Es noticia
El puente invisible: cómo Liz Truss se convirtió en la chica de la curva (de Laffer)
  1. Mundo
  2. Europa
El hundimiento británico

El puente invisible: cómo Liz Truss se convirtió en la chica de la curva (de Laffer)

La increíble doble confusión intelectual que llevó a la primera ministra inglesa al desastre en un vertiginoso mes aciago. O cuando aterrizar las políticas fiscales de Ronald Reagan en 2022 resulta más fácil de decir que de hacer

Foto: Liz Truss, de salida. (Reuters/Henry Nicholls)
Liz Truss, de salida. (Reuters/Henry Nicholls)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El chiste se hace solo: la reina Isabel II parecía estar como un roble, hasta que recibió a la nueva primera ministra británica en audiencia; 48 horas después, la reina de Inglaterra estaba muerta.

En efecto, en la última foto que vimos de Isabel II viva, le daba la mano a Liz Truss. Con esto no queremos decir que Truss sea gafe, aunque haya protagonizado el mes más aciago de la historia política moderna: ha dimitido tras 45 días en el cargo.

Por supuesto, su fulgurante caída en desgracia no ha tenido nada de esotérica, sino que fue impulsada por una medida económica prosaica: un hachazo fiscal salvaje (el mayor en medio siglo) que a) generó un agujero presupuestario que nadie supo cómo rellenar, b) desconcertó a los mercados, c) hundió la libra, d) puso en alerta a la deuda británica y e) llevó el caos a los fondos de pensiones.

Foto: El ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, y la primera ministra, Liz Truss. (Reuters)

Pero la historia de Truss es sobre todo la de una confusión: tratar de aplicar con fórceps las políticas fiscales del reaganismo/thatcherismo en 2022, año en el que Ucrania, Putin, la inflación, las intervenciones estatales sobre el mercado energético y los impuestos a multinacionales y grandes fortunas están marcando el rumbo político europeo.

La confusión de Truss ha tenido una doble vertiente intelectual.

En 1974, el economista estadounidense Arthur Laffer ideó la curva de Laffer, un diagrama en forma de U invertida que demostraba, según él, que las rebajas fiscales drásticas impulsaban la economía. La curva de Laffter fue dogma de fe durante el reaganismo.

En medio del caos británico tras el 'shock' fiscal de Truss, pasó desapercibido que el mismísimo Arthur Laffer, que está vivo y tiene 82 años, escribió un artículo en el ‘Daily Mail’ (tabloide populista de derechas) para defender la reforma de Trussjusto cuando la primera ministra la había cancelado por la presión popular (hasta los 'tories' criticaban el desaguisado económico generado).

Palabra de Laffer:

“La curva de Laffer me llevó a ser conocido como el 'padre del Reaganomics', el programa económico ideado por el presidente Ronald Reagan en los ochenta (...) Hoy, para mi deleite, el mensaje de la curva de Laffer apuntala la visión de la primera ministra británica, Liz Truss, y de su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng (...) El mes pasado, cuando leí sobre los planes fiscales del nuevo Gobierno en mi casa de Nashville, los vitoreé con entusiasmo. Al igual que otros países ricos, Gran Bretaña ha luchado contra un crecimiento económico lento durante gran parte de este siglo, y especialmente desde la crisis financiera de 2008. El 'Trussonomics' tiene el potencial de sacar a Gran Bretaña de este estancamiento (...) Pero, como todas las revoluciones, ha creado una agitación inicial, desencadenando turbulencias en los mercados y agitación política. ¿Por qué? Porque hasta el día de hoy, incluso algunos de nuestros economistas más respetados lo ven como una moda pasajera, un experimento fallido que amplía la brecha de ingresos entre ricos y pobres. Pero eso es incorrecto”.

Lo que tú digas, Arthur.

Ceremonia de la confusión

Pero si la visión de Truss de la curva de Laffer acabó en desgracia, no menos confusa fue su (mal)interpretación de uno de los grandes historiadores estadounidenses, Rick Perlstein, experto en la derecha de su país, y autor de varias obras monumentales sobre el reaganismo.

Foto: La primera ministra Liz Truss en el 10 de Downing Street. (Toby Melville/Reuters)

El libro más conocido de Perlstein se llama ‘El puente invisible’ (‘The Invisible Bridge’, sin traducción aún en español). Una historia sobre cómo el EEUU de los setenta acabó desembocando en el reaganismo.

Preguntada antes de convertirse en primera ministra sobre sus libros favoritos, Truss dijo que siempre leía los ensayos de Perlstein.

A su vez, durante las primarias 'tories' para sustituir a Boris Johnson —Truss contra Rishi Sunak (ministro de Economía con Boris)—, una persona cercana a Truss dijo a ‘The Spectator’ que mientras Sunak tenía un discurso económico sombrío, Truss entregaba optimismo a la militancia por su capacidad para “imaginar puentes invisibles sobre ríos invisibles”.

placeholder 'El puente invisible'.
'El puente invisible'.

En efecto, el entorno de Truss estaba citando el libro de Perlstein… por los motivos equivocados (aunque entonces no lo supieran).

Tras convertirse en primera ministra, la prensa británica preguntó a Perlstein por la obsesión de Truss con su obra… y saltó la sorpresa en Las Gaunas. Perlstein, que se declara de izquierdas, dijo que si Truss había leído sus libros, no los había entendido, y que una sobredosis de políticas fiscales reaganianas no podía traer nada bueno (ni en 1982 ni en 2022).

El libro más famoso de Perlstein se abría con una anécdota histórica de altos vuelos, un consejo de Nikita Khrushchev a Richard Nixon: “Si la gente piensa que hay un río imaginario, no les dices que no lo hay, les construyes un puente imaginario sobre el río imaginario”.

Según Perlstein, Truss y sus asesores habían entendido al revés la moraleja histórica. Lo que dio Khrushchev a Nixon fue un consejo del máximo cinismo político (básicamente, un truco para engañar a la opinión pública con humo). Algo de lo que, por tanto, ningún político debería presumir públicamente como su gran arma.

"En el relato de Perlstein sobre el ascenso de Reagan, el 'puente invisible' significa un cóctel de optimismo contagioso y explotación cínica de los agravios sociales", aclaró un artículo de 'The New Statesman'.

Truss pensó que bastaba con desear que el hachazo fiscal reaganiano funcionara para que lo hiciera. Pero no había agua: su puente invisible se ha desmoronado dejando al Reino Unido (y al ultraliberalismo) hecho unos zorros.

El chiste se hace solo: la reina Isabel II parecía estar como un roble, hasta que recibió a la nueva primera ministra británica en audiencia; 48 horas después, la reina de Inglaterra estaba muerta.

Reino Unido
El redactor recomienda