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Los robots repartidores llegan a las calles de Londres. "No paran de quitarme pedidos"
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Los robots repartidores llegan a las calles de Londres. "No paran de quitarme pedidos"

Corretean ya por las calles de Hamburgo, Berna, Londres o Washington DC. Son robots repartidores de comida a domicilio y ya están quitando el empleo a sus homólogos humanos

Foto: Uno de los robots que reparten por las calles de Londres.
Uno de los robots que reparten por las calles de Londres.

Empezaron a aparecer en las aceras de Londres hace poco más de cuatro meses y, en los barrios por los que circulan, los vecinos y comerciantes ya los conocen de sobra. “Pasan por aquí cada día”, cuenta un camarero de Kaspa's, una cafetería en Lewisham, al sur de la ciudad. “Si esperas un rato, seguro que viene alguno”.

Foto: Todo parecía ir 'sobre ruedas' cuando tomaron esta foto (Jinn)

La escena se repite unos kilómetros al norte, en Old Kent Road. “Hace 10 minutos estuvo aquí uno”, indica Muhammad Ali, mánager de Jasmine Garden, un local que solo sirve comida para llevar. “Vienen entre cinco y 10 veces al día a recoger pedidos. La tableta de Just Eat [en la que los restaurantes reciben y gestionan las órdenes] indica si viene un robot o no. Es fantástico: les pones la comida y se van. ¡Y llegan a tiempo!”.

En la puerta, uno de los repartidores que hace entregas en moto interviene: “No me hagas hablar sobre ellos, ya me he cargado dos de esas máquinas”, ríe. “Es broma. Pero no paro de ver cómo me quitan pedidos”.

placeholder Uno de los robots repartidores, por las calles de Londres. (A. P.)
Uno de los robots repartidores, por las calles de Londres. (A. P.)

Son pequeños (55 centímetros de alto y 70 de ancho), acabados en blanco y negro lacado, redonditos y sonrientes: cuando llegan a tu casa a entregarte la comida y los desbloqueas con el móvil para abrirlos, sus luces frontales se iluminan con forma de sonrisa mientras una voz dice “here's your delivery” (aquí está tu pedido).

Se les conoce como robots de reparto, son completamente autónomos y ya hay una docena de ellos pululando por la ciudad: tanto Just Eat como Hermes, una empresa de envío a domicilio, trabajan con Starship, la 'startup' estonia que los ha engendrado. Como van un poco lentos (unos 6 km/hora), los utilizan para repartos cortos, de menos de tres kilómetros, en sustitución de sus repartidores humanos.

No me hagas hablar de ellos, ya me he cargado dos de esas máquinas. Es broma. Pero no paro de ver cómo me quitan pedidos

Los robots ya ruedan por Tallin (Estonia), Hamburgo (Alemania) y Berna (Suiza) en Europa; en Estados Unidos, en Redwood City (entre San Francisco y Palo Alto) y Washington DC. Si viajas a Londres, apunta: te los cruzarás en los distritos de Southwark (en la rotonda entre Old Kent Road y Tower Bridge Road) y Lewisham (al lado de la estación de tren). Eso sí: de momento, los verás acompañados de un cuidador. La regulación londinense aún no permite que los robots vayan solos por la calle y solo los deja operar si va con ellos un humano.

Los cuidadores: "Es como llevar a un hijo al cole"

Es la hora de comer y por la acera de High Lee Road aparece Maxim con un robot. Maxim (nombre ficticio) es uno de los cuidadores de robots que Starship ha contratado para acompañarlos. Su trabajo tiene varias funciones: además de cumplir la ley, debe responder a quien pregunte qué es ese autómata al que cuida y apagarlo en caso de emergencia.

placeholder Foto: Starship Technologies.
Foto: Starship Technologies.

“La mayor parte del día la paso hablando”, cuenta. “Todo el mundo pregunta. Charlo con unas 100 personas a diario y la reacción siempre es muy positiva”. El robot al que vigila ha parado en la puerta de Bento, un restaurante japonés que reparte con Just Eat, esperando a que los camareros salgan y le metan un pedido. Por eso, mientras tanto, Maxim puede hablar. “Debo estar pendiente y no perderlo de vista. Pero no tengo ningún tipo de control: el robot es suficientemente inteligente para hacer bien su trabajo”.

Cada mañana, Maxim acude a la sede de Starship en London Bridge, donde duermen los más de 10 robots que tienen en la ciudad (no dan la cifra exacta). Desde allí, él y el resto de cuidadores —mínimo uno por robot— bajan con ellos andando o en camión hasta las zonas de reparto. Como en todo servicio de comida a domicilio, los picos de trabajo son a la hora de comer (las 12 en Londres) y de cenar (hacia las siete de la tarde).

Un señor le hace un corte de mangas, un niño se para a observarlo y la mayoría de peatones, pese a lo estrecha que es la acera, lo ignoran

En Londres, Just Eat ha seleccionado varios restaurantes en Southwark y en Lewisham a los que envía robots. El propio sistema asigna, en función de lo cerca o lejos que quede la entrega, si la hace un robot o no. “Si lo rechazamos, perdemos el pedido”, explican en Bento. “Pero estamos muy contentos”. Desde las ventanas de Sam's, el local de pollo frito de enfrente, su dependiente solo los ve pasar: aunque reparte con Just Eat, él no recibe robots. “Ah, sí. Pero son un poco lentos, ¿no?”.

“Es como llevar al niño al colegio”, resume Henry Harris-Burland, jefe de Marketing de Starship. “Más que controlar, los monitorizan. Su tarea es introducir la tecnología al público. Vas a un barrio y la gente tiene preguntas. Ellos pueden responderlas”.

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Foto: A. P.

Por ejemplo: ¿qué pasa si atropella a un peatón? El robot, explica Maxim, tiene nueve cámaras, sensores y mapas propietarios para a) saber por dónde va y no chocarse, b) cruzar pasos de cebra, porque “entiende la luz verde o roja, y, si no hay semáforo, espera a que crucen personas para decidir si pasar o no”, y c) llegar a las direcciones de entrega.

“El mapa es muy bueno y no se pierden”, asegura. La empresa también presume de no haber sufrido robos, aunque en Estados Unidos ya ha habido quien lo ha intentado y demostrado que es posible abrirlos y llevarse el paquete (en este caso, la cuidadora intervino para parar al 'ladrón'). ¿Algún inconveniente, además de su lentitud? Ni suben escaleras ni cogen ascensores, así que si vives en un piso, tienes que bajar al portal. “Pero en muchas urbanizaciones los repartidores humanos tampoco pueden entrar”, continúa, “así que la diferencia no es tan grande”.

Maxim es, además de cuidador de robots desde hace seis meses, abogado de profesión. Tras 20 minutos de conversación y sin previo aviso, su robot enfila la calle y echa a rodar. Un señor le hace un corte de mangas, un niño se para a observarlo y la mayoría de peatones, pese a lo estrecha que es la acera, lo ignoran. Cuando llega a un cruce de calles, el robot se detiene y piensa durante 10 segundos antes de girar a la derecha. Maxim lo sigue, se despide amablemente y continúa su jornada laboral.

"Lo siguiente es eliminar el factor humano"

"No puedes negarlo: van a quitarles el trabajo", ríe el mánager de Jasmine Garden mientras señala a sus repartidores motoristas. "Es más fácil lidiar con máquinas. Los conductores son humanos y dan problemas. En el futuro, pondré robots. Si me los venden por, imaginemos, unas 300 libras cada uno, ¿por qué no?".

Los robots de Starship se fabrican en Estonia, donde Ahti Heinla, exarquitecto técnico de Skype, y Janus Friis, cofundador de Skype y Kazaa, fundaron la empresa en 2014. Tienen un centenar en total. En enero de este año, recibieron 17 millones de inversión para expandir su negocio en un sector en el que ya no están solos: la suiza Telerail y las estadounidenses Marble, Dispatch.ai, Robby Technologies y Kiwi Campus son también 'startups' dedicadas a los robots de reparto que, por su tamaño y velocidad, están diseñados para ir por la acera.

Todos nacen con la misma idea: resolver la llamada 'última milla' (envíos urbanos inmediatos) en que tan empeñadas están las empresas de logística, principalmente por lo caro que les sale emplear repartidores para entregas tan cortas.

Recuerda que varias 'startups' —en España, Glovo, o las de comida UberEats o Deliveroo— aún lo solucionan con repartidores en bicicleta, pero que Amazon lleva años dando la tabarra en repetidas acciones de 'marketing' con sus entregas en dron. El peso del pedido y la legislación son sus principales obstáculos: las últimas noticias que tenemos son de marzo de este año, en una prueba en Estados Unidos, y de diciembre del pasado, cuando el Gobierno de Reino Unido les permitió aterrizarlos en Cambridge.

Como para Amazon con sus drones, la regulación es la primera cuestión a resolver antes de poner robots en las aceras de una ciudad. ¿Son para los robots, para las personas o para que ambos convivan juntos?

El futuro pasa por, definitivamente, eliminar el factor humano”, afirma el jefe de Marketing de Starship, “así que la regulación es una gran parte del trabajo que hacemos”.

La empresa pide permiso antes de entrar a operar en una ciudad. En Londres, el distrito de Southwark afirma que les deja porque un humano va con ellos "y por eso no se definen como autónomos". En Redwood City y en los estados de Washington DC, Virginia y Idaho ya han conseguido, trabajando con lobistas que participaron en su redacción, que las leyes los amparen y dejen a los robots ir solos por la acera. Otro ejemplo es el de la ciudad de Austin, que en mayo aprobó esta regulación.

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Foto: A. P.

De vuelta al continente, el caso más reciente es el de Estonia, que aprobó en junio una ley nacional para permitirlos. Starship es estonia, así que desde la empresa cuentan esto con orgullo. “El Reino Unido va algo más lento”, añaden. “A lo mejor no los permiten y se quedan atrás en esta industria emergente”.

Si hoy tomaran las calles de Madrid, nuestros robots se encontrarían, además de con aceras muy estrechas, con una Ordenanza de Movilidad que no permite ni a monopatines ni bicicletas circular por la acera. Al compararlos con coches de radiocontrol, vemos que no hay regulación específica: es decir, que o el ayuntamiento la crea o deberían, por lo menos, ir acompañados de un humano. Como en Londres.

Hasta la fecha, San Francisco ha sido la ciudad que más se ha opuesto a la disrupción robótica: en mayo propuso una ley para prohibirlos. “Así es como operamos en la ciudad, que tampoco permite bicis y monopatines en las aceras”, dijo el supervisor que la propuso. “Nuestras aceras están hechas para la gente, no para los robots”.

Empezaron a aparecer en las aceras de Londres hace poco más de cuatro meses y, en los barrios por los que circulan, los vecinos y comerciantes ya los conocen de sobra. “Pasan por aquí cada día”, cuenta un camarero de Kaspa's, una cafetería en Lewisham, al sur de la ciudad. “Si esperas un rato, seguro que viene alguno”.

Comida a domicilio Just Eat Reino Unido Londres Deliveroo
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