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Un robot repartidor me ha llevado a casa una 'pizza': los humanos estamos a salvo
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¿Adiós a los repartidores humanos?

Un robot repartidor me ha llevado a casa una 'pizza': los humanos estamos a salvo

Los robots de Goggo Networks, la empresa de Martín Varsavsky, llevan meses operando en algunas zonas de Zaragoza y Alcobendas (Madrid). Los hemos probado, y funcionan, pero la idea aún cojea para triunfar de verdad

Foto: Los robots repartidores de Domino's en Alcobendas. (Cedida)
Los robots repartidores de Domino's en Alcobendas. (Cedida)

"Sí, solo tienes que marcar la casilla cuando hagas el pedido. Es igual que si te lo llevara un repartidor, solo que tienes que bajar a la calle a recogerlo", resume un empleado de Domino's en Alcobendas cuando le preguntan por su nuevo compañero de trabajo: un robot que lleva los pedidos a domicilio. Lo hace sin que haya necesidad de control humano, aunque limitado a ciertas zonas y condiciones, así que me he venido a la ciudad madrileña para probarlos. A la salida del local, veo aparcados cuatro de estos vehículos —una especie de carro con tapa y cuatro ruedas—, cada uno con un tamaño distinto. Saco el móvil y pido una pizza a poco más de un kilómetro de la tienda, aunque estoy a pocos metros de la puerta, porque quiero ver cómo hace el trayecto. Pero eso llegará más tarde. Una vez hecho el pedido, toca esperar.

placeholder Los robots esperan en el Domino's de Alcobendas. (M. E.)
Los robots esperan en el Domino's de Alcobendas. (M. E.)

Todo esto no es tan nuevo como pueda parecer. En realidad, los robots repartidores llevan años en boca de todo tipo de empresas de reparto, desde Just Eat —que ya los probaba en Londres en 2017— hasta Amazon, aunque hace unos meses dio carpetazo al desarrollo de Scout, su prototipo para estas tareas. Sin embargo, no ha sido hasta ahora cuando estos dispositivos han llegado a España. En concreto, en tres códigos postales de Alcobendas y siete de Zaragoza, ciudades en las que llevan meses circulando. ¿Estamos ante el último circo de marketing o esto cambia algo de verdad?

Detrás de estos dispositivos está Goggo Networks, uno de los proyectos del empresario Martín Varsavsky, conocido por ser el fundador de Jazztel, que lleva un par de años lanzando pilotos de este tipo. Según la empresa, estos aparatos ya hacen una media de entre 12 y 15 pedidos diarios, aunque también cuentan con repartidores humanos para complementar el servicio. "Hacemos con la flota los pedidos a los que no podemos llegar con los robots", explica Pablo Sastre, jefe de Negocio en Goggo Networks, en conversación con El Confidencial.

Hace meses, cuando presentaron los proyectos en estas ciudades, reconocieron que había momentos, como cuando se topaban con un semáforo, en los que el robot necesitaba ser teledirigo por un humano. Es decir, no eran 100% autónomos. "Ya hemos hecho suficientes pruebas y, a través de sensores de movimiento y luz, estamos capacitados para saber cuándo cruzar. Estamos en el nivel 4 [en total, hay cinco] de autonomía. Es decir, está capacitado para circular de forma 100% autónoma, pero reservamos la posibilidad de tomar el control en remoto si hay una incidencia que el robot no pueda solventar por sí mismo, como obstáculos o caídas", desarrolla Sastre.

La compañía, eso sí, no se encarga de la fabricación de estos vehículos, sino de desarrollar el software. "Nosotros hacemos el mapeo para que aprenda las calles y zonas por las que va a tener que circular, y después hay un proceso de aprendizaje con machine learning. También asignamos los pedidos a los robots en función de distintas variables, como la localización, la batería o el espacio. Una pizza no necesita lo mismo que un pedido de bricks de leche", continúa. La referencia viene a colación porque Goggo Networks también está trabajando con supermercados como DIA o Carrefour en estas ciudades.

Pero yo aquí he venido a hablar de mi pizza.

Domibot y su pizza buscan piso en Alcobendas

Domino's Pizza lleva un par de meses testando los robots repartidores en Alcobendas, pero ha sido ahora cuando los ha empezado a utilizar para uso diario y comercial, nada de pruebas. Para probarlo, solo se tiene que indicar una dirección que esté en la zona de reparto de estos robots y, como decía el empleado que hablaba al inicio de este reportaje, marcar la casilla en la que especificas que quieres que el robot haga la entrega.

"Tu pedido va a ser entregado por nuestro robot", me avisan por SMS. Unos minutos después, llega otro mensaje para notificarme que el pedido acaba de salir. Miro al local y veo cómo Domibot —así lo han bautizado— comienza a rodar.

De primeras, tiene que avanzar unos metros por la acera hasta llegar a una rotonda y, después, tiene que cruzar varios carriles. Se ralentiza unos metros antes, pero pronto se embala. El dispositivo está equipado con ocho cámaras en distintas posiciones, además de distintos sensores de movimiento, así que parece que no ha visto peligro (no lo había). "¡Hola, robot! Quiero verte la cara", le grita una niña que no llega a los 10 años y le persigue mientras pasa al lado de un centro deportivo. Consigue ponerse a su altura para ver la parte delantera, donde simula tener unos ojos, dice "qué mono" y da media vuelta. La escena se repite con cada chaval que lo ve.

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(M. E.)

Mientras, yo sigo unos metros detrás de Domibot, pero aparece el carril bici y ahí puede alcanzar hasta los siete kilómetros por hora de velocidad y cada vez me saca más distancia. En esas, se cruza con su hermano mayor, un robot más grande para pedidos de mayor capacidad. La estampa no puede ser más estrambótica. Los vecinos de Alcobendas llevarán un tiempo viéndolos circular, pero lo cierto es que su paso sigue sin dejar a nadie indiferente.

"¿A dónde irá?", se pregunta una señora de unos 70 años que está paseando con su familia. Después, atraviesa una avenida repleta de terrazas y se convierte en tema de conversación, pero también de risas y miradas de incredulidad. "Lo acaban de poner nuevo, creo que no lo pilota nadie", comentan unos comensales.

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(M. E.)

Domibot sigue su ritmo y ya está a una calle de la dirección que le pido, a 1,2 kilómetros del punto de origen. De repente, veo que se para y no entiendo por qué. Al acercarme, veo que ha detectado que la puerta de un garaje se ha abierto. Aparece un coche y el conductor ni se da cuenta de que hay un robot esperando a que salga. Metros después, echa otra vez el freno en el punto que he indicado. Justo pasa por ahí una veinteañera hablando por teléfono, pero se detiende contemplando al robot con cara de susto, sin saber muy bien qué está pasando.

"¡Domibot ha llegado con tu pedido! Puedes abrirlo haciendo clic aquí", dice otro SMS. Lo hago, se abre la tapa y veo un interior similar al de la mochila de los riders. La pizza ha llegado caliente en apenas media hora. En la acera de enfrente, otro veinteañero se acaba de encender un cigarro mientras contempla la escena con una sonrisa y el móvil en mano. Si me está grabando y acabo en TikTok, no me extrañaría lo más mínimo.

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(M. E.)

Ahora bien, más allá del impacto que genera ver cómo un robot reparte pizzas, ¿qué aporta todo esto al cliente final? "La idea es que haya un incentivo para que el consumidor pueda pagar menos costes a cambio de tener que bajar al portal, en lugar de que el repartidor suba", responden en Goggo Networks, donde insisten en que su modelo "no suplanta o sustituye" a los empleados, recalcando que también cuentan con una plantilla humana. "Una persona que sea mayor, por ejemplo, no va a bajar a por el perdido y el robot no es capaz de subir", ejemplifican.

"Es la primera vez que Domino’s está trabajando con estos robots en España y la experiencia está siendo muy positiva", explican desde la cadena de pizzerías a este periódico, y aclaran que "el objetivo fundamental" es que sirvan de apoyo a los repartidores "en los momentos de picos de venta, como los partidos de fútbol", aunque subrayan que "es el cliente el que decide". En cualquier caso, ya adelantan que "si funcionan de forma positiva y cumplen con todos los objetivos fijados", los llevarán a otras ciudades.

Foto: La 'app' de Shopopop. (Cedida)

Por ahora, tanto Goggo Network como Domino's aseguran que no han tenido "ningún tipo de incidencia técnica", más allá de algún fallo menor, "como que se encienda alguna luz cuando no debe". Hay otro punto que muchos señalan en cuanto ven este tipo de robots: ¿no es demasiado fácil robarlos o, al menos, dañarlos hasta dejarlos inutilizables? "Los robots están equipados con cámaras de alta seguridad y sensores y contamos con centros de operaciones con supervisores. Si se para cuando no se tiene que parar, salta una alarma y podemos ver qué está pasando, además de facilitar esas imágenes a la policía. Aparte, son bastante pesados y el GPS es preciso a cinco centímetros", responden, recordando también que solo reparten hasta las 23:00. "Por ahora, estamos viendo mucho civismo y curiosidad".

No todo ha salido tan bien

Domino's no ha sido la primera en repartir con robots en España. Hace unos meses, Telepizza lanzó un proyecto similar. "Lleva unos meses parado porque daba muchos errores y no tenemos orden de volver a usarlo", me explica un empleado en el establecimiento que lo estaba probando. "Hicimos un proyecto piloto con un solo robot durante una semana. Fue una prueba puntual que desestimamos. Se quiso probar para picos de altísima demanda y trayectos cortos. Nuestro foco son nuestros más de 7.000 repartidores", se limitan a comentar en esa cadena de pizzerías. En Goggo Network, por su parte, alegan que fue un problema en "la integración informática con la página web" de la franquicia.

Antes, a finales de 2021, Goggo Networks ya había lanzado un proyecto similar con Glovo en Villaverde, barrio del sur de Madrid en el que montaron un sandbox, es decir, una zona de pruebas. La idea era que los test se extendieran, pero aquello se paralizó poco después. "Seguimos en conversaciones con el ayuntamiento, porque queremos abrir en más ciudades en los próximos meses. Aquello se quedó en standby por necesidad de licencia para operar, porque sin eso, no podemos hacer nada. Tanto Glovo como nosotros quedamos satisfechos con los resultados, pero tenemos que hacer el proceso regulatorio y de solicitud de licencias", comentan.

Foto: El robot repartidor de Glovo. (M. McLoughlin)

Casi al mismo tiempo, habían lanzado otro proyecto con un robot autónomo, solo que en lugar de ser un carro con ruedas, era un foodtruck que pululaba por Las Rozas, al norte de Madrid. "Allí hemos pivotado, porque hemos visto que son más interesantes los envíos de última milla, sean comida preparada, compra de supermercado o paquetería, a que el vehículo se quedara parado en un sitio para que la gente hiciera la compra allí. No puedo decir nombres, pero estamos cerrando acuerdos con retailers de moda y paquetería que todos conocemos", aseguran.

"A medida que cumplamos las métricas que ponen los ayuntamientos, solicitaremos ampliar licencias. Sobre todo, hacen énfasis en la seguridad, para evitar riesgos", dice el jefe de Negocio de esta empresa. Entre esas directrices, está el hecho de que las aceras por las que pasen tengan que tener, al menos, 1,5 metros de ancho. Ahí es donde aparece la otra pata del negocio: su flota de vehículos eléctricos conducidos por personas, que funciona como la de una empresa convencional de delivery, donde usan furgonetas, patinetes o motos. "Según el cliente, la proporción de uso de los robots puede variar entre el 30 y el 80%, depende del volumen que tengan", apunta.

Foto:  Alcobendas está trabajando en un proyecto piloto de utilización de drones para trasladar medicinas entre dos puntos. Fuente: cecida.

En cuanto a la rentabilidad de estos robots repartidores, comenta que "no se puede calcular", porque también tienen en cuenta a los trabajadores: "La idea es conseguir rentabilidad usando ambos". Sobre este punto, cabe recordar que, en 2019, Goggo Network levantó una ronda de 44 millones de euros.

El futuro de los repartidores (humanos)

En 2017, Just Eat fue una de las primeras compañías que pusieron a rodar robots repartidores; en este caso, fabricados por la estadounidense Starship. El laboratorio fueron las calles de Londres, donde los vehículos iban acompañados de cuidadores por si había alguna incidencia, pero han ido ganando autonomía desde entonces. En otros casos, la empresa responsable ha optado por acabar metiendo el proyecto en un cajón, como acaba de pasar con Amazon. Tras años de inversiones y desarrollos, los resultados no acababan de convencerles y la mala situación económica le dio la puntilla.

"Si la pregunta es si un robot puede entregar mercancía sin intervención humana, la respuesta es sí, porque ya hay tecnología que es capaz de ello. Pero creo que no va a ser escalable a la demanda actual de entrega de paquetería", comenta Cristian Castillo, ingeniero industrial y profesor de Logística y Producción en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Antes de la pandemia, un estudio de Deloitte ya apuntaba a que solo en España se entregaban 1,5 millones de paquetes al día. En este sentido, el último informe de la CMNC sobre esta industria señala que en 2021 hubo 1.719 millones de envíos de paquetería, casi cinco millones al día, aunque es cierto que era una época en la que los confinamientos iban y venían, por lo que el volumen podría ser mayor al actual.

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"Es un modelo que veo más para pequeña escala y paquetería concreta, pero no como un sustituto de la bicicleta o la furgoneta, al menos en un futuro cercano. Puede funcionar en pequeñas poblaciones o en algunos cascos antiguos, donde el vehículo tradicional lo tiene más difícil", continúa Castillo, que recuerda que, en el caso de las tiendas online, lo habitual es que sus almacenes se ubiquen en las periferias. "Eso implica que los vehículos hagan un recorrido largo o tener varios microalmacenes dentro de la ciudad para que estos vehículos hagan la última milla. Hay que tener en cuenta que suelen ser más lentos y con menos capacidad de transporte que uno tradicional, además de necesitar personal que lo descargue. Por ejemplo, si haces un pedido de ropa, quizá no sea seguro que estés en casa, como sí ocurre cuando pides pizza".

"Ahora mismo estamos más en garantizar la seguridad de los peatones que en desplegar una gran cantidad de robots. Nuestra idea es tener un crecimiento sostenido", cuentan desde Goggo Networks, donde defienden que pueden ayudar a reducir la congestión del tráfico porque, afirman, "un 40% viene por la logística". Preguntados por el abandono de Amazon de este sector, responden: "Desconozco el caso de Amazon, así que no puedo hablar. Nuestra realidad es que estamos generando mucho interés en España, con socios que ven tres puntos clave: innovación, sostenibilidad y rentabilidad".

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Las instalaciones de Amazon en San Hernando de Henares, Madrid. (EFE/Fernando Villar)

Eso último es uno de los aspectos del desarrollo tecnológico que más temores despierta, donde el ejemplo más reciente son los avances de la inteligencia artificial y la posible sustitución de puestos de trabajo con estas herramientas. Es un proceso similar al de los robots industriales, que han ido ganando cada vez más terreno a las personas en sectores como la automoción o la metalurgia, pero también en la propia Amazon que, como explicó El Confidencial, ya está haciendo ensayos de automatización total en Estados Unidos, ante una posible falta de trabajadores.

"Es inevitable que la evolución de la tecnología haga que empresas sustituyan puestos de trabajo con máquinas, como estamos viendo ahora con la IA", comenta Castillo sobre este punto. "No veo descabellado que con la excusa de reducir costes se acabe optando por esto. Y digo excusa porque al inicio hay una inversión mayor que luego se tiene que amortizar. La pregunta es qué valor aporta al usuario que se lo entregue una persona o un robot. Es una reflexión a nivel social y un debate muy amplio porque, al final, por unos céntimos más por envío, puede tener trabajo una persona", zanja.

"Sí, solo tienes que marcar la casilla cuando hagas el pedido. Es igual que si te lo llevara un repartidor, solo que tienes que bajar a la calle a recogerlo", resume un empleado de Domino's en Alcobendas cuando le preguntan por su nuevo compañero de trabajo: un robot que lleva los pedidos a domicilio. Lo hace sin que haya necesidad de control humano, aunque limitado a ciertas zonas y condiciones, así que me he venido a la ciudad madrileña para probarlos. A la salida del local, veo aparcados cuatro de estos vehículos —una especie de carro con tapa y cuatro ruedas—, cada uno con un tamaño distinto. Saco el móvil y pido una pizza a poco más de un kilómetro de la tienda, aunque estoy a pocos metros de la puerta, porque quiero ver cómo hace el trayecto. Pero eso llegará más tarde. Una vez hecho el pedido, toca esperar.

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