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La pandemia pone patas arriba los modelos tradicionales de gestión de carteras
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La pandemia pone patas arriba los modelos tradicionales de gestión de carteras

Las elevadas valoraciones de bolsas y renta fija limitan las perspectivas de ganancias a futuro y obligan a los inversores a explorar alternativas para sacar rendimiento a su dinero

Foto: Un 'trader' observa diversos gráficos de cotización. (Reuters)
Un 'trader' observa diversos gráficos de cotización. (Reuters)

El equipo de estrategia de JP Morgan advertía hace escasas semanas de que las bolsas mundiales podrían experimentar hacia finales del presente ejercicio la salida de unos 300.000 millones de dólares (cerca de 250.000 millones de euros), el equivalente al 0,3% del valor total del mercado de renta variable global. El detonante de ese movimiento sería, según su argumentación, el rebalanceo que habrían de ejecutar numerosos fondos multiactivos para ajustar sus carteras, rebajando el peso de la bolsa, tras sus fuertes subidas en los últimos meses —el índice MSCI de bolsa global suma casi un 65% desde los mínimos de marzo—, para incrementar las posiciones en renta fija.

En un momento en que más de 17 billones de dólares (14 billones de euros) de bonos a nivel mundial cotizan a tipos negativos, cabría preguntarse qué sentido tendría un movimiento de este tipo. Pero lo cierto es que el reparto equilibrado y con ajustes periódicos de las carteras de inversión entre bolsa y deuda ha representado durante décadas una fórmula considerada ideal por la mayor parte de los gestores del mercado, que han visto en ella la mejor manera de combinar rentabilidad y menor volatilidad.

Porque, además, el reequilibrio periódico de carteras ofrece un componente psicológico nada desdeñable, ya que obliga a una disciplina de inversión que "puede evitar que se cometan errores comunes a la hora de invertir, como vender en momentos de pánico o comprar en momentos de euforia", sostenía la directora de Finanzas Personales de Schroders, Claire Walsh, en un artículo publicado hace un año.

Foto: EC.

Aunque esta estrategia admite muy diversas proporciones, durante años ha parecido encontrar en el 60-40 sus medidas perfectas. Y así parecen atestiguarlo los números: un índice de Bloomberg que refleja la evolución de una cartera compuesta de un 60% de bolsa y un 40% de deuda estadounidense acumula en la última década ganancias superiores al 165% más de un 10% anualizado— y, desde el revés del colapso financiero de 2008, solo ha cerrado un ejercicio con pérdidas, el de 2018, cuando restó poco más de un 2%. En la misma línea, el índice Elston 60/40 GBP (que responde a la misma filosofía, pero con activos británicos) ha arrojado desde la crisis financiera unos rendimientos anualizados cercanos al 9%, con solo dos años de pérdidas limitadas.

Estos positivos resultados no se han visto, ni mucho menos, lastrados por el efecto de la pandemia en los mercados financieros. Al contrario, a escasas semanas para sellar el año, las carteras 60-40 ofrecen unos resultados similares o mejores a los de la renta variable, habiendo registrado menores pérdidas en los momentos de máxima tensión.

Pero esto no ha impedido que sobre esta estrategia se sigan vertiendo mensajes que apuntan que se trata ya de una fórmula acabada, que es necesario reinventar. Vaticinios que se vienen amontonando desde hace ya varios ejercicios pero que han cobrado una fuerza inusitada en los últimos meses, como consecuencia del impacto que la crisis del coronavirus ha tenido en los mercados. En esencia, se aduce que las elevadas valoraciones que muestran hoy las bolsas mundiales y, sobre todo, la situación a la que han llevado la deuda las políticas de estímulo de los bancos centrales limitan al extremo las posibilidades de extraer rendimiento de una cartera tradicional repartida entre bolsa y renta fija en los próximos lustros.

placeholder Evolución del índice Bloomberg US EQ:FI 60:40, que replica una cartera de bolsa y deuda de EEUU compuesta al 60% y 40%, respectivamente.
Evolución del índice Bloomberg US EQ:FI 60:40, que replica una cartera de bolsa y deuda de EEUU compuesta al 60% y 40%, respectivamente.

"Mirando hacia el futuro, en ausencia de una nueva crisis y rendimientos aún más negativos, vemos pocas perspectivas de un rendimiento real positivo de los bonos", señala JP Morgan Asset Management en su último informe, 'Long-Term Capital Market Assumptions', en el que observan que "los inversores se enfrentan a una decisión difícil: cómo cosechar un rendimiento aceptable sin un aumento inaceptable de los riesgos en cartera".

De estos mensajes no se desprende necesariamente una enmienda a la totalidad de los modelos tradicionales de gestión, pero sí la necesidad de reformarlos para adaptarlos a las condiciones excepcionales que se dan hoy en los mercados. "Es un modelo aún válido, pero que debe ser actualizado y complementado", corrobora Rafael Hurtado, director de Inversiones y Estrategia de la Unidad de Asset Management de Allianz. Según su opinión, los inversores necesitan abrir su horizonte de inversión más allá de la renta fija y la renta variable, para incorporar nuevos mercados (emergentes, por ejemplo) y otros activos y estrategias alternativas.

Vehículos de inversión en capital riesgo o 'hedge funds', crédito alternativo, productos inmobiliarios o fondos de infraestructuras, del mismo modo que estrategias que incluyan la venta en corto o el apalancamiento, son opciones presentes en los mercados desde hace años, pero habitualmente consideradas solo aptas para los inversores más sofisticados. Sin embargo, a medida que se han ido deteriorando las condiciones para los activos tradicionales, se ha ido produciendo un creciente —aunque muy paulatino— interés por parte de inversores particulares, lo que poco a poco se va traduciendo en un incremento de la oferta disponible y niveles de entrada más accesibles. Y los expertos auguran que esta tendencia irá a más durante los próximos años.

España: una realidad diferente

El problema al plantear estas opciones en el mercado español es que el punto de partida es muy diferente al que puede ser común en mercados con un mayor arraigo de la inversión, como sería el estadounidense. Como observa David Cano, socio director de Afi Inversiones Globales, en España, un modelo de reparto de las carteras de inversión del 60% en bolsa y el 40% en renta fija está muy lejos de representar la norma. "En España, es muy común que el porcentaje destinado a bolsa sea del 20 o el 10%, o incluso del 0%", señala.

Por eso, sugiere que el primer enfoque debe ser conseguir que los particulares españoles vayan asumiendo mayores posiciones en bolsa de las que estaban acostumbrados. "Estamos viviendo un proceso de transformación del ahorrador a inversor", indica Cano, que considera que el objetivo debe ser llevar los niveles de bolsa entre los inversores españoles a, al menos, un 40%. "Este es un proceso lento, pero el covid va a ir acelerándolo, porque no va a quedar otra alternativa. A poco que suba la inflación, todo ese dinero situado en depósitos o en renta fija va a perder mucho valor", añade.

Obviamente, si el objetivo es aumentar la exposición a bolsa, plantear opciones alternativas puede verse como una opción muy agresiva. Sobre todo, si se tiene en cuenta que la mayor parte de los activos alternativos se ve afectada por una situación de liquidez muy inferior a la que concierne a las inversiones más tradicionales y requiere horizontes de inversión relativamente largos, lo que precisa de un cambio importante de mentalidad. Por eso Cano cree que, en principio, es difícil plantear en España una proporción en cartera de este tipo de alternativas superior al 10%, lo que contrasta con planteamientos como el del Wells Fargo Investment Institute en Estados Unidos, que aconsejaba recientemente asignar hasta un 28% de las inversiones a capital privado y hasta el 12% a 'hedge funds', según información de Bloomberg.

Foto: Economía. (iStock) Opinión

Con todo, entre los expertos de la gestión existe un extendido convencimiento de que no se debe forzar ese viraje de las carteras de inversión hacia posiciones de mayor riesgo sin atender al perfil de tolerancia al riesgo de los inversores. "Es cierto que actualmente el reto es muy complicado, porque las expectativas de revalorización de la renta fija son muy bajas e incluso podría generar pérdidas en los próximos años. Pero el inversor conservador tampoco debe apretar demasiado el acelerador en renta variable o en otros activos de riesgo como las divisas, el oro o la renta fija de alto rendimiento", advierte Víctor Alvargonzález, fundador de Nextep Finance.

Una visión en gran medida coincidente con la de JP Morgan AM, que señala en el informe anteriormente citado que "este no es un mundo de 'cerrar los ojos y comprar', y aunque creemos que la próxima expansión respaldará los mercados de activos de riesgo, las valoraciones suponen un desafío".

En esas circunstancias, Alvargonzález defiende que, antes que disparar la exposición al riesgo por encima de sus niveles de tolerancia, es preferible que los inversores hagan un ejercicio de realismo y acepten "que una parte de la cartera no gane mucho, pero tampoco pierda, y ganar en la otra parte de la cartera, aunque se asuman riesgos y una mayor volatilidad. El riesgo y volatilidad del conjunto de esa cartera tampoco serán excesivos".

En el mercado español, el objetivo es más elevar una exposición a bolsa muy limitada

Para la parte de mayor riesgo, el fundador de Nextep Finance recomienda una gestión más activa, tratando de aprovechar las opciones ganadoras de cada entorno de mercado, bajo la premisa de que "en los mercados siempre que baja algo sube otro activo, sector o país". Sin embargo, "lo que no es una buena idea es lo que hacen la mayoría de asesores y gestores, que es comprar de todo, con la esperanza de que esa diversificación solucione el problema. Cuando se hace esto, lo que ocurre es que cuando suben unos activos, bajan otros, y el resultado suele ser la suma cero. Nos guste o no, para ganar en los mercados hay que apostar por determinados activos, sectores o países y, muy importante, analizar las correlaciones", añade.

De este modo, los inversores parecen encaminarse sin remisión hacia una década de enorme complejidad en los mercados financieros, en la que el enfoque tradicional puede resultar mucho menos rentable y en la que cada vez parece más necesario incluir nuevos ingredientes, de más difícil digestión para el inversor particular, pero imprescindibles para crear un cóctel capaz de ofrecer unas remuneraciones de cierto atractivo.

"Al construir una nueva cartera para una nueva década, instamos a los inversores a aprovechar una gama más amplia de opciones en activos públicos y privados y nuevos enfoques de gestión de riesgos para abordar el déficit de rentabilidad en las clases de activos tradicionales. Después de todo, el almuerzo no es la única comida del día", sentencian en JP Morgan AM.

El equipo de estrategia de JP Morgan advertía hace escasas semanas de que las bolsas mundiales podrían experimentar hacia finales del presente ejercicio la salida de unos 300.000 millones de dólares (cerca de 250.000 millones de euros), el equivalente al 0,3% del valor total del mercado de renta variable global. El detonante de ese movimiento sería, según su argumentación, el rebalanceo que habrían de ejecutar numerosos fondos multiactivos para ajustar sus carteras, rebajando el peso de la bolsa, tras sus fuertes subidas en los últimos meses —el índice MSCI de bolsa global suma casi un 65% desde los mínimos de marzo—, para incrementar las posiciones en renta fija.

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