El avance de la sostenibilidad puede convertir el cambio climático en una crisis civilizatoria

En 1962 la célebre escritora y divulgadora ambiental Rachel Carson publicó su famoso libro Primavera silenciosa, considerado por muchos como el texto iniciático del ecologismo moderno. Su lectura sigue siendo tan actual y oportuna como entonces y plantea una reflexión a la que muchos apelan hoy en día: la urgente necesidad de cambiar de modelo de crecimiento si queremos seguir creciendo.

“Nos encontramos ahora en una encrucijada —decía la autora norteamericana hace sesenta años— pero ambos caminos no son igualmente bellos de recorrer. El que nos ha traído hasta aquí es de una facilidad que decepciona; una carretera de primerísimo orden por la que hemos progresado a gran velocidad, pero a cuyo fin ahora sabemos que está el desastre. La opción sensata es tomar el sendero, más tranquilo y menos frecuentado, mucho más incómodo, pero que nos permitirá alcanzar como meta la conservación de nuestro planeta”.

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La encrucijada en la que nos encontramos ahora es mucho más comprometida. Por una parte, sabemos que un aumento de la temperatura media del planeta por encima de los 1,5 ^oC nos conduce a los peores escenarios climáticos, y por otra, sabemos también que si no reducimos las emisiones de gases con efecto invernadero de manera drástica las previsiones de aumento de temperatura nos llevan a los 2,8^oC en este siglo. No tenemos elección: debemos tomar obligatoriamente el sendero.

Y ese sendero incómodo, ese camino que nos ha de permitir abandonar la bien iluminada y asfaltada autovía hacia el desastre climático, es la senda de la sostenibilidad. Un camino que, tal y como lo define nuestro propio diccionario, “se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente”.

La senda del compromiso político con las generaciones futuras, del pacto económico y social con el planeta, de la conciencia crítica de especie. Un camino hacia el futuro que nos va a obligar a tomar algunas curvas, es cierto, a saltar con algunos baches y a reducir el paso, pero que, si seguimos la brújula de la ciencia, nos va a permitir seguir avanzando, a otro ritmo, pero de forma mucho más segura.

La larga travesía de la lucha contra el cambio climático nos convoca a todos, y va a convocar a las próximas generaciones, pero más allá de los retos que vamos a tener que afrontar, también nos va a deparar, como en el famoso poema de Cavafis, un camino largo, lleno de experiencias y oportunidades de mejora. Por eso somos muchos los que entendemos la crisis climática también como una crisis civilizatoria y restauradora.

Porque al intentar evaluar el enorme reto que va a suponer a todos los niveles la mitigación y adaptación al cambio climático, descubrimos que, más allá de atender a los elevados costes en pérdidas y daños que va a generar en los países más vulnerables, surgen muchas de esas oportunidades.

Hacer un uso más eficiente del agua y de la energía, mejorar la calidad del aire de nuestras ciudades, sustituir la quema de combustibles fósiles por el aprovechamiento de las energías limpias y renovables o reducir la generación de residuos haciendo un uso circular de los materiales son algunas de las oportunidades que nos brinda esa adaptación obligatoria a la crisis climática. Una crisis que, no lo olvidemos, también lo es de biodiversidad, pues ambas están íntimamente asociadas y deben ser afrontadas a la vez.

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De la misma manera ha sido necesario llegar hasta aquí para, atendiendo a ese gigantesco semáforo en rojo que es el calentamiento global, levantar el pie del acelerador, hacer una pausa y plantearnos seriamente si podemos seguir creciendo a costa del planeta, un planeta que muestra claros síntomas de agotamiento y que estamos recalentando con nuestro modelo de desarrollo, que nos ha llevado "al mayor fracaso de los mercados", como el economista británico Nicholas Stern calificó al cambio climático.

Hasta aquí el modelo lineal de producir, usar y tirar en el que hemos basado nuestro desarrollo económico. La nuestra debe ser la era de la circularidad. Ha llegado el momento de acabar con el concepto basura: un lujo demasiado caro que ya no nos podemos permitir. Es hora de entender los residuos como recursos para seguir avanzando de manera autosuficiente: disociando el crecimiento económico del agotamiento de recursos naturales.

"El cambio climático es el mayor fracaso de los mercados jamás visto" (Nicholas Stern)

Es hora de promover el uso del agua regenerada, es decir, del agua reciclada, en todos los sectores: cerrando el círculo que va de la depuradora a la potabilizadora para dejar de actuar como vampiros acuáticos. Es el momento de aprovechar la energía que nos brinda el planeta de forma libre y gratuita a través del sol, el viento, las mareas o el calor del subsuelo.

La crisis climática nos obliga a integrar el respeto al medio ambiente y la conservación de la naturaleza como aspectos básicos de nuestra civilización. Si lo conseguimos, si logramos entender que la mejor manera de cuidarnos es cuidar del planeta sin superar sus límites y que ello nos obliga a ser sostenibles, saldremos de esta crisis reforzados como especie.