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Sin industria no hay guerra: la lección que Occidente ha tenido que volver a aprender
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Sin industria no hay guerra: la lección que Occidente ha tenido que volver a aprender

Biden y los líderes de la OTAN, temiendo una guerra de desgaste con Rusia o China, se centrarán en la reconstrucción de los ejércitos y sus suministros en la próxima cumbre

Foto: Un soldado alemán, frente a una fila de vehículos acorazados. (EFE/Valda Kalnina)
Un soldado alemán, frente a una fila de vehículos acorazados. (EFE/Valda Kalnina)
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Detrás de las mortíferas líneas del frente en las que se enfrentan soldados ucranianos y rusos, se libra una batalla a vida o muerte, que pasa más desapercibida, para mantener a las tropas abastecidas de armas y municiones. El bando que pierda esta batalla será el que pierda la guerra. Es una lección que Washington está volviendo a aprender.

La invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto enormes carencias en la capacidad y organización de la industria de defensa occidental. Estados Unidos y sus aliados no están preparados para librar una guerra prolongada en el Pacífico y tendrían dificultades en un largo conflicto europeo.

Como dice el almirante Rob Bauer, un alto cargo militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte: "Cada guerra, después de unos cinco o seis días, se convierte en una cuestión de logística". Si Estados Unidos se enfrentara frontalmente a Rusia o China, las reservas de armamento de precisión podrían agotarse en días o incluso horas. Otros suministros vitales se agotarían poco después.

Foto: Foto: EFE/Oleg Petrasyuk.
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Muchos gobiernos están empezando a reaccionar. Estados Unidos está aumentando la producción de armas después de décadas de centrarse en el terrorismo y la seguridad nacional. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha prometido una "economía de guerra" para impulsar los suministros militares. El canciller alemán, Olaf Scholz, se ha desprendido del antiguo desdén de Berlín por el gasto militar.

Es un cambio de posición con ecos del siglo pasado, cuando Estados Unidos osciló repetidamente su economía para luchar en guerras y enfrentarse a enemigos. Woodrow Wilson nacionalizó los ferrocarriles estadounidenses en 1917, y en 1942 Detroit pasó de fabricar automóviles a producir tanques y bombarderos. La Guerra Fría creó el complejo militar-industrial.

Hoy nadie está preparado para poner a prueba esos extremos. Para hacer frente a nuevos adversarios agresivos sin requisar industrias ni hacer estallar los presupuestos nacionales, Washington y sus aliados tendrán que probar nuevos enfoques para desarrollar, comprar y mantener suministros militares. "La base industrial de defensa que nos sirvió después de la Segunda Guerra Mundial y nos ayudó a vencer en la Guerra Fría no es la que nos va a ayudar a prevalecer contra China", dice Joseph Votel, un general retirado de cuatro estrellas del Ejército de EEUU que dirigió el Mando de Operaciones Especiales y ahora dirige Business Executives for National Security, una organización sin ánimo de lucro creada en 1982 para aportar los conocimientos del sector privado al Pentágono.

Foto: Foto: EFE/USA Army.

El primer paso será aumentar el gasto en defensa en todo Occidente. En 2014, después de que Rusia arrebatara Crimea a Ucrania y fomentara la rebelión en el este del país, los miembros de la OTAN se comprometieron a gastar al menos el 2% de su producto interior bruto en defensa para 2024. Hasta ahora, solo Estados Unidos y un puñado de otros miembros lo hacen, aunque la guerra en Ucrania puede haber roto finalmente el estancamiento. Alrededor de la mitad de los 31 miembros de la OTAN podrían alcanzar el 2% el próximo año, según los diplomáticos de la alianza.

Las ambiciones también están aumentando. Cuando los líderes de la OTAN se reúnan en Lituania la próxima semana para su cumbre anual, esperan consolidar el 2% del PIB como el gasto mínimo, no como una aspiración. Durante el último año la OTAN y la Unión Europea han asumido nuevas funciones coordinando y consolidando la adquisición de armamento para aumentar la eficacia y acelerar el rearme.

Pero según Votel y sus colegas se necesita más, empezando por una nueva mentalidad postindustrial. Muchos ven un modelo en la forma en que Ucrania está aprovechando la experiencia de toda la sociedad para desarrollar sistemas defensivos que combinan los avanzados conocimientos digitales con el hardware soviético cubierto de grasa.

Foto: Un nuevo obús blindado 2000 se ve en la producción de Rheinmetall AG en Unterluess. (EFE/Hannibal Hanschke)

En primer lugar, afirman los defensores de un nuevo enfoque, el Pentágono debería reconocer que ya no es el dueño de la vanguardia tecnológica, aunque en su día lanzara innovaciones transformadoras como el Internet y el GPS.

"Nuestra nación es líder en muchas tecnologías emergentes relevantes para la defensa y la seguridad, desde la inteligencia artificial y la energía dirigida hasta la tecnología de la información cuántica y más allá", afirmaba un grupo de ex altos cargos del Departamento de Defensa en un reciente informe para el Atlantic Council, un think tank de Washington. "Pero el Departamento de Defensa lucha por identificar, adoptar, integrar y poner en campo estas tecnologías en aplicaciones militares".

La comisión, dirigida por el ex secretario de Defensa Mark Esper, ofreció 10 recomendaciones que iban desde animar a las empresas tecnológicas a hacer negocios con el Pentágono hasta modernizar sus documentos presupuestarios. Otros afirman que, en lugar de concebir proyectos lunares de varias décadas, como en la Guerra Fría, el Pentágono debería aprender a aprovechar rápidamente las innovaciones existentes, como han hecho los aliados más pequeños y está haciendo Ucrania.

Foto: Submarino S-81 Isaac Peral. (Navantia)

"El Departamento de Defensa se creó para exportar tecnología", afirma James Hondo Geurts, antiguo subsecretario de la Marina y oficial de las Fuerzas Aéreas con amplia experiencia en adquisiciones. "Ahora tiene que convertirse en un importador inteligente de tecnología".

En la península de Florida, un grupo de centros militares de intercambio de ideas trabaja para probar lo que es posible fuera de una zona de guerra. Defensewerx, una organización sin ánimo de lucro estrechamente vinculada al Pentágono, vincula la defensa con las pequeñas empresas y el mundo académico, trabajando para aportar innovación y una mentalidad disruptiva al desarrollo y la contratación de armamento.

Un reto, según los escépticos, es que los proyectos lanzados en un "garaje de monstruos" militar a menudo fracasan a escala industrial. Los planificadores de la defensa también deben ser más emprendedores, según los defensores del cambio, y algunos ya lo son. Bauer, de la OTAN, voló recientemente a la costa del Pacífico en Los Ángeles, no para unas maniobras navales sino para intervenir en una conferencia orientada a las finanzas. "Necesitamos inversores privados que apoyen la industria de defensa", declaró el oficial holandés ante la reunión mundial del Milken Institute celebrada en mayo.

Foto: Propuesta de GDELS del VAC en su versión portamortero. El arma es de 120 mm en torre de Escribano. (Juanjo Fernández)

La defensa es enormemente cara, y no solo los equipos más importantes, como los cazas F-35, que cuestan unos 100 millones de dólares cada uno. La Armada estadounidense ha calculado que una modernización de 20 años de cuatro grandes astilleros, que mantienen portaaviones y submarinos nucleares y tienen una edad media de un siglo, costaría 21.000 millones de dólares, y un alto funcionario de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno calificó el año pasado esas estimaciones de "extremadamente erróneas".

El prolongado reacondicionamiento limita la capacidad de reparación, dejando los buques de guerra en el muelle a la espera de trabajo y reduciendo la flota activa de Estados Unidos disponible para responder a las amenazas. Los activos multimillonarios que envejecen ociosamente en agua salada no salen baratos a los contribuyentes, según advierten los críticos.

En lugar de alargar las renovaciones de los astilleros durante dos décadas, opina Sam Cole, un profesional del sector financiero que forma parte de la junta de BENS bajo Votel, tendría más sentido hacer el trabajo rápidamente para que los astilleros sean plenamente funcionales antes. El Pentágono podría tener dificultades para financiar todo eso, dadas las normas presupuestarias del gobierno, reconoció Cole. En su lugar, podría adoptar un enfoque más privado de la financiación, recurriendo a los mercados de deuda, recaudando unos 50.000 millones de dólares y completando las obras en unos cuatro años.

Foto: Netanyahu, frente a un Elibt Hermes 900. (EFE/Abir Sultan)

"Poder recurrir a los mercados de capitales permitiría darle un chute al proyecto", afirma Cole. Financiar la defensa al margen del presupuesto del Pentágono rompería la tradición, pero sus defensores señalan que otras partes del gobierno ya lo hacen. Los departamentos de Comercio y Agricultura recurren a los mercados de capitales para financiar inversiones en productos de primera necesidad, desde microchips hasta fertilizantes.

El pasado diciembre, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, dio un paso en esa dirección con la puesta en marcha de la Oficina de Capital Estratégico (OSC), una incubadora tecnológica interna facultada para asociarse con entidades financieras privadas. La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Pentágono, o Darpa, por sus siglas en inglés, se ha ganado un estatus legendario por su papel en la financiación del auge de Silicon Valley, pero su capacidad financiera es limitada.

La OSC es inusual en el Pentágono porque puede emplear préstamos, garantías y otras herramientas financieras que no suelen utilizar las fuerzas armadas estadounidenses, que dependen principalmente de contratos y subvenciones. Su objetivo es ayudar a las nuevas empresas a crecer y colaborar con el Pentágono, así como fomentar nuevas tecnologías que puedan ser útiles para la defensa. En su presentación, los responsables señalaron que, aunque el Departamento de Defensa cuenta con numerosos programas para fomentar la innovación, las normas legales y de contratación del Pentágono plantean enormes obstáculos a las nuevas empresas.

Foto: Luis Furnells, presidente de Grupo Oesía. (Grupo Oesía)

En la reconstrucción de las industrias militares, las pequeñas empresas también necesitan atención. Antes, los gigantes de la defensa aprovechaban cadenas de suministro que se extendían a miles de talleres que suministraban componentes básicos. La consolidación de la industria, la globalización y la contracción de la demanda tras la Guerra Fría erosionaron esa base. Hoy en día, los subcontratistas tienen tantas probabilidades de ser desarrolladores independientes de software como metalúrgicos, pero se enfrentan a los mismos quebraderos de cabeza con aspectos empresariales fundamentales como la financiación de la investigación y el desarrollo.

Según Frank Finelli, otro profesional de las finanzas que forma parte de la junta directiva de BENS, los gigantes de la defensa que se ocupan de proyectos de armamento masivos suelen trabajar en función de los costes, lo que significa que normalmente pueden entregar al Pentágono una factura por su gasto en I+D. Sin embargo, casi todas las empresas medianas del sector del armamento trabajan en régimen de subcontratación. Pero casi todas las empresas medianas de la industria de defensa son subcontratistas, por lo que no pueden repercutir los costes de desarrollo.

"Me están pidiendo que invierta mi propio dinero en I+D" para el Pentágono, cuenta Finelli que oye decir a las empresas más pequeñas. Estados Unidos, líder mundial de los mercados financieros, debería ser capaz de encontrar una solución, afirma. "Se trata de tener acceso a la agilidad financiera a escala".

Foto: Tanques israelíes Merkava 4 durante un entrenamiento militar en la frontera entre Israel y Siria, en 2021. (EFE/EPA/Atef Safadi)

La agilidad también es cada vez más vital en la fabricación. El F-35, el avión de combate más nuevo de Estados Unidos, es una maravilla de ordenadores conectados en red que puede planear y volar supersónico. Pero gran parte de él se sigue construyendo a mano en una fábrica de Texas donde cada avión avanza por una cadena de montaje de una estación de producción a la siguiente, señala Stacie Pettyjohn, directora del programa de defensa del Center for a New American Security.

La próxima generación de equipos del Pentágono tendrá que apoyarse en los avances de las industrias comerciales en tecnologías de producción, desde la impresión 3D hasta la automatización de fábricas, afirma Pettyjohn. "Los nuevos sistemas de fabricación para los nuevos sistemas de defensa serán fundamentales".

A la forma en que el Pentágono transforma las ideas en equipos también le va tocando una revisión. El ejército necesita cantidades asombrosas de algunos artículos, como proyectiles de artillería y rifles, pero también necesita muchos equipos en versiones personalizadas para tareas específicas, que pueden variar mucho entre servicios y en unidades de élite como las fuerzas especiales.

Desde hace mucho tiempo, los planificadores de defensa de EEUU se preguntan cómo combinar la producción en masa y la variedad. El F-35 se concibió hace 30 años como un avión único de bajo coste con diferentes opciones para el Ejército del Aire, la Armada y la Infantería de Marina. Pero, al estilo tradicional, los costes y la complejidad se dispararon a medida que aumentaban los retrasos. "El Departamento de Defensa no tiene un buen historial de desarrollo y producción rápidos", afirma Pettyjohn. "Han apuntado muy alto en todo".

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.

Detrás de las mortíferas líneas del frente en las que se enfrentan soldados ucranianos y rusos, se libra una batalla a vida o muerte, que pasa más desapercibida, para mantener a las tropas abastecidas de armas y municiones. El bando que pierda esta batalla será el que pierda la guerra. Es una lección que Washington está volviendo a aprender.

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