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"¿A quién le importa si la libra se desploma?": la economía de UK lleva décadas en declive
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"¿A quién le importa si la libra se desploma?": la economía de UK lleva décadas en declive

Reino Unido lleva décadas en declive, antes incluso del Brexit. La libra se ha estado devaluado desde la I Guerra Mundial, cuando se marcó el final de la supremacía monetaria del que fuera gran imperio

Foto: (Reuters: Dado Ruvic)
(Reuters: Dado Ruvic)
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La noche del lento recuento de votos del referéndum que terminó con la victoria del Brexit -aquella histórica jornada del 23 de junio de 2016- la actividad en The Groucho Club, uno de los más selectos del Soho londinense, era frenética. Entre los asistentes nada habituales se encontraba un desconocido parlamentario conservador, Kwasi Kwarteng. No paraba de hablar por teléfono y se le escuchó decir: “¿A quién le importa si la libra esterlina se desploma? Volverá a subir”. Y así fue.

El ahora nuevo ministro del Tesoro del Gobierno de Liz Truss, Kwarteng, podría tener en mente algo parecido cuando le preguntan por la situación actual. Desde que el Gobierno anunciara la semana pasada su gran apuesta con los mayores recortes de impuestos desde 1972 con el objetivo de impulsar el crecimiento de un país en recesión y con una inflación disparada del 9,9%, la libra ha caído a mínimos históricos respecto al dólar.

Foto: La primera ministra británica, Liz Truss, en una visita a Kent este 23 de septiembre (Reuters/Dylan Martinez)

El Banco de Inglaterra se ha lanzado a comprar bonos británicos, después de que la industria de fondos de pensiones estuviera a punto de colapsar. Ante la preocupación de que los tipos de interés lleguen al 6% en los próximos meses, el número de hipotecas canceladas por algunas entidades duplica ya el registrado en la pandemia. Y el propio Fondo Monetario Internacional ha pedido a Downing Street que revalúe su estrategia.

Fin del imperio

La libra seguramente volverá a subir. Pero el gran problema de fondo es que toda esta crisis no se trata de un caso aislado. La economía británica lleva décadas en declive, mucho antes incluso antes del Brexit. Es más, en cómputos generales, la libra se ha estado devaluando constantemente desde la Primera Guerra Mundial, cuando se marcó el fin de la supremacía monetaria del que fuera gran imperio.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial, una libra compraba 4,87 dólares. En los últimos días, ha llegado a estar en rojo (0,88% con respecto al dólar), un veredicto devastadoramente brutal sobre un siglo de competitividad en decadencia que va más allá del divorcio europeo y una clase política desacreditada por las continuas amenazas para violar acuerdos internacionales.

Foto: EC.

La guerra en Ucrania ha creado turbulencias a nivel global. Con todo, para Reino Unido -que a día de hoy sigue siendo la sexta economía más grande del mundo- ha expuesto una extrema vulnerabilidad causada por décadas de política económica equivocada que, según los expertos, no ha logrado resolver problemas a largo plazo y ha debilitado las fortalezas.

Reino Unido es hoy un país de baja productividad, un sistema de bienestar desgastado, un sistema nacional de salud pública que agoniza, un mercado inmobiliario en constante burbuja y una preocupante falta de dinamismo económico. Solo hay una empresa de tecnología en el FTSE 100. Los préstamos a las empresas todavía se hacen en gran medida contra la garantía de ladrillos y cemento en lugar de ideas, nuevas tecnologías y planes de negocios.

Foto: Protesta de trabajadores del NHS en Londres. (EFE/Neil Hall)

Por no hablar del problema de la mano de obra. No solo hay problemas para encontrar trabajadores -entre otras cosas por las reglas migratorias del Brexit- sino que hay un gran problema de formación. Se han devuelto al Tesoro más de 3.000 millones de libras de los fondos de aprendizaje no utilizados en los últimos tres años. Las universidades no pueden contratar maestros con los salarios vigentes en el sector público y, por lo tanto, no pueden satisfacer la demanda de cursos en industrias de rápido crecimiento como la robótica. La cantidad promedio de días que un empleado dedica a la formación cada año se redujo en un 18% entre 2011 y 2017.

Un iceberg de crisis

En definitiva, la caída de la libra que estos días ocupa titulares es tan solo la punta del iceberg. En prácticamente todos los casos, cada devaluación de la moneda ha jugado algún tipo de papel en la posterior caída del gobierno de turno. El juicio de los votantes es casi invariablemente tan duro como el de los mercados. Una moneda débil no solo se ve como signo de una economía débil, sino también como reflejo de un Ejecutivo fallido.

Le pasó a Harold Wilson, Ted Heath y John Major. Por mucho que algunos analistas conservadores digan ahora que el Miércoles Negro de septiembre de 1992 demostró en última instancia ser “económicamente liberador”, la salida de Reino Unido del Mecanismo Europeo de Tipos de Cambio fue tremendamente humillante.

En este sentido, la posición de la nueva primera ministra británica Liz Truss y el ministro del Tesoro pende de un hilo, aun cuando apenas llevan un mes en el cargo. La caída de la libra es el permanente recordatorio de que una moneda -por muy de reserva que sea- es, en última instancia, el reflejo de la confianza en el futuro del país emisor.

Foto: Carlos III saludando al gentío de británicos. (Reuters/Henry Nicholls) Opinión
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Y, hoy por hoy, la confianza en la sostenibilidad fiscal de Reino Unido ha caído tan en picado que invertir en la deuda británica compensa menos que hacerlo en economías sobradamente dudosas en el ámbito continental, como la italiana, una de las más alérgicas para los inversores.

Los recortes draconianos de impuestos que el primer ministro conservador Ted Heath llevó a cabo en 1972 acabaron en una espiral de inflación y deuda, que tardó una década y un rescate del Fondo Monetario Internacional en resolverse. Pese a las advertencias y las críticas, la nueva inquilina de Downing Street ha decidido ahora ejecutar la misma estrategia. Y, de momento, tampoco está funcionando.

Los recortes de impuestos para las clases más ricas y las empresas han provocado una venta masiva de bonos del Estado y la depreciación de la moneda. La reducción del impuesto de sociedades del 28% en 2010 al 19% en los últimos años no hizo nada para aumentar los niveles de inversión, que permanecieron en la parte inferior de la tabla de posiciones del G7.

Y ahora, la eliminación al límite a los bonus que perciben los banqueros tampoco ha tenido el efecto deseado. Los euroescépticos pensaban que derogar el límite que impone la UE sería un gran atractivo. Pues bien, no ha funcionado.

Ay, el Brexit...

Los partidarios del Brexit no pueden aceptar que la debilidad de la libra, una de las causas de la inflación, pueda estar relacionada de alguna manera con el debilitamiento de la confianza de los inversores. Tampoco pueden reconocer que la debilidad en el desempeño comercial de Reino Unido podría deberse, en parte, a que se han levantado nuevas barreras con el que es su mayor socio exportador.

Las exportaciones se han visto gravemente afectadas por la pérdida de acceso al mercado único y esa pérdida no ha sido compensada por el crecimiento en otros lugares. En el primer trimestre de 2022, el déficit por cuenta corriente de Reino Unido -que mide la balanza de pagos del país con el resto del mundo- fue del 8,3% del PIB, una escala que normalmente solo ven las economías emergentes.

Siendo el segundo mayor exportador de servicios del mundo, una fortaleza económica fundamental, el tratado Brexit sorprendentemente se basa en aranceles cero para el comercio de bienes, mientras que ignora las exportaciones de servicios británicos. Al margen de la ideología política, en términos puramente económicos, muchos expertos consideran que el acuerdo de divorcio es uno de los más “desequilibrados y autodestructivos” jamás firmados por una potencia económica líder. En cualquier caso, el Brexit no es ni mucho menos ahora la causa de todos los males.

Foto: Una imagen de la City de Londres. (Reuters)

Ante la crisis actual, el Partido Conservador -con una derecha cada vez más dominante- considera que la solución pasa por duplicar el brebaje thatcheriano: un compromiso con la economía de Estado pequeño, impuestos bajos y una intervención mínima para liberar a las empresas de una sobrerregulación imaginaria.

No importa que los ricos vayan a ser más ricos y los pobres más pobres, importa el cómputo global. Pero hasta el propio Fondo Monetario Internacional advierte que el plan del Gobierno aumenta la desigualdad, que ya está en los niveles más altos de Europa. Diferentes 'think tank' -como Resolution Foundation o el Instituto Nacional de Investigación Económica y Social- advierten que más de un millón de familias terminaran en los umbrales de la pobreza en los dos próximos años.

Tras doce años en el poder, los conservadores muestran signos de fatiga irreparable. Según la última encuesta de YouGov, los laboristas sacan hasta 33 puntos de ventaja. De celebrarse ahora elecciones generales -no están previstas hasta 2024- las filas de Keir Starmer obtendrían una mayoría de más de 100 escaños.

Con todo, más allá de su promesa de crear la 'Great British Energy', una compañía pública para limitar las facturas energéticas y garantizar la “independencia” de suministro, el laborismo tampoco acaba de ofrecer la respuesta sistémica e integral que se necesitan para abordar los problemas de raíz.

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La noche del lento recuento de votos del referéndum que terminó con la victoria del Brexit -aquella histórica jornada del 23 de junio de 2016- la actividad en The Groucho Club, uno de los más selectos del Soho londinense, era frenética. Entre los asistentes nada habituales se encontraba un desconocido parlamentario conservador, Kwasi Kwarteng. No paraba de hablar por teléfono y se le escuchó decir: “¿A quién le importa si la libra esterlina se desploma? Volverá a subir”. Y así fue.

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