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"Sois unas nenazas". Muere a los 83 años Bobby Knight, el genio que te trataba a patadas
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El dictador de los banquillos

"Sois unas nenazas". Muere a los 83 años Bobby Knight, el genio que te trataba a patadas

Pasó un año empotrado en el vestuario de los Indiana de Bobby Knight, el sargento de hierro del baloncesto estadounidense, y vivió para contarlo. Hablamos con John Feinstein sobre el ayer y hoy de la toxicidad laboral

Foto: Bobby Knight, en una imagen de 2016. (Reuters/Carlo Allegri)
Bobby Knight, en una imagen de 2016. (Reuters/Carlo Allegri)

No, Bobby, no!".

Que tu hijo pierda los papeles delante de medio país tiene que ser duro…

Es 23 de febrero de 1985 y el jubilado Hazel Knight, de 81 años, está en casa viendo un partido de baloncesto universitario, el derbi estatal entre Indiana y Purdue. Los Indiana Hoosiers pierden 12-2 cuando les pitan una falta confusa, su entrenador protesta airadamente, se gana la técnica y se queda paralizado en la banda. Parece calmarse. Pero, de pronto, se le cruzan los cables: arroja una silla a la pista. Estupefacción y expulsión. Es uno de los momentos más icónicos (y emocionalmente densos) del baloncesto estadounidense.

"¡No, Bobby, no!", grita el octogenario Hazel Knight a su televisión mientras la silla atraviesa la pista. Sabe que alguien la acaba de cagar, en concreto, su hijo, Bobby Knight, el entrenador más legendario de EEUU, que viene de ganar varios títulos universitarios y el oro olímpico (a España) en Los Ángeles 84, con chavales como Michael Jordan y Patrick Ewing. En la madrugada de este jueves, el legendario entrenador norteamericano ha fallecido a los 83 años.

Por aquel entonces, Bobby Knight venía de tocar techo. Pese a ello, o quizá por ello, andaba revuelto. ¿Tenía la suficiente motivación para seguir queriendo ganar?, se preguntó tras el oro olímpico. Como sí la tenía, continuó entrenando a Indiana, pero para lo que no estaba preparado era para la desastrosa siguiente temporada del equipo, en la que Knight se descontroló demasiado… incluso para sus volcánicos parámetros habituales. ¡Oh, no, Bobby, qué demonios estás haciendo!

"Lo que más me gusta del equipo ahora mismo es que solo tengo que verlos jugar una vez más"

En el penúltimo partido de esa temporada, la 84-85, en una entrevista televisiva pospartido, Knight habló con honestidad brutal: "Lo que más me gusta del equipo ahora mismo es que solo tengo que verlos jugar una vez más".

Puede que su lanzamiento de silla dejara perplejos a los televidentes, pero no a sus jugadores, acostumbrados a sus ataques de ira. "Para sus jugadores, lo de la silla tampoco era para tanto. Al fin y al cabo, ya le habían visto lanzar unas cuantas en los entrenamientos. El récord oficioso estaba en 13: un día, Knight se lanzó a por una pila de 20 sillas y las fue lanzando una a una hasta que, agotado, paró cuando solo quedaban siete en pie ante la decepción de sus jugadores".

Pero si sus chicos sabían lo que había, en el resto del país "el escándalo fue creciendo poco a poco". "En cuanto Knight abandonó la cancha, el director deportivo de Indiana, Ralph Floyd, amigo íntimo de Knight, fue a verlo al vestuario. Estaba llorando, afirmó Floyd. Sabía que había cometido un error. Era consciente de lo que había hecho", cuenta John Feinstein en Una temporada en el alambre: un año con Bob Knight y los Indiana Hoosiers, dos millones de ejemplares vendidos y sexto mejor libro deportivo de la historia para Sports Illustrated. Lo publica ahora la editorial Contra en España.

placeholder Bob, en los viejos tiempos. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)
Bob, en los viejos tiempos. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)

Al margen de la calidad periodística y antropológica del libro —acceso total al vestuario de una tribu deportiva con explosivo líder alfa—, ¿por qué debería importarnos una historia ocurrida en la Universidad de Indiana en 1985?

Respuesta: por motivos parecidos por los que devoramos el serial documental de Netflix sobre los Chicago Bulls de Michael Jordan, El último baile, cuya fuerza, al margen del tirón intergeneracional de Jordan y del espectáculo vintage de verle volar otra vez, residía en dilucidar si Jordan era un líder tóxico, si exprimir a sus compañeros les sacó lo mejor de sí o les alienó; si ganar a toda costa justificaba el bullying emocional. La toxicidad laboral, las relaciones de poder y las tensiones entre disciplina y rendimiento están hoy en el centro de muchas discusiones culturales, de los centros de trabajo al caso Rubiales. Pues bien: todos esos asuntos se tratan de un modo frontal en Una temporada en el alambre.

Hostigar o mimar

Tras arrojar la silla a la pista y completar su año más horrible en Indiana, Knight se tomó la siguiente temporada como algo personal (siempre lo hacía, pero esta vez aún más). Quería resucitar al equipo sin desestabilizarle con sus arrebatos de furia. "Knight se había armado de paciencia. Parecía entender que estaba ante un equipo joven, inexperto y frágil. Un equipo al que había que mimar y no hostigar", resume el autor.

Pero la nube negra volvió a posarse sobre la cabeza de Knight ya en pretemporada. La cabra tira al monte. "Faltaban solo seis días para el inicio de la temporada. Cuando Knight miraba a la cancha, veía un equipo que no se parecía en nada a los grandes equipos que había entrenado (...). No podían atacar desde la defensa como a él le gustaba. No intimidaban a nadie. Peor aún, pensaba, era un equipo fácilmente intimidable (...). En general, era una plantilla tan vulnerable que a Knight le había llegado a obsesionar: no hay nada que le irrite más que dar una sensación de vulnerabilidad". A Bobby no le gustaba el hombre blandengue.

Foto: EC Diseño.

Knight, en definitiva, estaba a punto de implosionar porque se olía la llegada de su peor enemigo: la derrota.

"Knight era incapaz de aceptar el fracaso. Cada derrota la tomaba como algo personal. Al fin y al cabo, era su equipo, sus jugadores, los que él había elegido y entrenado. Las victorias y los récords del pasado ya no servían de nada. Sabía que podía dejar los banquillos en cualquier momento y tendría un lugar garantizado en la historia de este deporte, pero eso tampoco servía. El fracaso, a cualquier nivel, acababa con él, especialmente en el apartado táctico, pues era la táctica lo que le distinguía de los demás, lo que le hacía especial, lo que forjaba su identidad. Y, por todo esto, este domingo feo y lluvioso, Knight estaba enfadado. Estaba enfadado porque su equipo era incapaz de disimular sus carencias en el entrenamiento. Incluso aunque siguieran todas sus instrucciones y las ejecutaran a la perfección, a este equipo no le daba para competir con los mejores", razona el libro.

Foto: James y Jordan conversan en una fotografía que nunca existió.

Sobre el odio de Knight a perder se explaya el exentrenador Al McGuire en el prólogo del libro.

1) "Nunca había visto a nadie tan hecho polvo por una derrota en toda mi vida. Knight tenía una cara que no podré olvidar jamás porque nunca se la he visto a ningún otro entrenador. Se había entregado al máximo en el partido y la derrota le había destruido (...). Bob tendría unos treinta años, no más, pero cuando salió de aquella cancha parecía un anciano. Imposible olvidarlo (...). Perder le sigue consumiendo. Esa es su mayor ventaja y a la vez su mayor defecto. Bob cree que está por encima del baloncesto (...) y nadie está por encima del baloncesto. De lo contrario, no sería un juego. Sin embargo, Bob sigue pensando que, en el fondo, el resultado depende de él y, cuando no consigue ganar, lo considera un fracaso. Un fracaso personal. Le deja totalmente abatido".

2) "Al final, abrió la puerta. Dentro estaba todo su equipo técnico. Tenían un aspecto espantoso. Llevaban toda la noche repasando el vídeo del partido. Pensé que los ayudantes me iban a dar un beso por haberme presentado ahí y haberles rescatado. Quién sabe cuánto tiempo se habrían pasado en ese cuarto, dándole vueltas al partido, si no hubiéramos aparecido. Bob no puede asumir sin más una derrota. Tiene que encontrar una explicación. El problema es que la explicación a veces es muy sencilla: el otro equipo jugó mejor", zanja McGuire.

placeholder Evangelizando a los novatos. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)
Evangelizando a los novatos. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)

¡Señor, sí señor!

Hasta principios de los ochenta, Knight estuvo un paso por delante del resto de entrenadores. “Ninguno de los miembros de su quinteto inicial que ganó el título universitario en el 76 era una superestrella, pero, como grupo, eran imbatibles. El entrenador les pedía que jugaran de una determinada manera y nunca se desviaban de sus instrucciones. Por eso no perdían nunca. Lo que hacía Bob era impedirte que hicieras tu juego. Si disponía de una semana para preparar el partido, siempre encontraba la manera de entorpecer aquello que hacías mejor (...). Dale tiempo a Bob para preparar un partido y date por perdido", cuenta el libro.

No obstante, más allá de su pericia para entender el juego, que nadie puso nunca en duda, Knight estaba convencido de las bondades de tensar psicológicamente a sus jugadores. No medía que iba por el filo del precipicio (spoiler: acabó saliendo de Indiana tras un altercado con un alumno, choque entre la vieja generación autoritaria y la nueva que desafiaba a la autoridad, conflicto que el 68 abrió en canal y que, medio siglo después, sigue generando tensiones, recuerden los tuits de Pérez Reverte sobre la falta de disciplina y brújula moral de los jóvenes de hoy).

Knight era totalmente de la vieja guardia. Podría ser el tipo más simpático del mundo —capaz dar una charla en una pequeña asociación de la Indiana profunda una noche laborable de invierno— o destruirte si te interponías en su camino a la victoria. Transparente hombre del pueblo y retorcido cabroncete al mismo tiempo. ¿Cómo se plasmaba eso en la relación con los jugadores? Lealtad absoluta al jefe o máximo ostracismo. ¿Baloncesto o Los Soprano?

"Odia perder, pero rara vez disfruta ganar"

"El día que un jugador de Indiana acaba su estancia allí, su relación con Knight cambia para siempre. Knight sigue siendo una figura dominante, intimidante incluso, pero ahora también es tu amigo —no un amigo al que se le llama para tomar unas cervezas, sino un amigo al que se le llama cuando uno necesita ayuda—. Es lo que Knight espera de sus exjugadores (...). La lealtad es la palabra estrella de su vocabulario. Espera que seas leal con él y siempre va a ser leal contigo, sin términos medios. Si le fallas, lo más probable es que te ponga la cruz para siempre (...). Bob es de la vieja escuela. Valora la disciplina por encima de todo. Exige una lealtad y una dedicación absolutas y es lo que ofrece a cambio", razona el libro.

La ley de Knight estaba escrita en piedra: Esfuerzo, trabajo a destajo y lo que diga el jefe va a misa, aunque lo diga con gritos amenazantes. Y sobre todo: ¡Coged los malditos rebotes! "Knight rara vez la tomaba con un jugador por fallar un tiro, salvo que fuera un tiro demasiado forzado, pero había otras cosas que no admitían perdón: no bloquear el rebote, no saber dónde estaba tu hombre en defensa, no poner un bloqueo en condiciones. Esos eran fallos que venían provocados por la falta de concentración. No había excusa —de ningún tipo— para no estar adecuadamente concentrado", cuenta el libro.

Foto:

Su método psicológico consistía en estrujar emocionalmente a los jugadores, prepararlos para lo que se les venía encima cuando enfrentaran a rivales aguerridos. No solo exigía la máxima intensidad defensiva; también aguantar dosis terribles de abuso verbal. Algunos jugadores, los que se tomaban las filípicas de Knight como un teatrillo subido de tono, se crecían con los piques del entrenador; pero otros, machacados por Knight, no levantaban cabeza. El método sargento chusquero, o instructor de La chaqueta metálica, funcionaba a medias.

"Así era Knight: nada de ponerle las cosas fáciles a nadie. Estaba convencido de que estos juegos psicológicos harían a sus jugadores más duros", cuenta el libro, donde se narra una bronca épica en un entrenamiento que sintetiza todas las demás. Merece la pena explayarse en la escena:

"Solo tenía una regla: no actuar como un idiota"

1) "A quien Knight criticó desde un inicio por ser blando fue a Daryl Thomas. Al igual que Alford, Thomas era muy talentoso, pero no tenía su determinación. Le gustaba el baloncesto, pero no era su gran obsesión en la vida. Quería ser bueno, pero no quería sacrificar todo lo demás para lograrlo. Alford erguía la cabeza y parecía pensar 'estás loco' cada vez que Knight le repetía lo mal que jugaba al baloncesto. Thomas, al contrario, tendía a creérselo (...). Thomas no era de esos jugadores que se despiertan el día del partido y piensan en comerse al rival con patatas. Era un chico de clase media de Chicago, muy inteligente, pero también muy sensible. Las palabras de Knight solían hacerle daño. Otros jugadores de Indiana, por ejemplo, Alford, sabían que Knight podía soltar cualquier cosa por su boca cuando se enfadaba y la única manera de lidiar con ello era ignorar los insultos y quedarse con el mensaje. El ayudante Dakich le había dicho al novato Calloway: 'Cuando te llame gilipollas, no le hagas ni caso, pero cuando empiece a explicarte por qué eres un gilipollas, tienes que ser todo oídos. Es la única manera de mejorar'. Thomas no podía ignorar unas palabras y centrarse en otras. Todas le llegaban y todas le dolían".

2) Knight no quería hacerle daño a Thomas. Quería convertirlo en mejor jugador, pero había acabado convencido de que tenía que hacerle daño para que mejorara de verdad (...). Hoy estaba furioso con él (...). Primero, le gritó por no poner atención en el juego. Después, le sacó del partidillo y le mandó a una canasta aparte (...). 'Daryl, —le gritó Knight— fuera de mi puta vista (...). Olvídate de ser titular el sábado, ni lo pienses (...). Si tenías alguna opción, la has desperdiciado hoy por hacer el puto vago. Eres tan malo, pero tan, tan malo (...). No sé qué te pasa por la puta cabeza. ¿Te parecí demasiado agresivo el año pasado? Ya me viste, me puedo comportar como un auténtico hijo de puta'".

placeholder Bajar la guardia no era una opción. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)
Bajar la guardia no era una opción. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)

3) "Algunos jugadores reaccionan a los enfados de Knight con orgullo y juegan mejor. Thomas no es así: se tensa (...). Thomas se marchó. Sus compañeros le miraron con pena, porque todos ellos habían estado en su lugar en algún momento. Especialmente, las estrellas del equipo; Knight rara vez se cebaba con los suplentes. El entrenamiento duró dos jugadas más antes de que Knight volviera a estallar y les dijera a todos que se fueran con Thomas al vestuario. Knight estaba enfadado de verdad, pero también estaba jugando con su equipo. Era un juego peligroso, pero le llevaba funcionando veinte años: al presionarlos ahora, podrían reaccionar mejor a la presión de los rivales cuando hiciera falta durante la temporada. Sin embargo, este era un equipo frágil en una situación delicada. El del año anterior se había derrumbado ante la presión de Knight y él lo sabía. Por eso, durante este otoño se había mostrado más comedido. Al menos, hasta hoy".

"Era intensamente leal, pero un terrible matón"

4) "Knight se marchó hecho una furia (...). Todo el mundo en aquel cuarto sabía que Knight iba a volver. La mayoría de la gente se enfada, pega tres gritos y luego se calma. Knight, casi siempre, se enfada aún más. Por supuesto, a los cinco minutos ya estaba de vuelta. No se había olvidado de Thomas. 'Daryl, eres un puto chiste de jugador (...). No pienso volver a sacarte en un partido ni aunque seas el último jugador que quede en el banquillo porque eres un puto desastre. Esto es ridículo. Os juro por Cristo que lo único que quiero hacer cuando veo esta mierda es irme a casa y echarme a llorar. ¿No lo entendéis, chicos? (...). Quiero hacer de vosotros un buen equipo, tanto que me está volviendo loco (...)'. Fijó los ojos en Winston Morgan (...). '¿Me entiendes, Winston?', le preguntó. Morgan asintió. 'Y una mierda. Mentiroso hijo de puta. Muéstramelo en la cancha y entonces te creeré' (...). Knight se estaba empezando a quedar afónico de tanto gritar. Parecía ahogarse de la excitación (...). 'Daryl, ni siquiera te esfuerzas en bajar a defender (...). No trabajas, no corres. Nunca aprietas cuando hace falta. ¿Sabes lo que eres, Daryl? Eres una puta nenaza, lo peor que he visto en este pabellón en toda mi vida. Una nenaza. Joder, tienes más talento que el noventa y cinco por ciento de los jugadores que he entrenado, pero eres una nenaza de los pies a la cabeza. Una puta nenaza'".

placeholder Esta silla me sobra. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)
Esta silla me sobra. (Archivo Universidad de Indiana/Contra)

5) "Finalmente, mientras Thomas se aguantaba las lágrimas, Knight se volvió al resto del equipo. Durante los siguientes diez minutos, les llamó de todo (...), les repitió que no podían ganarle a nadie. Insistió en que no se molestaran en venir a entrenar al día siguiente. Le daba igual lo que hicieran. 'Sacadlos de aquí de una puta vez' —acabó pidiéndoles a sus ayudantes—. Knight salió de nuevo a la cancha. Estaba agotado (...). Sabía que se había extralimitado con Thomas y, sin duda, se arrepentía de buena parte de sus palabras desde el mismo momento en que salieron de su boca. Pero ya no podía retirarlas".

6) "Thomas estaba llorando (...). Se enfrentaba al dilema que todo aquel que entra en contacto con Knight tiene que resolver: ¿Merecía la pena pasar por todo esto? ¿El fin justifica los medios? (...) Knight había mostrado su lado más cruel. Todo jugador que llega a Indiana sabe que tarde o temprano tendrá a Knight enfrente, fuera de sí y gritándole como loco. Algunos se van porque no les merece la pena, pero la mayoría se queda (...). Pero ahora Thomas dudaba. Tenía que dudar y tenía que llorar, lo contrario no sería humano. La mañana siguiente volvieron a entrenar, aunque sin Knight. Se había quedado en casa para no volver a pasar por el trauma emocional del día anterior ni hacérselo pasar al equipo. Volvió al día siguiente y lo primero que hizo fue llamar a Thomas (...). Le pasó el brazo por el hombro y le pidió que se sentara. Le habló con calma y amabilidad. 'Daryl, odio ponerme como me puse contigo, créeme. Pero ¿sabes por qué lo hago? Porque a veces creo que yo tengo más ganas de que te conviertas en un gran jugador que tú mismo. Y eso me supera. Porque jamás llegarás a ser un gran jugador salvo que tú estés dispuesto a ello (...). No sé si mi método es el acertado, pero es el único que tengo. Sabes que ha funcionado con otros jugadores. Inténtalo, Daryl, por favor, inténtalo. No te pido nada más (...). Te prometo que merecerá la pena'".

El infiltrado

Tener a un periodista empotrado en el vestuario hubiera cohibido a cualquiera con miedo al qué dirán o a perder el trabajo, pero no a Bobby Knight, tan arrogantemente seguro de su método que la presencia de un testigo incómodo le traía al pairo.

Knight se cabreó con Feinstein cuando leyó el libro, no tanto porque mostrara su metodología con cruda franqueza (probablemente Knight se enorgullecía de ello), sino porque, cuando aceptó darle acceso total, le pidió que no pusiera muchos tacos en su boca. Feinstein no cumplió, o quizá sí, fue un problema de interpretación: el periodista cribó la mayoría de los exabruptos, pero un 20% de los insultos de Knight durante una temporada eran más que los que soltaba un camionero enloquecido de Arkansas durante toda su vida.

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Una temporada en el alambre fue un éxito controvertido —Knight criticó al autor—, pero no generó el escándalo que generaría un libro así hoy, cuando los reportajes sobre liderazgos tóxicos en las grandes organizaciones son un subgénero periodístico mayor (el último: Rolling Stone sobre el comportamiento errático de Jimmy Fallon en el programa The Tonight Show).

"El objetivo de este libro es mostrar lo que distinguía a un gran entrenador como Knight, incluso dentro de su enorme complejidad, y ayudarnos a entender cómo los que están a su alrededor lidiaban con su carácter, compartían alegrías con él y estaban dispuestos a soportar todo su mal genio y sus excesos", asegura McGuire en el prólogo.

Feinstein hizo más de notario que de acusador, un antropólogo cuyo objeto de estudio resulta echar fuego por la boca, pero al que busca explicar más que juzgar, rastrear las causas de una gestión exitosa, pero dañina y autodestructiva. Sin moralina justiciera, pero sin paños calientes.

Foto: Jesús Gil y Gil 'El Pionero' (HBO)

Hablamos con el periodista estadounidense John Feinstein, de 67 años, sobre las luces y sombras de Bobby Knight.

PREGUNTA. ¿Por qué fascina tanto la figura de Bobby Knight?

RESPUESTA. Lo que hacía a Knight tan fascinante eran las contradicciones de su personalidad: era brillante, pero hacía cosas sorprendentemente estúpidas y autodestructivas. Era intensamente leal, pero un terrible matón. Odiaba perder, pero rara vez disfrutaba al ganar. Jugar para él era algo maravilloso para la mayoría de jugadores… pero solo cuando se graduaban [y le perdían de vista]. Los amigos de Knight le eran extremadamente leales, pero conocían su interminable lista de defectos.

P. ¿Es posible que una persona así genere un sentimiento que no sea de amor absoluto u odio total? ¿Es una figura polarizadora?

"Desafortunadamente, y pese al margen increíblemente amplio que se le permitió, Bobby Knight se autodestruyó"

R. Muy pocas personas que conocieron a Knight son neutrales respecto a él. Muchos lo amaron incondicionalmente; muchos no lo soportaban. Yo tuve una visión privilegiada porque era un extraño con acceso interno y conocí ambos bandos. Lo mejor de Bob era maravilloso: un hombre inteligente, divertido, entretenido, tratando siempre de aprender. Lo peor de Bob era exasperante: un matón que no estaba dispuesto a aceptar consejos de nadie; cruel con las personas que le eran leales. Yo suelo decir que los únicos grises de su vida estaban en su cabello: veía el mundo desde un prisma en blanco y negro, por lo que la gente tendía a verlo también a él de esa manera.

¿Polarizador? Incluso ahora, 36 años después de su último título, 15 años después de su último entrenamiento y tras haber fallecido, inspira ira cada vez que alguien menciona su nombre; pero también defensas cerradas de su comportamiento. No hay nada entre medias.

P. Bobby Knight odiaba perder. La derrota le quemaba por dentro. ¿Es eso un valor del deporte de élite o una disfunción psiquiátrica?

R. Muchos grandes entrenadores odian más perder que disfrutan ganar. Tienden a recordar más las derrotas que las victorias porque las derrotas les manejan. Knight era claramente así; perder era embarazoso para él. Siempre pensó que todo el mundo se reía de él cuando perdía, cuando de hecho a la mayoría de la gente le traía sin cuidado. Pensar que tenía problemas psicológicos es quedarse corto. Simplemente no podía delegar nada, siempre tenía que tener la última palabra sobre todo.

Foto: Martino llegó a decirle a Messi que ya sabía que era "el puto amo", que no tenía que demostrarlo a diario. (EFE)

P. Una de las claves del método Knight era crujir psicológicamente a los jugadores para, en teoría, mejorar su rendimiento. Sostienes que esto servía a algunos jugadores y perjudicaba a otros. ¿Era él consciente de los límites de su método?

R. Knight fue muy duro con sus jugadores y algunos simplemente no pudieron soportarlo. Pero, la mayoría de las veces, sabía qué jugadores podían soportar sus arrebatos emocionales y cuáles no. Sabía que Steve Alford aceptaba casi cualquier cosa y Darryl Thomas no. Después de atormentar a Thomas, sabe que cometió un error y lo llama para hablar a la mañana siguiente. Knight solo tenía una regla: no actuar como un idiota.

P. ¿Fue Bobby Knight un líder tóxico o lo que hoy consideramos un ambiente laboral tóxico no es lo mismo que hace 20 años?

R. No hay duda de que el enfoque de Knight no sería aceptable hoy en día. El hecho de que varios profesores y uno de los decanos de la universidad observaran sus prácticas con regularidad y no tuvieran problemas con sus arrebatos ya te muestra que era una época muy diferente. La escena del látigo con Calbert Cheaney, en 1994, ocho años después de publicarse el libro, provocaría hoy un despido fulminante [Knight amenazó con un látigo a un jugador durante un entrenamiento, pero alegó que era una broma]. Dicho esto, creo que los grandes entrenadores se adaptan a los tiempos, y Knight fue capaz de hacerlo, aunque sin demasiado convencimiento.

P. Knight salió de Indiana por la puerta de atrás. ¿Su autodestrucción fue inevitable?

R. En las páginas finales del libro escribí que su mejor año podía estar todavía por llegar "si no se autodestruía". Desafortunadamente, y pese al margen increíblemente amplio que se le permitió, finalmente se autodestruyó. Una historia triste.

Los viejos buenos tiempos

En la campaña electoral de 2016, Bobby Knight participó en un mitin de apoyo a Donald Trump. El futuro presidente de EEUU dijo de él: "Amo a los ganadores". Y Knight dijo luego de Trump: "Tenemos a un presidente de los EEUU que ama su país. Hagamos lo que es mejor para América. Trump está aquí para que América vuelva a ser tan buena como puede ser". O los viejos buenos tiempos... que ya nunca volverán.

En septiembre de 2000, caminando por el campus de la universidad de Indiana, un estudiante se cruzó con Bobby Knight y le dijo: "Ey, Knight, ¿qué pasa?". Al míster no le hizo gracia que un desconocido se dirigiera a él en esos términos. Agarró al estudiante del brazo y le reprendió por no mostrarle "respeto": debía llamarle "señor Knight" o "coach Knight".

placeholder Trump y Knight, en plena campaña electoral. (Reuters)
Trump y Knight, en plena campaña electoral. (Reuters)

Parecía un incidente menor, pero acabó con Knight despedido sin honores de la universidad que había llevado a la gloria baloncestística (acabó su carrera en Texas Tech, hasta que se retiró en 2008). El problema con Knight en Indiana no fue tanto que un estudiante le vacilara, como que llovía sobre mojado: tras años haciendo la vista gorda a sus explosiones, a principios de 2000, la universidad declaró "tolerancia cero" hacia Knight cuando supo que, tres años antes, había zarandeado a un jugador durante un entrenamiento. Encararse con un estudiante fue la gota que colmó el vaso.

El tiempo de Knight se había acabado. Tocaba revisar su legado.

"Lo que le hace bueno, le hace buenísimo. Lo que le hace malo, le hace el peor. Si me dieran un dólar por cada vez que alguien me cuenta que se ha encontrado con Knight y ha sido de lo más amable, encantador y divertido, no tendría que volver a trabajar en mi vida. Si además me dieran otro dólar por cada vez que me cuentan que se ha portado como un matón odioso y maleducado, directamente sería Bill Gates".

"Puede que sea uno de los últimos dictadores del banquillo. El que pone fin a una era", zanja McGuire. Esta madrugada, ha fallecido a los 83 años.

No, Bobby, no!".

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