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El último sándwich de Boris o las 48 horas más surrealistas de la política británica
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una transición muy tensa

El último sándwich de Boris o las 48 horas más surrealistas de la política británica

Cuando las dimisiones de su Gobierno superaban la cuarentena, la ambición rubia se negaba a presentar su dimisión atrincherándose en Downing Street. Tardó tiempo en reconocer que había perdido la batalla

Foto: Periódicos en Downing Street. (Reuters/Henry Nicholls)
Periódicos en Downing Street. (Reuters/Henry Nicholls)

Boris Johnson ha terminado esta semana con su aventura política de la misma manera que la comenzó y la ha desarrollado en su máximo apogeo en los últimos tres años: en caos. Llegó a sentirse como Hiroo Onoda, el oficial de inteligencia del ejército japonés que se negó a rendirse al final de la Segunda Guerra Mundial, sin salir de su escondite en las selvas de Filipinas hasta 29 años después. El excéntrico político bromeó con la anécdota el jueves por la tarde, cuando se reunió por última vez con su Gabinete. Para entonces ya había presentado su dimisión como líder del Partido Conservador, poniendo fin a las 48 horas más rocambolescas que se recuerdan en la historia política reciente del Reino Unido.

¿Por qué llegó a atrincherarse en Downing Street cuando ya estaba todo perdido? El niño que soñaba con ser "el rey del mundo" se negaba a reconocer que su tiempo se había terminado. Hasta el último instante, quiso creer que aún había alguna salida. Pero finalmente admitió la derrota. Así vivió las horas más amargas de su carrera política:

Foto: Boris Johnson anuncia su dimisión como primer ministro. (EFE/Tolga Akmen)
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Celia Maza. Londres Gráficos: Darío Ojeda

Martes, 5 de julio

Dos minutos pasadas las 18.00 horas, Sajid Javid, ministro de Sanidad, presenta su dimisión con una carta incendiaria: "El país necesita a un Partido Conservador fuerte y con principios. Ningún individuo está por encima del partido".

A las 18.11 horas, Rishi Sunak, el responsable del Tesoro y durante mucho tiempo visto como el favorito para suceder al primer ministro, sigue los mismos pasos y realiza otro importante apunte: "La gente merece un gobierno que funcione de manera correcta, competente y seria".

En cuestión de nueve minutos, Boris se queda sin dos pesos pesados del Gabinete y humillado públicamente. El hecho de que el inquilino del Número 10 hubiera mentido sobre el escándalo de abusos del responsable del Partido Conservador fue la gota que colmó el vaso. Su autoridad estaba completamente cuestionada, tanto dentro como fuera de sus filas, desde el Partygate.

Por la noche comienzan los fuertes rumores. Esta vez sí, parece el principio del fin.

Miércoles, 7 de julio

A las 12.00 horas, Johnson comparece en la sesión de control semanal en la Cámara de los Comunes como si nada estuviera pasando y promete la mayor reducción de impuestos en una década. Pero la cascada de dimisiones no cesa y son sus propias filas los que piden públicamente su renuncia. "He concluido que el problema empieza arriba del todo, y eso no va a cambiar (...) Me temo que solo se puede pulsar la tecla de reinicio un determinado número de veces", señala Javid, ya exministro, en una dura intervención en la Cámara de los Comunes.

El primer ministro pasa luego toda la tarde compareciendo, tal y como estaba previsto desde hace tiempo en la agenda, ante el Comité Liaison, que engloba a todos los comités parlamentarios, ajeno a la realidad que se vive fuera de Westminster.

Foto: Boris Johnson en una imagen de archivo. (EFE/Oliver)

Por la noche, las dimisiones del Gobierno superan ya las 40. Johnson se reúne con equipo de confianza. Reitera que tiene un mandato claro para seguir al frente al haber ganado una aplastante mayoría absoluta en las generales de 2019. Solo dos de los aliados más cercanos -Guto Harri, director de Comunicaciones, y David Canzini, su principal asesor- lo instan a quedarse. El resto considera que la situación es ya insostenible; entre ellos, Michael Gove.

Entre Johnson y Gove siempre existió una relación amor-odio. Tras la dimisión de David Cameron, el que fuera ministro de Vivienda frustró en el último momento los planes de la ambición rubia de presentarse a primarias. Pero Gove siempre ha sido un tipo demasiado inteligente para dejarle escapar. Y Johnson luego lo recuperó para su Gobierno. Cuando se filtra a la prensa que Gove considera que el 'premier' debe dimitir, Johnson le despide del gabinete llamándole "serpiente venenosa".

El excéntrico político y sus aliados pasan horas frente a una pizarra tratando de encontrar ministros para unirse a un Ejecutivo con cada minuto que pasa con más plazas vacantes. Ninguno quiere ocupar los puestos.

A las 22.30 horas, un Johnson agotado da por terminado el día y se va a la cama. Nadie podía pensar ya con claridad.

Jueves, 7 julio

Johnson se levanta de madrugada. Asume que ha perdido la batalla. Alrededor de las 6:00 horas comienza a escribir su discurso de despedida y comparte un borrador inicial con sus aliados más cercanos en una reunión a las 7:30 horas en su oficina con sándwiches de bacon. "La jugada ha terminado", les dice.

A las 8.30 horas, llama a Graham Brady, presidente del Comité 1922 que reúne a los 'tories' sin cartera, y le explica que había reflexionado sobre su reunión de la noche anterior. Aunque tan solo horas antes había sido enfático en que no iba a ninguna parte, ahora había reconsiderado su postura.

A las 12.30 horas, pronuncia su discurso de despedida a las puertas del Número 10. "He tratado de persuadir a mis colegas de que sería excéntrico cambiar de gobierno cuando estamos ejecutando tanto, cuando tenemos un mandato tan amplio y cuando en realidad estamos a solo un puñado de puntos por detrás en las encuestas. Pero como hemos visto, el instinto de rebaño en Westminster es fuerte. Amigos, nadie en política es imprescindible".

Una vez de regreso en Downing Street, a diferencia de Theresa May hace tres años, Johnson se mantiene optimista. Pasa unos 20 minutos con su personal político clave, posando para fotos y agradeciéndoles por su trabajo. Su salida fue, les dijo, "simplemente política". "Era un ambiente extraño", relata a 'The Times' uno de los presentes. "No diría que fue alegre exactamente, pero ciertamente no estaba deprimido".

Foto: Despedida de Boris. (Reuters/Peter Nicholls)

A las 15:00 horas, se reúne con su Gabinete. Cinco de los presentes habían sido parte del golpe orquestado para destituirlo de su cargo, incluida Suella Braverman, la fiscal general, quien ya se había postulado a esas horas para el liderazgo.

Johnson cuenta su anécdota del prisionero de guerra japonés. Dominic Raab, el fiel viceprimer ministro, le rinde un cálido homenaje; seguido por Steve Barclay, nuevo ministro de Sanidad, y Nigel Adams, ministro de la Oficina del Gabinete. Alister Jack, ministro para Escocia, asegura que Johnson tiene tres cualidades: amabilidad, lealtad y valentía. "Tal vez ha sido demasiado amable y demasiado leal".

Alok Sharma, el ministro a cargo de la Cop26, se echa a llorar en un momento dado. Sus colegas bromean asegurando que está triste porque ya no va a viajar tanto y va a perder el carné de oro de su compañía aérea. El propio Johnson también queda al borde de las lágrimas. La reunión concluye con los ministros del gabinete golpeando la mesa en homenaje al ya exlíder 'tory'.

"Estoy enfadado con él. Podría haber hecho todo con una mayoría de 80 escaños, pero la ha jodido".

A las 17:00 horas, Johnson se reúne con el personal del Número 10. Les repite su anécdota japonesa antes de agradecerles por su trabajo. Se ponen de pie y le dan una sentida ovación.

Regresa a su despacho y realiza una llamada al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, con el que ha hablado prácticamente a diario desde que comenzó la invasión rusa. Le considera un aliado, pero también un amigo. Le asegura que Reino Unido continuaría apoyando a Ucrania, quienquiera que llegue a Downing Street. Zelenski lo aclama como un héroe. "Todo el mundo te quiere aquí en Ucrania".

El día deja un sabor amargo. Uno de los aliados que estuvo con el 'premier' la noche del miércoles no esconde su frustración. "Estoy enfadado con él. Podría haber hecho todo con una mayoría de 80 escaños, pero la ha jodido".

Boris Johnson ha terminado esta semana con su aventura política de la misma manera que la comenzó y la ha desarrollado en su máximo apogeo en los últimos tres años: en caos. Llegó a sentirse como Hiroo Onoda, el oficial de inteligencia del ejército japonés que se negó a rendirse al final de la Segunda Guerra Mundial, sin salir de su escondite en las selvas de Filipinas hasta 29 años después. El excéntrico político bromeó con la anécdota el jueves por la tarde, cuando se reunió por última vez con su Gabinete. Para entonces ya había presentado su dimisión como líder del Partido Conservador, poniendo fin a las 48 horas más rocambolescas que se recuerdan en la historia política reciente del Reino Unido.

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