"Hablar demasiado sobre conflicto nuclear puede desencadenar un ataque preventivo"
Plokhy cree que hemos sido “extremadamente afortunados” de haber evitado hasta ahora un desastre nuclear en la guerra de Ucrania. Pero, apunta, la guerra continúa y no se puede descartar nada
Serhii Plokhy (Gorky, 1957) es profesor de Historia ucraniana en la Universidad de Harvard y uno de los historiadores más reconocidos a nivel internacional sobre el mundo eslavo. A su extensa obra se suma ahora 'Átomos y cenizas' (Penguin), un minucioso relato sobre los seis desastres nucleares más importantes de los dos últimos siglos. Se trata de una respuesta a los lectores que querían saber si la reacción soviética a Chernóbil fue 'única' de alguna manera. Y lo cierto es que no. El denominador común de los gobiernos a la hora de manejar la información atómica es “ocultar información y, más tarde, tergiversarla o distorsionarla”.
En el propio Reino Unido, tras el incendio de Windscale (1957), el primer ministro Harold Macmillan suprimió un informe oficial que detallaba la magnitud total del desastre. Con 440 reactores en funcionamiento en todo el mundo, el autor considera que otra explosión similar a la de Fukushima es casi inevitable, probablemente antes de mediados de la próxima década. Si no antes, porque, con respecto a la invasión de Ucrania, asegura que somos “extremadamente afortunados” de haber evitado hasta la fecha un desastre nuclear. Pero realiza un importante apunte: la guerra continúa y no se puede descartar nada.
PREGUNTA. Los primeros compases de la invasión de Ucrania estuvieron acompañados del pánico nuclear, con noticias diarias sobre la situación de Chernóbil y la central de Zaporiyia. ¿Hubo un peligro real en aquel entonces y sigue existiendo ahora?
RESPUESTA. Chernóbil fue ocupada porque inicialmente el objetivo de Rusia era Kiev y este era el camino más corto desde Bielorrusia. El peligro estuvo asociado a que se cortó el suministro eléctrico externo del que depende la central. Había también preocupación porque los niveles de radiación subieron. Luego se supo que se debía a que los tanques levantaron mucho polvo, que sigue siendo radiactivo. Pero ahora han vuelto a parámetros normales. Respecto a Zaporiyia, había mucha presión sobre los trabajadores, que fueron tomados como rehenes. Imagínese que opera una planta de energía nuclear y hay explosiones justo al lado y no sabe qué está pasando con su familia. Ahora el frente está en otro sitio.
De momento, hemos tenido suerte. Hasta ahora, no ha habido ningún desastre nuclear. Pero la guerra aún no ha terminado. Si el conflicto vuelve a trasladarse a estas zonas, la situación puede cambiar en cualquier momento. La guerra puede estar ocurriendo a 50 kilómetros, 100 kilómetros de distancia de la planta nuclear. Pero si golpeas el suministro de electricidad, estás terminado, porque aunque apagues los reactores, necesitas suministro de electricidad y agua durante un largo periodo de tiempo para enfriarlos.
P. Usted ha argumentado que el accidente de Chernóbil en abril de 1986 marcó un punto de inflexión importante en la relación entre los ciudadanos ucranianos y el régimen comunista soviético. ¿Provocó la crisis nuclear un resurgir nacionalista?
R. El desastre nuclear de Chernóbil tuvo un gran impacto en los acontecimientos políticos en Ucrania y en la Unión Soviética en general. La forma en que el Gobierno soviético manejó la situación, ocultando información a los ciudadanos, fue percibida por muchos en Ucrania como una especie de crimen. Ese fue el comienzo de la organización que se llamó Movimiento por la Independencia de Ucrania. Y de ahí surgieron demandas cada vez más amplias para la independencia. La razón por la que ese movimiento en particular es tan importante es porque cuando los ucranianos votaron por la independencia en diciembre de 1991, la Unión Soviética se disolvió en una semana. Ucrania jugó un papel desproporcionadamente importante en la desintegración de la Unión Soviética, y Chernóbil jugó un papel desproporcionadamente grande en la movilización de Ucrania.
P. El 'statu quo' previo a la actual invasión de Ucrania parecía beneficioso para Putin, habiendo logrado 'de facto' la anexión de Crimea y manteniendo en la frontera del Donbás un conflicto prolongado y semicongelado que drenaba constantemente los recursos ucranianos. ¿Por qué el Kremlin decide súbitamente que necesita tomar acciones drásticas al respecto?
R. La guerra no comenzó en febrero de 2022, sino en marzo de 2014, con la anexión de Crimea y el inicio de la guerra híbrida en el este de Ucrania en el Donbás. El objetivo [del Kremlin] era dividir Ucrania para crear un Estado títere que se suponía que se llamaría Nueva Rusia en el este de Ucrania. Se pensaba que esto detendría el acercamiento de Ucrania hacia el oeste, hacia las instituciones europeas, incluida la Unión Europea. Pero ese objetivo no se logró, todo lo contrario. La presión de la agresión fortaleció la consolidación y la unidad del país, orientándose mucho más si cabe a Occidente. Por eso se lanzó el ataque en 2022, para lograr las metas que no se consiguieron antes.
P. Antes de que comenzara la guerra, ¿había realmente un movimiento separatista prorruso en Ucrania?
R. Antes de 2014 y 2015, que insisto es cuando realmente comenzó la guerra, había un porcentaje significativo de la población que realmente sentía nostalgia por la época soviética. Pero las tensiones dentro de Ucrania nunca fueron lo suficientemente altas entre esos grupos para proporcionarles algún tipo de movilización. Ni siquiera había un partido prorruso serio. La cuestión de las minorías fue instrumentalizada por el Kremlin, como lo hizo Hitler en 1938 y en 1939 en Checoslovaquia. Putin pensó que había un porcentaje significativo de personas que estarían esperando que llegaran las tropas rusas para recibirlas con flores.
La operación estaba planeada para durar tres días y sabemos que fracasó incluso en el sur de Ucrania, donde vive la mayoría de los rusos étnicos y donde el idioma ruso es el dominante. Vimos que después de la ocupación rusa, la gente marchaba contra los tanques, protestando por lo que estaba pasando. Fue muy difícil para los rusos establecer su control allí. Moscú no contó con el hecho de que Ucrania cambió drásticamente entre 2014, 2015 y 2022, con una consolidación mucho más fuerte de los ucranianos de diferentes orígenes étnicos y antecedentes lingüísticos en torno a la idea de las instituciones estatales ucranianas y la unidad de Ucrania.
P. ¿Qué va a pasar con los territorios ocupados ya por las tropas del Kremlin? ¿Van a quedar 'de facto' como parte de Rusia, como ocurrió con Crimea?
R. Creo que el escenario de la plena integración de las repúblicas de Donbás es muy probable. Y tal vez de otros territorios. Pero no veo a ninguna fuerza política en Ucrania reconociendo esas anexiones, al igual que no reconocen la anexión de Crimea. Si Rusia mantiene los territorios, intentará normalizar las relaciones sin el reconocimiento legal de la anexión. Con Crimea, se vivió el primer caso en Europa de la anexión de un territorio por parte de otro Estado desde la Segunda Guerra Mundial. No veo que la comunidad internacional vaya a reconocer esas anexiones, porque eso socava los cimientos del orden internacional. Y estoy hablando no solo de los aliados de Ucrania, sino también de países que no son aliados directos, pero que ciertamente se verían amenazados si existe un precedente.
P. En caso de que Putin no consiga sus objetivos, se plantean dos vertientes de opinión. Por un lado, están los que temen que si se ve acorralado podría activar el botón nuclear. Por otra parte, están los que consideran que Putin es capaz de vender a los rusos cualquier escenario como una gran victoria porque, tal y como se ha visto, tiene gran control sobre la opinión pública y la gran mayoría de medios rusos emiten su propaganda. ¿Por cuál de las dos vertientes se inclina usted?
R. Me inclino más por la segunda, porque creo que Putin realmente tiene el control y puede manipular de manera muy efectiva a la opinión pública rusa. Los objetivos que declaró públicamente fueron relativamente limitados. Inicialmente, dijo que había que defender a la población del Donbás. Los ataques a Kiev sugirieron luego que había algo más, que el objetivo era toda Ucrania. Pero, en principio, el objetivo declarado públicamente eran Donestk y Luhansk, las dos provincias del este de Ucrania. Todas las fuerzas armadas rusas están ahora realmente dedicadas a esta tarea de apoderarse de este territorio. Rusia también se ha hecho con el llamado corredor terrestre a Crimea. Aunque ese no fue un objetivo declarado, todos sospecharon que estaba dentro de sus planes. No sé ni cómo ni cuándo terminará la guerra, pero veo una serie de escenarios en los que cualquier cosa que Putin pudiera lograr podría venderla a los suyos como una victoria.
P. No cree entonces que esto vaya a terminar con un conflicto nuclear.
R. Bueno, nunca digas nunca. Tengo algo de optimismo por el hecho de que sobrevivimos a la Guerra Fría sin Armagedón nuclear. Al inicio de la invasión de Ucrania se habló mucho de ello, se dijo que Putin se estaba preparando y Estados Unidos vino a sugerir que Rusia no era el único país con armas nucleares. Si se habla demasiado sobre conflicto nuclear, eso puede desencadenar un ataque preventivo. Creo que hay aún bastante temor. Pero ahora hay mucho menos debate al respecto.
P. Siempre se había dicho que la razón principal por la que hemos evitado una Tercera Guerra Mundial es por el miedo a un conflicto nuclear. ¿Las cosas ahora han cambiado?
R. La situación, por desgracia, está cambiando. Ahora hay cada vez más voces que hablan de las posibilidades de una guerra nuclear limitada. Esta idea ya fue considerada en la década de 1950 por el presidente Eisenhower, pero fue rechazada porque no se creyó que pudiera limitarse. Una vez que comienza una guerra, las partes utilizan todo lo que tienen a su disposición. Así que estamos en ese sentido en un lugar más peligroso, históricamente hablando.
P. ¿Quién debería estar a cargo de decidir sobre el uso de la energía nuclear en el mundo?
R. Necesitamos fortalecer el papel de las instituciones internacionales, no solo para asesorar a los gobiernos, sino también para influenciar sobre su toma de decisiones. Como se demostró en Chernóbil, la decisión de construir una central nuclear la tomó un Gobierno en particular. Pero cuando las cosas van mal, hay un gran problema no solo para ese Gobierno, sino también para los Estados vecinos y para toda la comunidad internacional. Por lo tanto, creo que esto debería estar regulado a nivel internacional.
P. Con la actual invasión en Ucrania, ¿cuáles son las perspectivas de un alto el fuego o algún tipo de acuerdo?
R. El mundo se sorprendió por la respuesta de las fuerzas armadas ucranianas y el pueblo ucraniano, y la resistencia continúa. La posición del Gobierno, representada por el presidente Zelenski, es que los compromisos son posibles, pero no a expensas de la integridad territorial. Y si esa posición es aceptada por el agresor, creo que las negociaciones pueden conducir a algunos resultados positivos, que probablemente no sean el acuerdo de paz, pero al menos un alto el fuego o alguna forma de entendimiento.
P. ¿En qué periodo de tiempo?
R. Las expectativas apuntan a que, probablemente, esta etapa de la guerra llegue a su fin relativamente pronto porque ambos bandos están agotados. Pero también se cree que habrá una reanudación de las actividades militares más adelante en el verano.
P. A largo plazo, una vez la guerra haya terminado, ¿qué tipo de relación puede prever entre Rusia y Ucrania?
R. Creo que esta guerra fortalecerá aún más la identidad ucraniana como nación completamente independiente de Rusia. Creo que a nivel internacional, habrá un mayor entendimiento de la línea divisoria clara entre Rusia y otras naciones. A corto y medio plazo, soy muy pesimista. Pero a largo plazo espero que esto ponga las bases de una relación más pacífica.
Serhii Plokhy (Gorky, 1957) es profesor de Historia ucraniana en la Universidad de Harvard y uno de los historiadores más reconocidos a nivel internacional sobre el mundo eslavo. A su extensa obra se suma ahora 'Átomos y cenizas' (Penguin), un minucioso relato sobre los seis desastres nucleares más importantes de los dos últimos siglos. Se trata de una respuesta a los lectores que querían saber si la reacción soviética a Chernóbil fue 'única' de alguna manera. Y lo cierto es que no. El denominador común de los gobiernos a la hora de manejar la información atómica es “ocultar información y, más tarde, tergiversarla o distorsionarla”.
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