Es noticia
Vivir bajo el terror silencioso: historias desde una ciudad 'liberada' por los rusos
  1. Mundo
algunos vuelven pese a la ocupación rusa

Vivir bajo el terror silencioso: historias desde una ciudad 'liberada' por los rusos

El 26 de febrero tomaron el puerto y el aeropuerto. Al día siguiente, todo el enclave. No hubo grandes batallas, ni resistencia

Foto: El puerto de Berdiansk. (Reuters)
El puerto de Berdiansk. (Reuters)

Nataliia ha vivido sus 51 años en Berdiansk, en la región de Zaporiyia. Allí terminó la universidad, con la aspiración de convertirse en profesora de inglés, pero acabó trabajando en el Gobierno local. Esta ciudad, a orillas del mar Azov, en el sur de Ucrania, fue una de las primeras en caer bajo ocupación rusa. El 26 de febrero tomaron el puerto y el aeropuerto. Al día siguiente, todo el enclave. No hubo grandes batallas, ni resistencia. Cuando la mujer vio la columna de tanques rusos por las calles y avenidas de la localidad, sintió el horror. Rechazó colaborar con los invasores y se marchó 'al exilio' con el resto de sus colegas de la Administración ucraniana. Pero, tras varias semanas fuera, decidió volver a su ciudad.

¿Qué impulsó a una proucraniana convencida a regresar a una ciudad tomada por el invasor? Porque es su casa y Nataliia no quiere dejar abandonada la tumba de su hijo, fallecido durante la Guerra de Afganistán. Además, nunca logró una oportunidad económica para mantenerse fuera. De hecho, quiso volver antes. Pero los militares ucranianos prohibieron durante días el acceso a la zona ocupada por la intensificación de los bombardeos. Asegura que su caso no es único y que incluso conoce casos de ucranianos que regresan a la arrasada Mariúpol, a vivir entre edificios semidestruidos y bajo control de Moscú. Sus historias tienen mucho en común.

"Estuve dos semanas buscando el piso en Polonia y ahora quiero volver. No tengo a dónde ir", dice un hombre que está obligado a volver a Berdiansk. Se fue de la región para buscar una vida mejor en Europa, pero se dio cuenta de que no hay nada como su casa. "Los que querían emigrar ya tenían oportunidades de hacerlo, no soy emigrante y no voy a serlo", comenta el hombre, quien prefiere no revelar su nombre.

Foto: Un soldado ucraniano, frente a un monumento a la sandía en Novovorontsovka, Jersón. (Cedida)

Berdiansk, que contaba con algo más de 100.000 habitantes antes de la guerra, es una ciudad principalmente rusoparlante. Sus habitantes aseguran que nunca hubo represión del Gobierno central, ni siquiera durante las presidencias de Víktor Yúshchenko (2005-2010) y Petro Poroshenko, a los que el Kremlin detestaba por sus intentos de limitar la influencia rusa en el país vecino. La única iglesia ucraniana se encontraba en la primera planta de un edificio de nueve alturas y fue financiada con el dinero de los creyentes ucranianos. Pero algunos vecinos llegaron a pensar que era "una secta rara" por no tener pinta de una iglesia ortodoxa típica con baños de oro.

Durante años, la Administración local no se ocupó de fomentar la cultura y religión, dado que Berdiansk era, principalmente, un centro vacacional barato que vivía de los ingresos de la temporada alta. Por eso, la vida estaba construida alrededor del verano, cuando los turistas rusos y ucranianos llenaban las playas locales, mientras que el resto del tiempo hibernaba. Tampoco se libró de la corrupción administrativa a varias escalas, como alquilar una zona peatonal pública para un parque de atracciones o las construcciones ilegales en la costa. Era el retrato robot de una ciudad provincial de esta región.

* Si no ves correctamente este formulario, haz clic aquí.

No nos olvidéis

Mikhail, científico marino, también huyó de Berdiansk y ahora vive en Odesa, donde intenta mejorar su ucraniano tras haber estudiado en una escuela rusa. Nos comenta que la ciudad también fue tomada sin resistencia en la guerra de Crimea y, mucho antes, en la revolución de 1917. En la Segunda Guerra Mundial, la defensa de la ciudad recayó en ancianos y gente con discapacidad. Los soviéticos los dejaron para cavar las trincheras. Cuando los nazis entraron sin que nadie presentara batalla y vieron a los defensores locales, les dieron pena.

"En esta guerra no hubo ni defensa territorial, ni el ejército regular para defender la ciudad. Se fueron a Mariúpol", asegura Mikhail, explicando que los carros blindados entraron en la ciudad sin necesidad de disparar, como se puede ver en los vídeos que circularon en redes los primeros días de la invasión.

Sin embargo, una vez tomada la ciudad, el invasor se encontró con protestas, en vez del apoyo y agradecimiento de los ucranianos por la 'liberación' que les habían vendido. Los nuevos administradores rusos comenzaron a gobernar entonces con una mezcla de 'terror silencioso' y propaganda. Utilizar el cementerio local como el aparcamiento para los tanques, encerrar a activistas en sótanos, buscar a los familiares de los militares o hacer listas de pisos vacíos para meter a sus familias se combinaban con las promesas rusas por radio y televisión de perdonar las deudas bancarias y bajar el coste de los servicios públicos. Promesas que nunca se cumplieron. La ciudad también tiene problemas de suministro, como medicamentos.

Foto: Iya Kiva, poetisa ucraniana nacida en Donetsk. (Iya Kiva)
TE PUEDE INTERESAR
"La lengua rusa es un animalito muerto sobre mi pecho"
Argemino Barro. Lviv

Las autoridades ucranianas calculan que alrededor del 70% de la población abandonó la ciudad. Por eso, en los referéndums ilegales organizados por el Kremlin, se pueden ver urnas con apenas un par de papeletas, según imágenes distribuidas por grupos locales de resistencia que denunciaban la manipulación rusa. Algunos vecinos cerraron las puertas y se escondieron para no participar. Sin embargo, no toda la gente proucraniana puede salir de la ciudad y muchos se tienen que quedar allí después de los referéndums. Para evitar su asimilación, falsifican fotos diciendo que sus niños estudian en otras escuelas a distancia, pese a que los profesores —denuncian los padres— les llegaron a amenazar con quitarles la patria potestad.

Maria, quien prefiere no dar su nombre real por seguridad, tenía un hijo alistado en las Fuerzas Armadas ucranianas. Este verano le mataron en las trincheras del sureste. La peor tortura para ella es ver cada día las caras de soldados rusos "que mataron" a su hijo. Sin embargo, ella no puede huir de Berdiansk porque no quiere dejar sola a su madre enferma.

Para Lyuba y Vera, que son ucranianoparlantes, el referéndum fue una tragedia personal. Son personas ya mayores que llevan toda su vida en Berdiansk y no pueden salir. Cada día, dicen, rezan para que liberen la zona. "Lo único que estoy pidiendo es que no nos dejéis aquí, por favor", comenta Vera con voz temblorosa. "No nos olvidéis".

Nataliia ha vivido sus 51 años en Berdiansk, en la región de Zaporiyia. Allí terminó la universidad, con la aspiración de convertirse en profesora de inglés, pero acabó trabajando en el Gobierno local. Esta ciudad, a orillas del mar Azov, en el sur de Ucrania, fue una de las primeras en caer bajo ocupación rusa. El 26 de febrero tomaron el puerto y el aeropuerto. Al día siguiente, todo el enclave. No hubo grandes batallas, ni resistencia. Cuando la mujer vio la columna de tanques rusos por las calles y avenidas de la localidad, sintió el horror. Rechazó colaborar con los invasores y se marchó 'al exilio' con el resto de sus colegas de la Administración ucraniana. Pero, tras varias semanas fuera, decidió volver a su ciudad.

Ucrania Conflicto de Ucrania
El redactor recomienda