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Una victoria amarga en Taiwán: relato en primera persona de una observadora electoral
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Elecciones entre China y el 'statu quo'

Una victoria amarga en Taiwán: relato en primera persona de una observadora electoral

La autora ha sido invitada a Taiwán como observadora electoral del que es uno de los comicios más importantes de 2024. En cualquier caso, gane quien gane, la realidad es amarga

Foto: Manifestantes en la sede del Partido Democrático Progresista (PDP) en Taiwán. (Reuters/Ann Wang)
Manifestantes en la sede del Partido Democrático Progresista (PDP) en Taiwán. (Reuters/Ann Wang)

Alguien nos saca del aletargado duermevela propio de los interminables viajes de avión y, al poco, nos encontramos sumergidos en la nebulosa atmósfera de Taipéi. Vibrantes enjambres de ciclomotores mezclan sus humos con los especiados vapores de los dim-sum, que se sirven en garajes destartalados. La profusa vegetación devora la ciudad, siempre húmeda, coloreando con su contraste el gris de los edificios y de las cubiertas de chapa.

"Taiwán, como Hong Kong", proclama el Partido Comunista Chino. "Tú, créetelo", reza en la pared un eslogan. "¿50 años sin cambio? Mira la realidad actual", ironiza un graffiti.

Llegamos al restaurante donde se nos ofrecerá la primera cena de bienvenida como observadores electorales de los comicios de este domingo en Taiwán. Todo son rostros chinos. La verdad es que esperábamos mayor pluralidad en nuestro grupo de observadores internacionales. Uno a uno, nos van saludando. Hola, yo vengo de Austria. Yo, de Estados Unidos. Yo, de Holanda. El estupor inicial se disipa cuando comprendemos que son chinos en el exilio, invitados a seguir de cerca este proceso electoral. Conocen en profundidad la dictadura comunista porque han escapado de sus garras. Todos los eventos se desarrollarán en mandarín y sin traducción simultánea. A partir de aquí, nuestra experiencia consistirá en no quedar atrapados lost in translation.

Bastarán, sin embargo, escasos minutos para que nos atenace la zozobra. El sistema nacional de alerta ha emitido un SMS asegurando que a las 15:04 China ha lanzado un misil que ya ha cruzado el sur de Taiwán. Sin duda, un efusivo recibimiento para nuestra delegación. Nos quedamos sin aire. La boca se nos vuelve pastosa.

Foto: Un hongkonés, durante las protestas del año pasado. (Reuters)
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Momentos después nos tranquilizan: ha habido un error en la traducción. No se trata de un misil, sino de un satélite. Recuperamos la respiración, al unísono con la comunidad internacional. Pero ahora comienzan las acusaciones recíprocas. El Kuomintang (KMT), considerado el más prochino de los partidos taiwaneses en liza, lanza la primera: "¿Se trata de un descuido lingüístico, o de una estrategia del Partido Democrático Progresista (PDP) para movilizar el voto frente a los partidarios del diálogo con China?". "Lo inquietante es más bien que Pekín envíe un satélite justo antes de las elecciones y que el KMT se sirva de tal incidente para atacarnos" —replican los partidarios del PDP, cuyo candidato lidera las encuestas. El conflicto armado todavía no se ha desatado, pero la guerra verbal y psicológica, sí.

Taiwán es una democracia acosada por el Gobierno dictatorial de la vecina China, que instrumentaliza el temor, la cobardía y la ambición, para envenenar a la sociedad taiwanesa y corromper sus instituciones. Las campañas de desinformación ("guerra cognitiva" la llaman aquí) que impulsa Pekín en redes sociales, el papel de sus cómplices en el KMT y el culpable silencio de los medios han hecho mella sobre el ánimo de la ciudadanía. La "reunificación" con Taiwán es responsabilidad, ante todo, de un ejército de bots y trolls que inundan el ciberespacio con bulos condicionando el voto, sobre todo, de los más jóvenes.

El candidato Hou Yu-ih, del KMT, principal aliado de China, pide a los ciudadanos que acudan a las urnas a decidir "entre la guerra o la paz". Esta última, por supuesto, solo podrá venir de su mano. Lai Ching-te, del PDP, promete que en lugar de unificar las dos orillas del estrecho de Taiwán (algo que ningún ciudadano quiere), cohesionará su sociedad polarizada.

Elecciones "decisivas"... o no

Estas elecciones han sido presentadas por la prensa internacional como "decisivas". Así las han vivido también los políticos y los analistas que nos rodean. Yo nunca lo he visto tan claro porque, al margen de quien haya ganado, Xi Jinping no va a ceder en su empeño por hacerse con la soberanía de Taiwán. A través de uno u otro medio, de manera cruenta o mediante cesiones encubiertas, la democracia taiwanesa se verá seriamente afectada.

Siempre he creído que la victoria del más votado sería en cualquier caso amarga. "Pero si gana el PDP, habrá continuidad en la política exterior y demostraremos a Pekín que la gente está dispuesta a resistir hasta el final. Si gana el KMT, se procurará una relación ‘amistosa’ con Xi. Ahora bien, ¿a qué precio?", afirmaba I-Chung Lai, presidente de la Prospect Foundation, unas horas antes del inicio de la jornada electoral.

Foto: Lai Ching-te, vencedor de las elecciones de Taiwán. (Reuters/Ann Wang)

Ahora sabemos que han ganado los dos, y que también los dos han perdido. Lai Ching-te, del PDP, ha ascendido a la sede presidencial con un holgado margen: el 40% de los votos, frente al 33,5% de su principal adversario, el KMT. Pero los resultados en el parlamento (Yuan Legislativo) no han sido favorables para la formación gobernante. Ahí el PDP ha perdido 10 escaños y con ellos la mayoría, mientras el KMT ha ganado 14 y el TPP, tres. La diferencia entre los dos principales partidos dentro del parlamento es de solo un escaño, a favor del KMT. Esta precaria situación va a dificultar seriamente la gobernabilidad y obligará a hacer concesiones que podrían afectar a los presupuestos y a políticas importantes como defensa, lucha contra la desinformación, o guerra tecnológica.

Los tres contendientes que se han enfrentado en este proceso presentaban marcadas diferencias, que se han reflejado en los resultados obtenidos. El PDP, con ocho años en el poder, ha cosechado logros muy importantes: poner a Taiwán en el punto de mira de la comunidad internacional y tejer una sólida alianza con destacadas democracias. Los taiwaneses, con su masivo apoyo en la papeleta presidencial, han reconocido estos avances. La gente ha manifestado su deseo de continuidad en política exterior, competencia del jefe del ejecutivo.

Foto: Elecciones presidenciales en Taiwán. (EFE/Ritchie B. Tongo)

Pero el KMT ha capitalizado el miedo. Los cazas chinos vulneran con frecuencia la mediana del estrecho y los buques militares ensayan un cerco en la proximidad de sus aguas. Taiwán: The most dangerous place on Earth, tituló The Economist en 2021. Apenas tres días antes de la jornada electoral, el expresidente Ma Yin-jeou (KMT) viajó a Pekín para luego advertir: "Tenemos que confiar en Xi". La polémica desatada fue atroz. Nadie quiere la unificación o la pérdida de soberanía. Los taiwaneses, si por algo se caracterizan, es por el ferviente amor que tienen a su libertad y a su sistema democrático. Pero el temor al incremento de tensiones con Pekín ha jugado un papel decisivo para diversificar la orientación del voto en el parlamento, donde han triunfado las opciones más proclives a China, como antes indicamos.

Una de esas opciones proviene de un outsider: Ko Wen-je, líder del Taiwan People’s Party. Su propósito era romper el bipartidismo y atender a algo más que la amenaza china. La gente tiene vida, aparte de la problemática del estrecho: hay que recuperar el pragmatismo. "Yo siempre he votado al PDP, pero me siento defraudado", nos explicaba un joven profesional en un mitin. "La presidenta Tsai no ha cumplido sus promesas, no ha solucionado el problema de la vivienda, que está cada día más cara. Tenemos salarios deplorables. Problemas medioambientales, escasez de tierra, de energía. Taiwán debe fortalecerse, no confiar únicamente en sus microchips o en la ayuda de sus aliados".

Muchos expertos describen a Ko como un populista sin convicciones ideológicas, destinado no obstante a desempeñar un papel clave sobre el tablero político. "Su objetivo no era ganar, sino hacerse imprescindible para la gobernanza", nos comenta el profesor Chan. Por tanto, podemos decir que ha triunfado, a pesar de la frustración de sus seguidores, por no haber logrado aventajar en votos a los partidos tradicionales.

Ya sabíamos que, con un sistema electoral que dificulta la concentración de poder, era probable que la mayoría parlamentaria se asignara a un partido distinto del que corresponde a quien va a ocupar la presidencia. Como ha sido el caso, Ko tiene en su mano la llave para que el ganador pueda efectivamente ejercer el poder.

Alguien nos saca del aletargado duermevela propio de los interminables viajes de avión y, al poco, nos encontramos sumergidos en la nebulosa atmósfera de Taipéi. Vibrantes enjambres de ciclomotores mezclan sus humos con los especiados vapores de los dim-sum, que se sirven en garajes destartalados. La profusa vegetación devora la ciudad, siempre húmeda, coloreando con su contraste el gris de los edificios y de las cubiertas de chapa.

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