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Guerra para hoy, hambre para mañana: así ha hipotecado Rusia su futuro económico en Ucrania
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El futuro de Moscú, perdido en la guerra

Guerra para hoy, hambre para mañana: así ha hipotecado Rusia su futuro económico en Ucrania

El presupuesto de defensa para 2023, anunciado recientemente, alcanzará los 84.000 millones de dólares, más de un 40% de lo planificado inicialmente

Foto: Máquinas retiran escombros tras un bombardeo ruso en Borobyanka. (EFE/Oleg Petrasyuk)
Máquinas retiran escombros tras un bombardeo ruso en Borobyanka. (EFE/Oleg Petrasyuk)
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A finales de octubre, la directora del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiullina, una reputada tecnócrata a la que se atribuye el haber tomado las medidas que apuntalaron la economía rusa tras la imposición de sanciones masivas tras la invasión de Ucrania, se dirigió al Parlamento. Obligada por el actual clima político a aportar una visión lo más positiva posible, Nabiullina señaló: "La caída del PIB será menos significativa de lo anticipado". Y añadió: “Las dificultades están relacionadas con que la economía se está ajustando al tipo de restricciones que habían sido introducidas previamente. Esta adaptación está siendo mejor que nuestras expectativas. Pero eso no significa que vaya a ser fácil desde ahora porque, por supuesto, la presión externa continúa. Podría aumentar, somos muy conscientes de ello”. El propio Vladímir Putin lleva meses calificando esta presión internacional de "Blitzkrieg económica".

Las buenas noticias relativas eran que la previsión, tanto del Ministerio de Finanzas ruso como del Fondo Monetario Internacional, era que el PIB ruso solo se contraería un 3,5% en lugar de entre el 8 y el 10% esperado inicialmente. Aun así, antes de la invasión el pronóstico era que la economía rusa creciese un 3%, por lo que la operación militar especial le ha costado al país en torno a un 7% del PIB tan solo este año. Y las perspectivas futuras son aún peores.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE/J. Lizón)

En todo caso, las expectativas en algunos sectores de un colapso rápido de la economía rusa no se han cumplido, y ni siquiera se acercan a la caída de dos dígitos que se produjo en Venezuela tras la imposición de sanciones en 2019. Eso ha permitido cierto triunfalismo en el Kremlin. "Las sanciones no han destruido la resiliencia del sistema financiero ruso, ni han tenido un impacto en la estabilidad macroeconómica", señaló el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, hace tres semanas. Algunas voces llegan al punto de asegurar que las sanciones "no tuvieron efecto" y "Rusia se ha fortalecido", y que el rublo es ahora "una de las divisas más fuertes del planeta", como se aseguraba en la publicación estatal Sputnik a principios de este mes.

Pero lo cierto es que sí hay consecuencias, y estas no son baladíes. El mismo banco central señala que el PIB ruso se contraerá otro 7,1% en el cuarto trimestre de 2022, tras dos caídas del 4,1 y el 4% en los trimestres previos, en comparación con los mismos periodos del año anterior. En noviembre, la economía rusa entró oficialmente en recesión.

Foto: Foto: EFE/Juan Herrero. Opinión
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"Todos los indicadores muestran que hay una caída muy fuerte en la actividad económica. La espiral está escalando, y no hay forma de salir de ello", declaró el exviceministro de Energía ruso Vladímir Milov, hoy miembro de la oposición en el exilio, en un reciente artículo en el diario The Washington Post. "El PIB ha dejado de significar nada porque, en primer lugar, no sabemos cuál es la tasa real del rublo, y segundo, si produces un tanque y lo envías al frente donde es inmediatamente destruido, aún se considera valor añadido", indicó Milov acerca de las distorsiones en las mediciones económicas en Rusia.

Presupuesto de guerra

La guerra, ciertamente, está destinada a lastrar las arcas de la economía rusa. El presupuesto de defensa para 2023, anunciado recientemente, alcanzará los 84.000 millones de dólares, más de un 40% de lo planificado inicialmente. Si se le añade el gasto en seguridad, que incluye funciones como el patrullaje y pacificación de los territorios ucranianos anexionados, el total se acerca a los 160.000 millones.

"Segunda lectura del presupuesto federal ruso: un déficit de 2.900 billones de rublos, los gastos militares suben un 43%, la seguridad interna sube un 50%. Las inversiones y el desarrollo económico caen un 20%, ciertos programas de desarrollo incluso más", explicó el pasado 23 de noviembre el analista político especializado en Rusia András Tóth-Czifra en su cuenta de Twitter. "No solo se da una enorme prioridad a la guerra, sino también a las capacidades coercitivas internas, reflejando, parece, una profunda ansiedad. O el razonamiento es que el Estado usará aún más coerción para obligar al sector privado a invertir, o han tirado la toalla, y esto es una cuasi economía de guerra", señaló.

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Lo cierto es que hay inquietud en el Gobierno, como señala la creación de un nuevo consejo económico para coordinar la producción de bienes básicos y el envío de suministros al Ejército ruso, encabezado por el propio Mishustin. Hasta ahora, mediante una combinación de subsidios y presión sobre el tejido empresarial —por ejemplo, forzando a las empresas a producir y suministrar bienes a precios reducidos—, el Kremlin ha logrado evitar que el deterioro económico afecte masivamente a la población rusa. Pero a medida que se reducen las arcas estatales, este equilibrio es cada vez más difícil de sostener. "El eslogan ahora es 'Impedir que las cosas empeoren', y eso es un giro importante. Incluso el Gobierno ha dejado de apostar por el desarrollo nacional", indica Vladislav Inozemtsev, director del Centro de Estudios Postindustriales, un grupo de investigación ruso con sede en Washington, en un artículo de The New York Times de principios de este mes.

Según Inozemtsev, Rusia va a intentar adoptar un modelo económico autárquico similar al de Irán, donde se prima el proporcionar a los ciudadanos los productos básicos en lugar de promover el crecimiento. Sin embargo, apunta, hay pocos ejemplos contemporáneos en que se haya logrado con éxito reemplazar la tecnología occidental importada por alternativas producidas de forma local.

Foto: Ataque en un centro de almacenamiento de grano. (Reuters/Dmytro Smolienko)

Pero, además, la situación actual supone hipotecar el futuro económico del país. Las consecuencias abarcan desde el golpe a la moral empresarial, cuyas expectativas de mejoría en un futuro cercano se han evaporado en los últimos meses, hasta la salida del país de más de 1.000 grandes empresas extranjeras, con su experiencia y know how y su contribución añadida al PIB. Se alejan también los capitales inversores, ahora más reacios a arriesgar sus fondos en Rusia ante un futuro incierto. Y muchos sectores se han visto afectados no solo por la leva de cientos de miles de trabajadores en la movilización para Ucrania, sino también por la fuga de cerebros y la huida masiva de profesionales ante la perspectiva de ser reclutados a la fuerza.

A vueltas con las sanciones

Existe un debate legítimo sobre la eficacia de las sanciones que, desde el inicio de la invasión, alrededor de 40 países impusieron de forma coordinada como castigo a Rusia. Dado que estas sanciones están teniendo un impacto indudable en las economías occidentales, y que no parece que vayan a modificar el comportamiento del Kremlin, muchas voces, no necesariamente prorrusas, se están planteando su conveniencia. Sin embargo, la afirmación de que “no están afectando a Rusia” —convenientemente amplificada por una propaganda rusa muy interesada en que se levanten— es falsa. Sectores enteros, como la automoción o la aviación, han sufrido caídas de casi el 90%, igual que la importación de microchips.

“Las sanciones sobre Rusia son más una especie de maratón que un ‘sprint’, y su efectividad irá aumentando con el tiempo”, argumenta Agathe Demarais, jefa de investigación de la unidad de inteligencia económica de The Economist, en un artículo en Foreign Policy. Según Demarais, la confusión sobre la efectividad de estas medidas se debe a la falta de claridad con la que los países que las han impuesto acerca de sus objetivos, que ella cifra en tres: “Primero, los países occidentales están intentando enviar una señal fuerte de resolución y unidad frente al Kremlin. Segundo, los estados sancionadores buscan decradas las capacidades de Rusia de hacer la guerra. Tercero, las democracias occidentales apuestan por que las sanciones asfixiarán lentamente la economía rusa, y en particular el sector energético del país. Y si se juzga en base a estos criterios, las sanciones claramente están funcionando”, afirma.

Según la Agencia Internacional de la Energía, el declive en la producción energética de Rusia será permanente a consecuencia de la pérdida de confianza hacia este país en Europa. “Las exportaciones de combustibles fósiles rusos nunca volverán —en ninguno de nuestros escenarios— a los niveles vistos en 2021”, señala un informe de esta institución publicado a finales de octubre. De acuerdo con este documento, el porcentaje global de las exportaciones rusas de gas y petróleo podrían caer a la mitad en 2030.

Foto: El ayatolá Jamenei, en un evento en recuerdo del anterior ayatolá, Jomeini. (EFE)


Y esto supone un enorme problema para Rusia, que es el principal exportador y el tercer productor global de petróleo. Según datos oficiales, el 37% del PIB ruso proviene de los hidrocarburos, si bien en estos momentos el porcentaje es probablemente todavía mayor. La subida de los precios de la energía le ha proporcionado al país un incremento de un 34,2% en los ingresos durante los 10 primeros meses del año, incluso con la reducción de mercado que han supuesto las sanciones. De ahí que tanto las últimas restricciones de la Unión Europea y el G7 hayan ido dirigidas contra este área económica.

Muchos expertos han cuestionado el impacto real que tendrá el tope a los precios del crudo impuesto a principios de este mes, fijado en 60 dólares y por tanto muy cerca del precio real de mercado, precisamente para facilitar su cumplimiento. Pese a su escasa cuantía, se calcula que podría llegar a suponerle a Rusia una pérdida anual de 20.000 millones de dólares en exportaciones. Pero tanto Ucrania como algunos países de la UE han abogado por un tope mucho más agresivo, de 30 dólares. De momento esta cifra parece descartada, pero los países occidentales han acordado revisar el tope cada dos meses. En cualquier caso, los datos oficiales de octubre muestran una caída del 20% en los ingresos impositivos por ventas de hidrocarburos respecto al año anterior, incluso antes de la imposición de dicho tope y de la entrada en vigor del embargo petrolero de la UE.

Y las perspectivas futuras son todavía más sombrías. “Los precios de la energía han estado bajando, con los precios del petróleo ya por debajo del que tenían al principio de la guerra. Es probable que haya mayores bajadas en 2023, a medida que la economía global se ralentiza”, apunta Demarais. Además, “para Moscú hay otra amenaza existencial: los yacimientos rusos de petróleo y gas se están consumiendo, y las nuevas reservas a explotar están situadas sobre o bajo el Ártico. Desarrollar estos yacimientos requerirá de sofisticada tecnología occidental -que no será proporcionada- y de enormes sumas de dinero”, añade.

Las consecuencias serán aún más devastadoras puesto que los sectores en los que el Kremlin había puesto sus esperanzas para diversificar su economía más allá de la energía, las manufacturas tecnológicas, son precisamente los más afectados por las sanciones. Visto en conjunto, la conclusión es clara: la guerra ha erosionado los cimientos de la economía rusa, y nada de lo que suceda en los frentes de Ucrania puede ya cambiar eso.

A finales de octubre, la directora del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiullina, una reputada tecnócrata a la que se atribuye el haber tomado las medidas que apuntalaron la economía rusa tras la imposición de sanciones masivas tras la invasión de Ucrania, se dirigió al Parlamento. Obligada por el actual clima político a aportar una visión lo más positiva posible, Nabiullina señaló: "La caída del PIB será menos significativa de lo anticipado". Y añadió: “Las dificultades están relacionadas con que la economía se está ajustando al tipo de restricciones que habían sido introducidas previamente. Esta adaptación está siendo mejor que nuestras expectativas. Pero eso no significa que vaya a ser fácil desde ahora porque, por supuesto, la presión externa continúa. Podría aumentar, somos muy conscientes de ello”. El propio Vladímir Putin lleva meses calificando esta presión internacional de "Blitzkrieg económica".

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