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Se dice ambición, se pronuncia 'industria militar turca': un proyecto global, pero arriesgado
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Se dice ambición, se pronuncia 'industria militar turca': un proyecto global, pero arriesgado

Turquía se anota logros por tierra, mar y aire que son, al mismo tiempo, reflejo de los desafíos y debilidades de un modelo quizá desproporcionado para su realidad económica, tecnológica y empresarial

Foto: El dron Akinci de Bayraktar. (Bayraktar)
El dron Akinci de Bayraktar. (Bayraktar)

El mes pasado, en apenas una semana, la industria militar de Turquía anunció varios hitos reseñables que reflejan los avances de uno de los planes de desarrollo más ambiciosos del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Sean de completo diseño y producción nacional o bien integrando componentes clave extranjeros o comprando licencias internacionales para producirlos localmente, el sector de defensa turco es capaz ahora mismo de proveer a sus Fuerzas Armadas con desde armas de fuego a buques de guerra y aeronaves militares, pasando por sistemas electrónicos y armamento inteligente. Unos logros por tierra, mar y aire que son, al mismo tiempo, reflejo de los desafíos y debilidades de un modelo quizá desproporcionado para la realidad económica, tecnológica y empresarial del país que los impulsa.

Cuatro anuncios en una semana

El pasado 23 de marzo, el Ministerio de Defensa turco anunció la inminente entrega al Ejército del primero carro de combate Altay. Se trata de un blindado diseñado con colaboración surcoreana y cuya producción se había retrasado por la decisión de Alemania de impedir la venta de motores MTU y transmisiones RENK —como respuesta al papel de Ankara en la guerra civil siria—. Esto obligó a los ingenieros turcos a volver a la mesa de dibujo y a una negociación con Corea del Sur que se saldó con la compra de motores al gigante Hyundai y transmisiones a SNT Dynamics.

En una primera fase, los motores y suspensiones serán suministradas por los fabricantes originales para, en una segunda, ser producidos bajo licencia en Turquía. Se espera que la producción en serie del Altay comience definitivamente en el segundo trimestre de 2024, lo que parece indicar que el ejemplar que recibirán los militares turcos el próximo 23 de abril es de preserie para pruebas y evaluación.

Al día siguiente de la noticia del Altay, la empresa Turkish Aerospace Industries mostró imágenes en pista del primer prototipo del caza avanzado TF-X, en la que sería una de las primeras pruebas del avión. Al igual que con su carro de combate, Turquía encontró problemas para dotar al aparato de un motor y finalmente negoció la compra de varios ejemplares del General Electric F110 estadounidense para equipar los prototipos. Los planes de la firma turca son instalar en el TF-X un radar, motor y armamento de producción local, aunque en una primera fase se recurra a diseños foráneos. Es bastante significativo que Turquía, Corea del Sur y Japón cuenten a día de hoy con prototipos de cazas de nueva generación, mientras en Europa todavía se debate el futuro de la última evolución planeada del Eurofighter.

El siguiente hito tuvo lugar el 27 de marzo. El presidente de la empresa Bayraktar, Selçuk Bayraktar, compartió en Twitter fotos de la factoría de la empresa donde se pudo ver el TB3, una evolución del modelo que utiliza Ucrania en la presente guerra y que cautivó la imaginación de la nación gracias a una canción. El TB2 fue protagonista de la ofensiva turca en Siria a finales de 2020 y empleando extensamente por Azerbaiyán en su guerra contra Armenia aquel mismo año. Hoy el TB2 sirve en varios países africanos y se anticipa que el TB3 tendrá versión naval.

placeholder Bayraktar TB2. (CC)
Bayraktar TB2. (CC)

Por último, el día 29 se anunció que la entrega a la armada turca del buque L400 Anatolia tendrá lugar el próximo 8 de abril. El Anatolia se trata de un buque de asalto anfibio con cubierta de vuelo corrida que ha sido construido en Turquía a partir del diseño español del L61 Juan Carlos I de Navantia. El Anatolia iba a estar originalmente dotado de aviones de despegue corto y aterrizaje vertical F-35B, pero Estados Unidos se negó a completar la venta después de que Ankara firmara la compra de un sistema de defensa antiaéreo chino de largo alcance. Ahí surgió el incentivo para adaptar el TB3, un proyecto que, de resolverse con éxito, debería generar como mínimo interés en nuestra Armada.

placeholder L400 Anatolia. (FFAA Turquía)
L400 Anatolia. (FFAA Turquía)

Gracias por la prohibición

En 2012, mientras Turquía negociaba la compra de drones con Estados Unidos, Washington firmó el Régimen de Control de Tecnologías de Misiles, un acuerdo que pretendía controlar la proliferación de misiles o drones capaces de llevar 500 kilos de municiones a una distancia superior a 300 kilómetros. Por el camino, se había encontrado la resistencia de algunos congresistas estadounidenses a la exportación de drones a Turquía por las tensiones de ese país con Israel. Así que la operación no se concretó.

"No quiero ser sarcástico, pero me gustaría dar las gracias por todos los proyectos que no fueron aprobados por Estados Unidos porque eso nos forzó a desarrollar nuestros propios sistemas", aseguró años más tarde, Ismail Demir, presidente de la Agencia de Industria de Defensa.

Foto: Haluk Bayraktar, CEO de la empresa de drones Bayraktar. (Reuters/Umit Bektas)

Las Fuerzas Armadas turcas habían comprado drones a Estados Unidos e Israel y la empresa estatal TAI había comprado el diseño de blancos teledirigidos que sirvieron para desarrollar drones autóctonos. Pero el éxito de los drones turcos se debe a una empresa privada.

Bayraktar Makina nació en 1948 como empresa dedicada a la fabricación de piezas y componentes para la industria automovilística. Selçuk Bayraktar, hijo del fundador, se marchó a Estados Unidos a estudiar y terminó haciendo el doctorado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Su trabajo académico de investigación en materia de sistemas de control para drones le llevó a abandonar la carrera académica para volver a su Turquía natal y dedicarse al desarrollo de vehículos no tripulados.

En 2004, Selçuk Bayraktar y su equipo llevaron a cabo el primer vuelo de prueba de un dron con software y electrónica desarrollados localmente. Al año siguiente realizó una exhibición ante varios militares con un dron a escala y defendiendo la idea de que Turquía podía convertirse en un país puntero en el sector. Años después, una grabación en vídeo de aquel momento captaría la atención de la sociedad turca, que encontró en Selçuk Bayraktar un ejemplo del ingenio y tesón.

En 2006, un diseño de Bayraktar ganó un concurso de minidrones para las Fuerzas Armadas turcas y comenzó una carrera de éxitos impulsada por un acontecimiento muy especial: Selçuk Bayraktar se casó en 2015 con Sümeyye Erdogan, la hija más pequeña del presidente Erdogan. En Turquía, la industria de armamento es realmente un asunto de Estado.

Un triple mercado internacional

En 1985 nació la Oficina de Administración para el Desarrollo y Apoyo de la Industria de Defensa, que cambiaría de nombre pasados los años y los gobiernos para denominarse Agencia de Industria de Defensa en 2022. Pero la transformación más importante se dio en 2018, cuando comenzó a estar vinculada a la presidencia turca. Sin el apoyo decidido desde el Gobierno turco no se entiende la amplitud y ambición de los planes del sector. No hay mes que no haya una novedad de la industria turca en sectores punteros: buques, aeronaves, misiles, torpedos, sistemas de guerra electrónica…

Pareciera que el objetivo de Turquía es ser completamente autosuficiente siguiendo un proceso sistemático de producción bajo licencia, sustitución de componentes extranjeros por locales y, finalmente, diseño desde cero de nuevos productos. Pero surgen evidentes dudas sobre la sostenibilidad de unos planes que lo abarcan todo.

Foto: Un Leopard, en la base militar de San Gregorio, Zaragoza. (Reuters/Juan Medina)

Una de las bazas que podrían garantizar el futuro de tantos planes ambiciosos es que Turquía ha sido capaz de abrir mercado internacional. Por un lado, tenemos la comunidad de países de lengua túrquica, que incluye a Azerbaiyán, Turkmenistán, Kazajistán, Uzbekistán y Kirguistán. Desde esos países, Turquía se percibe como un país dinámico y atractivo, siendo receptivos al poder blando turco de las producciones audiovisuales y a sus instituciones educativas turcas.

Otro mercado clave es Qatar, la petromonarquía del Golfo que vivió una particular crisis con sus países vecinos y se vio necesitada de apoyos externos. Turquía estableció un vínculo especial con Qatar, operando como aliados en lugares como Libia. De paso, Qatar se convirtió en cliente de la industria de defensa turca. Según las relaciones entre Qatar y Turquía con las petromonarquías se restauren veremos más contratos.

Un tercer grupo de países se encuentran en África, tanto en el Magreb como en África Occidental. La amenaza de los grupos yihadistas ha creado demanda para productos que ofrece Turquía, como blindados a pruebas de minas y drones. En los tres grupos de países mencionados, Turquía explota su condición de país musulmán y juega con su calculada ambigüedad geopolítica. No deja de ser un país de la OTAN pero va por libre.

No llegar tarde al futuro

La moraleja evidente de la historia de la industria de defensa turca es que cuando hay voluntad política y se destina suficiente presupuesto puede aparecer un vergel de empresas punteras de defensa en cualquier desierto. Pero todavía es pronto para saber si las ambiciones turcas van a llegar a buen puerto. La economía turca es menos pujante y más débil que las europeas, ha sufrido en mucho mayor medida la inflación y el reciente terremoto obligará a cambiar las prioridades de un país que todavía arrastra unos elevados índices de pobreza.

Foto: El caza furtivo chino J-20, en la feria aérea de Zhuhai. (Reuters)

Pero hay otras lecciones más importantes. Turquía ha ido sumando acuerdos bilaterales para producir tecnología extranjera bajo licencia y crear luego nuevos productos con componentes extranjeros hasta llegar finalmente a ser capaz de producir su propia tecnología. Es un camino que en España no se ha seguido. Se han producido localmente sistemas de armas sin que se continuara un camino hacia una mayor autosuficiencia o por lo general se ha participado en consorcios donde la voz de España era minoritaria. Una industria de defensa española fuerte requiere de otro tipo de acuerdos.

Y por último, el caso de los drones, con el famoso Bayraktar TB2, recuerda una lección ya sabida sobre innovación tecnológica. No se trata solo de dinero, talento y esfuerzo. Se trata de subirse a tiempo a la ola de innovación adecuada. Cada cierto tiempo aparece una tecnología emergente que cambia las reglas del juego y renueva a los jugadores de la industria. El que crea que los drones son el futuro a lo mejor llega tarde.

El mes pasado, en apenas una semana, la industria militar de Turquía anunció varios hitos reseñables que reflejan los avances de uno de los planes de desarrollo más ambiciosos del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Sean de completo diseño y producción nacional o bien integrando componentes clave extranjeros o comprando licencias internacionales para producirlos localmente, el sector de defensa turco es capaz ahora mismo de proveer a sus Fuerzas Armadas con desde armas de fuego a buques de guerra y aeronaves militares, pasando por sistemas electrónicos y armamento inteligente. Unos logros por tierra, mar y aire que son, al mismo tiempo, reflejo de los desafíos y debilidades de un modelo quizá desproporcionado para la realidad económica, tecnológica y empresarial del país que los impulsa.

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