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El gas es solo el principio: por qué la energía sigue siendo el mayor problema de Europa
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Entrevista con Susi Dennison

El gas es solo el principio: por qué la energía sigue siendo el mayor problema de Europa

La directora del Programa de Poder Europeo del European Council on Foreign Relations señala que, aunque la UE ha logrado capear la crisis energética hasta la fecha, los desafíos en el horizonte son enormes

Foto: Una multitud observa el vapor elevándose desde la Estación Eléctrica de Belchatow, la mayor planta de carbón de Europa, en Zlobnica, Polonia. (Reuters/Kuba)
Una multitud observa el vapor elevándose desde la Estación Eléctrica de Belchatow, la mayor planta de carbón de Europa, en Zlobnica, Polonia. (Reuters/Kuba)

Durante todo 2022, hablar de energía en Europa ha sido hablar de gas. El combustible ha dominado los titulares durante un año en que Rusia, el principal suministrador energético del continente, redujo drásticamente su flujo como herramienta de presión contra los países europeos que apoyan a Ucrania en el conflicto iniciado por el presidente Vladímir Putin. Sin embargo, al comenzar 2023, el tono ha cambiado por completo. Las reservas del hidrocarburo en los Estados miembros de la UE se encuentran en torno a un 86%, cerca del máximo histórico y más de 40 puntos por encima de la cifra del año pasado. Es el resultado de una larga campaña de almacenamiento, concienciación, destrucción de demanda y diversificación de suministro, entre otros esfuerzos a nivel nacional y europeo. Nadie en Bruselas quiere cantar victoria, pero el monotema gasístico empieza a desinflarse. El foco, ahora, se centra en lo que viene después.

Susi Dennison es la directora del Programa de Poder Europeo del European Council on Foreign Relations (ECFR), un área creada en 2015 para desarrollar respuestas políticas a los problemas que afectan a la capacidad de la UE para actuar en el escenario global. Desde el inicio de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, su labor se ha centrado en el mayor desafío que afrontaron los Veintisiete desde los primeros compases de la guerra: la transformación en la forma en que los Estados miembros obtienen su energía. En entrevista con El Confidencial, la experta realiza un repaso amplio de todas las aristas de la crisis energética de Europa y apunta a que los desafíos apenas acaban de comenzar. Los nuevos problemas en el horizonte para el gas, la falta de claridad sobre los futuros proyectos renovables, el retorno del carbón y la arriesgada apuesta del hidrógeno son algunos de los factores que definirán la agenda en Bruselas a lo largo de este 2023.

placeholder Susi Dennison. (ECFR)
Susi Dennison. (ECFR)

PREGUNTA. Desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, la posibilidad de que se produjera una escasez de gas durante el invierno ha sido la obsesión de la UE. Ahora estamos a finales de un enero en que el discurso ha cambiado considerablemente, ¿ha superado la UE este desafío?

RESPUESTA. Es cierto que estamos en una posición mucho más cómoda de la que preveíamos. Es el mejor escenario que podíamos esperar, con un invierno no especialmente frío y una concienciación de empresas y ciudadanía sobre la necesaria reducción de consumo energético. Pero hay muchas cosas que van a cambiar este 2023, y no podemos volvernos complacientes con la situación en la que estamos.

Existen tres factores clave. El primero es que ya podemos ver algunas grietas en el consenso de los Estados miembros de la UE en torno a la importancia de prescindir de la energía rusa a largo plazo, con un debate abierto en varias capitales sobre si vale la pena o no continuar con este desafiante escenario. El ejemplo de Hungría es clave, pero también hay otros. Lo segundo que tenemos que tener en cuenta es que estamos entrando en el año previo a las elecciones al Parlamento Europeo, por lo que es probable que veamos un enfrentamiento más intenso entre los discursos europeístas, de solidaridad y de respaldo total a Ucrania, y las retóricas nacionalistas que vemos en muchos Estados miembros sobre la importancia de poner a los ciudadanos nacionales primero.

Por último, está el hecho de que China ha estado cerrada durante gran parte de 2022 debido a la estrategia covid cero y que ahora se está abriendo, devolviendo el consumo a un nivel igual o superior al previo a la pandemia. Los europeos nos hemos estado beneficiando del hecho de que China estaba comprando poco gas y ahora podemos esperar que los precios vuelvan a subir. Así que creo que el tipo de comodidad relativa que sentimos ahora no es algo que debamos dar por sentado durante el próximo año.

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P. ¿Cree que en la UE el gas seguirá jugando este año, como en 2022, un rol casi omnipresente en los debates en torno a la energía? ¿O cambiará el discurso ahora que contamos con mayor margen de maniobra?

R. El año 2022 estuvo completamente marcado por la necesidad de reemplazar a toda prisa el gas ruso por gas procedente de otros países. En ese frente, hemos tenido un éxito relativo. Pero ahora el desafío es diferente. En la UE, van a plantearse muchas preguntas difíciles sobre la infraestructura, sobre si vamos a permanecer tan enfocados en el gas como lo estamos durante los próximos, digamos, cinco años y sobre la necesidad de invertir de forma colectiva en terminales de importación.

Pero el otro tema que se convertirá en un gran debate en Europa, y espero que así sea, es el de las inversiones masivas que necesitamos para ampliar rápidamente otras fuentes de energía si queremos mantener el rumbo hacia los objetivos de 2030. En la UE, nos hemos tenido que permitir un año sin priorizar las fuentes de energía limpia, a pesar de que 2030 está a la vuelta de la esquina. Y la industria nos dice una y otra vez que si se quiere tomar en serio el hidrógeno como fuente de energía, si se quiere ampliar la eólica para cumplir los objetivos, estas son inversiones que deben hacerse ahora. Así que espero que ese debate sobre cómo desencadenar más inversiones del sector privado, cómo invertir colectivamente para el beneficio de la seguridad energética europea en su conjunto, se convierta en la parte más importante del panorama en 2023.

Foto: EC Diseño.
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P. Esa es precisamente una de las críticas más frecuentes: más allá de poner un parche a la pérdida del gas ruso, ¿dónde está la inversión europea en energía? ¿Dónde están los grandes proyectos para ampliar las renovables?

R. Este es un gran problema: estas inversiones existen y son parte de los fondos europeos, pero su visibilidad ha sido muy baja y los planes, que dependen de los Estados, todavía no están muy claros. Hay mucha inquietud en muchos Estados miembros sobre lo que realmente está pasando con ese dinero y creo que esto es realmente crucial. Este es el año en el que comenzamos a ver a dónde irán destinados esos fondos y creo que habrá mucha presión por parte de Bruselas para que eso sea visible de cara a las elecciones al Parlamento Europeo.

Esta inversión está muy relacionada con las expectativas que tienen los ciudadanos de la UE y hubo grandes avances en términos de disposición de los Estados para juntar estos fondos. Y si estos se atascan a nivel nacional, el asunto se convierte en un gran problema para la reputación de la UE. Eso no es algo que las instituciones europeas quieran permitir, por lo que es probable que este asunto se convierta en algo mucho más político tanto dentro de los Veintisiete como en las relaciones entre los Estados miembros y la UE a lo largo de este año.

P. Hemos visto algunos compromisos dolorosos a corto plazo, especialmente en lo que se refiere al carbón. ¿No suponen la reactivación y ampliación de las centrales eléctricas de carbón un fuerte daño reputacional para una UE que quería convertirse en una superpotencia climática a nivel global?

R. Debido a la crisis con Rusia, el carbón está jugando parte del papel que esperábamos que cumpliera el gas en la transición a corto plazo. Esto no puede continuar por mucho tiempo si queremos cumplir los objetivos para 2030 y 2050. Hasta ahora, no hemos visto ningún Estado miembro que cuestione los objetivos, pero creo que hay potencial para que eso comience a suceder. Por eso, es necesario entender el carbón como un mal necesario para comprar los años que se requieren para ampliar drásticamente la energía limpia. Esa fue siempre la forma en que se pretendía usar el gas.

Pero aquí volvemos al problema de la inversión. Si esta no sucede rápidamente, el periodo de la transición se extiende, y eso implica muchos problemas de reputación. Ya lo estamos viendo en la relación entre la UE y África, en la que crecen las preguntas sobre por qué los Veintisiete tienen reglas muy estrictas sobre inversiones en terceros países que sigan planeando el uso de combustibles fósiles a largo plazo, pero a la vez las propias naciones europeas siguen alargando su proceso de descarbonización. Si esto continúa durante más de un par de años, entonces veremos cómo todos los elementos del liderazgo climático europeo empiezan a desmoronarse.

Foto: Un manifestante disfrazado de monje pone la zancadilla a un agente de policía durante los desalojos en Lutzerath, Alemania. (EFE/Ronald Wittek)

P. Al comenzar la invasión rusa de Ucrania, hubo un enorme debate en torno al rol que debería jugar la energía nuclear en la transición verde. Sin embargo, casi un año después, apenas se han producido impulsos a esta fuente, más allá de la redoblada apuesta de Francia por la construcción de reactores.

R. Creo que sí se han producido cambios más allá del caso francés. Francia siempre fue la líder del sector pro-nuclear dentro de la Unión Europea, pero hemos visto un gran cambio con el nuevo Gobierno en Suecia, un país que era un poco ambivalente en lo que respecta a la energía nuclear, pero que ahora está impulsando un marco legal para ampliarla. También se ha producido un fuerte impulso en Polonia, con dos proyectos de plantas atómicas en proceso.

Estos países, así como el resto de integrantes de la coalición pro-nuclear, ven esta fuente de energía como una parte importante de la transición a largo plazo. Y creo que lo que veremos este año es una cooperación cada vez mayor liderada por estos Estados miembros en torno a algunas de las cuestiones que preocupan a sus detractores, como la seguridad o la capacidad de eliminar los residuos nucleares.

P. Pero este impulso nuclear no ha sucedido a nivel europeo. No ha habido un posicionamiento claro a favor, pese a aprobarse una taxonomía verde que la califica como actividad económica sostenible.

R. La discusión sobre la taxonomía fue muy difícil. Concluyó en la primavera del año pasado tras un largo y tenso debate y no ha habido apetito por parte del Gobierno checo, que ha ocupado la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, por resucitar la discusión. Y, para ser completamente honesta, dudo que se llegue a proponer una ampliación nuclear a nivel europeo, dadas todas las grietas que surgirían en un momento en que es necesario que la UE permanezca unida para afrontar temas difíciles.

P. Hablemos del litio. Si quieren cumplir con los planes de transición verde anunciados, los Veintisiete necesitarán 18 veces más litio del que usan actualmente en 2030 y casi 60 veces más en 2050. Son números enormes y, hasta ahora, la acción europea al respecto ha sido muy limitada. ¿Cómo vamos a lograr ese suministro sin caer en la dependencia de China, quien domina casi por completo la producción de baterías?

R. Este es un gran desafío estratégico. El instinto en este momento a nivel europeo es mirar cómo podemos asegurar este tipo de suministros con socios geográficamente más cercanos que China. Pero creo que en este proceso estamos eludiendo la pregunta más importante, que es si se va a ampliar de forma masiva o no la capacidad de producción dentro de Europa. Es lo mínimo que deberíamos estar haciendo. Y estamos en una posición incómoda, como lo estamos a menudo como europeos en el frente tecnológico al tratar de ponernos al día.

Estoy absolutamente de acuerdo en que es una de las grandes lagunas. Vamos muy tarde, dado que sabíamos que esta era la dirección en la que queríamos movernos incluso antes de que nos viéramos obligados a acelerar.

Foto: Un hombre camina sobre el salar de Uyuni en Bolivia, el país que alberga las mayores reservas de litio del mundo. (Reuters/Claudia Morales)

P. La UE ya cuenta con una enorme dependencia de las importaciones chinas para muchas de sus fuentes renovables de energía, como los paneles solares. ¿Cómo revertir esa realidad cuando se está intentando expandir tanto la producción energética al mismo tiempo?

R. La situación es diferente dependiendo de la industria. Creo que Europa, en su conjunto, tiene líderes de mercado en lo que respecta a la energía eólica. Pero incluso allá donde tenemos la tecnología y la capacidad, todavía se depende de las cadenas de suministro de las materias primas. Creo que existe una sensación generalizada de que el hidrógeno es una de las áreas en las que no estamos tan atrás en cuanto a energías renovables. Estamos liderando algunas investigaciones importantes que podrían convertir esto en una fuente viable de tecnología limpia en el futuro. Pero esto está muy dirigido por las empresas y no se entiende, todavía, a un nivel estratégico.

La pregunta que planteas es un gran dilema. Parte de la respuesta tendrá que ser reforzar las relaciones diplomáticas con países que resultan críticos para este panorama. No vamos a poder hacerlo todo en Europa con la escala y la velocidad suficientes.Tenemos que ser realistas y pensar en la soberanía europea no solo desde la dimensión energética, sino desde ese tipo de panorama más amplio.

Foto: Un trabajador inspecciona una serie de paneles solares en Dunhuang (China). (Reuters/Carlos Barría)

P. Respecto al hidrógeno verde, la UE ha hecho una enorme apuesta y depositado una gran cantidad de esperanza en esta tecnología a pesar de que aún no está desarrollada ni cuenta con viabilidad comercial. ¿No supone esto demasiado riesgo?

R. Claro que existe un riesgo. Pero otro gran riesgo es estar en la misma situación en la que nos encontramos con otras fuentes renovables. Lo que hemos aprendido de la forma en que ha evolucionado el panorama energético para los europeos es que tenemos que involucrarnos más en la investigación y el desarrollo de tecnologías. Tenemos que hacer las inversiones iniciales y aceptar esas apuestas. Creo que esta es una de las razones clave por las que acabamos tan rezagados en tantas áreas de tecnología: que no hemos pensado y actuado a nivel europeo sobre ellas. Entonces, creo que es correcto que, dado el potencial del hidrógeno verde, invirtamos significativamente en ello, sin importar el riesgo.

Durante todo 2022, hablar de energía en Europa ha sido hablar de gas. El combustible ha dominado los titulares durante un año en que Rusia, el principal suministrador energético del continente, redujo drásticamente su flujo como herramienta de presión contra los países europeos que apoyan a Ucrania en el conflicto iniciado por el presidente Vladímir Putin. Sin embargo, al comenzar 2023, el tono ha cambiado por completo. Las reservas del hidrocarburo en los Estados miembros de la UE se encuentran en torno a un 86%, cerca del máximo histórico y más de 40 puntos por encima de la cifra del año pasado. Es el resultado de una larga campaña de almacenamiento, concienciación, destrucción de demanda y diversificación de suministro, entre otros esfuerzos a nivel nacional y europeo. Nadie en Bruselas quiere cantar victoria, pero el monotema gasístico empieza a desinflarse. El foco, ahora, se centra en lo que viene después.

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