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Hay inversores que ganan cuando todo colapsa. Estos esperan forrarse en breve
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Universa Investments

Hay inversores que ganan cuando todo colapsa. Estos esperan forrarse en breve

Mark Spitznagel y Nassim Nicholas Taleb idearon formas de obtener enormes beneficios del caos mundial, y esperan mucho caos en los próximos años

Foto: Bolsa de Nueva York. (Getty/Spencer Platt)
Bolsa de Nueva York. (Getty/Spencer Platt)
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Mientras los inversores se inquietaban por la posibilidad de que la Casa Blanca y los legisladores republicanos no consiguieran elevar el techo de la deuda, a una empresa valorada en 20.000 millones de dólares no le preocupaba lo más mínimo un posible caos bursátil. Esto se debe a que Universa Investments, con sede en Miami, obtiene enormes beneficios en las caídas del mercado. Ganó miles de millones en 2008, cuando el mercado se desplomó durante la crisis financiera mundial, así como en el desplome de 2020 provocado por la pandemia.

El fundador de Universa, el veterano Mark Spitznagel, cree que se avecina otra catástrofe. En una conferencia celebrada a finales de mayo, afirmó que décadas de bajos tipos de interés y otros factores estaban conduciendo a lo que denominó "una megabomba financiera de relojería", repitiendo una advertencia sobre la que ya había escrito en enero. "Deberíamos asumir que se avecina una especie de infierno", afirmó. Esto no significa que piense que las acciones estén a punto de desplomarse; de hecho, cree que a corto plazo el mercado podría experimentar un fuerte repunte.

Universa es pionera de un pequeño pero creciente grupo de fondos de cobertura que apuestan por los cisnes negros: esos acontecimientos catastróficos imprevistos que Nassim Nicholas Taleb, asesor de Universa, hizo famosos en su bestseller de 2007 El cisne negro. Taleb y Spitznagel son socios desde hace décadas, y lanzaron el primer fondo de cisnes negros, llamado Empirica, en 1999.

Foto: Foto: EC Diseño.

Operar en el caos del mercado es el pan de cada día de Taleb y Spitznagel. Taleb hizo una fortuna con el colapso del Lunes Negro de 1987. Ambos ganaron dinero en la década de 1990 durante convulsiones del mercado como la crisis financiera asiática de 1997. Empirica se forró a principios de la década de 2000 apostando contra las acciones cuando se desplomó la burbuja de las puntocom. En el momento de su fundación, Empirica era muy inusual. Su estrategia consistía en hacer grandes y constantes apuestas en los principales desplomes del mercado. En Empirica, los inversores que invertían un pequeño porcentaje de su efectivo en el fondo podían estar protegidos cuando el cisne negro se abatía sobre ellos.

La estrategia funcionaba así: cada día, Empirica compraba las denominadas opciones de venta, que se rentabilizan cuando las acciones caen. No se apostaba por pequeñas caídas, sino por grandes desplomes. Normalmente, las opciones vencían sin valor y Empirica sufría una pequeña pérdida. Pero cuando el mercado se desplomaba, las opciones se volvían tremendamente valiosas, proporcionando enormes ganancias mientras las carteras de otros inversores se esfumaban.

El nacimiento de su estrategia, tanto para Taleb como para Spitznagel, tuvo lugar en la década de 1980. En el caso de Spitznagel, surgió en los agitados parqués de Chicago. Para Taleb, comenzó con una de las mayores explosiones del mercado de los tiempos modernos.

Foto: Foto: Reuters/Dado Ruvic

Si todos estos tipos son tan listos, ¿por qué implosionaron?

Taleb estaba sentado en el borde de su silla frente a una fila de mesas, con los ojos enrojecidos y muy abiertos. Estaba en el parqué del gigantesco banco de inversión First Boston, en Park Avenue Plaza, a tiro de piedra de la catedral de San Patricio, en el centro de Manhattan. A su alrededor se había desatado el caos. Los dígitos se movían rápidamente en la pantalla de su ordenador como nunca antes los había visto. Era el 19 de octubre de 1987. Lunes negro.

La bolsa se desplomaba

No tenía ni idea de por qué. Nadie lo sabía. Los mercados se volvían locos en todo el mundo sin razón aparente. El operador de 27 años seguía concentrado en sus posiciones. No eran acciones. Eran depósitos denominados en dólares fuera de EEUU, conocidos como eurodólares. O más bien opciones sobre eurodólares. Durante meses había estado acumulando una enorme posición en opciones de eurodólares a precio de ganga que, en teoría, se beneficiarían de una gran oscilación de la volatilidad. Las acciones llevaban años subiendo como la espuma. A pesar de algunos tambaleos inquietantes en semanas anteriores, el mercado alcista parecía imparable. Pocos esperaban que eso cambiara pronto, lo que hacía que las apuestas de Taleb fueran baratísimas. Nadie más las quería.

Foto: Escultura de un toro colocada frente a la fachada de la Bolsa de Nueva York. (Reuters)

A mitad del día, un operador, pálido y claramente afectado, se le acercó. "¿No saben que los eventos six sigma solo ocurren una vez en la vida?". (Un acontecimiento seis sigma es aproximadamente dos entre mil millones en una distribución normal; en realidad son mucho más comunes en el mundo financiero, que no obedece las leyes de una distribución normal).

"El mercado no lo sabe", respondió Taleb. Algunas personas se quedaron estupefactas en medio de la sala de negociación, llorando en silencio. Jimmy Powers, el jefe de Taleb, no paraba de rogar a los precios de su pantalla que dejaran de moverse.

Al final de la sesión, Taleb salió de la oficina y comenzó a caminar, aturdido, hacia su apartamento del Upper East Side. Por el camino, se encontró con un colega y empezó a charlar sobre los locos acontecimientos del día. Una mujer se les acercó con cara de terror. "¿Sabéis los dos lo que está pasando?", preguntó. Sus ojos mostraban una mirada de puro pánico. De vuelta en su apartamento, empezó a llamar a sus colegas para ver cómo estaban. Un primo llamó y dijo que la policía estaba fuera de su edificio, en la calle 72 con la Primera Avenida. Alguien había saltado al vacío desde un piso superior. "Me tocó de cerca", dijo Taleb más tarde.

Foto: EC.

Mientras que otros operadores habían sufrido mucho ese día, a la cartera de Taleb le había ido relativamente bien. Pero no había hecho carrera. Eso cambió al día siguiente, cuando Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, inyectó enormes cantidades de efectivo en el sistema financiero. Las posiciones de Taleb en eurodólares se dispararon. Los contratos que había comprado por unos céntimos se vendían a 3, 4, 5 dólares, según Taleb. En la mesa, sintió que perdía la cabeza al ver cómo se disparaban sus posiciones. Sabía que lo que estaba ocurriendo no debería estar pasando. "¡Vende a 3,50 dólares!", gritó por teléfono a su corredor en el foso. Un minuto después, el corredor volvió a llamar. "¡Vendido por 4,50 dólares!" "¡Vendido a 5 dólares!" "¡Vendido por 5,50 dólares!"

Estadísticamente, el movimiento era prácticamente incuantificable, algo que no debería haber ocurrido en la historia del universo, o de 10 universos, en un mundo normal. Como Taleb estaba aprendiendo, en las finanzas las cosas a menudo distaban mucho de ser normales, y quienes suponían que lo eran se equivocaban una y otra vez.

Fue una lección que Taleb nunca olvidaría. Se sintió reivindicado. Su estrategia de apostar por acontecimientos raros, ridiculizada por otros operadores que acumulaban ganancias día tras día, había funcionado como un milagro. En aquel momento, lo importante no era tanto el resultado como la revelación de que los métodos y modelos que utilizaban esos operadores eran profundamente erróneos. Se trataba sobre todo de instinto y de la arraigada naturaleza contraria de Taleb. Pero su experiencia sembró la idea. Si todos estos tipos son tan listos, ¿por qué implosionaron? ¿Y por qué yo no?

Foto: Draymond Green en un partido con Stephen Curry. (Usa Today Sports)

Otro día, otros 1.000 millones de dólares en beneficios

A lo largo de la década siguiente, Taleb perfeccionó su estrategia de negociación en caso de desplome del mercado, obteniendo ganancias inesperadas durante otros acontecimientos cataclísmicos, como la quiebra en 1998 del enorme fondo de cobertura Long-Term Capital Management. Spitznagel, que había empezado a operar a finales de los ochenta en la Bolsa de Chicago, descubrió estrategias similares.

Ambos se conocieron en 1999 en la Universidad de Nueva York, donde Taleb impartía clases y Spitznagel era un estudiante recién matriculado en el elitista máster de finanzas matemáticas. Tras darse cuenta de que compartían un enfoque similar del trading, se asociaron para lanzar Empirica ese mismo año. Taleb cerró Empirica en 2004. Tres años más tarde, cuando empezó a estallar la crisis financiera mundial, Spitznagel lanzó Universa.

Universa salió adelante en 2008, cuando los mercados de todo el mundo implosionaron, lo que reportó al fondo unos beneficios de 1.000 millones de dólares. En los años siguientes, Universa seguiría obteniendo beneficios cuando el mercado implosionaba, incluida una ganancia de 1.000 millones de dólares en un solo día en mayo de 2010, cuando el índice Dow Jones cayó más de 1.000 puntos en cuestión de minutos, el llamado flash crash. Pero nada se puede comparar con 2008, hasta que llegó la pandemia de covid-19 a principios de 2020.

Foto: Foto: Reuters/Stephane Mahe.

Cisnes grises, reyes dragones

Caídas del mercado. Pandemias. Atentados terroristas. Disturbios. Megaincendios. Supertormentas. Los sucesos extremos, destructivos y a menudo mortales parecen producirse en todo el planeta con mayor frecuencia y mayor daño. Ocurren de repente y golpean con fuerza. El acontecimiento más pequeño puede causarlos, el proverbial batir de las alas de una mariposa creando tornados a continentes de distancia.

Un resultado escalofriantemente perverso de su creciente frecuencia es que estos sucesos son cada vez más predecibles en ciertos aspectos. No son cisnes negros que surgen de la nada. Son lo que Taleb llama cisnes grises, acontecimientos devastadores que son demasiado previsibles. Para EEUU, esto incluye los huracanes que destrozan la costa con una regularidad entumecedora, los incendios forestales de la costa oeste que aparecen en los telediarios en verano como un efecto estacional fiable, parecido en su naturaleza cíclica al follaje otoñal o a las tormentas de nieve invernales.

El físico francés Didier Sornette se convirtió en un duro crítico del concepto de cisne negro de Taleb, ya que creía que proporcionaba a la gente una excusa para sus errores: que las grandes catástrofes eran totalmente impredecibles. Sornette tiene su propio término para estas catástrofes predecibles: reyes dragón. En 2006, Sornette se instaló en la elitista Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Cuando estalló la crisis financiera mundial, puso en marcha el Observatorio de Crisis Financieras en la ETH, donde escaneó cientos de activos financieros de todo el mundo en busca de señales del dragón. Utilizando un complejo modelo derivado de los métodos para detectar señales de una explosión inminente en los cohetes, empezó a poner a punto un método que, según él, podía predecir las quiebras.

Foto: Inversores en la Bolsa de Nueva York. (Getty/Spencer Plat)
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Taleb ha sostenido que nuestro mundo cada vez más inestable es el resultado paradójico de los esfuerzos de la humanidad por controlarlo con la tecnología, los modelos cuantitativos y la omnipresente optimización "justo a tiempo", lo que da lugar a una sociedad cada vez más compleja, construida por el hombre, frágil y susceptible a las conmociones. Los sucesos extremos "aumentan necesariamente como resultado de la complejidad, la interdependencia entre partes, la globalización y esa cosa bestial llamada eficiencia que hace que la gente vuele ahora demasiado cerca del sol", escribió en su libro de 2012 Antifragile.

A medida que la globalización se expande, la conectividad se acelera. La complejidad engendra complejidad, y la velocidad engendra velocidad. Las redes sociales propagan noticias —y teorías conspirativas— como un virus. La rapidez de los viajes aéreos puede hacer que infecciones que podrían haberse extinguido en un pequeño pueblo se expandan más allá de las fronteras.

Los mercados financieros, y las economías que dependen de ellos, se han vuelto cada vez más complejos, inestables y propensos a las quiebras. A principios de la década de 2000, economistas como Ben Bernanke, que más tarde se convertiría en presidente de la Reserva Federal, afirmaban que la economía mundial había entrado en lo que denominaron la Gran Moderación. La mano firme de los técnicos económicos, la difusión de los derivados y otros productos de los ingenieros financieros de Wall Street, conocidos como quants, y la baja inflación significaban que el mundo iba a disfrutar de una prosperidad incalculable, el regalo de un crecimiento perpetuo no demasiado caliente ni demasiado frío, gestionado centralmente. Entonces llegó 2008, cuando el colapso del mercado hipotecario estadounidense de alto riesgo desencadenó un ataque de pánico económico mundial. La pérdida de cientos de miles de millones de dólares en hipotecas se extendió como un contagio por los mercados de derivados, provocando pérdidas de billones.

Foto: Foto: EFE/Michael Buholzer.
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Este mercado polvoriento era ideal para Universa. En Empirica, Spitznagel y Taleb habían creado una estrategia de negociación que nunca podría explotar. Universa la perfeccionó. La estrategia prosperaba en los estallidos: era, como dijo Taleb más tarde, antifrágil. El estrés del caos la hacía más fuerte.

Somos piratas, no la marina

Spitznagel, que trabajaba desde su casa de Northport Point (Michigan) en marzo de 2020, llevaba preparándose para esos momentos desde que era un joven de 16 años que contemplaba atónito el caos de un mercado de Chicago en los años ochenta. Hijo de un pastor cristiano, había renunciado a una prometedora carrera como músico —con una plaza para estudiar trompa en la Juilliard School— para dedicarse al comercio de materias primas. Ascendió desde los escalafones más bajos de la Bolsa de Chicago hasta altos cargos en bancos de Nueva York, y finalmente ayudó a lanzar Empirica. Spitznagel había nacido para ser comerciante. Cuando se desató el caos en los mercados mundiales al extenderse el covid-19 por todo el planeta, él se mantuvo perfectamente tranquilo.

Lo que parecía avecinarse en marzo de 2020 para los mercados y la economía mundial era el cisne negro definitivo, peor que cualquier cosa que el mundo hubiera visto desde la Gran Depresión de los años treinta. Las economías nacionales se paralizaron mientras los trabajadores y las familias se acurrucaban en sus casas. Millones de estadounidenses se encontraron de repente sin trabajo. A mediados de marzo, el valor de todo, desde las acciones hasta los bonos y las materias primas, estaba en caída libre.

Foto: (iStock)

Mientras Spitznagel seguía la evolución del mercado en Michigan —y los cierres patronales y escolares se extendían por todo el país—, los operadores de Universa que trabajaban desde la sede de la empresa en Miami pasaron la noche del 16 de marzo gestionando las posiciones de la empresa. Alrededor de las cinco de la mañana del lunes, algunos operadores veteranos llegaron a la oficina de la empresa. De fondo sonaban los acordes tranquilizadores de una cantata de Bach. Otros trabajaron desde casa debido a los protocolos de pandemia de la empresa. El equipo de Universa, formado por 16 programadores y operadores —doctores, informáticos y matemáticos— estaba agotado. Pero tenían poco tiempo para descansar. Después de trabajar durante la caótica apertura del día, Spitznagel se subió a un avión privado y partió desde una pista de hierba. Por la tarde, ocupó su lugar habitual en un escritorio situado junto a un ventanal con vistas panorámicas de Miami y las aguas verde esmeralda de la bahía de Biscayne. "Recuerden que somos piratas. No la marina", exclamaba de vez en cuando a su equipo de élite de operadores de derivados, adaptando una famosa frase de Steve Jobs.

A la semana siguiente, mientras la volatilidad aplastaba el mercado, el pequeño grupo de operadores de Universa dormía poco, muchos solo unas horas seguidas en los sofás de la oficina o en sus despachos en casa antes de levantarse, engullir café y acumular tranquilamente una fortuna. Spitznagel y su equipo vieron cómo sus inversiones se disparaban como un cohete. A finales de marzo, el Fondo del Protocolo de Protección del Cisne Negro de Universa había registrado una asombrosa ganancia de más del 4.000% en tres meses.

Ahora, en 2023, mientras el Congreso resuelve el estancamiento del techo de la deuda, los inversores han esquivado lo que algunos advirtieron que sería el Armagedón financiero. Eso no significa que Spitznagel renuncie a sus expectativas de que el sistema siga siendo un polvorín a punto de estallar, solo que no sabe cuándo estallará la bomba.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.

Mientras los inversores se inquietaban por la posibilidad de que la Casa Blanca y los legisladores republicanos no consiguieran elevar el techo de la deuda, a una empresa valorada en 20.000 millones de dólares no le preocupaba lo más mínimo un posible caos bursátil. Esto se debe a que Universa Investments, con sede en Miami, obtiene enormes beneficios en las caídas del mercado. Ganó miles de millones en 2008, cuando el mercado se desplomó durante la crisis financiera mundial, así como en el desplome de 2020 provocado por la pandemia.

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