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Biden corona a Polonia en el aniversario de la guerra con la que recuperó su influencia en la Unión Europea
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ANIVERSARIO DE LA GUERRA

Biden corona a Polonia en el aniversario de la guerra con la que recuperó su influencia en la Unión Europea

En cuestión de un año, Polonia ha pasado de encontrarse entre los parias de la Unión a ser uno de los principales actores, dejando atrás las críticas que recibía en el pasado

Foto: El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, estrecha la mano del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (Reuters/Johanna Geron)
El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, estrecha la mano del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (Reuters/Johanna Geron)

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, ha decidido conmemorar el primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania con una visita a Polonia, máximo aliado de Kiev en Occidente, junto con Washington, después de haber visitado Ucrania este lunes. La elección no es casualidad. Es la coronación final tras un año y pico en el que Polonia logró recuperar la influencia y un papel central en Occidente. El líder americano escoge a su gran aliado en la ofensiva diplomática con la que han conseguido que todo Occidente respalde a Ucrania en su guerra contra Moscú y es un termómetro de hasta qué punto Varsovia ha aprovechado el último año para situarse en el centro del tablero.

Las cosas eran muy diferentes hace poco más de un año. En octubre de 2021, Polonia estaba en un momento especialmente delicado. Tras años de deriva autoritaria del Gobierno ultraconservador del Partido Ley y Justicia (PiS), Varsovia había ido, poco a poco, quedándose aislada, convirtiéndose, junto a la Hungría de Viktor Orbán, en una auténtica paria dentro de la Unión Europea. Hacía poco que la Comisión Europea por fin se había dotado de una herramienta que permitía cortar fondos a países que estuvieran poniendo en riesgo el Estado de derecho, Estados miembros como Polonia, donde el Gobierno estaba poniendo en tela de juicio la independencia del sistema judicial con una polémica reforma.

Entonces llegó el 8 de noviembre de 2021. Aquella mañana, bien temprano, cientos de migrantes llegados desde Oriente Medio hasta Minsk, en aviones que después se sabría que fueron facilitados por el Gobierno bielorruso, empezaron a cruzar la frontera de Bielorrusia hacia Polonia. Una instrumentalización de la migración por parte del régimen de Alexander Lukashenko, que buscaba así meter presión a la Unión Europea para que retirara las sanciones que había impuesto a Bielorrusia por la brutal represión del régimen contra la oposición democrática tras las elecciones de 2020.

Foto: Uladzimir Makei, exministro de Asuntos Exteriores en Bielorrusia, junto a su homólogo ruso, Sergey Lavrov. (EFE)

Polonia defendió que estaba siendo víctima de un “ataque híbrido”. No se trata de un ataque militar, pero es un intento de desestabilizar el país. Unos miles de migrantes en su frontera fueron suficientes para lograr el pánico político en Varsovia, y la oportunidad de encontrarse en el centro de atención y retomar cierta iniciativa dentro de la Unión Europea. A pesar de que había miles de migrantes sufriendo temperaturas bajo cero, la gestión polaca fue la de una amenaza militar. Murieron 24 migrantes durante la crisis. Lejos de realizar ninguna crítica al pánico, a la respuesta casi militar, los líderes de la Unión apoyaron a Polonia y su Gobierno. Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, calificó lo ocurrido de “brutal ataque híbrido” y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, también apoyó al Gobierno del PiS. Cierre de filas incondicional.

En cuestión de semanas, Polonia había pasado de ser un paria que había utilizado el Tribunal Constitucional, controlado políticamente con miembros afines escogidos de forma ilegal, según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH), para declarar la incompatibilidad de los tratados europeos con la Constitución, a contar con el apoyo de los Veintisiete. Ser víctima de la instrumentalización de la migración, algo que España sufrió solamente unos meses antes, había servido para vacunar a Varsovia ante las críticas durante un tiempo.

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Fuentes diplomáticas explicaron entonces que Polonia había parecido salir de su “ensimismamiento”, que estaba más participativa, más receptiva, más abierta. Pero sin progresos particulares en la cuestión del Estado de derecho. Sencillamente, según explicaban fuentes diplomáticas, parte del Gobierno polaco había entendido para qué podía servir la Unión: para contar con apoyo internacional en crisis así. Incluso para poder gestionar la crisis permitiendo 24 muertos y salir reforzado de ello.

En esas semanas, Alemania también se propuso rescatar a Polonia de ese ensimismamiento, siendo el único país junto a Francia al que se mencionó en el acuerdo de gobierno entre los socialdemócratas del SPD, los ecologistas y los liberales, señalando la necesidad de resucitar el llamado “triángulo de Weimar”, con una mayor cooperación entre Berlín, París y Varsovia. Alemania abría así la puerta a que Polonia, si lo deseaba, pudiera volver a sentarse a la mesa de los adultos en la Unión.

La guerra

Pero lo que ha cambiado definitivamente el papel de Polonia en la Unión Europea no ha sido el incidente con Bielorrusia. La invasión lanzada el 24 de febrero por Rusia sobre Ucrania fue para Varsovia una demostración de que su visión sobre Moscú era la correcta. Que por mucho que otros socios, como Francia o Alemania, siguieran creyendo que era posible llevar a Rusia hacia el molde occidental y europeo a través del comercio, se trataba de una potencia imperialista y agresiva. Polonia se sintió reivindicada y la invasión mostró al resto de la Unión que quizá debían haber escuchado mejor a los socios que realmente conocían a Rusia de cerca.

placeholder Morawiecki, primer ministro de Polonia. (Reuters)
Morawiecki, primer ministro de Polonia. (Reuters)

Tras la invasión, Varsovia se convirtió en el máximo aliado de Ucrania dentro de la Unión Europea. El ala de los halcones del este, que pedían mano dura con Moscú, sanciones contundentes y apoyo total a Kiev, estaba liderado por Polonia, un país que por peso y por influencia hacía tiempo que podía estar en la sala de máquinas de la Unión, pero que desde la llegada del PiS al Gobierno había renunciado a jugar el papel que le correspondía.

Polonia fue de los pocos aliados de Ucrania que desde el primer momento animaron al resto de sus socios a enviar armamento letal al país invadido, mientras para muchos países, como Alemania o España, esa era todavía una línea roja. Ahora, los socios de la UE y de la OTAN llevan meses enviando armamento a Kiev y recientemente han acordado mandar numerosos carros de combate. Varsovia también ayuda al Gobierno ucraniano a ir abriendo el debate sobre la entrega de cazas, algo que por ahora los socios no quieren tratar. Por otro lado, Polonia es el centro logístico de toda la ayuda militar que Occidente está prestando a Ucrania, lo que refuerza ese papel nuclear en la alianza internacional de apoyo a Kiev.

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Además, el país ha gestionado la llegada de unos ocho millones de ucranianos que huyen del conflicto y se calcula que unos dos millones han permanecido en suelo polaco, siendo el socio europeo que más refugiados está acogiendo. Eso le está dando un importante capital político que hace que la voz de Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco, hasta hace poco aislado en la Unión, sea escuchada ahora con especial atención. Este capital político permite a Polonia proyectar su visión respecto a la migración en el debate europeo que ahora afronta la reforma del pacto migratorio, que lleva enterrada desde 2015.

Por otro lado, Polonia está invirtiendo mucho en ser la potencia militar de Europa. Ha incrementado su gasto en defensa hasta el 4% del PIB, el doble del objetivo de la OTAN, y cuenta con 144.000 efectivos que aspira a doblar, hasta cerca de los 300.000, mientras moderniza sus fuerzas armadas.

Todo ello ha contribuido a que el papel de Polonia se vea reforzado y haya dejado de ser un paria entre los Estados miembros. Es un interlocutor directo de EEUU, como demuestra la visita de Biden, un Estado miembro en primera línea en la guerra de Ucrania, y se ha encontrado, sistemáticamente, en el lado ganador del debate durante el último año, impulsando medidas que al principio parecían imposibles o arriesgadas y que finalmente han acabado siendo realidad. Mientras dure la guerra, Polonia mantendrá esa especial influencia.

placeholder El presidente polaco (centro), junto con el presidente francés (izquierda) y el canciller alemán (derecha). (EFE/EPA/Johannes Simon)
El presidente polaco (centro), junto con el presidente francés (izquierda) y el canciller alemán (derecha). (EFE/EPA/Johannes Simon)

La Comisión Europea tiene algo más de memoria sobre cómo estaba la situación con Polonia hace poco más de un año, y exige que el país empiece una marcha atrás en la cuestión de la reforma del sistema de justicia. Bruselas mantiene retenidos los fondos europeos de recuperación para Varsovia, aunque alcanzaron un acuerdo para dar luz verde al plan polaco en junio de 2022, y recientemente ha llevado al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) el desafío planteado por el constitucional polaco en octubre de 2022. El país cuenta con una oportunidad de oro de redimirse y situarse en el centro del tablero europeo, pero solamente si es capaz de resolver del todo sus disputas con el Ejecutivo comunitario. La interlocución entre Bruselas y Varsovia ha mejorado mucho en los últimos tiempos, pero esa espina sigue ahí clavada.

Dentro del Gobierno del PiS hay mucha división. Hay un sector que considera que hay que aprovechar la oportunidad, enterrar el hacha de guerra con Bruselas y utilizar la situación actual para convertir Polonia en uno de los socios más influyentes de la Unión Europea y de la OTAN. Los defensores de esta tendencia consideran que sin renunciar a sus ideas y discursos, esto permitiría al partido reflejar su visión de determinados asuntos, como la migración o cuestiones de identidad y religión, con mayor efectividad en toda Europa. Otro sector de la formación y de sus aliados consideran que no hay que ceder ante Bruselas y se debe mantener el pulso.

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, ha decidido conmemorar el primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania con una visita a Polonia, máximo aliado de Kiev en Occidente, junto con Washington, después de haber visitado Ucrania este lunes. La elección no es casualidad. Es la coronación final tras un año y pico en el que Polonia logró recuperar la influencia y un papel central en Occidente. El líder americano escoge a su gran aliado en la ofensiva diplomática con la que han conseguido que todo Occidente respalde a Ucrania en su guerra contra Moscú y es un termómetro de hasta qué punto Varsovia ha aprovechado el último año para situarse en el centro del tablero.

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