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Guardiola desafía el fútbol salvaje del Real Madrid en la semana del éxtasis o el derrumbe
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Ángel del Riego

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Guardiola desafía el fútbol salvaje del Real Madrid en la semana del éxtasis o el derrumbe

El club blanco se enfrenta al Manchester City tras el 4-0 de la temporada pasada que dejó a los merengues a las puertas de la final. Bellingham llega para cambiarlo todo

Foto: Pep Guardiola, en su última visita al Santiago Bernabéu. (Reuters/Isabel Infantes)
Pep Guardiola, en su última visita al Santiago Bernabéu. (Reuters/Isabel Infantes)

Esta es la semana de la espera. La semana del miedo. La semana donde el madridista avista ya el partido trascendental. El tiempo se dilata como en las proximidades de un agujero negro y cualquier distracción que aparece en el telediario de las que nos libran de nuestro rutina —guerras, ataques terroristas, hambrunas, finales de Coparesulta irritante, por banal.

En la desazón del hincha al acercarse al partido sin retorno, está la verdad. Si la victoria no está en juego, el fútbol es un muerto tomando el sol. Son cuartos de final pero no lo parecen. Parece el partido de la verdad. Nada hay más allá. Al otro lado del horizonte está Guardiola, y Guardiola es un destino para el Madrid. Guardiola no es como los demás. Su fútbol no puede compararse con nada humano. Sus equipos responden preguntas que nadie se había hecho. Son casi conceptos.

Cuando se habla de Pep, se habla de una idea, de algo elevado y que deberíamos tener cuidado al manosearlo. Sea esto verdad o propaganda, realidad o construcción minuciosa por parte del entorno del Barça para protegerlo de las inclemencias; el relato en torno al entrenador catalán ha calado hasta las últimas consecuencias. Y cuando el Madrid se enfrenta a un equipo entrenado por él, primero tiene que vencer un miedo instalado en la previa, casi un atavismo, para luego poder vencer al equipo real en el campo. Son dos partidos los que se juegan contra Pep. Y eso es agotador.

Foto: El catalán besa el trofeo. (Reuters/Murad Sezer)

Los guardiolistas, peores que Guardiola

Guardiola no es como los demás. Todo en él tiene un propósito profundo. Sus palabras se interpretan. Sus victorias son cantos al fútbol y sus derrotas nunca traicionan una idea; simplemente, el balón no pudo entrar, ya que el azar se abre paso, en ocasiones, como la maldad. Nunca es peor que el oponente. Nunca es derrotado del todo. Su figura profética y algo tiránica es bendecida por los mismos que alaban la libertad en cualquier rincón.

Pasa un poco como con el Athletic; lo que en ellos es identidad, en otros rezuma catetismo. Quizás ni él ni el Athletic tengan la culpa de este doble rasero, quizás haya sido utilizado por unos señores que gustaban del fútbol y querían sentir esa pasión sin el peso de los vicios antiguos. De una manera moderna, cool, periférica y progresista. Y Guardiola estaba ahí en el momento justo, sometió al gran demonio centralista, y por tanto fue utilizado como el santo redentor del fútbol.

placeholder Ancelotti y Guardiola se saludan durante el cruce del año pasado. (EFE/Adam Vaughan)
Ancelotti y Guardiola se saludan durante el cruce del año pasado. (EFE/Adam Vaughan)

Guardiola ha logrado materializar un mundo inexistente. El fútbol con adjetivos. Como España, el amor o la venganza, para una parte de la sociedad, la realidad no es aceptable. Es demasiado cruda, demasiado histórica, reaccionaria, y quizás un poquito polvorienta. Esa parte de la sociedad suele vivir en el centro de las grandes ciudades y llegó allí desde la provincia porque odiaba lo real, los paseos en familia, las pequeñas jerarquías; la vida clásica tan atada y gris.

A esos paseantes del flujo contemporáneo, les cautivan sus pequeños delirios estéticos, imaginados, pasados por el turmix de alguna revista anglosajona. Se refugian en la fugacidad, el cambio continuo y la ausencia de certezas con un lenguaje heredado de la publicidad. Muchas veces sus trabajos viven de parodiar la clase media y de rebuscar más allá de lo convencional. A alguno le vale para vivir, la mayoría acaban estrellados y amargados en su ironía que les envenena lo poco que tienen de vida.

Guardiola y la obsesión contra el Real Madrid

A casi todos les gustaba el fútbol como una pasión algo vergonzante y ahí aparece Guardiola, que se convierte en la muleta que les faltaba para que su escenario estuviera completo. Incluso los madridistas más gafapasta sentían una punzada de dolor al verlo orquestar los vientos. Al fin y al cabo Pep quería los mismo que el Madrid: ganar siempre. Pero por otros cauces: morales, idealistas, perfectos para una época en la que la vida sin más está agotada y sumergida en gigantescos mares de turra inmisericorde donde todo naufraga y acaba corroído, irreconocible y falto de la naturalidad antigua.

Ya que Pep se hizo santo, los que lo odian lo convirtieron en demonio. Todo lo que salía de su boca se interpretaba como algo sinuoso, falaz. Todo en Pep era blasfemo. Incluso su fútbol era una mentira ya que tenía detrás monstruos financieros y parabienes arbitrales. Como si conseguir dinero fuera fácil; como si construirse su propia mitología estuviera al alcance de cualquiera; como que convertir la victoria en un destino lo hubiera hecho alguien que no fuera el Real Madrid.

Foto: Mourinho y Guardiola se saludan en un partido disputado en el Camp Nou. (EFE/Alberto Estévez)

Pep fue engendrado por la obsesión de ganar al Madrid, el único club que pudo someter al azar, y el camino de Guardiola para superar lo eventual, no fue la épica sistemática de los blancos: fue la sumisión del balón hasta convertir el partido en un monólogo donde las líneas de pase le salen al catalán, de los bajos del pantalón. Un dominio que no tiene ni principio ni fin y que todavía sigue provocando delirios en el hincha blanco que se retuerce en la cama imaginando un partido contra el City.

El Manchester City está lleno de jugadores que no se sabe muy bien de qué juegan. Justo lo que odia el madridista. Jugadores como Foden o Bernardo Silva. Y sin embargo son jugadores afilados, concretos y a la vez con los modales exquisitos de quien conoce los secretos del fútbol. Eso es obra de Pep. En cada pase, en cada jugada, en cada recuperación alta, está impreso su sello. Hasta el año pasado, todos los años eran el año del City. Pero eran un sistema sin amor ni odio. Los desbarataba el azar y en la Champions tienes que estar blindado contra el azar.

Haaland y el 4-0 que hundió al Madrid

Eran soldaditos obedientes en manos de un demiurgo. Incluso siendo superiores —como en el 2022—, cuando el Bernabéu se prendió como el infierno, los soldaditos se derritieron y dejaron todos los pasos habilitado para los blancos. Pero ahí Pep aprendió. Al año siguiente supo resistir. No como una organización supranacional que busca el bien común. No. Resistieron como un ejército en desventaja; haciendo patria de la solidaridad y achicando las embestidas de Vinícius con todo lo que tenían a mano. En la vuelta, Pep —ejem— traicionó sus ideales y utilizó al gigante nórdico para atar al Madrid. Fue como un caballo de Troya.

Todos pendientes de Haaland y el que mató a los blancos fue Bernardo Silva. Bernardo Silva y el hastío madridista que no estaba para aguantar 180 minutos de asedio mental contra los británicos. Fue un 4-0 porque si algo sabe Guardiola, es que al Madrid tienes que alancearlo todas las veces que puedas. Se va a levantar, pero siempre le costará más porque el fútbol es memoria y una goleada en semifinales es una herida.

placeholder Antonio Rüdiger y Erling Haaland forcejean durante el partido de ida de la semifinal entre Madrid y City del año pasado. (EFE/Kiko Huesca)
Antonio Rüdiger y Erling Haaland forcejean durante el partido de ida de la semifinal entre Madrid y City del año pasado. (EFE/Kiko Huesca)

Y este año así se jugará esta eliminatoria. Con un 4-0 en la mente de los jugadores. Con una herida. Con un miedo no muy profundo —recuerden que el Madrid es ya un equipo campeón, todos estos chicos ya han ganado una Champions— pero realmente existente. Aunque puede que ese miedo esté más en la mente del hincha que en la del propio jugador. Nunca se sabe donde empieza una cosa y acaba la otra.

Los jugadores que pueden reventar el partido

Conocemos este año del Madrid. Las lesiones de la defensa en pleno, amputaron su evolución. Casi toda la temporada ha sido un ejercicio de supervivencia. El dibujo no está claro, solo Bellingham por el centro, Kroos en los tambores y Valverde en la percusión. Vinícius y Rodrygo permutando, con un lateral fijo y otro móvil (Carvajal). Sin Militao hubo miedo de lanzar los perros hacia arriba y pocas veces el Madrid ha mordido alto.

La salida del balón del Madrid es como la salida de misa de la Basílica del Pilar. Atropellada y confusa, solo Kroos pone luz y si baja a ese escalón ya no sube hasta dos jugadas después. No hay poder mayor en los equipos de Guardiola que la del gol tras pérdida del rival. Parece el escenario propicio para un desastre. Así que todos imaginamos salidas en largo y grandes carreras de Vinícius con Bellingham bajando balones del cielo como si fueran mensajes de una civilización alienígena. Esto lo sabe Ancelotti y también Guardiola. No será el plan definitivo.

placeholder Vinícius celebra un gol junto a Brahim. (Reuters/Vincent West)
Vinícius celebra un gol junto a Brahim. (Reuters/Vincent West)

Está Camavinga. Y nada hace más daño al City que las conducciones interiores. El francés es incontenible cuando corre. Un cauce desesperado al que sólo el hachazo puede parar. Está Fede Valverde, también, cuya zancada es como la del gigante de los cuentos. No parece que el Manchester tenga antídotos contra estos dos jugadores. Pero si el balón va rápido, vuelve rápido.

Y los pasillos interiores del Madrid están desguarnecidos. De Bruyne siempre le clava uno a los blancos de la misma manera. Kroos lo pierde de vista y en un pestañeo el belga nos crucifica desde la fontal. Cerrar eso deberá ser cometido de Tchouaméni. Quizás esa misión lo suture definitivamente a la camiseta blanca … O lo contrario.

Las grandes incógnitas del Real Madrid

El año pasado Camavinga fue lateral y eso es un error contra un equipo de Pep quien adora llegar al final del tablero para cambiar un peón por la reina. Con Mendy no podrá. Y el gigante nórdico tendrá otro gigante a su lado: Rüdiger. Rudy can't fail. Arriba del todo, Rodrygo se ha vuelto a desatar por la izquierda. Y Vinícius ya hace tiempo que daño por todo el ataque. ¿Por qué volver a sus posiciones de origen?

Hay muchas impresiones en la previa. La dificultad para vencer esa primera línea de presión citizen. La imposibilidad de los ingleses de parar a varios jugadores blancos: Fede, Camavinga, Vinícius. El ritmo más alto de juego de los de Pep que hará que el Madrid esté a rebufo, una situación que no es nueva y que el Madrid sabe llevar, pero no durante todo el partido.

placeholder Jude Bellingham es un elemento que el City deberá frenar. (Reuters/Juan Medina)
Jude Bellingham es un elemento que el City deberá frenar. (Reuters/Juan Medina)

Y hay interrogantes: Bellingham es uno de ellos. Nadie hizo más daño al City que Benzema posando el balón y haciendo que todos danzaran a su alrededor. Podrá Bellingham hacer eso o sólo será una lanzadera para los brasileños. Sabemos del nivel del City, pero el nivel del Madrid es una incógnita. La impresión es que sólo hemos visto una pequeña parte del potencial de este equipo.

Hay algo que no se ha desvelado. En el partido contra el Girona o contra el Barça vislumbramos ese algo. Interiores furiosos mezclando a la perfección con los tres artistas de arriba. Todos con un físico de atleta del futuro. Kroos en soledad dictando kilómetros y cierta fragilidad defensiva que se revela falsa por la gran solidaridad del entramado.

En esta eliminatoria habrá una revelación. Se sabrá lo que hay de oro y lo que solo era cartón-piedra. Se sabrá el límite y el potencial de varios jugadores del Madrid. Su resistencia a la derrota y su voluntad de perdurar. Habrá goles milagrosos, porque esa es la especialidad del Real y habrá ratos en los que los madridistas parezcan vacas mirando una orquesta bien afinada. El caso es que estamos perdidos y las apuestas no nos dan ninguna oportunidad. Así que volvemos al escenario favorito del Madrid. El éxtasis o el apocalipsis. No habrá término medio.

Esta es la semana de la espera. La semana del miedo. La semana donde el madridista avista ya el partido trascendental. El tiempo se dilata como en las proximidades de un agujero negro y cualquier distracción que aparece en el telediario de las que nos libran de nuestro rutina —guerras, ataques terroristas, hambrunas, finales de Coparesulta irritante, por banal.

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