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El F-35 y las infografías fantasma: este es el fallo crítico de la industria de defensa europea
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El F-35 y las infografías fantasma: este es el fallo crítico de la industria de defensa europea

El fallo estructural de los programas multinacionales europeos es que reúnen a varios países con necesidades, presupuestos y sentidos de la urgencia diferentes que hacen que los proyectos se arrastren por los pasillos

Foto: Un Eurofighter, en las maniobras Baltic Tiger 2022. (Reuters/Lisi Niesner)
Un Eurofighter, en las maniobras Baltic Tiger 2022. (Reuters/Lisi Niesner)

El pasado día 8 de marzo, la prensa alemana informó de nuevos detalles de la propuesta de los astilleros Thyssenkrupp Marine Systems (TKMS) para el programa de la futura fragata de defensa antiaérea F-127. Se trataría de un buque de 12.000 toneladas de desplazamiento, 250 metros de eslora y dotado del sistema de defensa antiaérea Aegis. Llama la atención que se hable de fragata para un buque que dobla el desplazamiento de las fragatas españolas clase Álvaro de Bazán. Esto nos da idea de que las categorías de buques son, en la era de los radares y misiles, totalmente arbitrarias. Pero hoy otro detalle importante en la noticia sobre el programa F-127: el sistema de defensa antiaéreo para buques Aegis es de origen estadounidense. Se trata del mismo que dota a las Álvaro de Bazán y cuya integración en un buque de 6.000 toneladas de desplazamiento fue un logro de la industria española. Pero este es un claro ejemplo más de cómo Alemania impone europeísmo de defensa a sus socios, pero compra donde quiere.

En septiembre de 2021, Alemania anuncia un contrato para comprar cinco aviones de patrulla marítima Boeing P-8A Poseidón. Se trata de una adaptación del avión de pasajeros Boeing 737 para la lucha antisubmarina. En junio del año siguiente, se supo que el pedido se expandiría para llegar a un total de doce aviones. De nuevo aquí, lo relevante de la noticia era que Berlín apostaba por un caro y sofisticado avión estadounidense y dejaba tirado a su socio francés del programa Maritime Airborne Warfare System (MAWS), lanzado en 2017. Aquel año, un grupo de países de la OTAN lanzaron también el programa Accelerated Interim Multinational MPA Solution (AIM2S). La iniciativa fue impulsada por Alemania junto con Francia, España, Italia, Grecia y Turquía; Canadá y Polonia se unieron al año siguiente. En ambos programas, MAWS y AIM2S, se daba por hecho que la plataforma sería un avión de pasajeros Airbus, como el A320 NEO o incluso el más pequeño A220 diseñado en Canadá.

Ni el programa MAWS ni el M3A parecieron tener mucho recorrido. Pero destilan a la perfección la idea central de este análisis: el fallo estructural de los programas multinacionales europeos es que reúnen a varios países con necesidades, presupuestos y sentidos de la urgencia diferentes que hacen que los proyectos se arrastren por los pasillos. Muchos pululan fantasmalmente durante años como modelos en diapositivas y vídeos promocionales que no llegan a concretar nada. Un caso de libro de este síndrome de infografías europeas es el flamante avión de combate europeo Eurofighter.

La idea nació en los años setenta, en la vieja Guerra Fría, con británicos y alemanes desarrollando en paralelo sus propios programas de avión de combate del futuro y pensando ya en la década de los noventa. La Guerra Fría justificaba los grandes sueños de la industria europea, con países como España y Suiza planteando desarrollar su propio avión de combate. Pero el solapamiento de los proyectos y los beneficios a obtener con las economías de escala llevaron a fusionar estos planes. Finalmente, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España se unieron para desarrollar en conjunto el que estaba llamado a ser el gran avión de combate del futuro made in Europe. Los problemas no tardaron en llegar.

El imposible café para todos

Francia quería un aparato que tuviera versión naval para ser empleada en portaaviones y eso suponía hacer un avión más pequeño que el que tenían en mente los socios. Así que se salieron del programa y lanzaron su propio proyecto de avión, que terminaría convirtiéndose en el Rafale. En 1983, Reino Unido, Alemania, Italia y España siguieron adelante con el proyecto, no sin los imaginables tira y afloja en la elección del motor y radar o el reparto de la carga de trabajo. Y en estas llegó el final de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania. La necesidad de un avión de combate avanzado para hacer frente a las fuerzas del Pacto de Varsovia se esfumó y Alemania comenzó a coquetear con la idea de cargarse el proyecto. Cuando el primer prototipo voló en 1994, Europa no se parecía nada a la que dio origen al avión.

Foto: Soldados italianos en unos ejercicios de la OTAN en Bulgaria, el pasado diciembre. (Reuters/Stoyan Nenov)
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La decisión que salvó al avión de combate europeo pasó por reducir el número de aviones encargados (lo que repercutió en el precio de cada aparato) y desarrollar una versión mucho menos ambiciosa de la que se tenía prevista. Pero si el diseño definitivo del llamado Eurofighter 2000 era la versión descafeinada del proyecto original, el primer avión que efectivamente entró en servicio resultó ser la versión low cost de la versión descafeinada. Como medida de ahorro, los socios decidieron desarrollar la versión final por tramos, modernizando la electrónica y actualizando el software en diferentes etapas.

Así, se establecieron varios niveles de desarrollo que recibieron el nombre francés de tranche (tramos). La Tranche 1 (T1) nació con solo capacidades aire-aire. La última y definitiva versión sería la Tranche 3. Pero limitaciones presupuestarias llevaron a dividirla en dos fases: la Tranche 3A y la Tranche 3B. Esta última, cómo no, nunca llegó a desarrollarse. En definitiva, el programa Eurofighter 2000 consistió en una versión menos ambiciosa del avión original y cuando se hizo realidad, los socios del proyecto no tuvieron recursos y voluntad para fabricar el avión tal como se había diseñado.

Foto: El F-35A. (USAF)

Que el Eurofighter terminara siendo un avión con menores capacidades que el proyectado, que a su vez era menos ambicioso que el pensado originalmente, no supuso un gran problema para la defensa de Europa. No hubo hordas de aviones del Pacto de Varsovia que derribar ni objetivos bien protegidos a bombardear de una potencia con fuerzas armadas avanzadas. El principal problema lo supuso el tiempo transcurrido. Cuando a toda una generación de aviones, formada por modelos como el F-16, F-18 y el Mirage 2000, se les acercó la edad del retiro no había sustituto europeo listo a la vista. Había vuelto a pasar lo mismo.

Desvestir santos

En el año 2001, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Suecia y España lanzaron la iniciativa European Technology Acquisition Programme (EATP), que según leemos en la página web del Ministerio de Defensa español pretendía “la entrada en servicio en el entorno del año 2025 de un sistema de sistemas que sustituya a los actuales sistemas aéreos de armas”. Ese ambicioso sistema de sistema pretendía combinar aeronaves tripuladas y no tripuladas. Estamos en el año 2023 y, evidentemente, no tenemos nuevo avión de combate europeo a la esquina.

Foto: Uno de los dos F-35 avistados con la extraña cubierta (Fred Taleghani / FreddyB Aviation Photography)

Por el camino, Reino Unido, Italia y Suecia se desmarcaron del proyecto. En el caso británico e italiano sucedía que su necesidad de un avión con capacidad de despegue corto y aterrizaje vertical para sustituir a los aviones Harrier de sus portaeronaves les convertía en potencial cliente del Lochkeed F-35B Lightining II. Al final, ambos países no solo compraron la versión F-35B para sus portaaeronaves, sino que compraron la versión F-35A para sus Fuerzas Aéreas. Así que, al contrario del resto de países europeos, no tenían ninguna urgencia por embarcarse en un programa europeo de caza de nueva generación.

La situación de España era parecida a la de Reino Unido e Italia. Era un país con portaaeronaves y necesitado de sustituir a los 12 AV-8B+ Harrier II de la 9ª Escuadrilla de la Armada. Pero después de la crisis financiera de 2008 las fuerzas armadas recibieron un hachazo considerable en su presupuesto y vivieron una particular travesía en el desierto de la que no se han terminado de recuperar. Adoptar el F-35B suponía una inversión considerable que la Armada no estaba dispuesta hacer, cuando otras facetas del poder naval vivían mínimos históricos. La Armada había pasado de tener 17 escoltas y ocho submarinos a 11 fragatas (seis de ellas con muchos equipos desmontados) y dos submarinos. Así que lanzar un programa de adquisición de un avión tan caro de adquirir, operar y mantener suponía literalmente vestir un santo para desnudar a otro.

Foto: El submarino Mistral, en Ferrol en 2016. (EFE/Kiko Delgado)

La Armada no tenía recursos para embarcarse en un programa tan ambicioso por un número tan reducido de aviones. La adquisición de F-35B solo podía llevarse a cabo si en paralelo el Ejército del Aire y del Espacio adquiría el F-35A y se creaba un programa conjunto que incluyera programas de mantenimiento conjunto para aprovechar las economías de escala. Pero el F-35 es un avión estadounidense y la España recién salida de la pandemia miraba a Europa. De hecho, el consejero delegado del consorcio Airbus pasó por Madrid en julio de 2020, poco después de que se anunciara la ampliación de los fondos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia que recibiría España.

La idea para todos evidente era que el consejero delegado de Airbus había venido a España a obtener el compromiso de que parte de ese dinero europeo se gastaría en contratos de compra de aeronaves fabricadas por Airbus. Así, sin concurso y licitación, se anunció la conversión de tres aviones de pasajeros Airbus A330 en su versión militar A330MRTT capaz de transportar pasajeros, pallets de carga y servir de avión cisterna. Y también la compra de helicópteros H160 para la Guardia Civil. La conversión de los tres A330 procedentes de la aerolínea Iberia en la versión A330MRTT resultaba conveniente y necesaria para el Ejército del Aire y del Espacio, no habiendo aparato comparable en el mercado. Pero demostraba que cuando existe voluntad política, los contratos de compra se firman sin obstáculos.

F-35: ¡sorpresa!

La sustitución de los F-18 comprados de segunda mano a Estados Unidos y puestos en servicio en el 462º Escuadrón de Gando abrió brevemente el debate sobre la necesidad de España de adquirir un avión de combate de nueva generación. Podría haber sido el momento de lanzar un programa conjunto del Ejército del Aire y del Espacio con la Armada para plantear la sustitución de los F-18 y AV-8B+ españoles por el F-35A y F-35B, respectivamente.

Pero los imperativos políticos de comprar europeo resultaban tan explícitos que la diputada socialista Zaida Cantero llegó a declarar en marzo de 2021 que “el F-35 Bravo es un avión puramente estadounidense” y que su “compra no sirve para Europa” argumentando que no solo era una cuestión de defender la autonomía estratégica sino que “el dinero europeo financia la industria, el empleo, la investigación y la tecnología en Europa". En junio de 2022, España firmó la compra de 20 nuevos aviones Eurofighter en una nueva configuración que constituía la Tranche 4. Pero Alemania tenía reservada una sorpresa.

Foto: Presentación del VCR 8x8 Dragón en 2020. (EFE/Julio Muñoz)
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En diciembre de 2022, Berlín anunció la firma de un contrato de compra del F-35 por valor de 10.000 millones de euros. Nuevamente, Alemania había roto el tabú de compra de material militar estadounidense. Por el camino, se habían hecho públicas las desavenencias de Alemania con Francia en torno al programa Future Combat Air System (FCAS), el heredero de la iniciativa European Technology Acquisition Programme (EATP), del que solo sobrevivía España como socio. La desconfianza española también era palpable porque el gobierno había designado la compañía Indra y no la filial española de Airbus como empresa de referencia dentro de la participación española del proyecto.

La elección alemana del F-35 tenía sentido dentro del programa nuclear sharhing por el que, en caso de una Tercera Guerra Mundial, EEUU contempla enviar armamento nuclear a ciertos aliados. Para Alemania, lo más sencillo y barato era tener un avión estadounidense preparado para lanzar armamento nuclear estadounidense. Con el contrato alemán, de pronto, el F-35 se convirtió en el verdadero avión de combate europeo. Antes del contrato alemán, el F-35 había sido adquirido por Reino Unido, Italia, Noruega, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Finlandia, Polonia y Suiza. La República Checa, Rumanía y Grecia podrían ser los siguientes. Es difícil de creer que si España finalmente comprara el F-35 alguien pudiera reprocharla falta de compromiso con la industria europea.

El pasado día 8 de marzo, la prensa alemana informó de nuevos detalles de la propuesta de los astilleros Thyssenkrupp Marine Systems (TKMS) para el programa de la futura fragata de defensa antiaérea F-127. Se trataría de un buque de 12.000 toneladas de desplazamiento, 250 metros de eslora y dotado del sistema de defensa antiaérea Aegis. Llama la atención que se hable de fragata para un buque que dobla el desplazamiento de las fragatas españolas clase Álvaro de Bazán. Esto nos da idea de que las categorías de buques son, en la era de los radares y misiles, totalmente arbitrarias. Pero hoy otro detalle importante en la noticia sobre el programa F-127: el sistema de defensa antiaéreo para buques Aegis es de origen estadounidense. Se trata del mismo que dota a las Álvaro de Bazán y cuya integración en un buque de 6.000 toneladas de desplazamiento fue un logro de la industria española. Pero este es un claro ejemplo más de cómo Alemania impone europeísmo de defensa a sus socios, pero compra donde quiere.

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