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China, Rusia y los factores que definirán la energía en Europa
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China, Rusia y los factores que definirán la energía en Europa

Las dos variables nuevas, cuya incidencia determinará el devenir del coste de la energía en 2023, son el comportamiento de la economía china tras la relajación de las medidas anticovid y el tope impuesto por el G-7 al precio del petróleo ruso

Foto: Ilustración: EC Diseño.
Ilustración: EC Diseño.

Todo apunta a que el final la guerra de Ucrania, origen de la crisis energética, no es una hipótesis plausible en los próximos 12 meses. Todas sus consecuencias, seguirán por tanto vigentes. Las dos variables nuevas, cuya incidencia determinará de una forma u otra el devenir del coste de la energía en 2023 son el comportamiento de la economía china tras la relajación de las medidas anticovid, y el impacto real que el tope impuesto por el G-7 al precio del petróleo ruso, junto con el embargo europeo, tenga sobre el mercado mundial del petróleo.

La demanda china supuso el 26,1% de la energía consumida en el mundo en 2021. Su dependencia del exterior es creciente: aunque casi autosuficiente en el abastecimiento de carbón, importa el 82% de sus necesidades de petróleo y el 43% del gas que consume. Dado su tamaño, su impacto en el mercado mundial es determinante. Absorbe el 19% del comercio mundial de petróleo y, lo más relevante para los europeos, China es el destino del 21,5% del gas natural licuado que se exporta en el mundo.

Foto: Estación del gasoducto del Báltico en Polonia. (EFE/EPA/Marcin Bielecki) Opinión
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Desde el inicio de la pandemia, las autoridades chinas han mantenido una rígida política de aislamiento para evitar contagios. Esta política, a la que se ha sumado la crisis del mercado inmobiliario, ha supuesto un menor crecimiento económico y, en paralelo, menores importaciones energéticas. Hay quien dice que el mundial de Qatar, con la retransmisión de estadios de fútbol llenos de público procedente de todo el mundo sin mascarilla, colmó la paciencia de los ciudadanos chinos encerrados hoteles de confinamiento o en sus casas. Las protestas en las calles, las mayores desde Tiannamen, hace ya más de 40 años, han supuesto el final de la política de covid cero. La primera reacción fue suponer que sin encierros forzosos el crecimiento de la economía china sería superior. Sin embargo, el cambio brusco de la política sanitaria ha tenido un efecto negativo en términos de contagios y fallecimientos. Una eficacia menor de la vacuna china frente a las de RN-mensajero occidentales, una tasa de vacunación inferior y la falta de inmunidad social propia de la política seguida hasta ahora, son las causas aducidas para justificar este crecimiento de la incidencia de la pandemia. El problema está en saber si las autoridades chinas volverán o no a aplicar restricciones al movimiento de personas. También en Europa tuvimos idas y venidas con las sucesivas olas tras el verano de 2020 y a lo largo de 2021.

La respuesta es relevante para Europa. La reducción de las importaciones chinas de GNL en 2022 ha sido clave para que Europa pueda afrontar con cierta tranquilidad el invierno que ahora empieza. Como expuse en un artículo anterior, entre 2021 y 2022, Rusia redujo sus exportaciones de gas por tubería a Europa en 78 BCM. Los altos precios que esta reducción de oferta produjo indujeron una reducción del consumo del 10,5%, equivalente a unos 50 BCM. Además, Europa ha importado 55 BCM más de GNL.

La reducción de las importaciones chinas de GNL en 2022 ha sido clave para que Europa pueda afrontar con cierta tranquilidad el invierno

Los 55 BCM de mayor importación más los 50 BCM de reducción de consumo suman 105 BCM. Si deducimos los 78 BCM de menor suministro ruso nos quedan 27 BCM, que es la diferencia entre el gas almacenado en Europa en diciembre de 2022 y el gas almacenado en diciembre de 2021. Es precisamente este mayor volumen almacenado lo que permite pensar que Europa puede afrontar este invierno sin restricciones. El gráfico anterior pone de manifiesto que la reducción de importaciones chinas fue clave para que Europa aumentara las suyas, dado que la oferta mundial de GNL creció 22,5 BCM. Para el año 2023 conocemos de entrada dos datos: la oferta mundial de GNL crecerá en unos 20 BCM adicionales y la reducción de suministro ruso a Europa será de 57 BCM adicionales. Cuadrar la ecuación requerirá reducciones adicionales de consumo en Europa y que el resto del mundo y en especial China nos permitan aumentar las importaciones de GNL. Ni una ni otra cosa son fáciles de obtener. Una reducción de consumo adicional a la de este año será más dura de alcanzar. Un crecimiento mayor de la economía china redundará en mayores necesidades energéticas.

Con estos datos en la cabeza es como debe analizar se la discusión europea sobre el tope a los precios del gas. Un precio de intervención demasiado bajo que incentive el consumo interno o desvíe cargos de GNL a otras geografías y un invierno muy frío podrían abocar a Europa a restricciones forzosas de consumo. De ahí la propuesta de la Comisión de fijar un tope de 275 euros por MWh, reducido por la propuesta de la presidencia checa a 225 euros, cifra que sufrirá un recorte adicional tras las discusiones europeas. La cifra final, junto con las demás condiciones propuestas para que dicho tope sea efectivo, suponen que la limitación al precio acabe siendo testimonial y carente de efectos prácticos. Un trampantojo político que no tenga efectos relevantes en el mercado.

Los precios altos del gas se prolongarán hasta que la guerra termine y de alguna manera se reanuden los suministros rusos a Europa o hasta que la oferta mundial de GNL crezca lo suficiente como para que Europa pueda aumentar sus importaciones y cubrir su consumo sin necesitar gas ruso por tubería. Con los datos disponibles en la mano, esta última solución requeriría unos cuatro o cinco años a partir de ahora. La apuesta de Putin es que Europa, ante semejante tesitura, forzará a Ucrania a negociar.

Los esperados altos precios del gas supondrán altos precios de la electricidad

Los consumidores españoles de gas acogidos a la TUR (tarifa de último recurso), precio regulado por el gobierno, están relativamente protegidos. El precio que pagan es inferior al de mercado y el déficit es asumido por el Estado. El problema lo tienen los consumidores no acogidos a la TUR, que pagan el precio de mercado, y que, al parecer, tienen dificultades para migrar sus contratos al precio protegido, y aquellas comercializadoras no autorizadas a suministrar gas en el marco regulado —solo hay cuatro—, cuyos clientes tienden, lógicamente, a la desaparición. Curioso un sistema público de ayudas que contribuye a la solidificación de un oligopolio.

Los esperados altos precios del gas supondrán altos precios de la electricidad. En ambos mercados hay operadores que están obteniendo beneficios extraordinarios. La solución europea ha sido gravar impositivamente estos beneficios para financiar las ayudas a empresas y consumidores vulnerables, pero no afectar el funcionamiento del mercado. De nuevo, se considera que las señales de precio son indispensables para reducir el consumo, sobre todo en un continente en el que el 20% de la electricidad se genera a partir de gas natural.

El pasado día 9 el precio a plazo de la electricidad para el año 2023 era de 210,5 euros por MWh. Salvo alguna ayuda relacionada con la interrumpibilidad del suministro, las empresas españolas están capeando el temporal como buenamente pueden. Otro tanto puede decirse de las empresas consumidoras de gas en sus procesos industriales. En una economía abierta como la española y en una crisis energética como la actual, focalizada específicamente en Europa, la falta de ayudas puede dañar de forma profunda nuestro tejido industrial. En España, a nuestra manera, con una pléyade de intervenciones menores, en ocasiones parcialmente rectificadas o corregidas, gravando ingresos en lugar de beneficios de las empresas energéticas, hemos acometido la primera parte de la política europea. La segunda brilla por su ausencia.

Rusia se verá obligada a reducir su producción en aproximadamente 1,5 millones de barriles diarios

El consumidor de a pie, especialmente el más vulnerable, seguirá con su tarifa vinculada al mercado mayorista, caso único en Europa, y sufrirá por tanto la volatilidad y vaivenes propios de un mercado no diseñado para semejante menester. La excepción ibérica seguirá suponiendo un alivio más que reducido, con los contradictorios efectos colaterales de forzar a nuestros consumidores a subvencionar el coste de la electricidad a nuestros vecinos e incrementar el consumo de gas.

El mercado mundial de petróleo inaugurará el año con dos novedades: la Unión Europea acaba de hacer efectivo el embargo a las importaciones de crudo y productos petrolíferos rusos y el G-7, junto con la Unión Europea, han prohibido transportar y asegurar cualquier embarque de crudo ruso cuyo precio supere los 60 dólares por barril. En 2021 Europa absorbió, en números redondos, el 53 % de las exportaciones rusas de crudo y productos petrolíferos. Buscar destino alternativo para 4,3 millones de barriles diarios de crudo y productos petrolíferos no es fácil. Tampoco lo es para Europa proceder a su sustitución, pero dispone de más alternativas, sobre todo si la OPEP en esencia, Arabia Saudí y Emiratos muestran cierta flexibilidad. Las previsiones a la fecha indican que Rusia se verá obligada a reducir su producción en aproximadamente 1,5 millones de barriles diarios. Producir ese volumen adicional no es problema para Estados Unidos, siempre que la OPEP mantenga producción o la incremente ligeramente. Las previsiones de precio para 2023 apuntan a los 90 dólares por barril, unos diez dólares por debajo de la media de 2022.

Más allá de 2023 y pese a las dificultades que la guerra de Ucrania supone, cabe un cierto optimismo respecto a los precios del petróleo

El tope al precio del petróleo ruso a partir de la prohibición de transportar o asegurar cargamentos a precios superiores a 60 dólares tiene, sobre el papel, posibilidades de ser soslayado con cierta facilidad. De hecho, Irán, país sobre el que pesa una sanción similar sin tope de precio, que afecta a la totalidad de sus exportaciones, es capaz de exportar cerca de un millón de barriles diarios. En el caso ruso, navieras o aseguradoras chinas, indias o rusas pueden prestar los servicios correspondientes. Turquía ha insistido en revisar que no circule por los estrechos que permiten la salida del Mar Negro al Mediterráneo ningún barco sin su correspondiente seguro, pero no puede, y probablemente no querría, exigir que la aseguradora tuviera su sede en Londres o Nueva York, salvo que quiera enemistarse con el vendedor —Rusia— o con los compradores más importantes —China e India—. El precio de 60 dólares por barril, que puede chocar por elevado, sea probablemente superior al que estos dos países estaban pagando por el petróleo ruso antes de la entrada en vigor de la decisión de topar su precio. Siendo así, el aprovisionamiento de estos dos gigantes no corre riesgo alguno: siempre habrá barcos y seguros para sus importaciones de crudo ruso. Los delicados equilibrios de la diplomacia internacional tienen estas cosas. Grandes anuncios de grandes medidas con efectos más cosméticos que reales.

Más allá de 2023 y pese a las dificultades que la guerra de Ucrania supone, cabe un cierto optimismo respecto a los precios del petróleo. La progresiva electrificación del parque de vehículos en los países desarrollados, que alcanzará su techo a finales de la década que viene, debe llevar a los países productores a aumentar su producción en la presente década, cuando la demanda aún no ha empezado a decaer. Una mayor producción siempre supone una cierta presión de los precios a la baja, que, aunque la OPEP se ocupe de que sea una presión moderada, siempre es un punto de partida positivo.

Todo apunta a que el final la guerra de Ucrania, origen de la crisis energética, no es una hipótesis plausible en los próximos 12 meses. Todas sus consecuencias, seguirán por tanto vigentes. Las dos variables nuevas, cuya incidencia determinará de una forma u otra el devenir del coste de la energía en 2023 son el comportamiento de la economía china tras la relajación de las medidas anticovid, y el impacto real que el tope impuesto por el G-7 al precio del petróleo ruso, junto con el embargo europeo, tenga sobre el mercado mundial del petróleo.

Energía Horizontes 23
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