Los 'halcones' viajan a Kiev: así intenta el este de la UE marcar la agenda sobre Rusia
Los líderes de Polonia, República Checa y Eslovenia viajan a Kiev sin coordinación con sus socios europeos y fijando la agenda de la Unión hacia Rusia
En la noche del martes, Mateusz Morawiecki, primer ministro de Polonia, junto a sus homólogos esloveno, Janez Jansa, y checo, Petr Fiala, entraban en Kiev, la capital atacada incesantemente por tropas rusas desde que el pasado 24 de febrero empezaron su invasión a Ucrania. Hacía poco más de 24 horas que el líder polaco había confirmado a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, que ese viaje iba a tener lugar. Tanto Michel como Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, escucharon de ese posible viaje por primera vez solamente a finales de la semana pasada, cuando Morawiecki se lo comentó a ambos durante una cumbre informal celebrada en Versalles (Francia).
Así, reunidos los tres líderes con Volodímir Zelenski en una Kiev bombardeada, los “halcones” del este están marcando el paso a la Unión Europea. Desde el inicio de la crisis, el primer ministro polaco ha sido la voz más exigente, la que ha pedido un apoyo más claro y decidido a favor de Ucrania y la que exige las sanciones más duras contra Rusia. Morawiecki no ha tenido problema en criticar abiertamente a sus socios europeos cuando le ha parecido que las sanciones eran demasiado blandas. Calificó de “inaceptable” que se decidiera no desconectar de SWIFT, un sistema internacional de comunicaciones financieras, a los bancos clave para el pago del gas. Y lo hizo públicamente.
Morawiecki está acompañado por República Checa y Eslovenia, pero es él el que marca el ritmo. Polonia ha ganado además autoridad moral al ser el principal receptor de refugiados ucranianos que huyen de la guerra. Con esa baza y con el historial de haber sido siempre los países que advirtieron de que Rusia seguiría intentando expandirse hacia Occidente, Varsovia empuja por medidas más contundentes de apoyo a Ucrania. Lo hace públicamente, de manera dura, con declaraciones fuertes. Mueve todo el tablero al resto de líderes europeos, que quedan como débiles, indecisos o demasiado preocupados por sus propios intereses, mientras Polonia transmite una imagen de ejemplo, asumiendo la llegada de millones de refugiados y manteniendo la mano dura con Rusia.
El viaje a Kiev es solamente el último capítulo de esa estrategia. En Bruselas, algunos se han mostrado molestos por una visita que se ha hecho sin coordinación con el resto de socios europeos. Morawiecki, Jansa y Fiala han asegurado que hablaban en nombre de la Unión Europea, pero lo cierto es que los tres líderes llegaban sin un mandato del resto de los jefes de Estado y de Gobierno. Muchos ven en ello, de nuevo, un intento por mover el tablero, por mostrarse valientes y decididos mientras los líderes de otros Estados miembros apuestan por no aplicar toda la contundencia contra Rusia.
Morawiecki aseguraba, con una foto con sus homólogos alrededor de un mapa de la región de Kiev mientras avanzaban hacia la capital, que el mensaje que llevaba era de que Ucrania podía contar con la Unión Europea. Pero pocas horas después, el líder polaco mostraba cómo lo que también busca es forzar a la Unión a posturas más contundentes. El mensaje en su viaje a Kiev era tanto a los líderes ucranianos como a los comunitarios. “Europa debe entender que si pierde Ucrania nunca volverá a ser la misma. Ya no será Europa. Más bien será una versión derrotada, humillada y patética de sí misma. Quiero una Europa fuerte y decidida”, escribió en sus redes sociales.
It is here, in war-torn Kyiv, that history is being made. It is here, that freedom fights against the world of tyranny. It is here that the future of us all hangs in the balance. EU supports UA, which can count on the help of its friends - we brought this message to Kyiv today. pic.twitter.com/Us7k9xTq5f
— Mateusz Morawiecki (@MorawieckiM) March 15, 2022
Varsovia está dispuesta a ir mucho más allá que el resto de socios europeos. E incluso Jaroslaw Kaczynski, líder del partido de Morawiecki y que también participó en el viaje, dio un paso más allá al sugerir que debería haber “una misión de paz (de la OTAN) que opere en territorio ucraniano”, lo que en la Alianza Atlántica se interpreta que acabaría en un enfrentamiento directo entre los aliados y Rusia.
Además, es una decisión peligrosa en un momento crítico. Cualquier accidente durante el viaje que pudiera haber acabado en un desastre para cualquiera de los tres líderes habría profundizado gravemente la crisis con Rusia y habría puesto a la Unión Europea y a la OTAN en una situación muy delicada. Según una fuente europea, en la conversación que mantuvieron el lunes y en la que Morawiecki informó a Michel de que finalmente viajarían a Kiev al día siguiente, el presidente del Consejo Europeo advirtió al líder polaco de los “riesgos” de ese traslado.
Por otro lado, esta posición de líder de los halcones está sirviendo a Polonia para otro de sus objetivos. Solamente unos días antes de que estallara la guerra, el presidente polaco, Andrzej Duda, viajaba a Bruselas y, entre otras cosas, intentaba calmar los ánimos con la Comisión Europea para evitar que se corten los fondos europeos al país.
La razón es la reforma judicial con la que el Gobierno polaco ha puesto en riesgo la independencia de los magistrados, y que ha acabado en una batalla judicial en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). El Ejecutivo comunitario ha recibido ahora la luz verde de la justicia europea al mecanismo de condicionalidad, que permite cortar los fondos europeos a países que pongan en riesgo los intereses financieros de la Unión por sus ataques al estado de derecho. En la Comisión se creía que el caso contra Polonia sería complejo, ya que es difícil demostrar ese vínculo entre el presupuesto de la Unión y la reforma judicial, pero estaba encima de la mesa.
El otro país amenazado por esa herramienta es Hungría. Y también ese era el gran ausente en Kiev. El resto del llamado “grupo Visegrado” estaba en la capital ucraniana. Pero al mismo tiempo que ellos se reunían con Zelenski, Viktor Orbán, el autoritario primer ministro húngaro, tiene que hacer equilibrios entre haberse convertido en uno de los principales aliados de Putin en la Unión Europea, y no mostrarse demasiado prorruso a las puertas de unas elecciones legislativas a las que se presenta ante una oposición unida. El país ha acogido ya a cientos de miles de refugiados y también se espera que la crisis retrase cualquier acción de la Comisión Europea en cuestión de estado de derecho para evitar fricciones con Budapest que puedan provocar un bloqueo a las decisiones sobre Rusia que requieren unanimidad, como las sanciones.
No son pocos los que se sienten incómodos con la idea de que sea Morawiecki, que hace solamente algunos meses planteó una guerra jurídica a la justicia europea al pedir a su Constitucional —con al menos un miembro escogido de manera ilegal, según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH)— que declarara inconstitucionales algunos elementos de los Tratados europeos, el que ahora represente a la Unión Europea en Kiev o sea una de las voces autorizadas en el asunto.
En la noche del martes, Mateusz Morawiecki, primer ministro de Polonia, junto a sus homólogos esloveno, Janez Jansa, y checo, Petr Fiala, entraban en Kiev, la capital atacada incesantemente por tropas rusas desde que el pasado 24 de febrero empezaron su invasión a Ucrania. Hacía poco más de 24 horas que el líder polaco había confirmado a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, que ese viaje iba a tener lugar. Tanto Michel como Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, escucharon de ese posible viaje por primera vez solamente a finales de la semana pasada, cuando Morawiecki se lo comentó a ambos durante una cumbre informal celebrada en Versalles (Francia).