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La profecía de Dominic: ¿fue Liz Truss una 'granada' de Boris para volver al poder?
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"hasta la vista baby"

La profecía de Dominic: ¿fue Liz Truss una 'granada' de Boris para volver al poder?

La sola posibilidad de que pueda volver al Número 10 tras renunciar era una pirueta política tan descabellada hace unos meses que muchos ahora se preguntan, ¿estaba todo esto preparado?

Foto: Johnson en su ¿último? discurso en el Número 10. (Reuters/Toby Melville)
Johnson en su ¿último? discurso en el Número 10. (Reuters/Toby Melville)
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Mientras el pasado jueves ardía el Número 10 de Downing Street —achicharrando al tercer primer ministro británico en cuatro años—, Boris Johnson estaba de vacaciones en el Caribe.

Nadie podrá acusarle de conspirar contra la defenestrada Liz Truss, a la que apoyó con entusiasmo en las primarias ‘tories’ para reemplazarle tras su dimisión en julio. De hecho, el controvertido exprimer ministro no volvió a pasar por el Parlamento a votar desde entonces —aunque sigue cobrando los casi 100.000 euros que le corresponden como señoría—. Ni siquiera estuvo presente en la moción de confianza contra su sucesora la semana pasada. El Gobierno británico colapsaba y él estaba con los pies enterrados en la arena de una playa dominicana a 7.000 kilómetros de Londres. La coartada perfecta para el crimen ¿perfecto?

Pocas horas después de que se consumara la caída de Truss, el exprimer ministro interrumpía su asueto tropical y cogía un avión de vuelta urgente a Reino Unido alegando "interés nacional". Su nombre encabeza las preferencias de las bases del partido para regresar al Número 10, pese a su traumática y caótica salida hace menos de cuatro meses. Que pueda lograrlo es otra cosa.

Foto: El número 10 de Downing Street. (EFE/Andy Rain)

La prioridad ahora del Partido Conservador es lograr un candidato de consenso para que este mismo lunes sea nombrado primer ministro y comenzar a hacer control de daños —político, económico y electoral—. El favorito del partido es Rishi Sunak, exministro de Finanzas y finalista en las primarias de este verano, cuando perdió contra Truss. Sin embargo, no está claro que todas las tribus ‘tories’ le vayan a respaldar por su papel clave en la caída de Johnson —y su propia mochila de escándalos—.

Por el momento, el exChancellor ya ha acumulado el respaldo de 112 de los 357 diputados conservadores, frente a los solo 50 que ha logrado Johnson (al menos públicamente). Sus aliados aseguran que tendrán los 100 necesarios para ser considerado como candidato el lunes, una promesa osada teniendo en cuenta que en junio 148 de sus colegas votaron en su contra en una moción de confianza tras conocerse que había ignorado las acusaciones de abuso contra su aliado Chris Pincher.

Ni Johnson ni Sunak han anunciado oficialmente sus intenciones. La que sí se ha presentado públicamente es la exministra de Defensa Penny Mordaunt, de bajo perfil y peso político. Probablemente tampoco logre el consenso y sí dividir aún más a las corrientes internas del partido. Así que, si hay dos candidatos, la decisión final volvería a recaer en la militancia, unos 160.000 afiliados, en su mayoría hombres blancos, euroescépticos, mayores de 50 años y con altos ingresos. Y aquí vuelve a escena la ‘ambición rubia’ para seguir monopolizando la conversación.

La sola posibilidad de que pueda volver al Número 10 tras renunciar —un hito no visto en 140 años— era una pirueta política tan descabellada hace unos meses que muchos ahora se preguntan, ¿estaba todo esto preparado? ¿Ha sido Liz Truss un sofisticado ‘caballo de Troya’ de Boris para reventar al Gobierno y volver al poder? Repasemos las evidencias.

Una granada de mano humana

"Le puse a Truss el apodo de ‘la granada de mano humana’ cuando trabajaba en el Ministerio de Educación. Ella dijo que era un "cumplido" porque conseguía resultados. No. Era por ella causaba el caos EN VEZ DE lograr resultados", la definió Dominic Cummings, estratega de la campaña a favor del Brexit y asesor político jefe de Johnson durante su primer año y medio en Downing Street. La publicó en su blog el pasado mes de julio, cuando Truss se lanzó a las primarias ‘tories’ con el respaldo de su exjefe.

Foto: Liz Truss en una entrevista. (Reuters)

El retrato de Cummings, quién acabó defenestrado en noviembre de 2020 tras varias polémicas durante la pandemia, es el de un Gobierno consumido por las filtraciones internas a la prensa que respondían a los intereses particulares de los ministros e impedían un trabajo coordinado. Incluso el propio Johnson y su pareja, Carrie Symonds, participaban en este sainete, revelando a la prensa interioridades del gobierno que iban en contra de sus propios intereses. En el caso de Truss, prosigue Cummings, era "compulsivo y patológico".

"Una vez la llamé al Número 10 [...] y le dije: ¿qué haces filtrando todo? Para y enfócate en tu trabajo de verdad, donde no estás logrando hacerte con el Ministerio. Céntrate en eso… Me puso la mirada de las 1.000 yardas.¿Qué quieres decir con el trabajo de verdad?’, me preguntó. Ella creía que el ‘trabajo de verdad’ era filtrar información", detalló el controvertido ‘spin doctor’.

También había precedentes públicos de que Truss estaba lejos de ser una política brillante. Como ministra de Relaciones Exteriores protagonizó un ridículo internacional con una visita el pasado febrero a Moscú en la que quiso replicar el mítico viaje de Thatcher de 1987 y acabó convertida en un meme. La prensa rusa filtró detalles de un encuentro en el que su homólogo ruso, Sergey Lavrov, la humilló diplomáticamente tendiéndole una trampa. "Usted reconoce la soberanía de Rusia sobre las regiones de Rostov y Voronezh, ¿no es así?", preguntó el ruso. La británica respondió que "Reino Unido nunca reconocerá la soberanía de Rusia sobre estas regiones" antes de ser cortada por la embajadora británica, quien dejó claro que esas regiones en cuestión estaban en territorio ruso y no son objeto de disputa. Fuentes del Foreign Office dijeron entonces que "todo fue un malentendido".

Nada de esto no impidió que Johnson respaldara sin miramientos la candidatura de Truss y celebrara efusivamente su éxito en las primarias. "Enhorabuena a Liz Truss en su clara victoria", la felicitó Johnson por Twitter. "Sé que tiene el plan correcto para solucionar la crisis del coste de la vida, unir a nuestro partido y continuar el gran trabajo de unir y hacer más justo nuestro país. Ahora es el momento de que todos los Conservadores la apoyen un 100%", aseguró en septiembre.

"Sabe que Truss está loca como una caja de serpientes y piensa: 'hay una oportunidad de que la fastidie y puedo volver'"

Johnson también sabía que su delfín no era el favorito de muchos parlamentarios, especialmente entre algunos del ala dura del Brexit, que nunca le perdonaron hacer campaña por la permanencia en la UE —aunque luego se arrepintiera y se volviera la euroescéptica más radical—. Algunos de sus pares siempre sospecharon de ella por su ambición descarada y su 'flexibilidad' ideológica para adaptarse a las circunstancias. Pero se mantuvo leal a Boris hasta el final y eso fue decisivo en su ascenso al poder el pasado 5 de septiembre.

"Boris apoya a Truss. ¿Por qué? 1) Piensa que es la mejor forma de parar a Sunak. 2) Sabe que Truss está loca como una caja de serpientes y está pensando: ‘hay una oportunidad de que la fastidie, habrá otra disputa [por el liderazgo] y puedo volver’", profetizó Cummings.

Foto: Liz Truss, de salida. (Reuters/Henry Nicholls)

Una salida en falso

Tampoco es que Johnson hiciera mucho por ocultar sus ganas de recuperar las llaves del Número 10. En su última aparición en la sesión de control al primer ministro tras la dimisión, el líder 'tory' se despidió parafraseando a 'Terminator' con un "Hasta la vista, baby. Misión cumplida... por ahora". Y en su aparición final frente al Número 10 se comparaba con Cincinato, el gobernador de la Antigua Roma que renunció para volver a su granja y regresó cuando lo llamó el deber, una analogía que ya utilizó cuando abandonó la alcaldía de Londres y le preguntaban si se presentaría a primer ministro. En realidad, nunca quiso dejar el cargo. Ni siquiera cuando se vio acorralado por los escándalos, repudiado por sus adversarios y abandonado por los suyos —medio centenar de miembros de su Gobierno le presentaron la dimisión—.

Los últimos compases de sus tres años de mandato y su dimisión fueron un buen resumen de su estilo: caóticos, excéntricos e impredecibles. Parecía un hito difícilmente superable para la política británica, acostumbrada a ver dimitir a sus primeros ministros (lo hicieron los seis anteriores; John Major en 1997, Tony Blair en 2007, Gordon Brown en 2010; David Cameron en 2016, Theresa May en 2019 y Johnson en 2022). Pero la aparatosa y fugaz caída de Truss ha roto récords y expectativas. Sus apenas 45 días en el cargo han sido una sucesión de metidas de pata épicas, con un desastroso plan fiscal que sembró el pánico en los mercados financieros, salpicado de dimisiones y peleas internas. El espectáculo de volantazos, señales mixtas y despropósitos que emanaron esos días de Downing Street hicieron que el populismo de Boris pareciera política de Estado.

"Uno de los motivos por los que Boris Johnson logró mantenerse tanto tiempo cuando ya era obvio que es un mentiroso descarado es que nadie tenía una buena respuesta a la pregunta de quién debería reemplazarlo. Muchos que deberían ser castigados se benefician del principio ‘más vale malo conocido’", escribió Julian Baggini, filósofo y escritor, en una columna en The Guardian. "Los que nos advertían (en julio) que las alternativas a Johnson podrían ser incluso peores ahora deben sentirse bastante fanfarrones al respecto", reconoció.

Foto: (Reuters: Dado Ruvic)

En favor de Johnson sigue pesando su inapelable victoria en las elecciones generales de 2019, cuando logró la mayoría conservadora más grande 1987 —en parte gracias a la campaña diseñada por Cummings—. También su habilidad innata para sobrevivir y medrar. En los 80 fue despedido del periódico The Times por falsificar una cita y contratado como corresponsa en Bruselas por The Daily Telegraph al año siguiente. En 2016 se vio forzado a retirar su apuesta por el liderazgo conservador después de que su íntimo amigo Michael Gove lanzara una candidatura rival para regresar poco después como ministro de Exteriores en el Gobierno de May. Y en 2018 abandonó el Gobierno de May como protesta por la gestión del Brexit para retornar como líder del partido y primer ministro un año después.

En contra, casi todo lo demás. Dejó el Brexit a medias, incubando un problema en Irlanda de Norte que tarde o temprano habrá que enfrentar, el desafío independentista escocés en auge y una investigación sobre si mintió al Parlamento sobre las fiestas durante la pandemia. "Sería ya demasiado esperpéntico que Johnson volviera de nuevo para tener que dimitir a los pocos meses si se concluye que ha mentido, forzando un nuevo proceso de primarias", apuntaba nuestra corresponsal en Londres, Celia Maza, en esta crónica.

Lo malo conocido

Su retorno metería al Paritido Conservador en una "espiral de muerte", advirtió el lord conservador Hague. "Una decisión absoltutamente catastrófica", avisó el Ministro de Exteriores, Jesse Norman. Algunos han amenazado incluso con renunciar a sus escaños. "Solo una nación que esté dominada por la desesperación pesimista y se incapaz de creer que puede haber una respuesta seria a sus tragedias querría refugiarse en el liderazgo de un payaso", escribió Rory Stewart, quien perdió ante Johnson en 2019. Pero nada de eso parece inmutar a sus seguidores.

En una encuesta de YouGov del 18 de octubre, Johnson era el favorito para reemplazar a Truss en caso de dimisión (que se produjo días después) con un respaldo del 32% de los miembros del partido; seguido de Sunak, con un 23%; el ministro de Defensa, Ben Wallace, con 10% y Penny Mordaunt, con un 9%. Por el momento, al menos dos miembros del actual Gobierno, Jaboc Rees-Mogg y Anne-Marie Trevelyan, así como la exministra de Interior Priti Pattel, piden su retorno. Consideran que es el único que cuenta con el respaldo del electorado. "Una persona fue electa por el público británico con un programa y un mandato hasta enero de 2025", escribió Nadine Dorries, exministra y cercana aliada de Johson.

El líder laborista, Keir Starmer, insiste en que deben convocarse a elecciones de inmediato, ya que los ‘tories’ están demasiados enfrascados en peleas internas como para liderar el país. Una petición secundada por la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, quien cree que recurrir a las urnas es un "imperativo democrático". Sin embargo, el Partido Conservador hará todo lo necesario para evitar convocar a elecciones generales antes de la fecha límite de 2025. Los sondeos más recientes auguran una debacle electoral que quieren evitar a toda costa o, al menos amortiguar. Y ahora el partido está en su peor momento en décadas. Según un reciente sondeo de la firma Opinium, los laboristas podría lograr hasta 411 escaños frente a 137 de los conservadores, la que sería la mayor paliza electoral desde 1997.

"Si Boris logra volver como primer ministro, será el giro de guión más dramático que hemos visto desde que Pamela Ewing se despertó en el culebró ochentero Dallas para encontrar a su marido Bobby en la ducha y darse cuenta de que toda la serie anterior había sido un sueño", valoró Christopher Hope, editor político en The Telegraph. El mundo pendiente de si Boris puede acabar marcándose un final de Los Serrano.

Mientras el pasado jueves ardía el Número 10 de Downing Street —achicharrando al tercer primer ministro británico en cuatro años—, Boris Johnson estaba de vacaciones en el Caribe.

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