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La Pasión según Johann Sebastian Bach, el evangelista "incorregible" de la música clásica
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La Pasión según Johann Sebastian Bach, el evangelista "incorregible" de la música clásica

A la imagen que hoy nos queda de Bach como 'quinto evangelista', fervoroso creyente y músico docto, ha de añadirse un carácter agrio y cierta tendencia a rebelarse contra la autoridad

Foto: Retrato de Johann Sebastian Bach. (Dominio público)
Retrato de Johann Sebastian Bach. (Dominio público)

Un oratorio no es una ópera, aunque se le parece. En este género musical, normalmente religioso, hay distintos personajes, un libreto y un narrador, aunque ninguno de ellos escenifica sus acciones. El universo del relato no se construye en los decorados o el vestuario, sino en el la música y el texto. Por eso, cuando los asistentes a la misa del Viernes Santo en la iglesia de San Nicolás de Leipzig escucharon por primera vez la 'Pasión según San Juan', de Johann Sebastian Bach, es probable que algunos de ellos -los más conservadores- quedaran desconcertados. Que no comprendieran por qué el canto llano y reverencial que solía interpretarse en días como aquel hubiera sucumbido a la moda de ese 'teatro', con un Evangelista como actor/narrador, y un coro que representaba a la turba enardecida por la crucifixión. "Cuando empezó esta música teatral, todas estas personas se vieron sumidas en la mayor perplejidad, se miraron unas a otras y dijeron: «¿En qué va a quedar todo esto?». Una anciana viuda de la nobleza dijo:«¡Dios nos salve, hijos míos! Es corno si nos encontráramos en una comedia en la Ópera»".

El relato se recoge en 'La música en el castillo del cielo' (Acantilado), de John Elliot Gardiner. Aunque no se refiere al estreno de la obra de Bach, del que no se conocen impresiones directas, el testimonio es de un teólogo luterano de Dresde. Y revela el conservadurismo litúrgico y político que dominaba en un sector de la comunidad luterana del siglo XVIII, para la que Bach escribió cientos de cantatas y sus dos grandes Pasiones, según San Juan y según San Mateo. Si el estreno gustó o no a los asistentes al servicio de Viernes Santo no se sabe con certeza, pero Gardiner recoge en su estudio de las Pasiones los miedos de algunos sacerdotes ante la posibilidad de que los cantos frívolos eclipsaran la meditación en torno a la Semana Santa. "Una música «operística» para la Pasión dentro de la iglesia era algo completamente diferente. Simplemente al optar por componerla como música concertada o figurada, Bach estaba adentrándose en un potencial campo de minas", relata Gardiner.

Foto: ¿Cómo era Johann Sebastian Bach?

En sus Pasiones, Bach reproduce y escenifica musicalmente los relatos evangélicos de Juan y de Mateo. Más tarde, también adaptó los textos de San Marcos, pero la partitura autógrafa no se conserva y gran parte de la obra está perdida. Como explica el crítico Alex Ross, el primer número de la 'Pasión según San Juan' se eliminó tras el estreno, en una segunda versión interpretada en Leipzig años más tarde. De aquellos recortes en la partitura, podría deducirse que los asistentes a la misa luterana no quedaron satisfechos con el bajo palpitante, las disonancias de los vientos y el estrépito del coro cuando exclamó, por primera vez en aquel Viernes Santo de 1724: "Herr, unser Herrscher" ("Señor, soberano nuestro"). La relación de Bach con sus empleadores estaba cerca de resquebrajarse en Leipzig unos pocos años más tarde, donde su trabajo como Cantor le obligaba a impartir clases de música en la escuela y a componer incansablemente para los servicios religiosos más importantes de la ciudad. Según Gardiner, sus superiores llegaron a referirse a él como "el Cantor incorregible" por inmiscuirse en la vida litúrgica de la ciudad y no prestar atención a su labor docente. Las actas de la época plasman que Bach se negaba a dar clases de canto en la prestigiosa escuela de Santo Tomás, venida a menos durante aquellos años.

A la imagen que hoy nos queda de Bach, como 'Quinto Evangelista', fervoroso creyente y músico docto, ha de añadirse un carácter agrio y cierta tendencia a rebelarse contra la autoridad. Tuvieron que pasar cien años tras la muerte del compositor para que alguien rescatara la partitura de su otro gran relato evangélico, que representó unas cuantas veces en vida: la 'Pasión según San Mateo'. Una leyenda apócrifa cuenta que fue el compositor romántico Félix Mendelssohn quien, por casualidad, descubrió el manuscrito. Según el relato, su carnicero envolvía el género con las partituras del oratorio. Mendelssohn quedó fascinado por aquel oratorio compuesto hace un siglo, que nunca había escuchado. Decidió reestrenarlo en Berlín, en 1829. Más allá de la leyenda, en el siglo XIX el repertorio de compositores muertos no era tan habitual en las salas de conciertos como lo es hoy. Y el éxito de aquella velada en la sociedad alemana fue uno de los primeros pasos hacia el carácter monumental, casi fundacional, que el nombre de Bach ostenta en la historia de la música occidental.

Unos años después del reestreno de la 'Pasión según San Mateo' en Alemania, Friedrich Nietzsche escribió a un amigo suyo: "Este fin de semana, he escuchado la 'Pasión' tres veces y, en cada una, he tenido el mismo sentimiento de admiración inconmensurable. Quien haya olvidado por completo el cristianismo lo escuchará aquí como Evangelio". Aunque no es exacto pensar que toda la obra de J. S. Bach había quedado sepultada antes del redescubrimiento de Mendelssohn, la 'Pasión según San Mateo' tuvo en el Romanticismo una resonancia que hoy perdura en cada Semana Santa. No se conocen demasiados detalles sobre la biografía del compositor barroco. Con los siglos, a Bach se le ha revestido de un barniz sacerdotal. En sus dos grandes Pasiones (la de Mateo y la de Juan) y en la escritura frenética de obras para los servicios religiosos de Leipzig, Bach se entiende como un siervo, un transcriptor humilde de las armonías dictadas por Dios. Pero, ¿en qué coordenadas terrenales engendró el Bach-hombre sus relatos bíblicos, que se proclaman universales siglos más tarde? ¿Cómo se enfrentó a sus empleadores y a las autoridades de Leipzig?

A la imagen que hoy nos queda de Bach, como 'Quinto Evangelista', fervoroso creyente y músico docto, ha de añadirse un carácter agrio

En 'La música en el castillo del cielo' (Acantilado), Gardiner reconstruye los detalles de la habitación en la que Bach compuso las Pasiones, cuando trabajó como 'Cantor' al servicio del Ayuntamiento de Leipzig. Para entonces, Johann Sebastian ya estaba casado con su segunda esposa, Anna Magdalena, con la que engendró trece hijos, de los cuales siete murieron en la infancia. El primer matrimonio lo contrajo años antes con su prima segunda, Maria Bárbara Bach. Esta murió repentinamente mientras el compositor se encontraba en un viaje de trabajo con uno de sus empleadores aristócratas. Bach se enteró al volver a casa, cuando la mujer ya estaba enterrada. De ese enlace nacieron siete niños, de los cuales solo dos llegaron a la edad adulta. Con una relación dolorosamente constante con la muerte, Bach aceptó el empleo en Leipzig.

Según la investigación de Gardiner, los Bach vivían en unas habitaciones anejas a la Escuela de Santo Tomás, donde el compositor se ganaba la vida impartiendo clases de música y latín. La sala donde se encontraba su mesa de trabajo, repleta de hojas gruesas de papel pautado, plumas y tinta, daba a una de las aulas de la escuela. "El ruido debía de ser a veces ensordecedor, e imposible abstraerse de él incluso para alguien con su formidable capacidad de concentración", describe Gardiner. "Este fue el crisol en que habrían de forjarse todas las extraordinarias composiciones de sus últimos veintisiete años de vida". Entre ellas, las dos grandes Pasiones, la 'Misa en si menor', y los cientos de cantatas que Bach compuso sin descanso para cubrir el año litúrgico. De los primeros cuatro años que pasó allí, se conservan unas 200.

Ese era el contexto físico en el que Bach transcribió sus ideas musicales sobre la divinidad y el sufrimiento de Cristo. En una habitación destartalada hasta la reforma de la escuela acometida en 1731, viviendo con su familia numerosa en un espacio insuficiente y ruidoso, apretando las notas en el pentagrama hasta los márgenes para no malgastar papel pautado. Según el inventario de la biblioteca que se hizo tras su muerte, la mayoría de los libros que rodearon a Bach en su casa eran volúmenes de teología luterana. Precisamente, uno de los pocos testimonios del pensamiento íntimo del compositor se conservan en las páginas de esta biblioteca, escondidos entre las anotaciones de su Biblia Calov, traducida al alemán y con comentarios de Martín Lutero. De ellas se desprenden, según la biografía de Gardiner, un retrato de la personalidad de Bach en sus dos polos: la profunda convicción de que la composición era una tarea designada por Dios y una cierta tendencia al orgullo y al enfrentamiento. Estos dos ingredientes, junto con las rencillas políticas y los mandatos de un empleo público, condujeron a Bach a la tensión.

Cuando fue contratado como Cantor de Leipzig, Bach se enfrentaba a un volumen ingente de trabajo. Durante sus primeros años, compuso prácticamente una nueva cantata para cada domingo. Una de las reprimendas más habituales que recibía por parte de algunos de sus superiores era la de que escribía una música "demasiado teatral". Teatral, como la Pasión. Algunos de sus contemporáneos criticaron su obra por resultar ampulosa y adornada en exceso. Antes del estreno de la 'Pasión según San Juan', según recoge Gardiner en su biografía, Bach desatendió una de las tradiciones de Leipzig: el hecho de que el servicio de Viernes Santo se turnara, año tras año, entre las dos principales iglesias de la ciudad. Para acometer un estreno adecuado de su obra, Bach necesitaba más músicos y espacio, así que comenzó a imprimir libretos y anuncios con el nombre de la iglesia equivocada. El consistorio llamó a su Cantor al orden, instándole a "tener más cuidado en el futuro" y "prestar más atención". Finalmente, Bach accedió a estrenar su Pasión en la iglesia 'correcta', la de San Nicolás, con la condición de que se dispusieran más bancos para albergar músicos. Tras el servicio, Bach tuvo que eliminar la introducción y una de las corales de la obra original, un hecho que Gardiner y otros biógrafos explican como consecuencia de una "tremenda reprimenda" por parte del clero más conservador de Leipzig.

El "fagotista gilipollas"

Una de las anécdotas que muestran el carácter irreverente de Johann Sebastian Bach, lejos de la imagen santificada que conserva el compositor en el imaginario popular, ocurrió unos años antes de su llegada a Leipzig. En uno de los primeros empleos fijos que ocupó el compositor, escribió el esbozo de una cantata con un solo para fagot especialmente complicado. La interpretación correría a cargo de un grupo de estudiantes no muy aventajados, entre los que se encontraba un fagotista llamado Johann Heinrich Geyersbach.

Según Gardiner, Geyersbach hizo del solo escrito por Bach una "chapuza" en el ensayo. Y el compositor le reprendió públicamente, ante el resto de los alumnos. Bach, que por entonces rondaba la veintena y tenía tres años menos que sus alumnos, usó la expresión 'Zippel Fagottist'. "Aun en las biografías recientes, este epíteto sigue traduciéndose eufemísticamente como 'pardillo', 'tunante' o 'fagotista de pacotilla', mientras que una traducción literal sugiere algo mucho más fuerte: Bach había llamado a Geyersbach «fagotista gilipollas»", explica Gardiner.

"Una traducción literal sugiere algo mucho más fuerte: Bach había llamado a Geyersbach «fagotista gilipollas»"

Días más tarde, Geyersbach quiso vengarse de Bach tras una borrachera. Interceptó al músico en una plaza con varios amigos y le instó a que le pidiera perdón con una porra en la mano. Bach se defendió de su alumno con una espada y el encuentro terminó con una pelea en la que tuvieron que intervenir varios estudiantes. Al día siguiente, Bach acudió al consistorio para presentar una queja contra su alumno. Geyersbach negó rotundamente haber atacado a Bach y, como el compositor no tenía pruebas ni testigos, recibió una reprimenda por su fama de "no llevarse bien con los estudiantes" y excederse en sus tareas de compositor al escribir piezas instrumentales demasiado complejas. Como respuesta a la autoridad, Bach se negó a dirigir a los alumnos nunca más. Y para el "fagotista gilipollas", finalmente, no hubo consecuencias.

Gardiner se sirve de la anécdota para retratar esa otra cara de Johann Sebastian Bach, alejada del sobrenombre de 'Quinto Evangelista' que su música le ha granjeado con los siglos. "Deberíamos desterrar de una vez por todas la idea de que Bach, en su vida personal y profesional, era una especie de modelo de excelencia, el Quinto Evangelista de sus compatriotas del siglo XIX, la viva encarnación de la intensa fe religiosa y la «presencia real» que parecía transmitir su música. Reconocer las fragilidades e imperfecciones de Bach, mucho menos abyectas que las de Mozart o Wagner, no sólo lo torna más interesante como persona que el antiguo dechado de virtudes de la mitología, sino que también nos permite ver cómo su humanidad se filtra a través de la música, que resulta mucho más persuasiva cuando comprendemos que fue compuesta por alguien que, como todos los seres humanos, experimentó el dolor, la furia y la duda en primera persona".

Un oratorio no es una ópera, aunque se le parece. En este género musical, normalmente religioso, hay distintos personajes, un libreto y un narrador, aunque ninguno de ellos escenifica sus acciones. El universo del relato no se construye en los decorados o el vestuario, sino en el la música y el texto. Por eso, cuando los asistentes a la misa del Viernes Santo en la iglesia de San Nicolás de Leipzig escucharon por primera vez la 'Pasión según San Juan', de Johann Sebastian Bach, es probable que algunos de ellos -los más conservadores- quedaran desconcertados. Que no comprendieran por qué el canto llano y reverencial que solía interpretarse en días como aquel hubiera sucumbido a la moda de ese 'teatro', con un Evangelista como actor/narrador, y un coro que representaba a la turba enardecida por la crucifixión. "Cuando empezó esta música teatral, todas estas personas se vieron sumidas en la mayor perplejidad, se miraron unas a otras y dijeron: «¿En qué va a quedar todo esto?». Una anciana viuda de la nobleza dijo:«¡Dios nos salve, hijos míos! Es corno si nos encontráramos en una comedia en la Ópera»".

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