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Así funciona (y está cambiando) Madrid, explicado en un viaje por la línea 6 de metro
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UNA CIUDAD, MUCHOS MUNDOS

Así funciona (y está cambiando) Madrid, explicado en un viaje por la línea 6 de metro

En los apenas 57 minutos que se tarda en dar la vuelta completa a la circular, se pueden apreciar todos los cambios que se han producido en la capital durante los últimos años

Foto: Como entrar en el mecanismo de un reloj. (A. B. V.)
Como entrar en el mecanismo de un reloj. (A. B. V.)

Boca de metro de Legazpi, allí donde muere paseo de las Delicias, cinco y media de la tarde. Final de la jornada laboral y una ambición: explicar Madrid a través de la línea 6 de metro, esa circunvalación construida a finales de los setenta para unir las periferias que circundaban el centro histórico. Un trazado privilegiado para descubrir en los alrededor de 57 minutos que se tarda en recorrer sus 23,5 kilómetros las diferencias sociales que existen en la capital, el funcionamiento secreto de una ciudad de más de tres millones de habitantes que tienen buenos motivos para desplazarse como se desplazan, aunque la mayoría no dedique mucho tiempo a pensarlo.

La ciudad y la sociedad parecen caóticas, pero como explica José Ariza de la Cruz, sociólogo urbano y un gran conocedor de la capital, “los flujos están totalmente organizados”. Debajo del caos de los cerca de 1,8 millones de viajes que se producen cada día en Madrid, corre un hilo fantasma que lo conecta todo, un orden secreto de clases sociales, desigualdad, renta y aspiraciones. Bajar los más de 40 metros de profundidad que presenta la línea 6 en sus partes más profundas es adentrarse en el mecanismo de relojería secreto de la capital.

A Legazpi llegan los jóvenes desde Lavapiés con sus recién formadas familias

Legazpi, junto al Matadero, es el kilómetro cero perfecto. Una de las nuevas fronteras de la capital en que se unen la población tradicional y los nuevos colonos que abandonan el centro de Madrid, tal vez desde Lavapiés o Malasaña, para instalarse con sus recién formadas familias. En el metro entran adolescentes que vuelven del instituto, familias inmigrantes y, de vez en cuando, una madre (o un padre) acarreando un carrito de bebé por las escaleras que anuncia que han llegado los nuevos vecinos. El Madrid que cambia.

placeholder Una mujer cruza hacia la boca de metro de Legazpi. (A. B. V.)
Una mujer cruza hacia la boca de metro de Legazpi. (A. B. V.)

“Es una zona de gentrificación intensa donde se ha producido una gran inversión público-privada y una rehabilitación brutal”, explica Ariza. “La gente que vive aquí no es la del ensanche norte, es otro tipo de gente con dinero, más joven, que en lugar de irse a los desarrollos urbanísticos se queda lo más cerca posible de la ciudad”.

Legazpi es el vértice sur del antiguo ensanche del siglo XIX, y el final de Madrid Río. Como recuerda el sociólogo, también uno de los puntos del sur con más renta, que están provocando cierto reequilibrio económico respecto a la primacía económica del norte. Una excepción. “Nos mudamos aquí en septiembre del año pasado, el piso de Santa María de la Cabeza era muy pequeño para los tres”, explica una madre con su niño en brazos. “Aquí los pisos son más grandes y no estás tan lejos del centro”.

-El sur industrial: Usera, Plaza Elíptica, Opañel, Oporto, Carpetana

Partimos de Legazpi hacia el oeste, atravesando esas paradas al otro lado del Manzanares que no deberían estar ahí. El trazado original de la línea 6 no llegaba a cruzar el río, sino que acortaba por Embajadores, Puerta de Toledo, Plaza de España y Moncloa. La necesidad de integrar la red de metro con otras como la de cercanías provocó que la circular terminase saltando a los barrios obreros de Carabanchel, donde por aquel entonces Leño se hacían famosos con canciones como ‘Este Madrid’: “Es una mierda este Madrid que ni las ratas pueden vivir”.

placeholder Una mujer espera a que llegue su metro en Legazpi. (A. B. V.)
Una mujer espera a que llegue su metro en Legazpi. (A. B. V.)

El paisaje urbano ha cambiado desde entonces: aunque uno piensa en inmigración de origen chino al pasar por Usera, es ahí donde sube una mujer con 'hiyab' que observa en su móvil un vídeo en árabe. “El tío va de que tiene pasta, ¡los cojones!”, grita otra mujer haciendo aspavientos a su compañera, ambas vestidas con el mismo uniforme de un comedor escolar. Se suben en Elíptica, se bajan en Carpetana. Da la impresión de que todo el arco sur forma parte de un mismo universo hasta que llegamos a Oporto, donde se bajan la mitad de los viajeros. Uno de esos portales de acceso a otros mundos: o el sur profundo de Aluche o el centro, el de La Latina, Acacias o Lavapiés. Cielo o periferia.

Solo tres de cada 100 que viven en barrios ricos se desplazan cada día a los pobres

En el arco sur conviven razas, edades y trabajadores, pero no clases sociales. Como explicaba el propio Ariza en un hilo de Twitter, en Madrid, solo tres de cada 100 personas que viven en los barrios más ricos se desplazan a diario a los más precarios (y, de hacerlo, muy raramente elegirán el metro para desplazarse). Sin embargo, un 13,4% de los vecinos de los barrios de clase baja se desplaza a diario a los de clase alta, que es donde se concentra el trabajo. Por lo general, cada clase social se queda en su barrio. En el metro de Oporto, currantes, estudiantes, jubilados y amas de casa que raramente tienen razones para viajar más allá de Príncipe Pío.

Un abuelo entra en el vagón con su nieto de la mano, y se baja un par de paradas más allá, para dejarlo en casa de sus padres: “Trabajan los dos todo el día, y me toca a mí llevarlo de aquí para allá, pero yo encantado”. Como recuerda Ariza, el precio de la vivienda estructura la sociedad. Eso se deja ver en que “cuando la gente se muda, se va a zonas con una renta semejante” o donde haya una afinidad de cercanía. Es decir, si te criaste en el corazón de Vallecas, es mucho más probable que termines viviendo en Ensanche de Vallecas que en Las Tablas, el PAU del norte. El modelo urbano puede parecer similar, pero sus habitantes no lo son.

-De camino al centro: Laguna, Lucero, Alto de Extremadura, Puerta del Ángel

Algo empieza a cambiar en Puerta del Ángel, donde aparecen el primer varón de mediana edad vestido de traje (barato) y un veinteañero que un observador casual podría denominar “joven trabajador de las industrias creativas”. En el nuevo ‘Bruclin’, la renta ya es superior que en las paradas inmediatamente anteriores: el precio de los inmuebles más cercanos al río ha aumentado un 40% desde 2013. Otro de esos puntos que están reequilibrando el sur ante el poderoso norte.

“Es una de las antiguas zonas obreras más pegadas al centro, no hace falta más que cruzar el río”, recuerda Ariza. El último barrio que ha recibido el impacto de esa onda expansiva que irradia desde el centro, y que provoca que sea una de las más demandadas por los que escapan del interior de la M-30. “Este reequlibrio rompe la estructura norte-sur, no solo en cuestión de renta, sino también en bienes y servicios”. Desde el subsuelo es difícil verlo, pero la restauración, el comercio y, sobre todo, ese gran parque que es Madrid Río presentan una oferta de ocio y esparcimiento que no tiene nada que ver con la de Carpetana.

-Al otro lado de la Diagonal de la Desigualdad: Príncipe Pío

La vieja estación del Norte, de donde partían los trenes hacia Burgos, Vitoria o San Sebastián, es una de esas fronteras invisibles que separan dos Madrid distintos. Los rostros del sur y los adultos con ropa del mercadillo se convierten en minoría ante la llegada de un contingente de estudiantes, profesores de la ‘Complu’ y ropas que “serían impensables en el sur”, como observa el sociólogo.

"Tetuán no está en los puestos más altos de los índices de gentrificación, pero lo estará"

Los calcetines ya no son ‘Kike’, son Nike, y la heterogeneidad se amplía a distintas clases sociales, la de aquellos que entran al metro desde los autobuses interurbanos de Móstoles o los que lo hacen desde el cercanías de Pozuelo, el municipio más caro de España. Cuando abandonamos Príncipe Pío, cruzamos por primera vez la Diagonal de la Desigualdad, ese concepto que se refiere a la línea que divide en nivel de renta Madrid. Una frontera que coincide por el oeste con la A-5, la carretera de Extremadura, y por el este con la A-2, la carretera de Barcelona, y que distingue el norte rico del sur pobre.

-Ascendiendo (de clase social): Argüelles, Moncloa, Ciudad Universitaria, Vicente Aleixandre, Guzmán el Bueno

El campus de Ciudad Universitaria se instaló en la finca de la Moncloa a instancias del rey Alfonso XIII para albergar las facultades que ya no tenían cabida en San Bernardo. Quizás el monarca no tenía en mente hace casi un siglo que en ellas estudiarían los cuatro veinteañeros aragoneses que, este lunes por la tarde, están relatando sus hazañas amorosas del fin de semana ('spoiler': no les va mal). Profesores de más de 60 y posadolescentes han cambiado por completo la morfología de los viajeros del metro, apenas 20 minutos después de salir de Carabanchel.

placeholder Estudiantes en el suburbano. (A. B. V.)
Estudiantes en el suburbano. (A. B. V.)

“Yo vengo de Burgos y me quedo en un colegio mayor aquí”, responde un veinteañero sorprendido de que alguien le aborde en el metro, mientras pasamos por Vicente Aleixandre, la antigua estación de Metropolitano. ¿Utiliza mucho la línea circular? “Sí, al final para moverte por Madrid es lo que más coges”. ¿Ha pasado alguna vez de Príncipe Pío? “Tengo un amigo que vive en Opañel, pero solo he estado en su barrio una vez, suelo coger la otra dirección”. No hay más preguntas, señoría.

-La milla de oro de la circular: Cuatro Caminos, Nuevos Ministerios, República Argentina, Avenida de América

Y de repente, aparecen los corgis, esos adorables perros que tanto adoraba la reina Isabel II y, al parecer, los vecinos del norte de Madrid. El símbolo de que hemos penetrado en otro mundo, junto al uniforme de una interna inmigrante que lleva a un niño rubio en brazos. Cuatro Caminos, entre Tetuán al norte y Bravo Murillo al sur, la renta baja y la renta alta, es una de las fronteras madrileñas más radicales, explica el sociólogo urbano mientras el convoy para en sus vías. “Tetuán no está en los puestos más altos de los índices de gentrificación, pero lo estará”, recuerda.

placeholder Avistado un bolso de Tous. (A. B. V.)
Avistado un bolso de Tous. (A. B. V.)

Por unos breves instantes, el metro se llena de vecinos madrileños que uno no esperaría encontrar en el metro, pero a veces, el transporte público es inevitable, como la muerte o los impuestos. Una señora emperifollada de unos 75 años cuenta lo mucho que le ha costado sacar el billete; llega tarde porque ha estado más de un cuarto de hora intentando apañarse entre las distintas tarjetas. “Hacía mucho que no venía al metro, pero como tengo que ir aquí al lado, era mejor que coger un taxi”, razona. Se baja un poco más allá, en República Argentina.

-Suspiros del barrio de Salamanca: Diego de León, Manuel Becerra, O’ Donnell, Sáinz de Baranda, Conde de Casal

A esta parte del metro solo llegan unos lejanos ecos de la vida en la superficie, que se traduce en ropas más caras, perfumes más acentuados, móviles último modelo, otra clase de enunciaciones verbales. Pasamos bajo el barrio de Salamanca, pero apenas nos llega un lejano eco de sus habitantes, que tienden a utilizar mucho menos el metro que sus compatriotas de la zona sur. Entre otras cosas, porque no necesitan ir mucho más allá, como explica Ariza: “La gente que vive en los barrios ricos se desplaza menos para trabajar porque el empleo se concentra más en esos barrios, pero para ocio realizan más kilómetros: los recursos económicos les dan más capacidad de elección”.

"Aunque su renta sea igual, no es lo mismo la gente que vive en Salamanca o Legazpi"

Basta con observar el vestuario, mucho más tradicional que las camisetas de los vecinos ‘hipster’ de Legazpi, para comprobarlo, como explica el sociólogo: “Es clase media-alta más tradicional, son los herederos de las casas de las familias que hace un siglo ya tenían una renta alta. Pero la vida y la manera de ver el mundo de alguien en el barrio de Salamanca no tiene nada que ver con la de las familias que pueden tener la misma renta en Legazpi”. No hace falta que lo jure. Cuando llegamos a Diego de León, una chica vestida con un bonito vestido verde se despide de otra chica con un bello vestido de color rojo con las palabras: “Hasta mañana, neni”.

En O’Donnell sube un chaval de alrededor de 25 años vestido con traje (caro) y se para a observar un vídeo del funeral de la reina en su móvil. En Sáinz de Baranda se monta un universitario leyendo ‘El discurso amoroso’, de Roland Barthes. Podría ocurrir en otro sitio, pero ocurre aquí. Un puñado de estaciones que constituyen otro microcosmos que empieza a evaporarse al cruzar Conde de Casal, cuando volvemos a cruzar la Diagonal de la Desigualdad hacia el sur. ¿Todo ha sido un sueño?

-Retorno al sur de la desigualdad: Pacífico, Méndez Álvaro, Arganzuela-Planetario, Legazpi

Como por arte de magia, los cuerpos caen cansados en los asientos del metro en cuanto uno llega a Pacífico, en Vallecas. “Uf”, se quejan. En un asiento, una joven ‘choni’ mira TikTok mientras lleva los aros más grandes que he visto en unas orejas femeninas desde 2007 y unas Nike AIR gigantescas, como las que se venden en el 'top manta'. Para cuando llegamos a Arganzuela-Planetario, los corgis de los barrios del norte parecen producto de nuestra imaginación. Apenas han pasado otros 20 minutos más y nos encontramos en otro mundo totalmente distinto.

placeholder Beso en la estación de Príncipe Pío. (A. B. V.)
Beso en la estación de Príncipe Pío. (A. B. V.)

Mientras volvemos al kilómetro de partida, uno se acuerda de lo que cantaba Kaka De Luxe del metro madrileño a finales de los años setenta, cuando aún no existía la línea 6: “¡Qué felicidad que sea tan caro el metro más feo de Europa!”. La última viñeta para el recuerdo es la tierna imagen de dos adolescentes, uno de origen sudamericano y otra de origen oriental, besándose con cariño y probablemente por primera vez.

El vagón nos devuelve al punto de partida del andén de Legazpi, al que bajamos como si se hubiese terminado nuestro viaje en montaña rusa. Esa seguramente sea la mejor metáfora de lo que acabamos de ver. La circular es una línea, pero la sociedad está formada por las dificultosas subidas y estrepitosas caídas de una atracción de feria. Seis y media de la tarde: la vida sigue con sus ritmos invisibles.

Boca de metro de Legazpi, allí donde muere paseo de las Delicias, cinco y media de la tarde. Final de la jornada laboral y una ambición: explicar Madrid a través de la línea 6 de metro, esa circunvalación construida a finales de los setenta para unir las periferias que circundaban el centro histórico. Un trazado privilegiado para descubrir en los alrededor de 57 minutos que se tarda en recorrer sus 23,5 kilómetros las diferencias sociales que existen en la capital, el funcionamiento secreto de una ciudad de más de tres millones de habitantes que tienen buenos motivos para desplazarse como se desplazan, aunque la mayoría no dedique mucho tiempo a pensarlo.

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