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El gran juego del litio: el recurso que pone patas arriba la geopolítica energética
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El gran peso del metal más ligero

El gran juego del litio: el recurso que pone patas arriba la geopolítica energética

China es el mayor jugador del mercado global de litio, clave para la transición energética, pese a contar con unas reservas modestas. Revertir esta dominancia no será tarea fácil

Foto: Un hombre camina sobre el salar de Uyuni en Bolivia, el país que alberga las mayores reservas de litio del mundo. (Reuters/Claudia Morales)
Un hombre camina sobre el salar de Uyuni en Bolivia, el país que alberga las mayores reservas de litio del mundo. (Reuters/Claudia Morales)
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Históricamente, el acceso a los recursos energéticos ha estado fuertemente ligado al poder geopolítico. La sed global de combustibles fósiles ha otorgado a Rusia una enorme capacidad de presión sobre Europa, transformado a Arabia Saudí en un aliado imprescindible para Estados Unidos o convertido a Qatar en la anfitriona de la Copa Mundial de fútbol este año. Sin embargo, en medio de una transición energética en la que contar con capacidad de almacenar electricidad empieza a ser tan importante como producirla, un mineral está dando un giro a la geopolítica clásica de la energía: el litio.

Este metal, más ligero y el menos denso de los elementos sólidos, es imprescindible para la producción de baterías de iones de litio, que suponen la pieza central del plan para un futuro basado en fuentes renovables de energía. Como advirtió en un discurso el pasado mes de septiembre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, “el litio y las tierras raras pronto serán más importantes que el petróleo y el gas”. Si la Unión Europea realmente se adhiere a sus planes de transición verde, esta frase no supone ninguna exageración. Para lograr eliminar la huella de carbón, los Veintisiete necesitarán 18 veces más litio del que usan actualmente en 2030 y casi 60 veces más en 2050.

La buena noticia es que, a pesar de la percepción común, no existe una escasez de litio en nuestro planeta. “El primer mito a desbancar del litio es que se trata de una tierra rara o un recurso escaso. Todo lo contrario, el litio es muy común”, explica María Eugenia Sanín, profesora de Economía de la Universidad Paris-Saclay especializada en energía, en entrevista con El Confidencial. Se trata del 33.º elemento más abundante en la naturaleza y existen yacimientos en gran parte del planeta. La mala noticia es que las fuentes que resultan rentables económicamente a la hora de extraer este mineral son mucho más limitadas.

Dominancia de Pekín

Nadie duda de quién es, hoy por hoy, el principal jugador en el mercado global del litio: China. A diferencia del caso de Arabia Saudí o Rusia con los hidrocarburos, el gigante asiático no es particularmente rico en este recurso. Las reservas identificadas en el país son aproximadamente la mitad que en Estados Unidos y su producción es equivalente a la de Portugal. No obstante, la dominancia de las empresas chinas en el sector es indiscutible, con presencia en toda la línea de producción de baterías, desde el control de las cadenas de suministros hasta el refinado, el procesamiento, la manufactura y el reciclaje.

A finales de noviembre, Simon Clarke, CEO de American Lithium, reconocía la preeminencia de Pekín en el sector, en gran medida debido a que el país lleva más de una década dedicándose a apostar fuerte por las tecnologías renovables. “Con los chinos, la verdad, hay que quitarse el sombrero. Han jugado un gran juego”, indicó en entrevista con la CNBC. “Durante décadas, han logrado hacerse con algunos de los mejores activos de litio del mundo, han hecho sus negocios de forma silenciosa y han desarrollado amplios conocimientos sobre la construcción de tecnología de iones de litio”, agregó.

El resultado es que las empresas de China no solo acaparan cerca del 60% de la capacidad mundial para procesar productos de litio, sino que también han invertido en proyectos de extracción y firmado contratos a largo plazo para garantizarse el suministro de los principales países productores. Esto a la par que desarrollaban gigantescas economías de escala para procesar la materia prima y producir baterías. El gigante asiático ha sido uno de los principales responsables de que el precio de estos acumuladores eléctricos se haya reducido en un 97% en las últimas tres décadas. A día de hoy, su coste en China ronda los 127 dólares por kWh, mientras que en Estados Unidos y en Europa es un 24% y 33% más alto, respectivamente.

Desde una perspectiva puramente económica, la gran apuesta de Pekín por el litio ha supuesto un soplo de aire fresco para la transición energética en ciernes, dado que abarata los costes globales de almacenamiento de electricidad y de producción de vehículos no contaminantes. Pero, a la hora de tener en cuenta la seguridad energética, la dominancia china implica fuertes dolores de cabeza para los gobiernos occidentales.

Los precedentes no son halagüeños. Tras un choque entre China y Japón cerca de las islas Senkaku/Diaoyutai —diferentes nombres dependiendo de qué país las reclama—, Pekín suspendió todas las ventas de tierras raras a Tokio en 2010. En el mismo año, el Gobierno chino impuso restricciones a la exportación de estos materiales, lo que elevó los precios hasta en un 700%. La UE, Estados Unidos y el Ejecutivo nipón apelaron a la OMC y lograron que las restricciones fueran eliminadas en 2015, pero la advertencia fue clara: de forma similar al Kremlin, el Partido Comunista Chino no tendrá reparos a la hora de utilizar sus recursos como palanca geopolítica.

Foto: Batería de litio de un vehículo. (Reuters/Wolfgang Rattay)

Por ello, el imperativo estratégico para la Unión Europea con respecto al litio es construir cadenas de suministro lo suficientemente rápido como para cumplir con sus objetivos de descarbonización al tiempo que mitiga la dependencia de las baterías fabricadas en China. La Comisión Europea es muy consciente de esta urgencia, y por eso en 2020 incluyó el litio en la lista de materias primas críticas con riesgo de escasez. Sin embargo, los proyectos iniciados hasta la fecha son de pequeña escala y múltiples expertos temen que no sean suficientes. “No se ha invertido en crear la infraestructura para hacer baterías de forma eficiente en Europa, ni tampoco en hacerlo llegar de allá donde es más abundante y, por ende, de más fácil extracción”, lamenta María Eugenia Sanín.

Bruselas también cuenta con planes para intentar convertir al continente en un líder en materia de reciclaje de baterías, lo que podría paliar parcialmente sus otras carencias. Pero, en un contexto en el que la demanda de litio, disparada por el giro hacia los vehículos eléctricos, ha hecho que el precio del recurso se multiplique por nueve desde 2020, es probable que los cálculos de la mayoría de los gobiernos europeos se hayan quedado cortos. Eso, junto con un déficit estructural en la oferta destinado a durar años, parece garantizar que la lucha por el recurso se recrudecerá a lo largo de esta década.

Los límites del triángulo

A la hora de analizar la falta de oferta del recurso, todos los ojos se dirigen en una misma dirección: hacia el Triángulo del Litio. Esta región situada en la esquina andina de América del Sur, que se extiende por las fronteras de Argentina, Bolivia y Chile, contiene aproximadamente el 58% de los recursos de litio del planeta, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. De estos tres países, solo Santiago ha conseguido hasta la fecha posicionarse como uno de los principales productores del mundo. Aun así, en 2021 solo logró extraer 26.000 toneladas del metal, menos de la mitad que el líder global, Australia (55.000 toneladas).

Foto: Piscinas para extraer litio en el desierto de Atacama, Chile, uno de los métodos actuales para la extracción del metal. (Reuters/Iván Alvarado)

La región supone el principal ejemplo de por qué el aumento drástico de la producción necesario para satisfacer las necesidades globales de baterías será, a corto plazo, una tarea titánica. A diferencia de Australia, donde el litio es minado directamente de depósitos minerales, en esta región la mayoría de los yacimientos se encuentran bajo una gruesa capa de sal y a lo largo de kilométricas explanadas. Su extracción requiere de una perforación profunda para llegar hasta la salmuera (agua saturada de sal), la cual es bombeada hasta unas enormes piscinas en la superficie donde se deja evaporar. Un proceso cuya duración oscila desde varios meses hasta más de un año y a lo largo del cual el color del producto cambia del turquesa a un amarillo intenso. Finalmente, la solución concentrada es tratada en plantas químicas para producir carbonato de litio.

placeholder Producción de litio en el desierto de Atacama, en el norte de Chile. (Reuters/Iván Alvarado)
Producción de litio en el desierto de Atacama, en el norte de Chile. (Reuters/Iván Alvarado)

Este proceso trae consigo varios problemas. Aumentar rápidamente la producción se vuelve prácticamente imposible, dado el largo tiempo necesario para que el líquido se evapore. También requiere de vastas cantidades de territorio, a menudo de miles de hectáreas, en las que instalar las piscinas, lo que dificulta la concesión de permisos para las compañías. Pero la mayor complicación de todas es una ambiental: según cálculos de Bloomberg, se necesitan unos 70.000 litros de agua para producir una tonelada de litio. Todo un desafío en unas zonas desérticas, frecuentemente sometidas a un gran estrés hídrico.

Estos factores, sumados a las dificultades técnicas, hacen que expandir la producción de litio sea una tarea desproporcionadamente compleja en relación con su abundancia. Bolivia, por ejemplo, es el país que cuenta con la mayor cantidad identificada de este recurso del mundo —21.000 millones de toneladas—. Sin embargo, 14 años después de que el Estado declarara su intención de industrializar sus salinas, la producción a gran escala aún no ha comenzado. El país logró extraer 540 toneladas de carbonato de litio en 2021, según la estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), el equivalente a lo que Chile produce en un día y medio.

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Existen posibles alternativas en el horizonte. Varias empresas han reportado avances en la tecnología de extracción directa de litio (EDL), un término utilizado para describir formas de capturar químicamente compuestos del metal. Esto no solo permitiría una mayor producción, sino también reduciría drásticamente el impacto ambiental propio de los procesos de evaporación masiva de salmuera. A pesar de ello, todavía no existen indicios de viabilidad comercial más allá de experimentos en laboratorios y pequeños proyectos en Argentina. “En este momento, [la EDL] sigue siendo algo muy teórico”, indicó este año Chris Berry, fundador de la asesoría energética House Mountain Partners LLC, en entrevista con el Wall Street Journal.

Nadie sabe con certeza si a medio o largo plazo el planeta logrará producir, procesar y reciclar la cantidad de litio suficiente como para satisfacer la necesidad de baterías que impone la transición energética. Tampoco si métodos alternativos de almacenamiento aliviarán esta demanda. Lo que sí parece claro es que, a corto plazo, el problema de la oferta de litio será muy difícil de resolver. Las minas de este mineral que comenzaron a operar entre 2010 y 2019 tardaron un promedio de 16,5 años en desarrollarse, según documentó hace dos años un informe de la Agencia Internacional de la Energía. "Va a haber una verdadera crisis para obtener el material. No tenemos suficiente en el mundo como para cumplir con los objetivos [de vehículos eléctricos] de aquí a 2035", vaticinó Keith Phillips, CEO de la compañía minera estadounidense Piedmont Lithium, en entrevista con Yahoo Finance. "Eventualmente, tendremos suficiente, pero no para entonces", sentenció.

Históricamente, el acceso a los recursos energéticos ha estado fuertemente ligado al poder geopolítico. La sed global de combustibles fósiles ha otorgado a Rusia una enorme capacidad de presión sobre Europa, transformado a Arabia Saudí en un aliado imprescindible para Estados Unidos o convertido a Qatar en la anfitriona de la Copa Mundial de fútbol este año. Sin embargo, en medio de una transición energética en la que contar con capacidad de almacenar electricidad empieza a ser tan importante como producirla, un mineral está dando un giro a la geopolítica clásica de la energía: el litio.

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