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"Si Occidente deja a Rusia a su suerte se convertirá en una gigantesca Corea del Norte"
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entrevista con boris bondarev

"Si Occidente deja a Rusia a su suerte se convertirá en una gigantesca Corea del Norte"

Boris Bondarev es el único diplomático ruso que ha renunciado a su cargo criticando abiertamente la guerra de Vladímir Putin. Su experiencia en el Ministerio de Exteriores explica los grandes reveses de Moscú en la guerra

Foto: EC Diseño
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"No me gusta la palabra ‘desertor’". La voz de Boris Bondarev no se altera un semitono al tratar de explicar su complicada situación. "Desertar implica que alguien se pasa de un bando a otro. Y yo no he cambiado de bando. He renunciado a mi puesto y me tengo que quedar en Suiza porque no creo que para mí sea apropiado volver a Rusia. Pero no trabajo para nadie más y no creo ese término se me pueda aplicar". Bondarev es, hasta la fecha, el funcionario ruso de más alto cargo —y el único diplomático— que ha dimitido públicamente como protesta por la invasión de Ucrania. Tomó la decisión el mismo 24 de febrero, mientras miraba con incredulidad en su teléfono móvil cómo caían las bombas rusas sobre el país vecino; y la hizo efectiva en mayo, cuando hubo sacado con seguridad a su esposa y a su gato de Moscú.

"Pude quedarme callado, tranquilo y seguir como si nada hubiera pasado. Pero no quería levantarme cada mañana y mirar al espejo para ver a alguien que se ha traicionado a sí mismo. Alguien que decidió permanecer callado mientras se cometían crímenes en su nombre. Porque la guerra de Vladímir Putin es en nombre de Rusia, así que también era en mi nombre. Y no podemos estar de acuerdo. No podemos aprobarlo. Y tenía que decirlo en alto. Yo no apruebo esto. Es criminal. Es despreciable. Es brutal y no se puede defender", dice en una larga conversación telefónica con El Confidencial desde Suiza, donde estaba asignado a la misión permanente de Rusia en Naciones Unidas en Ginebra.

¿Cómo alguien decide tirar por la borda más de veinte años de carrera diplomática, renunciar a su trabajo, a su país y sus amigos, y exponerse a ser señalado de traidor o incluso algo peor? "Para mí fue un punto de no retorno. Ahí me di cuenta de que tenía que irme, hacer algo al respecto o, al menos, mostrar mi posición. Esta guerra comenzó solo porque Putin quiere quedarse en el poder para siempre. No tiene nada que ver con el interés nacional o la seguridad de Rusia. Esto va de Putin y sus amigos. Este es su proyecto, su propia guerra personal. Una fantasía sobre su papel en la Historia y el papel de Rusia en el mundo completamente desapegada de la realidad. Una guerra contra el futuro de Rusia".

La renuncia también lo pone en una situación incómoda con sus antiguos jefes, cuando no directamente peligrosa. Desde que comenzó la guerra, al menos 15 oligarcas rusos han muerto en extrañas circunstancias achacadas por las autoridades rusas a suicidios o accidentes—, desatando las especulaciones sobre si Putin podría estar saldando cuentas pendientes con los versos sueltos de la elite rusa. Tampoco tranquiliza la larga lista de envenenamientos perpetrados por el Kremlin contra enemigos políticos, incluyendo el dramático caso del agente doble Sergei Skripal y su hija Yulia en Reino Unido en 2018. Al menos otra docena de funcionarios del servicio exterior han dimitido, asegura Bondarev, pero todos han preferido hacerlo discretamente. ¿Temes por tu vida? "No pienso mucho en ello. Las autoridades suizas han tomado algunas medidas [de seguridad], pero no quiero exagerar mi importancia. No soy un alto funcionario, un embajador o alguien de ese nivel. Soy un diplomático de nivel medio y no creo que sea considerado como una amenaza para Moscú".

Foto: Desfile militar en Bucarest por el día nacional de Rumanía. (EFE/Robert Ghement)

Puede que Bondarev no manejara secretos de Estado o que, tras dos décadas destinado en el extranjero, no tuviera acceso a los pasillos del poder del Kremlin. Pero su carrera es doblemente interesante en este punto de la historia. Primero, porque su experiencia en el corazón del servicio exterior ruso ofrecen una visión cruda y detallada de las miserias de la diplomacia rusa y cómo degeneró bajo los mandatos de Putin. Y segundo, porque trabajó en el departamento de no proliferación y control de armas durante la primera ofensiva en Ucrania, lo que le permitió entender cómo las sanciones occidentales de 2014 y la corrupción del Estado hundieron al otrora poderoso Ejército ruso.

Este es el relato de un testigo directo sobre cómo Putin y el Kremlin fueron devorados por su propia propaganda.

"No corrijan nada"

Boris nació en 1980 en una familia de la microscópica clase media soviética; hijo de un economista del Ministerio de Comercio Exterior —reconvertido en pequeño empresario de éxito tras la implosión de la URSS— y una profesora de inglés en el Instituto Estatal de Relaciones Exteriores. Nieto de un general de una división de fusileros, héroe de la Segunda Guerra Mundial, creció en un amplio apartamento estatal en Moscú y gozó de privilegios y oportunidades reservados para los miembros de la intelligentsia soviética, incluyendo una temporada viviendo en Suiza en los 80. Cuando comenzó su carrera diplomática, a comienzos de los 2000, el servicio exterior ruso vivía un período de cierta apertura. Pero comprobó desde un primer momento que, de forma estructural, desanimaba el pensamiento crítico y los análisis objetivos. Bondarev recuerda un episodio al inicio de su carrera que luego le serviría para ilustrar esta cultura de nunca llevarle la contraria a Moscú.

"Al principio de mi carrera me encontré con una persona que me decía que no debíamos que corregir nada. Ni siquiera las erratas de los informes. Imagino que siendo joven fue castigado por señalar un error. Una lección que no se le olvidó en la vida. Por eso los funcionarios rusos prefieren no hacer nada. No quieren ser responsables", recuerda el exdiplomático. En esas oficinas no había ni rastro de los sofisticados diplomáticos de elite con trajes a medida que vendían las películas soviéticas, sino una colección de cansados funcionarios fumando sin parar a cargo de tareas monótonas y triviales. El objetivo era no meterse en líos, no contrariar a los jefes y trabajar lo menos posible. "En Moscú saben más", era el mantra a repetir. En paralelo, la retórica internacional rusa comenzó a ganar voltaje, cada vez más agresiva y menos dialogante. Una combinación que ha probado ser fatal.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, visita a su homólogo Alexander Lukashenko en Bielorrusia. (Reuters/Sputnik)
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"Si quieres enfrentarse a Occidente, que tiene un poder económico, militar y político combinado muy superior al de Rusia, tienes que aceptar que habrá más fracasos que éxitos. Es natural. Si eres diplomático o un funcionario de información ruso, pronto te verás informando de muchos más fracasos que éxitos. Pero Moscú no quiere escuchar malas noticias. Nadie quiere asumir los errores y problemas. Y si informas de muchos fracasos acabarás siendo el principal sospechoso y te echarán la culpa", relata el exfuncionario, quien estuvo destinado en países como Camboya y Mongolia.

Entonces, explica Bondarev, los diplomáticos son instruidos para seleccionar con pinzas los elementos que se incluirían en los informe que envían a Moscú. En estos reportes nunca se dirá que un país está frontalmente en contra de la postura rusa, sino que se presentarán citas selectas que dan a entender un respeto o comprensión hacia los postulados del Kremlin. Incluso apoyo tácito, que no puede hacerse público por el temor a la presión de Estados Unidos. "Algo así será mucho mejor recibido en el Moscú. No es un fracaso. Es la mitad del camino hacia el éxito. El truco es siempre culpar a Estados Unidos. Es el enemigo universal, está en todos los sitios y es el origen de todos nuestros problemas y responsable de nuestros fracasos. Suena divertido, pero es como piensan estos tipos de Moscú".

"Cuando ves todos esos cables de todos esos embajadores, día a día, año a año, entiendes que quién los recibe y los lee está haciéndose una idea muy distinta del mundo. Y luego toman decisiones basadas en estos informes falseados". Decisiones como lanzar una invasión contra un país vecino.

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Envenenados por su propia propaganda

"Creo que Putin tiene que estar muy decepcionado con su Gobierno. Debe pensar que está rodeado de idiotas. Y también debe estar molesto porque los ucranianos osaron resistir y derrotar a sus tropas. También está furioso con Occidente. Creo que todo esto es muy personal para él. Como dije, es su guerra. Se siente desafiado personalmente. Por eso no puede haber negociaciones reales con Ucrania o un alto al fuego. Si las hay, solo será para rearmarse y volver a atacar. Y si no es derrotado en Ucrania, atacará a otro exestado soviético".

En los primeros compases de la guerra, la diplomacia de yes men (que siempre dan la razón) reventó. La blitzkrieg de Putin se desmoronó ante la inesperada resistencia de Ucrania, que mantuvo el control de todas sus grandes ciudades y a su presidente Volodímir Zelenski, firmemente al mando. El Gobierno no huyó, los ucranianos prorrusos no se lanzaron a las calles a recibir a las tropas invasoras y los aliados occidentales cerraron filas con Kiev, política, económica y militarmente. Y, más grave aún para el Kremlin, se destapó el gran trampantojo del Ejército ruso, que lejos de ser una superpotencia militar, ha mostrado un desempeño técnico, táctico y logístico muy pobre y, por momentos, humillante. Parte de este fiasco se remonta a 2014, cuando Moscú fue sancionado tras la anexión unilateral de Crimea y el apoyo a los levantamientos separatistas del Donbás.

"Nadie en Moscú se dio cuenta de este elemento de degradación del Ejército, engañados por las mentiras de su propia propaganda"

"Esas sanciones afectaron a todo tipo de productos de alta tecnología imprescindibles para el armamento moderno. Todo eso lo importábamos de Europa, EEUU o Japón, y tuvimos que empezar a meter las piezas de contrabando en el país. Meter cinco, 20 o 50 es posible. ¿Pero 500? No puedes contrabandear a nivel industrial, ni tampoco el mantenimiento o los repuestos. Por eso vemos ahora que el Ejército ruso tiene escasez de misiles de precisión, de repuestos, de visores infrarrojos para tanques y sensores para artillería y aviación".

En paralelo, la corrupción fue degradando las capacidades bélicas rusas. "Rusia compra ahora drones primitivos a Irán, que incluso tiene una producción más sofisticada que la rusa. Y los miles de millones que Rusia invirtió en drones fueron robados o malgastados. Tenemos réplicas baratas de modelos israelíes o incluso chinos. A veces compran drones chinos, les ponen una etiqueta made in Russia y los muestran a los fotógrafos antes de mandarlos al frente como si fueran rusos. Suena estúpido, pero es así. Y nadie en Moscú se dio realmente cuenta de este elemento de degradación, engañados por las mentiras de su propia propaganda. ¿Quién se iba a atrever a llevarle la contraria a los jefes?".

Foto: Artillería rusa en Donetsk. (EFE)
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¿Cómo quieres que acabe la guerra?

Si las sanciones fueron entonces tan desastrosas para Rusia, ¿las de ahora lograrán reventar la economía y forzar la mano de Putin? "La economía rusa es bastante débil, pero ha mostrado una gran resiliencia y está gestionada por profesionales. Creo que tiene potencial para aguantar unos años y la población rusa es muy paciente, además de que están controlados por la propaganda. Hay algún grado de disenso, pero lejos de suponer una amenaza", considera Bondarev, quien, además, señala que no son integrales ni exhaustivas. Sectores, como los diamantes, están parcialmente afectados. Hasta hace poco, la Unión Europea seguía comprando gas y petróleo ruso, engordando las arcas de la guerra. De los más de 6.000 potenciales colaboradores de Putin, apenas hay 200 sancionados. "No son unas sanciones tan consistentes".

En este contexto, es difícil que la derrengada economía rusa vaya a ser lo que incline el fiel de la guerra. Al menos, por ahora. Una victoria militar total de Ucrania sobre Rusia tampoco parece factible en las actuales circunstancias. Así que la salida más viable —y deseable para Ucrania y Rusia, según Bondarev— es la caída del propio Putin.

"Mientras Putin pueda presentar la guerra como un éxito no hay posibilidades de que se levanten dentro de su propio círculo. Pero si ven que está perdiendo, que sus tropas están sitiadas, que los ucranianos entran en Crimea... entonces podría haber perspectivas reales de disenso en el círculo cercano de Putin. Y puede que una oportunidad de golpe o algo más, combinado con el descontento de la población. Entonces podríamos entrar en lo que se podría llamar una situación de revolución", apunta Bondarev. Pero todavía no estamos en ese punto, insiste. Todo depende de la respuesta a la pregunta más importante de la guerra.

"La pregunta clave ahora es, ¿qué es lo que quiere Occidente de esta guerra y cómo quiere que acabe?"

"La pregunta clave ahora es, ¿qué es lo que quiere Occidente de esta guerra y cómo quiere que acabe? Porque Rusia todavía tiene muchos más recursos que Ucrania. Sin la ayuda occidental, Ucrania habría caído hace tiempo. Igual no en tres días, pero sí en tres meses. Rusia se está reagrupando y reorganizando, movilizando más tropas. Ahora que los ucranianos han demostrado que pueden luchar mientras les suministren armas y apoyo, la decisión es de Occidente. Piden más asistencia, porque casi todo lo que les han dado es defensivo. Ninguna guerra se gana solo defendiendo".

Y esta es la gran desventaja de Occidente en este conflicto. Que mientras Putin está apostando todo o nada a la invasión, los aliados todavía no tienen muy claro hasta dónde se quiere implicar y dónde se trazará la línea roja. "Hemos visto que la OTAN no es tan peligrosa como pensábamos y cómo trata desesperadamente de no verse envuelta en la guerra. Ese es un gran error de la OTAN: si no quieres guerra con Rusia está bien, pero no lo digas todo el tiempo públicamente. No muestres a tu enemigo tus debilidades".

Foto: Anatoliy ‘Tolik’, militar, conduce en Avdiivka, el frente de Donetsk. (Alicia Alamillos)
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Así que Occidente debe elegir y trazar un plan para la Rusia después de Putin, aprendiendo las lecciones de la implosión del bloque soviético. En ese ocasión, los rusos esperaban la ayuda y guía de los países capitalistas. Sin embargo, estos dejaron al país sumido en el caos a la deriva, hasta que encalló en Putin, un líder joven y fuerte que prometía devolver a Rusia su grandeza y prosperidad. "Si Ucrania pierde, habrá fracasado toda la defensa de Occidente y le habrán dado una clara victoria para Putin para seguir amenazando a Europa y gobernando a su antojo Rusia".

"La lección aquí es que si Rusia quiere hacer una transición, necesitará ayuda de los países democráticos. Putin no es para siempre, su régimen caerá algún día. Será una situación dura, muy diferente a la de los 90. Esta vez habrá sanciones, no habrá inversores, ni perspectivas. Y podemos caer en otra espiral desesperanza que nos lleve a repetir estas tristes experiencias una y otra vez", avisa Bondarev. "Si Occidente deja a Rusia a su suerte se convertirá en una gigantesca Corea del Norte", concluye.

"No me gusta la palabra ‘desertor’". La voz de Boris Bondarev no se altera un semitono al tratar de explicar su complicada situación. "Desertar implica que alguien se pasa de un bando a otro. Y yo no he cambiado de bando. He renunciado a mi puesto y me tengo que quedar en Suiza porque no creo que para mí sea apropiado volver a Rusia. Pero no trabajo para nadie más y no creo ese término se me pueda aplicar". Bondarev es, hasta la fecha, el funcionario ruso de más alto cargo —y el único diplomático— que ha dimitido públicamente como protesta por la invasión de Ucrania. Tomó la decisión el mismo 24 de febrero, mientras miraba con incredulidad en su teléfono móvil cómo caían las bombas rusas sobre el país vecino; y la hizo efectiva en mayo, cuando hubo sacado con seguridad a su esposa y a su gato de Moscú.

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