'La trampa de la diversidad': el ensayo de Daniel Bernabé es el más polémico del año
El autor cuestiona las dinámicas competitivas del activismo de la izquierda
España no es un país adicto al ensayo político, pero desde la explosión social del 15M el género experimenta un subidón sostenido. Este año ha sido para 'La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó al identidad de la clase trabajadora' (Akal, 2018). Lo firma el periodista Daniel Bernabé, que ha generado un intenso debate en el que han participado voces tan distintas como Alberto Garzón (Unidos Podemos), Kiko Matamoros (Sálvame Deluxe) o Juan Soto Ivars y Esteban Hernández (El Confidencial), entre otros. ¿La tesis que defiende? Las políticas de la identidad (feminismo, animalismo, diversidad sexual…) son políticamente respetables, pero fomentan dinámicas competitivas dentro del bloque de quienes cuestionan el sistema capitalista.
Se trata de un análisis matizado, que ha sido respondido con insultos personales y linchamientos en Twitter por parte de personas que no han leído el libro o manejan una página suelta sacada de contexto. Afirmar que Bernabé desprecia el feminismo, la causa gay o el ecologismo es tergiversar el libro. “Para mí estos colectivos no son culpables de nada, sino víctimas propiciatorias. Gobiernos socialdemócratas como el de Jose Luis Rodríguez Zapatero les han utilizado para encubrir su falta de políticas económicas diferentes a las del Partido Popular. Me preocupa que en tantas elecciones en todo el mundo haya que escoger entre una derecha cada vez más cercana al fascismo y un progresismo blando, que solo ofrece limosnas sociales”, denuncia.
Bernabé pone un ejemplo en carne propia. “Yo soy nieto de un represaliado republicano, que fue trabajador esclavo durante la dictadura. Con esto quiero decir que la Memoria Histórica es algo que me toca de manera personal, pero entiendo que eso no puede utilizarse para esconder otras cosas. No me parece inocente que el gobierno de Pedro Sánchez se centre en El Valle de los Caídos al mismo tiempo que evita derogar la reforma laboral. Si el PSOE quisiera, tardaría una mañana en publicar la lista de amnistiados fiscales, pero no esta dispuesto a meterse en conflictos económicos con las élites”, señala. “El otro día hablaba con una amiga comunista lesbiana de que todas las discriminaciones tienen una raíz económica. Es ridículo escuchar a Zapatero corregir a Marx, diciendo que no ha habido explotación del hombre por el hombre, sino de la mujer por el hombre. La explotación capitalista y machista comparten motivos económicos”, afirma.
Los peligros de la seducción
El ensayo disecciona cómo la derecha ha logrado aprovechar las grietas identiarias para imponer sus tesis individualistas. El ejemplo central es el ascenso de Margaret Thatcher y cómo logró dar la vuelta al adjetivo “unequal” (desigual) para recubrirlo de connotaciones positivas: “Supo transformar la desigualdad económica, algo percibido como negativo por la sociedad, en una cuestión de diferencia, de diversidad. Ya no se trataba de que fuéramos desiguales porque un sistema de clases basado en una forma económica, la capitalista, beneficiara a los propietarios de los medios de producción sobre los trabajadores, sino que ahora teníamos el derecho a ser diferentes, rebeldes, frente a un socialismo que buscaba la uniformidad. Antes la derecha no se atrevía a defender que las desigualdades eran positivas, por eso apelaba tantas veces a sus raíces cristianas. A partir de Thatcher, Reagan y la revolución neoliberal la cosa cambia por completo”, apunta.
‘La trampa de la diversidad’ también habla de la izquierda y de los límites de la seducción. “Tengo siempre muy presentes los casos de Bill Clinton y Tony Blair, políticos que ganaron porque sucumbieron al impulso de dar todo lo que les pedían sus asesores, desfigurando los programas clásicos de la izquierda. En el libro pongo ejemplos sacados del documental ‘El siglo del yo’, de Adam Curtis. Los sistemas de análisis de encuestas a gran escala hacen que se imponga la opinión general, que suele ser una opinión de clase media. Ahí se crea ‘el mito del centro’ y la izquierda se acerca tanto que pierde su esencia, cae arrebatada por esas inercias. Eso le pasó también a Podemos en su época de mayor ascenso y alegría. También le ha ocurrido al activismo”, recuerda.
Bernabé añade que “es llamativo que asciendan las políticas de la identidad cuando todos somos cada vez más iguales, clase media aspiracional que se viste parecido, ve las mismas series y se encuentra comprando velas perfumadas en Zara Home. Ya ni siquiera hay contraculturas juveniles. Esa uniformidad crea una gran angustia y hace que intentemos destacar nuestras diferencias. En el debate político, cada vez más parecido a un mercado, este proceso tiene efectos desastrosos para articular una lucha común”.
El siglo del Yo 1 from Tyrel Nexus on Vimeo.
La técnica de la avestruz
El texto es un intento clásico de analizar el campo de batalla político. “Desde la socialdemocracia hasta las casas “okupa”, la izquierda ha manejado unas respuestas que no están a la altura. Muchas de las tesis identitarias de la izquierda se han vuelto indefendibles en la calle, pero la ultraderecha cada vez tiene más fácil comunicarse con la gente de los barrios pobres. Por ejemplo, tengo un amigo punk cuyo mayor miedo es que los islamistas pongan un velo a su hija. Cuando la derecha conecta mejor con un punk que la izquierda es que algo falla. También me viene a la cabeza el libro feminista ‘Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes’, donde se ponen ejemplos de mujeres inspiradoras, incluyendo a Margaret Thatcher. No parece mala idea, aunque fomenta demasiado el concepto de competitividad o meritocracia. Me preocupa que no haya habido escándalo por la aparición de Thatcher porque demuestra que muchas activistas y feministas no se toman tan en serio la interseccionalidad, por lo menos por el flanco de clase”, lamenta.
La izquierda es capaz de tirarse una semana discutiendo sobre los trajes de la cabalgata de reyes; es la técnica del avestruz
El ensayo no atiende solo a las guerras culturales, sino que hace inventario de lo que ya no se debate. “Si te fijas, la izquierda ha perdido la capacidad de hablar sobre la deuda externa, incluso después de la debacle de Grecia. No hubo un gran cónclave de los líderes de la izquierda europea. Sin embargo, somos capaces de tirarnos una semana discutiendo sobre los trajes de una cabalgata de reyes. A mí me suena a técnica del avestruz. Lo mismo pasó con el conflicto de Cataluña, donde en vez de jugar un partido la izquierda le dio una patada al balón para mandarlo lejos”, apunta.
¿Cómo hemos llegado a este punto? En gran parte, por un cambio en los estilos de vida. “Era mucho más sencillo militar antes, cuando no cambiabas tanto de trabajo, ni de pareja, ni de barrio. Ahora la vida es más voluble y la implicación política también. Las personas implicadas en el activismo son cada vez más individualistas. Si te fijas en Estados Unidos, cada militante destaca en redes sociales su nombre, su foto y la causa que defiende. Antes un militante estaba afiliado a un partido que no defendía una sola causa, sino una mejora general de la situación de la clase trabajadora. Los activistas se han convertido casi en un producto especializado”. El libro cita una entrevista de Iñigo Errejón en un medio argentino donde compara la política con un producto y justifica el bajón de respaldo de Podemos en que “ha dejado de producir felicidad” en quien lo compraba. “En ese terreno de juego es muy complicado ganar. Nunca vas a ser mejor producto que Albert Rivera o Pablo Casado”, señala.
La diversidad como ‘consenso’
Bernabé explica los peligros de las figuras carismáticas. “Me da igual que sea un diputado, una estrella del espectáculo o del periodismo. Son personas a las que adoran multitudes, pero un día ponen una coma en el sitio equivocado y les tachan de ‘traidores’ y cosas por el estilo. Es un espíritu de época: recuerdo que en el 15M mostraban unos gráficos para comparar programas políticos y ver cuál encajaba mejor contigo. Pensando en eso, me parece importante entender que la política no debería ser un producto con el que identificarse, sino un esfuerzo común. Exige implicarnos en la asociación de vecinos, el sindicato y otras formas de apoyo mutuo. Cierto que el sindicalismo actual no funciona como debería, pero sigue teniendo sentido en un mundo tan desigual como el que padecemos”, señala.
Me parece importante entender que la política no debería ser un producto con el que identificarse, sino un esfuerzo común
El libro también utiliza el caso de la pintora mexicana Frida Kahlo, un icono feminista que ha sido despojado de sus posiciones políticas comunistas. El ‘lavado’ comenzó con el feminismo estadounidense en los años ochenta y ha llegado al punto de que Theresa May, primera ministra británica y líder de los tories, apareció en una importante conferencia en octubre de 2017 con un brazalete adornado con reproducciones de cuadros de la pintora. “Que May o sus asesores de imagen se atrevieran a tal grado de contradicción demuestra la dramática transformación la Kahlo real a la Kahlo como objeto de consumo identitario. La almendra de ese acto fue la defensa del libro mercado, pero recubierto con términos como ‘revolución tranquila’. El gobierno de May ha destacado por sus políticas agresivas contra los inmigrantes, incluyendo algún escándalo respecto a deportaciones, pero habla de sociedad abierta, que celebra la diversidad”, denuncia. Por decirlo en una frase, el actual consenso político se forja en torno a la ‘diversidad’ en vez de a la ‘igualdad’ o la ‘justicia social’. Y eso nunca puede ser buena noticia para la izquierda.
España no es un país adicto al ensayo político, pero desde la explosión social del 15M el género experimenta un subidón sostenido. Este año ha sido para 'La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó al identidad de la clase trabajadora' (Akal, 2018). Lo firma el periodista Daniel Bernabé, que ha generado un intenso debate en el que han participado voces tan distintas como Alberto Garzón (Unidos Podemos), Kiko Matamoros (Sálvame Deluxe) o Juan Soto Ivars y Esteban Hernández (El Confidencial), entre otros. ¿La tesis que defiende? Las políticas de la identidad (feminismo, animalismo, diversidad sexual…) son políticamente respetables, pero fomentan dinámicas competitivas dentro del bloque de quienes cuestionan el sistema capitalista.