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Paul B. Preciado: "Hay que abolir la inscripción del sexo en todas las gestiones administrativas"
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Entrevista

Paul B. Preciado: "Hay que abolir la inscripción del sexo en todas las gestiones administrativas"

Es uno de los filósofos más importantes del mundo en relación con las teorías de género y la sexualidad y publica ahora 'Yo soy el monstruo que os habla'

Foto: Paul B. Preciado. (Condeduque)
Paul B. Preciado. (Condeduque)

Paul B. Preciado (Burgos, 1970) no habla, sino que dispara. Va soltando conceptos como el paradigma patriarco-colonial, el transfeminismo, las políticas de la diferencia sexual, el binarismo... Puede que suenen extraños para legos, pero enseguida recurre a exprexiones más coloquiales. Para entendernos. En los últimos años se ha convertido en uno de los filósofos más importantes del mundo con respecto a las teorías de género y la sexualidad, ya sea con sus libros, como el ya clásico 'Manifiesto contrasexual', o con sus colaboraciones artísticas en programas del Macba, el Reina Sofía o la Documenta 14 de Kassel y Atenas, donde es comisario de Programas Públicos.

Su último texto es 'Yo soy el monstruo que os habla' (Anagrama), en el que discute con los psicoanalistas, con Freud y Lacan, por considerarlos perpetuadores de las estructuras heteropatriarcales y patologizar los cuerpos no normativos. Aquello salió de una conferencia en Francia, donde es una figura muy citada (y criticada), y ahora se ha convertido en un monólogo colectivo que se podrá ver los días 22, 23 y 24 de abril en el Conde-Duque de Madrid. Con él charlamos de estos aspectos, del debate en España y de la ley trans, de la que, dice, se queda corta.

placeholder 'Yo soy el monstruo que os habla'.
'Yo soy el monstruo que os habla'.

PREGUNTA. Les cantó bien las cuarenta a los psicoanalistas en la conferencia de la que después salió el texto 'Yo soy el monstruo que os habla'. Les dijo directamente que abandonaran a Freud y a Lacan por mantener las estructuras heteropatriarcales. Es casi como si les pidiera a los cristianos que abandonen a Cristo.

RESPUESTA. Bueno, pero esperemos que el psicoanálisis no sea ni religioso ni normativo, ni tengan a Lacan como una Biblia, aunque ellos lo utilizan así. Yo soy muy lector de Freud y de Lacan en otras cosas, pero como filósofos, en ámbitos abiertos a la crítica, la confrontación y el debate. No puedo entender que sean instrumentos clínicos. Es como si yo cogiera 'El libro de la naturaleza', de Aristóteles, y quisiera llevarlo al ámbito clínico y operar una vesícula biliar. Me parece que la gente tiene la visión del psicoanálisis como una técnica progresista, que lo fue a finales del siglo XIX y principios del XX, y en ese momento parecía una ruptura con los lenguajes médicos y religiosos del momento, pero hoy tanto los lenguajes como las prácticas ya no son progresistas sino absolutamente neoconservadores.

P. ¿Por qué cree que el debate sobre la transexualidad es tan encarnado y genera tanta irritabilidad y discusión?

R. Porque el paradigma de la diferencia sexual y la taxonomía racial que lo acompaña es una sistema de representación que se inventó con el capitalismo colonial en el momento de la expansión colonial del XVI que se instala en el XIX y que es el entramado invisible de la estructura patriarcal. Y desmontarlo supone desmontar esa estructura de privilegio y de poder que tienen algunas personas sobre otras. Cuestionar el binario supone cuestionar también el privilegio de los hombres heterosexuales blancos sore las mujeres, sobre las mujeres trabajadoras, las mujeres trans… Es una cuestión de deconstrucción de privilegios. Lo dificil no es modificar la percepción, sino transformar el sistema de poder que le acompaña.

"La gente tiene la visión del psicoanálisis como una técnica progresista, pero hoy sus prácticas son totalmente neoconservadoras"

P. ¿La fuerza de partidos de extrema derecha Le Pen, Zemmour reside, en parte, en la reacción a esto?

R. Uno de los objetivos de la extrema derecha es frenar de manera casi ilusoria este proceso de revolución planetaria que se está produciendo. Una cosa que me importa ahora mucho, tanto en el contexto español por la cuestión de Vox, pero también desde el PP y Ciudadanos, como en el francés, que ya ves cómo estamos, es descentrar el discurso que llevamos los últimos 20 años, en el cual el lenguaje se está deslizando hacia la derecha y hace que no seamos conscientes de que está teniendo lugar una revolución. Estamos en un contexto neoconservador y contrarrevolucionario, pero esa contrarrevolución es, en el fondo, la reacción a un proceso planetario de revolución que desde mi punto de vista es uno de los más importantes desde las revoluciones obreras de 1848. Tenemos que verlo con este calado histórico y con esta importancia. La crítica, por ejemplo, al paradigma racista colonial. Desde los movimientos de los años cincuenta, no se había producido un ataque tan fuerte.

placeholder Paul B. Preciado. (Òmnium/Dani Codina)
Paul B. Preciado. (Òmnium/Dani Codina)

P. Precisamente hay quien explica la guerra Rusia-Ucrania en estos términos, con esa visión masculina heteropatriarcal de Putin, que ha perseguido tanto a la comunidad LGTBI, frente la mayor diversidad europea que pueda haber en Ucrania.

R. Creo que sí, pero sería demasiado fácil hacer una caricatura de Rusia como un paradigma patriarco-colonial y Ucrania como el emblema de la revolución transfeminista. Es más complejo que eso. Yo estoy muy en contacto con los activistas rusos que están allí y que llevan años luchando frente al conservadurismo, la extrema derecha rusa, pero también tengo mucho contacto con los activistas ucranianos que han estado luchado frente a un enorme fascismo neonacionalista del contexto ucraniano. Ahora vemos de manera intensa la guerra en Ucrania porque está tocando el continente europeo, pero es que la II Guerra Mundial no acabó, se continuó y perpetuó con todas las guerras coloniales y poscoloniales que ha habido después. Es decir, todavía estamos en un conjunto de guerras de descolonización, y en el fondo la guerra de Ucrania se podría leer como una guerra neocolonial y de descolonización al mismo tiempo. Y, en ese sentido, tienes razón, pertenecería a ese cambio de paradigma, pero no caricaturizando. En el contexto español, tenemos también esas dos fuerzas que se oponen, tenemos esa revolución más feminista y tenemos los movimientos conservadores y neoconservadores que, de manera compleja, no solamente están en la extrema derecha y la Conferencia Episcopal, sino también dentro del feminismo con un feminismo conservador absolutamente antitrans, anti trabajo sexual, etc.

P. En ese sentido, no le sorprende que Le Pen no hable mal de los gais y, por cierto, he leído que hasta cita a Simone de Beauvoir…

R. Claro. Marine Le Pen lleva bastante tiempo intentando suavizarse. Y está intentando conquistar al electorado, más que feminista, femenino. Pero eso habla del proceso de popularización del feminismo en los últimos años. Yo tengo 50 años y cuando empecé a ser feminista hace más de 30, en ese momento 'feminista' era un insulto. A nadie de extrema derecha se le hubiera ocurrido invocar a Simone de Beauvoir como una figura posible. Pero es muy interesante que en este momento de expansión del feminismo incluso la extrema derecha se atreva a citar a Simone de Beauvoir. Eso habla de que hay también un feminismo de extrema derecha. Decir feminista en sí mismo ya no quiere decir inmediatamente 'progresista'. Como en todo movimiento, hay un feminismo conservador, colonial, blanco, supremacista, y hay un feminismo transformador, trans, etc.

"Hoy incluso la extrema derecha se atreve a citar a Simone de Beauvoir. Eso habla de que hay también un feminismo de extrema derecha"

P. Coincide con la filósofa Judith Butler, que ya ha dicho que, obviamente, hay feminismo de derechas, gais de derechas… Es decir, que la etiqueta no es, directamente, 'progresista' o 'de izquierdas' como muchas veces ponemos.

R. Evidentemente, pero también porque siempre hemos pretendido que aquellos que están situados en la minoría sexual deben ser el motor revolucionario y tener posiciones extremadamente críticas, y no es el caso. Se puede ser gay y feminista de derechas, y dentro de la Agrupación Nacional de Le Pen, del PP y de Ciudadanos hay todo un movimiento homosexual. Los armarios están repletos y a lo mejor en un momento de ampliación de esos lenguajes feministas y de esos lenguajes, que yo no diría homosexuales sino más bien gais, empieza a ser posible, incluso para la derecha, afirmarse como tal. Pero eso nos fuerza a posiciones mucho más críticas y mucho más específicas. El feminismo también puede ser conservador por lo que no basta con decir 'feminista'. Me parece importante que el discurso del feminismo sea al mismo tiempo antirracista, profundamente ecologista… Porque es ahí donde se acaban matizando las posiciones.

P. ¿Ve esos matices en la discusión de la ley trans en España? Hay personas a favor, pero otras muy en contra y también las que alertan de desigualdades en ámbitos como el mundo del deporte. ¿Qué opinión tiene usted de esta ley?

R. Creo que el ámbito de transfomación social que tiene lugar en la ley no agita el espectro de la lucha. Las transformaciones que tienen lugar en la ley siempre van a estar más acotadas que las que hay en el espectro social en su conjunto. Ni siquiera para las personas heterosexuales la ley refleja totalmente su situación política. Hay que entender que la ley no representa la totalidad del espectro social, por tanto, cuando hablamos de personas trans tampoco puede haber una representación total. Yo soy muy favorable a una ley que contemple los derechos civiles de las personas trans, pero creo que uno de los errores que nos han llevado a donde estamos y que han hecho que el discurso se vaya corriendo hacia la derecha, como también ha dicho últimamente Judith Butler, es que nos hemos pasado los últimos 20 años del movimiento de minorías sexuales luchando por el matrimonio homosexual, la adopción, es decir, por prácticas sociales que son muy conservadoras.

Qué hubiera ocurrido si en lugar de haber luchado por el matrimonio homosexual hubiéramos luchado por la abolición del matrimonio y simplemente la posibilidad de otras estructuras, otras formas de relación social que no son el matrimonio, otras formas de filiación que no son estrictamente papá, mamá y el niño. Eso ha ido condicionando el lenguaje y las luchas sociales. En el caso de la ley trans, yo soy más radical de lo que la ley propone: yo creo que deberíamos luchar por la abolición de la inscripción masculino/femenino en todas las gestiones administrativas. Porque si eliminamos esta inscripción todas las otras luchas caerían por su propio peso. Ya no se hablaría de matrimonio homosexual porque no habría dos personas de diferente o del mismo sexo. Claro, aquí lo que reprochan las feministas es dónde estaría la lucha por las mujeres. Mi respuesta a esto es que la inscripción de la diferencia sexual en la partida de nacimiento es un acto discriminatorio. Es decir, esta es la gran perversidad: la ley empieza por discriminarnos para intentar después compensar esa discriminación. En el siglo XVI y XVII no había diferencia sexual en el carné, pero lo que sí había era la pureza de sangre que uno acarreaba toda su vida.

placeholder Paul B. Preciado. (Olaf Kosinsky)
Paul B. Preciado. (Olaf Kosinsky)

P. Eso era ya un sistema de castas.

R. Exactamente. Y deberíamos contemplar la inscripción de la diferencia sexual en las administraciones públicas como una forma de discriminación. Yo, como filósofo e historiador de género y de la sexualidad, propongo una abolición de la inscripción de la diferencia sexual en la Administración. Y eso haría que las leyes trans ya no tuvieran sentido porque no haría falta cambiar de género. Y las feministas clásicas podrían entender por qué las luchas trans son el paso sin el que no se pueden llevar a cabo las luchas del feminismo. Que lo que han luchado es por el derecho de cualquier cuerpo a definir el uso social y político de sus órganos. Las mujeres han luchado históricamente por reapropiarse de un órgano, el útero, sobre el que no tenían soberanía personal. Lo mismo ocurre con los órganos sexuales, que se han pensado históricamente como genitales.

Es decir, tú puedes hacerte una operación de cambio de nariz, pero no supuestamente de cambio de sexo, lo que significa que la nariz sí es tuya, pero tus órganos sexuales no, sino que, en este caso, pertenecen al Estado español. Y esta ha sido una lucha que empezaron las feministas y los movimientos antirracistas, que dijeron “el color de mi piel no puede determinar mi soberanía”. Por tanto, desbinaricemos el cuerpo. Yo soy muy crítico con las políticas de identidad, porque en el fondo dicen: las feministas aquí, los gais aquí, etc. Y como filósofo, lo que yo digo es que no me interesa la identidad sino una política radical del cuerpo. Es decir, cómo hemos trabajado históricamente la soberanía corporal. Eso nos lleva al trabajo sexual, que es el gran objeto de lucha de las TERF. Bueno, pues las trabajadoras sexuales pueden considerarse el estamento más bajo de las mujeres obreras, aquellas cuya fuerza de trabajo y medio de producción es su propio cuerpo. Leámoslo desde ese punto de vista y no desde las políticas de identidad y luego veamos cómo distribuimos soberanía, que ha estado concentrada en cuerpos masculinos heterosexuales. Y esa será una lucha transversal que no pertenece a las señoras feministas y mucho menos a las feministas burguesas blancas.

"En el caso de la ley trans, yo soy más radical de lo que la ley propone: deberíamos luchar por la abolición de la inscripción masculino/femenino"

P. Conoce perfectamente el paisaje francés con respecto a este tema, y también el español. ¿Cómo diría que son uno y otro? ¿Es igual de enconado el debate? Sí sé que en España, al menos, tenemos un debate social y político con una ley que, al menos, está en el Parlamento. De por sí parece un avance que se discuta del tema. Y también sé que el #MeToo tardó bastante más en llegar a Francia.

R. El feminismo francés es un feminismo bastante conservador. Es un feminismo que ha sido menos receptivo a la traducción de textos norteamericanos feministas que el español. Yo traduje el primer texto de Judith Butler al español para la 'Revista de Occidente' hace muchísimos años; bueno, pues el mismo texto intenté traducirlo al francés y no hubo manera. Tardamos muchísimo tiempo, precisamente por el poder inmenso que tiene el psicoanálisis en Francia. Ese psicoanálisis que ha hablado mucho de la escritura de las mujeres, de la esencia-mujer, etc., ese psicoanálisis excluyó todo lo que podrían ser traducciones que venían del ámbito norteamericano, donde tuvo lugar la emergencia del feminismo queer. Aquí me da la impresión de que el movimiento feminista es un movimiento burgués en el que están Amelia Valcárcel, etc., etc.; pero desde el 15-M, incluso antes si pienso en el contexto del País Vasco, con el que yo he estado muy contacto, y en el contexto catalán, había un movimiento feminista radical de izquierda, también un movimiento muy obrero, muy conectado con el anarquismo histórico español de casi la República. Y ese feminismo radical ha llegado a los estamentos del poder en el contexto de Podemos.

Esto no se ha producido en absoluto en el contexto francés, donde es un feminismo mucho más académico. A las feministas francesas les ha costado muchísimo hablar del velo, del feminismo árabe… En este sentido, aunque os pueda parecer mentira, el contexto francés es todavía más reaccionario que el español. Yo no me quejo porque me dan mi espacio, pero estoy tan crucificado como estoy aquí. Ahora bien, sí que me da la impresión de que últimamente habéis dado mucha cancha al feminismo TERF y no lo entiendo muy bien, no entiendo si es un lenguaje que retroalimenta las posiciones de Vox… Esto es realmente lo que deberían entender las feministas TERF, que tienen una posición más próxima a la Conferencia Episcopal y de Vox que a cualquier otra posición feminista y, por tanto, se han convertido en fuerzas reaccionarias y muy peligrosas y amenazantes. Dicho esto, ya ves cómo estamos en Francia. El domingo yo estaré aquí [en Conde-Duque] haciendo la lectura a las ocho y en Francia estarán saliendo los resultados, y ya les he dicho a mis amigos franceses: como acabe la obra y haya salido Marine Le Pen, no vuelvo.

Paul B. Preciado (Burgos, 1970) no habla, sino que dispara. Va soltando conceptos como el paradigma patriarco-colonial, el transfeminismo, las políticas de la diferencia sexual, el binarismo... Puede que suenen extraños para legos, pero enseguida recurre a exprexiones más coloquiales. Para entendernos. En los últimos años se ha convertido en uno de los filósofos más importantes del mundo con respecto a las teorías de género y la sexualidad, ya sea con sus libros, como el ya clásico 'Manifiesto contrasexual', o con sus colaboraciones artísticas en programas del Macba, el Reina Sofía o la Documenta 14 de Kassel y Atenas, donde es comisario de Programas Públicos.

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