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Incendios, huracanes y apocalipsis polares: ¿sigue EEUU sin estar preparado para sus desastres?
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Nueva normalidad climática

Incendios, huracanes y apocalipsis polares: ¿sigue EEUU sin estar preparado para sus desastres?

La tormenta invernal Elliott ha devastado gran parte del país. A medida que pasa lo peor, ya se contabilizan 28 defunciones y centenares de vuelos cancelados a causa del temporal

Foto: Daños de una tormenta de invierno en Buffalo, NY. (Reuters/Lindsay DeDario)
Daños de una tormenta de invierno en Buffalo, NY. (Reuters/Lindsay DeDario)

Las temperaturas bajaron a 15 grados bajo cero y el viento barrió como un cuchillo las calles vacías, pero la ciudad de Nueva York se libró del grueso de la "tormenta de nieve del siglo", en palabras de la gobernadora, Kathy Hochul. Al oeste del estado, en Búfalo, no tuvieron tanta suerte. La nieve implacable elevó un muro de varios metros en torno a las casas y centenares de vehículos, incluidas máquinas quitanieves, quedaron enterrados. El número de fallecidos había subido a 31 al escribir estas líneas (más de 60 en total, sumando las del resto del estado de Nueva York). Las autoridades, que prohibieron conducir y pidieron a los habitantes que se quedaran en sus casas, dicen que el fatal conteo de cuerpos seguirá subiendo en las próximas horas, a medida que se desentierra esta ciudad en la frontera con Canadá.

Mientras tanto, hasta una cuarta parte de todos los vuelos programados en Estados Unidos eran cancelados entre el jueves y el fin de semana, dejando en tierra a decenas de miles de pasajeros por todo el país. Las temperaturas llegaron a descender 22 grados centígrados, casi de golpe, en media hora, en una zona de Wyoming, y se llegó a registrar una sensación térmica récord de 53 grados bajo cero en el oeste del país. Un paisaje glacial que, pese a las rimbombantes etiquetas mediáticas, ya no es tan ajeno a la realidad cotidiana de los Estados Unidos.

Foto: Una imagen de Tonawanda, en Buffalo, Nueva York, el día de Navidad. (Reuters/Bryan Rayners)

"Las tormentas históricas ya no son tan históricas para nosotros", declaró la gobernadora Hochul. "Esto se ha convertido en una manera de vivir en nuestro estado y es el resultado del cambio climático. Todos nosotros, al nivel del Gobierno estatal y del condado, sabemos que tenemos que prepararnos para la siguiente".

La reflexión de Hochul se da desde hace tiempo entre los observadores climáticos. Como argumenta el reportero científico de Forbes Eric Mack, las etiquetas "histórico" o "más grande en una generación" se están quedando obsoletas en el mundo de la meteorología. No porque estos fenómenos atmosféricos no sean implacables, sino porque suceden cada vez más a menudo. Las olas de calor capaces de derretir señales de tráfico en lugares tradicionalmente frescos, como Oregón, o las largas y destructivas temporadas de incendios, o las temperaturas capaces de tumbar la infraestructura de Texas o de envolver pueblos enteros en un carámbano ya no se consideran fenómenos raros. Son la nueva normalidad.

La tormenta invernal Elliott, que ha pasado como un buldócer por la mayoría de los estados de Estados Unidos, poniendo bajo algún tipo de alerta meteorológica a más de dos tercios de la población, encaja en un patrón conocido: el de las masas de aire frío que se liberan del Ártico y que bajan a golpear el continente, lo cual, según los científicos, es una consecuencia del calentamiento global. La tormenta Elliott habría partido desde la zona de Siberia y llegado hasta EEUU.

Sobre el Polo Norte hay un área de baja presión y aire frío que se conoce como "vórtice polar". Esta masa gélida suele estar rodeada por una corriente de aire estable que la contiene y evita que se desparrame por el resto del planeta. Sin embargo, el calentamiento global hace que esa corriente protectora se caliente, se debilite y se rompa, dejando que la masa de aire glacial salga a corretear por otras latitudes. Este fenómeno es predecible e incluso tiene cierta regularidad. El vórtice polar se libera cada dos inviernos, como comprobamos en 2019, en 2021 y ahora.

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El hecho de que Estados Unidos, la primera potencia del mundo, se quede casi de rodillas, con miles de vuelos cancelados en sus aeropuertos, apagones en varios condados y ciudades medianas sepultadas en nieve; o, en verano, padezca fuegos capaces de calcinar una superficie de bosque del tamaño de Navarra y el País Vasco habla más de los trastornos climáticos que de las capacidades de un país para encajarlos. El próspero país vecino, Canadá, está acostumbrado a las temperaturas extremas. Aun así, una "cúpula de calor" provocó cerca de 600 muertes en el verano de 2021 solo en la Columbia Británica. Pocos meses después, las inundaciones provocadas por un "río atmosférico" arrastraban los coches como si fueran hojarasca, devastando las mismas regiones que habían sufrido el calor abrasador.

El más crudo ejemplo de lo inadaptadas que están las infraestructuras a fenómenos como estos lo presentó Texas en febrero de 2021. La segunda economía de Estados Unidos, con un PIB comparable al de Rusia y una confianza estratosférica en su sector energético, tembló como un frágil animalito en las garras del vórtice polar, bautizado como "apocalipsis de nieve". Parte de las tuberías reventaron y unos 10 millones de texanos se quedaron sin agua potable. Las viviendas quedaron inhabitadas, con sus inquilinos valiéndose de la calefacción de sus coches para resistir un frío de hasta 20 grados bajo cero.

Así que poco a poco, esta nueva, radical, normalidad, se van haciendo un hueco en las rutinas anuales. El especializado Canal del Tiempo bautiza las tormentas invernales desde hace 11 temporadas. Son cada vez más comunes e intensas. Si afectan a más de dos millones de personas en un área superior a 400.000 kilómetros cuadrados, entran en la clasificación. La temporada pasada lo hicieron 20 tormentas invernales y en esta, que empezó en octubre y llega hasta mayo, ya lo han hecho cinco.

Foto: La economía circular permite crecer de forma más sostenible (Fuente: iStock)

Algo similar a lo que sucede, en otras temporadas, con los huracanes. Desde que estos se empezaron a registrar en 1851, el año 2020 fue el primero en el que se dieron 13 tormentas tropicales antes del mes de septiembre. Para el 30 de noviembre ya había habido seis huracanes, tres de ellos de gran tamaño. La actividad era tal que los meteorólogos, que tienen sus listas de nombres que van adjudicando a medida que surgen los fenómenos, se iban quedando sin motes.

Las implicaciones de estos desafíos climáticos o atmosféricos se notan cada vez más en las políticas públicas. Uno de los pilares de la agenda de Joe Biden era la inversión en modernizar las infraestructuras, en adaptarlas a las temperaturas y fenómenos extremos: desde las carreteras y los puentes a los muelles y las redes eléctricas. Una manera de adaptarse a la aparentemente nueva realidad.

Las temperaturas bajaron a 15 grados bajo cero y el viento barrió como un cuchillo las calles vacías, pero la ciudad de Nueva York se libró del grueso de la "tormenta de nieve del siglo", en palabras de la gobernadora, Kathy Hochul. Al oeste del estado, en Búfalo, no tuvieron tanta suerte. La nieve implacable elevó un muro de varios metros en torno a las casas y centenares de vehículos, incluidas máquinas quitanieves, quedaron enterrados. El número de fallecidos había subido a 31 al escribir estas líneas (más de 60 en total, sumando las del resto del estado de Nueva York). Las autoridades, que prohibieron conducir y pidieron a los habitantes que se quedaran en sus casas, dicen que el fatal conteo de cuerpos seguirá subiendo en las próximas horas, a medida que se desentierra esta ciudad en la frontera con Canadá.

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