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Polonia acaba de enseñarle a Rusia cuál es el talón de Aquiles de su apoyo a Ucrania
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Polonia acaba de enseñarle a Rusia cuál es el talón de Aquiles de su apoyo a Ucrania

El veto polaco a los productos agrícolas ucranianos, aunque haya permitido su tránsito hacia otros países, es la primera fractura en el respaldo supuestamente inquebrantable de Varsovia a Kiev

Foto: Un granjero de trigo ucraniano posa frente a su granja destruida en Bilozerka, Ucrania. (Reuters/Lisi Niesner)
Un granjero de trigo ucraniano posa frente a su granja destruida en Bilozerka, Ucrania. (Reuters/Lisi Niesner)

Desde el inicio de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, si hay un Estado aliado en el que Kiev haya podido contar en todo momento, ese ha sido Polonia. El país acoge a más de un millón y medio de refugiados ucranianos, ha sido la voz cantante en la Unión Europea (UE) a la hora de exigir sanciones contra Rusia y, con frecuencia, ha sido el primero en escalar la ayuda militar a su vecino, incluyendo el reciente anuncio de la entrega de aviones de combate. Más de un 75% de la población polaca, según las encuestas del país, respalda este apoyo armamentístico. La frase “no hay una Polonia libre sin una Ucrania libre”, atribuida frecuentemente al padre fundador de Polonia, Jozef Pilsudski, ha sido reiterada desde Varsovia hasta el aburrimiento.

Esta postura le ha otorgado a Polonia cierto liderazgo moral en Bruselas tras años de ser, junto a Hungría, el alumno díscolo de la escuela europea por su erosión de la independencia judicial y la libertad de prensa. Los momentos de zozobra por parte de Alemania y otros Estados de Europa Occidental a la hora de enviar armamento pesado a Kiev siempre han ido acompañados de la crítica de turno polaca. “No nos quedaremos de brazos cruzados viendo cómo Ucrania se desangra hasta morir”, sentenció el primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, cuando Berlín dudaba si permitir el envío de tanques Leopard a Ucrania.

Foto: Carros de combate Leopard 2PL. (Warszawska Brygada Pancerna)

Sin embargo, la primera fractura en este respaldo supuestamente inquebrantable salió a relucir a finales de la semana pasada, cuando Polonia vetó súbitamente las importaciones y el paso de productos agrícolas ucranianos. La decisión unilateral, tomada sin el respaldo de la UE y que ha sido replicada en los días posteriores por Hungría, Eslovaquia y Bulgaria —y que Rumanía también va camino de imitar—, ocurre en un contexto de protestas del sector agrario de los países de Europa Oriental. Estos agricultores critican la reducción de los precios del grano, la principal exportación de Ucrania, debido a lo que califican como competencia desleal, ya que su producción resulta más barata y está sujera a menos estándares que en los países del bloque.

A raíz de la guerra de Rusia contra Ucrania, la Comisión Europea llegó a un acuerdo con el país para eliminar los aranceles sobre los alimentos. El objetivo era facilitar que Kiev venda su grano y otros productos en el extranjero en un contexto de bloqueo por parte de Rusia del mar Negro, que en tiempos previos al conflicto era la ruta por la que salía el 90% de las exportaciones ucranianas. Los cereales debían ser transportados a través de Polonia y Rumanía hacia sus respectivos puertos y, desde allí, al resto del mundo, cumpliendo el doble objetivo de mantener con vida el sector agrario de Ucrania y evitar una crisis alimentaria global.

Pero debido a varios cuellos de botella logísticos, imperativos económicos y una buena cosecha en Europa central, gran parte del cereal ucraniano ha acabado en los mercados de estos países, hundiendo los precios para los agricultores de la región. Una realidad que los expertos consideraban inevitable desde un principio. “La narrativa era sencilla: necesitamos ayudar a Ucrania a exportar su grano en una situación de guerra. Todo el mundo la apoyó. Pero la realidad es que para cualquier acción siempre hay una reacción. Si traes cereales a través de los países vecinos, eso va a afectar invariablemente a los agricultores de esas regiones”, explica a El Confidencial Mike Lee, director de la consultora Green Square Agro y especialista en exportaciones agrícolas en el mar Negro.

Foto: Un tractor recoge un campo de cereal. (EFE)

La UE ya había anticipado este problema, aprobando un paquete de 56 millones de euros para compensar al sector en el este. Sin embargo, los agricultores lo consideran totalmente insuficiente y han lanzado desde hace meses una serie de protestas masivas y prolongadas que, entre otras consecuencias, ya se han cobrado la cabeza del antiguo ministro de Agricultura de Polonia, Henryk Kowalczyk.

Este miércoles, los representantes de Kiev y Varsovia llegaron a un acuerdo para reanudar el flujo de grano, con ambas partes garantizando que ningún producto agrícola ucraniano permanecerá en Polonia y que solo podrá transitar por el país bajo escolta. Un pacto del que todavía se desconocen algunos detalles, pero que sirve, al menos, para apagar un fuego que esta semana amenazaba con dañar severamente una de las relaciones más importantes para Ucrania. Sin embargo, pocos dudan de que hay alguien que habrá tomado nota de este punto débil para Varsovia y otros Gobiernos de Europa Oriental: Vladímir Putin.

Un sector devastado y a la merced de Moscú

Como parte de su invasión, el Kremlin ha buscado dañar la capacidad de Ucrania para exportar productos agrícolas a los mercados globales, una de sus principales fuentes de ingresos. Para ello, ha llevado a cabo un bloqueo de las rutas comerciales en el mar Negro y el mar de Azov, el cual fue total al inicio de la guerra y ha sido parcial desde un acuerdo alcanzado en julio de 2022 y mediado por la ONU y Turquía.

Foto: Un carguero con grano ucraniano, en el estrecho del Bósforo. (EFE/Erdem Sahin)

Por ello, millones de toneladas de cereales siguen almacenadas y atrapadas en Ucrania. Rutas de exportación alternativas como las que ha facilitado la Unión Europea suponen un importante alivio, aunque el transporte por carretera es una vía mucho más cara de llevar el grano a los mercados globales y lo mismo sucede con el ferrocarril, dado que el ancho de las vías ucranianas es diferente a las de sus vecinos occidentales. “Hay todo tipo de desafíos logísticos y resulta enormemente costoso. Y estas barreras comerciales (anunciadas por los países del Este de Europa) van a empeorar todavía más la situación”, lamenta Susanne Wengle, profesora de la Universidad de Notre Dame y experta en agricultura en Rusia y Ucrania.

Según el Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias, las exportaciones de trigo de Ucrania se redujeron el año pasado en 5,3 millones de toneladas métricas en comparación con 2021, una disminución del 28%. Por si fuera poco, gran parte de las zonas más fértiles y cultivables de Ucrania son ahora —y, probablemente, serán durante años— completamente inutilizables debido a las minas terrestres y los miles de kilómetros de trincheras excavadas para la guerra, comprometiendo todavía más la producción del país para la siguiente temporada de siembra.

En estas circunstancias, la desesperación de los granjeros ucranianos por obtener algún tipo de ingreso es la principal responsable de la disminución de los precios. “Estaba hablando con una granja en Mykolaiv y me contaron que se habían visto obligados a vender su trigo a 80 o 90 dólares la tonelada. En ese momento, la tonelada costaba 360 dólares en el mercado mundial”, relata Mike Lee. “Los granjeros se están quedando sin dinero y muchos están dejando de plantar. Va a ser un año extremadamente difícil”, señala, por su parte, Wengle.

Rusia cuenta con una enorme palanca sobre el flujo del grano por su control de las aguas del mar Negro y el mar de Azov y parece estar cada vez más dispuesta a usarla. El pasado 14 de marzo, el Gobierno de Putin solo aceptó una prórroga de 60 días —en lugar de los 120 habituales— al acuerdo mediado por Turquía y la ONU. Desde entonces, también ha paralizado en varias ocasiones las inspecciones de buques ucranianos, impidiendo temporalmente su navegación. El mes que viene, el pacto debería volver a ser prorrogado, pero el contexto de una contraofensiva ucraniana en ciernes podría llevar a Moscú a hacerlo saltar por los aires o a exigir el levantamiento de varias sanciones occidentales como chantaje para renovar el acuerdo.

A esto se le suma ahora el incentivo de que, con toda seguridad, un cierre de la arteria comercial marítima provocaría un incremento drástico del flujo de cereal hacia Europa. Una medida que, como Putin ahora bien sabe, está destinada a encender los ánimos de los agricultores polacos en pleno año electoral. “Creo que Rusia solo puede beneficiarse de esto”, opina Wengle.

Una UE irritada, pero sin hacer ruido

La competencia comercial está únicamente en manos de la Comisión Europea y las medidas unilaterales tomadas por Polonia, Hungría y compañía han irritado mucho a Bruselas. “La política comercial es competencia exclusiva de la Unión Europea y las decisiones se toman a nivel europeo. Las acciones unilaterales no son aceptables. En tiempos tan complicados, es crucial coordinar y alinear todas las decisiones dentro de la UE”, recordó Miriam García Ferrer, portavoz de Comercio. El plan de la Comisión, de hecho, es el de prorrogar la entrada de grano ucraniano sin cuotas ni aranceles durante un año más a partir del 30 de junio, algo que se propuso en febrero.

Foto: De izquierda a derecha: el líder del partido Ley y Justicia polaco, Jaroslaw Kaczynski; el primer ministro checo, Petr Fiala; el primer ministro esloveno, Janez Jansa; el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki; el primer ministro ucraniano, Denys Sh

Sin embargo, Bruselas ha esquivado cualquier enfrentamiento directo con los países, limitándose a pedir explicaciones, papeles y justificaciones. Esto, por su reconocimiento del papel crucial que los países de primera línea han estado jugando durante este primer año de conflicto. “No se trata de sancionar, sino de encontrar soluciones en base a la legislación europea, en interés de los ucranianos y los europeos", señaló un portavoz.

Además, pese al enfado, en la Comisión eran y son conscientes de que el flujo de cereal ucraniano estaba resultando un verdadero problema. “Constatamos perturbaciones en el mercado, constatamos una disminución de los precios”, ha admitido una fuente comunitaria. El choque llevaba tiempo cociéndose a fuego lento antes de estallar. Los países del Este se han quejado durante meses por esta cuestión y este último paso, según consideran en la capital comunitaria, ha sido una manera de aumentar la presión sobre Bruselas antes de abordar el debate de la prórroga de las excepciones agrícolas ucranianas.

Lo que quieren Polonia, Hungría y el resto del frente oriental está claro: más dinero y medidas concretas para evitar que el grano se acumule en sus almacenes, haciendo que el precio nacional del cereal se desplome. Y la Comisión parece dispuesta a cumplir con estos deseos. Se prevé que en los próximos días ofrezca más ayudas financieras a los países afectados por el apoyo a las exportaciones de Ucrania, según ha confirmado Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en una carta enviada este miércoles a Polonia, Hungría, Eslovaquia, Bulgaria y Rumanía.

Foto: Vista general de la Catedral de San Juan Bautista durante la celebración de la misa crismal. (EFE/Pawel Supernak)

En la misiva, la presidenta ha presentado tres propuestas: un nuevo tramo de ayudas de 100 millones de euros, medidas preventivas siguiendo las normas comerciales para algunos cereales y, por último, una investigación sobre otros "productos sensibles". El objetivo es el de "solamente permitir importaciones (de cereal) en los cinco países vecinos que vayan destinados a otras zonas de la UE o a países terceros”, ha especificado una fuente comunitaria. Esas medidas se pueden tomar gracias a una salvaguardia que “establece que cuando circunstancias excepcionales que requieran una acción inmediata imposibiliten una investigación, la Comisión podrá, previo informe al Comité del Código Aduanero, tomar cualquier medida preventiva que sea necesaria”, ha agregado.

Hasta ahora la Comisión Europea había evitado abordar el asunto de frente. El asunto ha estado en las reuniones que celebran habitualmente los embajadores representantes permanentes de los Veintisiete en Bruselas, un foro en el que los diplomáticos de otros países como Rumanía y Bulgaria también expresaron su preocupación ante la situación. En esos encuentros, el principal miedo era el de generar una nueva división interna en la Unión. Por ahora, el asunto ha sido contenido, pero las primeras brechas en Polonia y otros países orientales en torno a Ucrania ya están a la vista, sobre todo para la mirada atenta de Moscú.

Desde el inicio de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, si hay un Estado aliado en el que Kiev haya podido contar en todo momento, ese ha sido Polonia. El país acoge a más de un millón y medio de refugiados ucranianos, ha sido la voz cantante en la Unión Europea (UE) a la hora de exigir sanciones contra Rusia y, con frecuencia, ha sido el primero en escalar la ayuda militar a su vecino, incluyendo el reciente anuncio de la entrega de aviones de combate. Más de un 75% de la población polaca, según las encuestas del país, respalda este apoyo armamentístico. La frase “no hay una Polonia libre sin una Ucrania libre”, atribuida frecuentemente al padre fundador de Polonia, Jozef Pilsudski, ha sido reiterada desde Varsovia hasta el aburrimiento.

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