Es noticia
De simpatizante liberal a liderar el movimiento antidesahucios: historia de Colau
  1. España
  2. Cataluña
Obra del Colectivo Ildefons Cerdà

De simpatizante liberal a liderar el movimiento antidesahucios: historia de Colau

Un libro disecciona la labor de la primera edil de Barcelona detallando sus puntos débiles y proyectos fallidos. Censura que su gestión conduce a la ciudad a la irrelevancia

Foto: Ada Colau interviene en un congreso el pasado mes de junio. (EFE/Marta Pérez)
Ada Colau interviene en un congreso el pasado mes de junio. (EFE/Marta Pérez)

De dirigente liberal a okupa. Y de ahí al Ayuntamiento de Barcelona. Ésa es la sorprendente trayectoria de Ada Colau. Definida como una política sin ideología clara, una estudiada maquinaria la aupó al rango de alcaldesa, edulcorando su mensaje y presentándola como la única alternativa. Consiguió el apoyo de múltiples plataformas que habían confluido en el 15-M a las que se sumaron algunos partidos desahuciados como los verdes o ICV. Sin cintura para el consenso, los dos mandatos de Colau (que gobierna sin ser el partido más votado) han cosechado múltiples escándalos, contradicciones y, especialmente, plasmaron una política de tierra quemada que ha provocado la pérdida de proyectos millonarios para la ciudad (como el Hermitage, la Agencia Europea del Medicamento, la paralización de hoteles de superlujo que darían miles de puestos de trabajo o el veto a la ampliación del aeropuerto de El Prat), y el enfrentamiento con colectivos, gremios y vecinos, o la práctica de un alarmante nepotismo en el Consistorio.

placeholder Colau, en el centro de la imagen, junto a decenas de miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). (EFE/Alejandro García)
Colau, en el centro de la imagen, junto a decenas de miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). (EFE/Alejandro García)

Todo eso se explica con detalle en un libro que lleva el inequívoco título Manifiesto contra Colau y el colauismo. Es obra de múltiples manos agrupadas en el Colectivo Ildefons Cerdà, en alusión al arquitecto que diseñó la racional Barcelona, un modelo de ciudad amable y permisiva. Su publicación corre a cargo de Ediciones El Triangle (que ya publicó obras sobre Banca Catalana, Jordi Pujol o la corrupción en el Comité Olímpico) y Ediciones La Tempestad. “En Barcelona no se publica mucha cosa sobre Colau porque los medios suelen estar muy controlados con cantidades ingentes de publicidad municipal. Es escandaloso que nadie se atreva a decir muchas cosas. El libro recoge lo que la gente dice en la calle. Lo que en él se expresa es el sentimiento generalizado de la ciudadanía”, explica a El Confidencial Jaume Reixach, editor de la obra.

El libro descubre algo que muy pocos conocen: Colau comenzó su actividad política en el Moviment de Crítica Radical. Allí la metió Vicenç Molina, uno de sus profesores de bachillerato. Llegó a ser secretaria general de ese movimiento, que pretendía difundir las ideas de Marco Pannella, un activista italiano fallecido en 2016, de corte “liberal, radical, federalista europeo, anticlerical, antiprohibicionista, antimilitarista, no violento y gandhiano”. Pasada esa etapa, se enroló en el movimiento okupa hasta desembocar en el 15-M.

Foto: Imagen de archivo de una manifestación convocada el año pasado contra la gestión de Colau. (Joan Mateu Parra)

En la primera década de este siglo, Colau toma contacto con el Observatorio DESC y montó la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que la dio a conocer. Su padrino era Jordi Borja, ex teniente de alcalde de Barcelona y ex vicepresidente del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) bajo la alcaldía de Pasqual Maragall. El otro gran valedor que tuvo fue Joan Subirats, exresponsable de Cultura en el Consistorio catalán y ahora ministro de Universidades.

Edulcorar su mensaje

En DESC, relata el texto, “hicieron de ella quien es”, edulcorando su mensaje de activista, moderándolo y se hizo con el público “no hablando de lo que iba a hacer, sino diciéndole lo que quería oír”. Supo conectar con la ciudadanía asumiendo parte de la herencia de Maragall. “El suyo fue un maragallismo utilizado como medio, no como fin. No ahorró críticas a un maragallismo más de Porcioles que de asociaciones de vecinos, a las que convenció de ser su valedora y representante única y exclusiva”. De ese modo, se apropió de la herencia del socialismo, aunque dejaba claro que ella y su gente “se oponían a todo lo anterior”. De ahí que el libro trate a los comunes con contundencia: “Era un movimiento adanista, populista y utópico”. El adanismo, especifica, “es el hábito de comenzar una actividad como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente (…) Una de las características de cualquier populismo es el adanismo”.

En ese empeño, fue apoyada por figuras como el historiador Josep Fontana, el músico Quico Pi de la Serra, o los ilustradores Javier Mariscal o Gallardo. “Estos viejos conocidos contribuyeron a dar una pátina de respetabilidad y reconocimiento al proyecto”. Pero sus vaivenes ideológicos son patentes: “Es capaz de pasar de una posición a la contraria con una naturalidad camaleónica”. Políticamente, está cerca del populismo: “Tiene un punto de peronismo, otro de movimientos marginales alternativos, otro de anarquismo (…) y alguno de ideólogo academicista”.

Foto: La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en el patio del Congreso. (EFE/Zipi)

El libro detalla sus grandes promesas incumplidas. Una de ellas, acabar con el problema de la vivienda. “En 2016 prometió construir más de 1.000 pisos sociales cada año hasta 2025 (…) prometieron más de 8.800 viviendas públicas para la ciudad (…) Nunca se han construido más de 200 pisos al año”. En 2021, su equipo recuperó un proyecto del anterior alcalde, el convergente Trias. “Esta promoción es importante, se anuncia a bombo y platillo como un máximo histórico. Es aún un proyecto de 2.300 pisos sociales para 2024. Un proyecto que el Ayuntamiento había detenido durante años”. Y añade: “Los comunes esperan que nadie se acuerde que, para esas fechas, habían prometido 8.800”.

Hay crítica dura: la acusan de no escuchar. Los comunes, dice, se inventaron “un enemigo fácil. Tiene varios nombres, que se cambian según el día. Se llama La Casta, el Régimen del 78, el Ibex 35 y, en general, se califica de ‘capitalista’, ‘fascista’ o ‘neoliberal’ a cualquiera que les lleve la contraria”. Se detallan sus pulsos con colectivos y vecinos y su afición al “ordeno y mando”. “A menudo, desoye el consejo de los propios funcionarios del Ayuntamiento, de sus servicios jurídicos”, dice el texto. Incide también en una de las claves ideológicas del gobierno de Colau: la remunicipalización. Quiso “remunicipalizar” muchas cosas: agua, luz, servicios funerarios... “Gusta de eslóganes y de recetas simples”. Pero con un objetivo: “Dejar patente que la gestión privada es moralmente despreciable e inferior a la pública”.

Los grandes fiascos

El libro enumera los grandes fiascos del equipo de gobierno: “La gran funeraria pública, la comercializadora eléctrica municipal, la recogida [de basura] puerta a puerta, el empeño obsesivo por remunicipalizar Aigües de Barcelona, la gestión del tráfico en la ciudad y un largo etcétera”. En el agua, el Supremo sentenció en su contra; la funeraria pública fue tumbada dos veces en el pleno municipal. Prometió una compañía eléctrica verde, económica y rentable. Quería ser la compañía de referencia de área metropolitana: sólo consiguió 3.000 clientes (esperaba tener más de 20.000 a finales de 2020) y es la operadora más cara de la ciudad.

Foto: La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. (EFE)

Ajustan cuentas con la alcaldesa por el proyecto fallido de abrir el museo Hermitage en el Puerto de Barcelona. “Al Gobierno no le gusta que se desarrollen iniciativas que él mismo no haya promovido”, dice. No fue el único fiasco: también está la huida de la Agencia Europea del Medicamento. “El laborioso proceso de poner Barcelona en el mapa que impulsó Pasqual Maragall se caracterizó, precisamente, por apoyarse en este tipo de iniciativas inversoras”. Por eso, a Colau se la conoce como “la alcaldesa del no”. “La suspensión de licencias en el 22@ [el distrito tecnológico de la ciudad] acordada en 2020 supuso un daño en déficit inversor que se estimó, de entrada, en 4.000 millones de euros”. Y la ampliación del aeropuerto del Prat, a la que se opone, es la guinda: “Un alcalde o una alcaldesa de Barcelona no puede, sencillamente, alegrarse de que se paralice la ampliación del aeropuerto de su ciudad”.

Especifican los “errores de bulto”: “La gestión de las principales infraestructuras urbanas, con sobrecostes y retrasos, en temas como el túnel de Glòries, el tranvía de la Diagonal, las superilles, los intentos de limitar la circulación del tráfico rodado (…) su relación con los empleados municipales ha sido lamentable (…) las huelgas de Metro que provocó la soberbia de su equipo de negociación, la irritación de la Guardia Urbana, las constantes quejas de los servicios sociales municipales por falta de medios y personal…”. A eso se le suma “la falta de limpieza de la vía pública, la falta de sintonía con los locales de ocio, que tanto han sufrido con la pandemia, la permisividad ante el incivismo, la desidia por captar inversiones del Estado o de la UE, para atraer empresas industriales o tecnológicas para conservar miles de puestos de trabajo…”.

placeholder Colau, durante su intervención en la cena oficial de inauguración del Mobile World Congress de 2022. (EFE/Quique García)
Colau, durante su intervención en la cena oficial de inauguración del Mobile World Congress de 2022. (EFE/Quique García)

La gestión del turismo es otro de los puntos negros de su gobierno y se critica el rechazo a abrir hoteles de lujo. “El colapso turístico de Barcelona viene por un turismo masificado, no por los turistas de alto poder adquisitivo. Los hoteles de alto standing, además, facilitan que Barcelona sea centro de eventos como salones internacionales, ferias, simposios o actividades culturales de primera. Los hoteles lujosos no tienen la culpa del turismo masificado”. Se aportan datos: “El comercio en la ciudad está de capa caída. Algunos estudios hablan de una reducción del comercio de casi el 20% los próximos años. El porqué de estos resultados está vinculado al modelo de ciudad”.

En cambio, critica que impuso “la protección de los manteros”, que “malvivían vendiendo por la calle, sin autorización y sin pagar impuestos, mercancías falsificadas que proporcionaba alguna mafia”. Advierte el libro de que la capital catalana ha comenzado ya su decadencia y corre el riesgo de caer en la insignificancia. “La Barcelona que hemos conocido desaparecería para convertirse en un erial”. En detrimento de Colau y sus teorías, subrayan que “en casi 7 años, Colau no ha logrado mejorar la ciudad ni hacer nada coherente con un proyecto de futuro”. Saca a la palestra el florecimiento de mafias de delincuencia organizada debido a la “permisividad municipal” (lo que ha provocado la proliferación de narcopisos), cómo Colau quiso utilizar a la Guardia Urbana a defender a los desahuciados en contra de las órdenes judiciales (exponiendo a los agentes a ser acusados de desobediencia) o la pasividad para desmantelar las mafias de los manteros.

Foto: Acto de campaña de Barcelona en Comú en 2019. (EFE)

Echa por tierra también el “urbanismo táctico” y sus consecuencias. “Procedió a pintar las calzadas de colorines, plantar bolardos y bloques de hormigón y robar espacio al tráfico rodado. Calles de dos carriles se convirtieron en calles de un carril, cruces de calles en islas peatonales, impuso la ampliación de muchas esquinas hasta romper la tradicional y muy adecuada forma del chaflán del ensanche barcelonés”. La intención de Colau y los suyos, añade, “era modificar la forma de vida de la gente”. Acusa, pues, al alcaldesa de acabar con el gran acierto de Ildefonso Cerdà, el planificador del Ensanche de Barcelona. Las superillas, defienden, provocan atascos en las calles adyacentes, pero luego está “el impacto cobre el comercio local, que es preocupante”. Algunos de los que apoyaron a Colau la critican ahora por eso, como Mariscal. José Antonio Acebillo, antiguo responsable de Urbanismo del Ayuntamiento, califica lo hecho de “urbanismo cutre”.

No se olvida de los casos de nepotismo en el Ayuntamiento de los comunes, que comenzaron a contratar a sus cónyuges. En 2017, se consiguió aprobar el Código Ético “que prohíbe contratar a familiares de los miembros del Consistorio. El concejal y abogado de BeC Jaume Asens ya argumentó en aquella ocasión que no podía prohibirse esa conducta, puesto que la naturaleza de los contratos de asesor es la confianza”.

placeholder Pablo Iglesias y Ada Colau, en un acto de campaña en 2015. (EFE/Toni Albir)
Pablo Iglesias y Ada Colau, en un acto de campaña en 2015. (EFE/Toni Albir)

Asimismo, se hace un retrato a vuelapluma de los principales apoyos de Colau, de sus escuderos en el Ayuntamiento y de los fiascos que han cosechado cada uno, la mayoría de ellos recogidos en los párrafos anteriores. Y ponen el dedo en la llaga al sacar a colación “la reiteración de contratos menores que deberían haber sido sometidos a concurso público”. Recuerda, también, que “el Tribunal de Cuentas deja constancia que el Ayuntamiento de Barcelona es el que más ha abusado de la contratación a dedo en el año 2020 con la excusa de la epidemia de covid”. Explicita por último que el Consistorio se ha dedicado a regar con dinero público al Observatorio DESC, la PAH (ambas vinculadas a Colau), a Alianza contra la Pobreza (ACE) o a Enginyers Sense Fronteres (ESF), vinculada a Eloi Badia. Es éste un asunto que está judicializado: la Audiencia de Barcelona ha obligado a un juzgado que vuelva a reactivar las denuncias por subvenciones a esas entidades y que investigue el tema, ya que podría haber irregularidades en la actuación de la alcaldesa y de algunos de sus concejales.

De dirigente liberal a okupa. Y de ahí al Ayuntamiento de Barcelona. Ésa es la sorprendente trayectoria de Ada Colau. Definida como una política sin ideología clara, una estudiada maquinaria la aupó al rango de alcaldesa, edulcorando su mensaje y presentándola como la única alternativa. Consiguió el apoyo de múltiples plataformas que habían confluido en el 15-M a las que se sumaron algunos partidos desahuciados como los verdes o ICV. Sin cintura para el consenso, los dos mandatos de Colau (que gobierna sin ser el partido más votado) han cosechado múltiples escándalos, contradicciones y, especialmente, plasmaron una política de tierra quemada que ha provocado la pérdida de proyectos millonarios para la ciudad (como el Hermitage, la Agencia Europea del Medicamento, la paralización de hoteles de superlujo que darían miles de puestos de trabajo o el veto a la ampliación del aeropuerto de El Prat), y el enfrentamiento con colectivos, gremios y vecinos, o la práctica de un alarmante nepotismo en el Consistorio.

Barcelona Ada Colau