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De todo a la vez en todas partes: la industria militar israelí, en máximos pese a su neutralidad geopolítica
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exportaciones récord en 2022

De todo a la vez en todas partes: la industria militar israelí, en máximos pese a su neutralidad geopolítica

La industria de defensa israelí ha sido una de las grandes beneficiadas por la invasión rusa. Pese a ponerse de perfil geopolítico en el conflicto ucraniano, países europeos y árabes hacen cola para comprar sus armas

Foto: Netanyahu, frente a un Elibt Hermes 900. (EFE/Abir Sultan)
Netanyahu, frente a un Elibt Hermes 900. (EFE/Abir Sultan)

Las tensiones geopolíticas derivadas de la invasión rusa han creado ganadores insospechados en lugares inesperados. Uno de esos ganadores ha sido la industria de defensa israelí que, pese a ponerse de perfil geopolítico en el conflicto ucraniano, se ha encontrado con una cola de países europeos dispuestos a hacer compras de urgencia espoleados por la percepción generalizada de que ningún ejército en el continente está preparado para una guerra convencional de alta intensidad. Esta bonanza ha sido alimentada también por las ventas de países árabes que, tras los Acuerdos de Abraham auspiciados por la Administración Trump en 2020, están dispuestos a mantener relaciones abiertas con la incontestable realidad del Estado de Israel (incluyendo las compras militares).

Ambos factores suman, pero desde luego no se trata de un éxito de última hora. La industria de defensa israelí tiene una larga trayectoria y un contexto de seguridad que la hacen un caso digno de estudio, donde el decidido apoyo público, la fuerte inversión en I+D y una eficaz vocación comercial han convertido un país de menos de 10 millones de habitantes en una potencia del sector. Las ventas de material militar tocaron un nuevo récord en 2022 de casi 12.000 millones de euros, casi un 10% más que el año anterior y más del doble que hace una década.

Vendiendo todo en todas partes a la vez

Los acuerdos de venta de armamento siempre incluyen una licencia de usuario final que da la última palabra al fabricante en una posible reventa, préstamo o cesión del armamento a terceros. Hasta la fecha, Israel se ha cuidado muy mucho de permitir que armamento procedente de su industria sea entregado a Ucrania, ya que tenía un discreto acuerdo bajo la mesa con Moscú para que sus ataques aéreos contra cualquier amenaza que percibiera de Irán y el grupo libanés Hezbolá en la vecina Siria pudieran ser llevados a cabo sin interferencia rusa.

De hecho, en su anterior mandato, Bibi Netanyahu presumía de tener buenas relaciones con Vladímir Putin. Pero ese papel no beligerante en la guerra de Ucrania no ha significado que la industria de defensa israelí no haya podido sacar provecho. Después del comienzo de la segunda invasión rusa el 24 de febrero de 2022, Israel ha firmado multimillonarios contratos con varios países que apoyan sin fisuras a los ucranianos, como por ejemplo lanzacohetes de largo alcance y precisión a Holanda, piezas de artillería a Dinamarca y misiles antiaéreos a Alemania.

El éxito de ventas de la industria israelí no es casual. Tiene una sólida trayectoria de décadas en el que ha construido una formidable reputación. Y, además, es un caso bien particular. No hay apenas sector y campo de esta donde no esté presente. Israel fabrica desde pistolas a cohetes de largo alcance, desde radios portátiles a antenas de radar para aviones. En su catálogo solo faltan aviones, helicópteros y buques mayores que una corbeta. Pero incluso en esas tres categorías, la industria israelí es capaz de proporcionar toda clase de sistemas electrónicos y sistemas de armas.

Foto: Vehículos blindados surcoreanos. (Reuters/Kim Hong-ji)

Las fuerzas aéreas de Estados Unidos e Italia cuentan con aviones de alerta temprana con radar y electrónica israelíes desarrollados sobre un avión de transporte ejecutivo Gulfstream de origen estadounidense. Modernizar aviones y helicópteros producidos en otros países ha sido una de sus especialidades por largo tiempo, como atestiguan los Northrop F-5 modernizados al estándar Tiger III de Chile y Marruecos, la versión Arpía IV colombiana del famoso helicóptero Blackhawk o los MiG-21 Lancer rumanos dados de baja hace bien poco.

El hecho es que podemos encontrar fusiles de asalto y blindados 4x4 israelíes en lugares tan insospechados como el Chad. Los lanzacohetes de artillería de largo alcance y precisión israelíes han sido comprados por las fuerzas armadas de Azerbaiyán y Vietnam. El mortero sobre vehículo Cardom entró en servicio en Uganda, Baréin y Kazajistán. Los misiles anticarro Spike han sido un éxito de ventas y los podemos encontrar en una gran cantidad de países, incluyendo ejemplos tan variados como Brasil, Alemania, India, Corea del Sur y Australia. El sistema de artillería autopropulsada sobre camión ATMOS ha sido adquirido por Colombia, Dinamarca, Camerún y Tailandia. Los misiles antiaéreos Spyder han terminado desde Perú a Singapur, pasando por República Checa.

La lista de clientes de la industria de defensa de Israel es interminable. Es sorprendentemente capaz de vender tanto sistemas de armas avanzados con electrónica compleja a los mismísimos Estados Unidos y otros países desarrollados en Europa o la región Asia-Pacífico; como puede igualmente vender sistemas simples y fiables en toda el África Subsahariana. Las diferentes culturas e imperativos geoestratégicos no han sido tampoco obstáculo.

Foto: Alex Karp, de Palantir, en Feindef 2023. (Sergio Beleña)

Después de una evaluación autocrítica del desarrollo tecnológico de su industria tras la guerra contra Georgia en 2008, Rusia adquirió la licencia de fabricación del dron israelí IAI Searcher para producir localmente bajo el nombre Forpost. Y si no hemos visto material militar de origen israelí en manos de China es porque las negociaciones para vender los radares y la electrónica para desarrollar aviones de alerta temprana fueron cortadas después de la masacre de Tiananmén por presiones estadounidenses.

La salsa secreta israelí

Puestos a buscar el secreto de la industria de defensa israelí la primera y obvia respuesta es que se trata de sistemas que tienen el apreciado sello probado en combate. Israel es un país que nació luchando en 1948 ante la amenaza de exterminio por parte de sus vecinos para pasar las siguientes décadas encadenando conflictos armados de alta y baja intensidad. El miedo a embargos internacionales que negaran el acceso a piezas, repuestos y municiones en momentos críticos llevó a buscar la autosuficiencia en material de tecnología militar. De ahí que en el país se produzcan desde pistolas a misiles y desde todoterrenos blindados a corbetas. Las guerras y la búsqueda de la autonomía tecnológica fueron poderosos incentivos para desarrollar una industria de defensa propia eficiente y capaz.

Conviene no olvidar la importante ayuda económica estadounidense. Al expresidente Barack Obama siempre le gustó destacar que el 10% del desarrollo del sistema Cúpula de Hierro fue aportado por Estados Unidos mientras él estuvo en la Casa Blanca. Pero aun así, sostener un sector tecnológico tan relevante en un país tan pequeño requirió siempre de un importante volumen de exportaciones para sobrevivir y un respaldo público sin fisuras.

Foto: Un Leopard, en la base militar de San Gregorio, Zaragoza. (Reuters/Juan Medina)

Así, los comerciales israelíes han recorrido todos los países y continentes, sin despreciar ningún mercado ni ningún producto. Incluso las armas soviéticas capturadas a sus enemigos árabes terminaron a la venta, como fue el caso del armamento ligero revendido a la CIA en los años ochenta para ser entregado a los muyahidines afganos o los carros de combate T-55 modificados en Israel que terminaron en Uruguay. Ese afán comercial supuso también hacer tratos con gobiernos deplorables. Los gobiernos militares de Chile y Argentina fueron clientes de la industria israelí, mientras que la Sudáfrica del régimen racista del Apartheid fue un socio tecnológico.

Nación 'startup' (también en defensa)

La existencia de unas Fuerzas Armadas con presupuesto suficiente para generar una demanda doméstica significativa, asociada a un músculo diplomático y comercial entrenado, son factores presentes en otros países. Lo que es mucho más raro es encontrar un sector tecnológico militar potente que no haya degenerado en un complejo militar-industrial que devora presupuesto para entregar productos tarde y con precio inflado. Si hay algo de lo que presumen en Israel es de tener un ecosistema de capital riesgo y empresas tecnológicas único en el mundo que les permite llamar al país la startup nation.

Foto: El dron Akinci de Bayraktar. (Bayraktar)

Si nos remitimos a las cifras, resulta que Israel y Singapur comparten la característica de ser los únicos países del mundo que invierten más del 2% del PIB en innovación y desarrollo. Así, el tirón que proporciona un presupuesto de defensa elevado y la existencia de conglomerados industriales que nacieron como empresas públicas ha convivido con inversores dispuestos a arriesgar en sectores emergentes y una sopa primigenia de pequeñas y ambiciosas empresas tecnológicas. No es ningún secreto que las mentes más brillantes que pasan por las unidades militares de inteligencia y ciberguerra en Israel salen de ellas con proyectos para convertir las herramientas desarrolladas para vigilar redes sociales, interceptar comunicaciones o captar patrones en fotos de satélite en herramientas civiles con aplicación comercial. Lo público y lo privado, junto a lo militar con lo civil, forman en Israel círculos virtuosos.

Israel es prueba de que los sectores públicos y privados pueden coexistir en paz sin que la industria pública se convierta en un lastre para los presupuestos generales si se imponen criterios comerciales y de eficiencia. En Israel es simplemente una cuestión de vida o muerte. Y que los presupuestos del Ministerio de Defensa pueden crear incentivos para la innovación si existe empresas, universidades técnicas, innovadores y capital riesgo capaces de responder a las necesidades de la defensa del país.

Todos esos elementos existen fuera de Israel, pero nunca se combinan de la misma forma y con la misma armonía. Quizás haya demasiados elementos ajenos a la realidad española. Pero ahora que España aspira a volver a contar con un sector industrial de defensa realmente autóctono, sería deseable buscas las lecciones aprendidas por Israel y tratar de incorporar las buenas prácticas que sean trasladables de una esquina a la otra del Mar Mediterráneo.

Las tensiones geopolíticas derivadas de la invasión rusa han creado ganadores insospechados en lugares inesperados. Uno de esos ganadores ha sido la industria de defensa israelí que, pese a ponerse de perfil geopolítico en el conflicto ucraniano, se ha encontrado con una cola de países europeos dispuestos a hacer compras de urgencia espoleados por la percepción generalizada de que ningún ejército en el continente está preparado para una guerra convencional de alta intensidad. Esta bonanza ha sido alimentada también por las ventas de países árabes que, tras los Acuerdos de Abraham auspiciados por la Administración Trump en 2020, están dispuestos a mantener relaciones abiertas con la incontestable realidad del Estado de Israel (incluyendo las compras militares).

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