobre este tema antes, a la pregunta de si EEUU mandaría tropas para defender Taiwán en caso de invasión China en septiembre pasado. Tres meses después, Estados Unidos invitó por primera vez a una parlamentaria de Taiwán a su Cumbre por la Democracia. "Este año EEUU ha invitado a 20 líderes de parlamento de 20 países y yo he sido una de las invitadas representando a Taiwán. Es la primera vez que algo así ocurre y es importante", nos dice Fan Yun.

Una isla llena de cicatrices

La democracia no importa mucho en política internacional, pero enjuaga bien todo cuando se necesita como atenuante. Washington durante décadas apoyó en la isla, a trompicones, una dictadura china. Hoy, apoya una democracia.

Las cicatrices de la dictadura del KMT están por todas partes, especialmente en una habitación de la tercera planta de la Fundación Nylon Cheng. Al entrar, a la derecha, quedan las ascuas de una oficina. Allí, el 7 de abril de 1989, se quemó a la bonzo el periodista Cheng Nan-jung. Él fue un luchador por la libertad e independencia de Taiwán en los tiempos en los que el KMT aún dominaba el país. Creó varias revistas en las que denunciaba hechos callados durante décadas, como la conocida como matanza 228 de 1947, en la que las autoridades del KMT masacraron a miles de manifestantes que se oponían a sus nuevas normas. Las proclamas de Cheng acabaron molestando a las autoridades cuando publicó el borrador de la que debía ser la nueva Constitución de Taiwán y decidieron detenerlo. Pero el periodista había soltado antes ya una sentencia que cumplió: "Si vienen a detenerme solo encontrarán mi cuerpo". Lo encontraron carbonizado junto a sus maquinas de escribir y libros.

placeholder Oficina donde el periodista Cheng Nan-jung se quemó a lo bonzo, en la Fundación Nylon Cheng de Taiwán. (J. B.)
Oficina donde el periodista Cheng Nan-jung se quemó a lo bonzo, en la Fundación Nylon Cheng de Taiwán. (J. B.)

Todo sigue ahí. Su hija, Cheng Chu-mei, nos recibe. Es una mujer tranquila, hija de un héroe de la lucha taiwanesa y de una madre que prosiguió la labor por la que murió su marido. De joven, ella no quería seguir los pasos de sus progenitores, pero eso cambió en la universidad. "Cuando murió mi padre, mi madre me decía que debía respetarle y quererle. A mi me dolía su falta. No me quería relacionar con esto hasta que ya mayor, en un evento en la universidad, vi el respeto y amor que la gente tenía por mi padre y decidí involucrarme en la Fundación".

Cheng nos enseña el memorial y museo. Entre los artículos está la última revista que su padre publicó vivo, cuyo titular es "¿Por qué no se respetan los derechos de las minorías?". También, el último número de la revista, ya muerto, del 11 de noviembre de 1989. El titular no ha envejecido: "¿Va a invadir China a Taiwán?".

"Mi padre no era solo un héroe, era un hombre ordinario que luchó por la libertad. Yo, además de su hija, soy una taiwanesa que disfruto de esa libertad por la que él murió", explica. ¿Qué pensaría su padre de la actual situación? "No puedo hablar por él, pero seguro seguiría luchando por la libertad. Mi padre murió para que los demás no tengan que hacer lo mismo que hizo él", asevera.

Foto: Una niña sostiene una bandera ucraniana para mostrar su apoyo a Ucrania y conmemorar el primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania en Taipéi. (Reuters/Ann Wang)

Nylon Cheng no tiene una sola calle, escuela o parque con su nombre en Taipéi. La delicada situación política le tiene aún colocado en un cajón de la historia. Todo es frágil en una democracia que no alcanza los 30 años. Las próximas elecciones de enero pueden ser decisivas. El PPD presentará como candidato al actual vicepresidente, Lai Ching-te, un proindependentista que, en todo caso, ha señalado que "no hace falta declararnos independientes, en términos prácticos Taiwán ya es una nación soberana". Sin embargo, Lai Ching-te se le considera un candidato proindependentista cercano a la alianza con Washington y alejado a establecer puentes con Pekín.

El KMT, por su parte, anunciará su candidato en junio. Esta vez el candidato se elegirá por un comité del partido y no por el voto de las bases, para evitar que sea alguien con una imagen muy próxima a China. El KMT aboga, por ahora, por mantener el actual statu quo —más rentable electoralmente— que deja a Pekín la puerta abierta para una futura reunificación mientras no haya una oficial e internacional independencia.

Muchos votantes moderados próximos al KMT no quieren una reunificación con China, pero quieren no agitar el avispero para vivir en paz. "Taiwán tiene el derecho de expresar su propia identidad, pero continuar con el actual statu quo es la opción más inteligente en este momento histórico. Cuanto más China provoque a Taiwán, más la gente va a votar al PPD", opina Philippe Tzou, un taiwanés que trabaja para organismos europeos.

"Hay un nuevo 'soft power' taiwanés, que intenta negar la realidad de su cultura china"

Tzou no quiere una reunificación, cree que no habrá una guerra, pero le parece errado negar la estrecha relación de Taiwán y China que "algunos extremistas", como los define él, quieren sostener. "Culturalmente, todo es China aunque algunos quieran negarlo", mantiene, mientras en una esquina de la calle me dice: "¿Ves esta calle y esa de ahí que cruza? Son calles de nombres chinos. Esas mismas calles las he encontrado yo en ciudades chinas. Hay un nuevo soft power taiwanés, muy marcado en los cómics, pero también en series y películas, que intenta negar esa realidad".

Ese nuevo nacionalismo taiwanés, al menos en el uso y exposición de símbolos, parece inexistente. Ni en la capital, Taipéi, ni en algunas localidades de los alrededores que recorremos, encontramos las esperadas soflamas o grandes banderas en plazas o ventanas que suelen aparecer en todos los países cuando se ven amenazados. Once días antes, China había terminado el bloqueo militar más fuerte de la historia en la isla y en las calles de la capital hay una absoluta normalidad ajena a cualquier simbolismo nacional o prebélico.

"La división es muy fuerte todavía, pero hay un tremendo consenso en la lucha por esta patria. Tú me indicas que no ves el símbolo del país, la bandera, pero eso es debido a nuestra historia. Somos una democracia muy joven. Tenemos menos de 30 años. En los 50 años anteriores estábamos dirigidos por un partido. Para una sociedad en transición hacia una democracia, resolver su pasado autoritario es un esfuerzo nacional a largo plazo con el que España también está familiarizada. Eso toma tiempo", indica Enoch Wu, creador de la Forward Alliance, una ONG que da cursos de supervivencia a los taiwaneses para prepararlos para una guerra o un desastre natural.

placeholder Enoch Wu, fundador de la Forward Alliance. (J. B.)
Enoch Wu, fundador de la Forward Alliance. (J. B.)

El tema es complejo. La bandera e himno nacional taiwanés son la bandera e himno del KMT. La letra del himno está adaptada de un discurso de Sun Yat-sen, el padre del KMT frente al que bailaban las despreocupadas jóvenes del inicio del texto. Una parte de la población que se siente "no China" no siente que esos símbolos le representan. Es complicado sostener que hay una identidad diversa a la china y a la vez tener los símbolos nacionales chinos, un imponente museo donde se alberga parte de las mejores obras de arte chinas —que extrajo en su huida Chiang Kai-shek—, nombres chinos, comida china…

Algunos, como el joven A-Hoa, han tomado decisiones drásticas para romper ese vínculo y han decidido no hablar más en chino, el idioma absolutamente mayoritario en la isla. "Dejé de hablar chino porque cuando esté de regreso en los cielos me encontraré con mi abuela. Y quiero estar orgulloso cuando la encuentre allí arriba y decirle: 'Oye, abuela, me dijiste que yo era el mejor chico del mundo. Pero ese idioma, el taiwanés (llamado Hokkien o Minnan), ahora está muerto. Está muerto, pero yo no fui parte de eso, abuela. Yo no fui parte del asesinato de nuestro idioma. Eso significa que me he mantenido como tu mejor chico del mundo, ¿verdad, abuela?'", me explica el joven, que vive en el condado de Miaoli y que durante años ha estado subiendo videos a YouTube para que los ciudadanos recuperen su viejo idioma.

Foto: Un soldado japonés arría la bandera con la llegada del atardecer. (Reuters/Issei Kato)

¿Por qué sí acepta hablar inglés (la entrevista es en ese idioma) y no en chino? "Primero, porque el chino mató mi lengua materna. Segundo, el inglés muchos dicen que es malo y acaba con otras lenguas. Puede ser, pero yo no estoy en condiciones de luchar contra el inglés", sentencia. Su pensamiento ejemplifica parte del problema taiwanés. China es lo urgente, todo el resto es secundario.

Las lenguas, banderas e himnos son importantes para construir patrias. La paz, la estabilidad económica y la libertad, también. Taiwán está en esa encrucijada. El presidente Xi Jinping ha asegurado que la isla volverá, por las buenas o por las malas, a pertenecer a China. Los taiwaneses parecen decantarse por aceptar el envite. La isla es un país prohibido, envuelto en una lucha por su identidad que puede desencadenar una gran guerra. El pasado no se puede cambiar, el futuro sí.

Suena música electrónica. Se vuelven a colocar todas en orden frente a las grandes puertas. Un grupo de ocho chicas jóvenes, todas nacidas en el siglo XXI, ensayan sus coreografías. La gran estatua sedente de bronce macizo de Sun Yat-sen, fallecido en 1925, creador del partido nacionalista chino Kuomintang (KMT) y llamado "padre" de la República de China, hoy Taiwán, las contempla. Danzan en el imponente memorial en su honor que existe cerca de la Torre Taipéi 101, el que fuera durante algún tiempo con sus 508 metros el rascacielos más alto del mundo.

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