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En la era de la defensa, el resentimiento cunde en la tropa: "No somos soldaditos de plomo"
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"millones para armas, cero para la tropas"

En la era de la defensa, el resentimiento cunde en la tropa: "No somos soldaditos de plomo"

Las principales asociaciones de militares están tratando de incluir la situación laboral de las Fuerzas Armadas en el debate de la defensa nacional. Comenzando por las bajas retribuciones y la temporalidad forzada

Foto: Soldados españoles, de maniobras en Letonia. (EFE)
Soldados españoles, de maniobras en Letonia. (EFE)

La invasión de Ucrania hizo que España quisiera entrar con paso decidido en la nueva era de la defensa. El obligado análisis sobre el estado de las Fuerzas Armadas había arrojado un resultado desolador de equipos desfasados, sistemas inoperativos y almacenes al límite. El Gobierno impulsó entonces un ambicioso plan de programas de armamento para recuperar el mermado poder de disuasión a través de un significativo aumento del presupuesto y el compromiso firme de llegar al 2% del PIB. Esto, acompañado de un intenso despliegue diplomático y político, con el envío de armamento al frente ucraniano, cooperación permanente con los aliados y nuevos pactos bilaterales. Pero en esta compleja ecuación geoestratégica, los políticos se olvidaron del factor humano. Un olvido que ya dura 20 años y está generando resentimiento en la tropa.

Las principales asociaciones de militares están tratando de cambiar esta dinámica e incluir la situación laboral y la carrera de los miembros de las Fuerzas Armadas en el debate sobre el futuro de la defensa nacional y en los programas electorales de cara al 23-J. Así que estos días llevan una frenética actividad de reuniones con políticos y partidos para explicarles sus problemas, sus propuestas y salir de esta situación de abandono. Comenzando por las bajas retribuciones y la temporalidad forzada que obliga a los soldados de tropa y marinería a retirarse a los 45 años.

"Los soldados somos los trabajadores públicos peor pagados de toda la Administración. Solo hemos tenido dos subidas (desde la profesionalización); la primera fue con José Bono de ministro (en 2005) y la otra con Margarita Robles, que en realidad subió un complemento y bajó otro, por lo que en realidad fue un brindis al sol", resume Marco Antonio Gómez, presidente de la Asociación de Tropa y Marinería Española (ATME), que tiene una lista de 11 puntos para mejorar y modernizar las Fuerzas Armadas. "No todo es dinero, otras medidas son de justicia. No es justo que los militares sigamos padeciendo una serie de normas muy arcaicas y que no haya una democratización de las Fuerzas. Son cambio de normas, no de presupuestos. Lo único que se necesita es voluntad política" agrega el cabo primero a El Confidencial.

Al cierre de 2021, las Fuerzas Armadas contaban con 125.579 efectivos en activo y 13.702 en la reserva, según las cifras del IGAE, lo que supone casi un 25% del personal de la Administración Central. De estos, casi 71.000 pertenecen al Grupo C2, donde el salario mensual de un soldado o marinero está en la horquilla de los 1.000-1.100 euros netos al mes, dependiendo de los complementos y tras el ajuste generalizado del sector público del 2,5% por la inflación de 2022. A esto hay que sumarle que no se cobran las horas extra, ni las guardias o festivos. Las perspectivas de mejora, sin dar el salto a ser oficial, son nulas.

Foto: Eurofighter, en maniobras militares. (Reuters/Lisi Niesner)

"No es razonable que el conductor de un Leopard que vale millones de euros apenas cobre mil. No es razonable no cobrar horas extra ni festivos. Los soldados que han hecho posible el Día de las Fuerzas Armadas en Granada han estado días y días trabajando gratis. El Ministerio ha invertido miles de millones en las empresas y se ha olvidado de nosotros", explica el cabo Marco Domínguez, secretario general de la asociación Militares Con Futuro. "Un soldado recién salido del centro de formación gana poco más de 900 euros netos al mes y yo que tengo 18 años de servicio estoy ganando unos 1.200 euros al mes y esto con trienios y destinos; la horquilla para mejorar es muy pequeña".

Los uniformados miran el ejemplo de los otros cuerpos de seguridad del Estado, especialmente la Guardia Civil, adscrita al Ministerio de Interior, pero con ascensos y misiones de carácter militar. Sin embargo, sus condiciones laborales son significativamente mejores que las de los soldados.

Foto: Paracaidistas, durante un asalto aéreo. (Juanjo Fernández)

"La equiparación debe ser con la Guardia Civil, los empleos (rangos) son exactamente iguales. ¿Cómo es posible que un cabo mayor de la Guardia Civil cobre 1.155 euros más al mes limpios que yo, que soy cabo mayor del Ejército de Tierra con 34 años de servicio? Dicen es que es su función, pero ¿cuál es la diferencia de su función de la mía, que es defender el país? Han aprovechado su oportunidad, se han manifestado en masa y han podido hacer presión. Lo han logrado y se lo merecen. Pero ¿y nosotros no?", se pregunta Francisco José Durán, miembro de la asociación Unión de Militares de Tropa (UMT).

A los 45, puerta

El otro gran agravio comparativo que genera malestar en los cuarteles es la temporalidad que afecta a los militares que no son de carrera y los obliga a abandonar las Fuerzas Armadas a los 45 años. Critican que se deje escapar al personal formado tras años de especialización, en ocasiones tras una dura curva de aprendizaje. De hecho, hasta el año pasado incluso había límites de edad para promocionar (hasta los 31), algo inexistente en cualquier otra parte de la Administración pública.

"Tras el fin de la mili obligatoria había un grave problema para captar personal. Fue una época muy mala, nadie quería entrar en el ejército. Se trató con varias leyes hacer más atractiva la carrera militar, hasta la de 2006, en la que se incluyeron los contratos temporales. Eso no se ha querido reformar desde entonces y ahora se van al paro 5.000 o 6.000 militares al año", explica Durán. "Los partidos nos dicen que es lo que hay. Algunos nos dejaron claro en las reuniones que no puede haber viejos en el Ejército", agrega.

Foto: Ilustración: Raúl Arias.

La temporalidad se agrava por la falta de salidas profesionales para la tropa. Muchos tratan de dar el salto a la Policía y la Guardia Civil, pero son pocas plazas y están muy competidas. Mientras, la formación que han recibido no tiene reconocimiento fuera de los cuarteles. "El mundo civil quiere experiencia, pero también exige titulación. Los cursos que se dan orientados a trabajos en el Ejército podrían tener reconocimiento en la vida civil. Pero como no se han homologado los contenidos y las materias no se reconocen. Tenemos todo tipo de especialidades, sanitarios, mecánicos, alimentación, electricistas, que en la calle no pueden hacer valer sus años de experiencia", explica Iván Alcántara, de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME).

Las asociaciones describen "una legislatura perdida". Interminables reuniones y comisiones con el Ministerio de Defensa que se han demorado meses y han fracasado en avanzar en los puntos más básicos. Tampoco están recibiendo mucha tracción de los miembros vinculados a Defensa en los partidos, que suelen tener buenas palabras, mejores intenciones, pero poca influencia en los planes electorales. El optimismo varía entre grupos, pero todos son bastante escépticos con las siglas partidistas tras años de espera y promesas incumplidas.

"Se nos ve como semimonjes vocacionales sin más necesidades que los aplausos. Pero no somos soldaditos de plomo"

“La sociedad debe entender que hemos pasado de un modelo de servicio militar obligatorio a un ejército profesional. Antes eran ocho o nueve meses de mili y la persona volvía a su vida. Ahora, un profesional de las Fuerzas Armadas se pasa 15 o 20 de su vida sirviendo al país y lo dejan en la calle con una paga no contributiva. Tenemos necesidades como ciudadanos integrados, con familia, hipoteca, perspectivas de futuro, y el modelo actual de Fuerzas Armadas no funciona. Se nos ve como semimonjes vocacionales sin más necesidades que los aplausos, las medallas y el deber cumplido. No somos soldaditos de plomo que nos pueden guardar en un cajón”, comenta Domínguez, de MCF.

Militar sí, pero ciudadano

Las asociaciones coinciden en que hay dos cambios legislativos clave que hay que acometer para avanzar en la modernización de los ejércitos; el primero, una ley unificada de la carrera militar que aplique a tropa y a los oficiales; y la segunda, una reforma de la ley de derechos y deberes que rige la vida militar. Esta última lleva empantanada en una comisión de trabajo ministerial casi siete años. Y para ellos es clave, ya que les impide avanzar en el reclamo de sus derechos colectivos.

"La ley data de 2011 y la sociedad ha avanzado mucho desde entonces. Los militares tenemos muchos de nuestros derechos restringidos o no los podemos ejercer: la libertad de expresión, de reunión o participación está limitada, la representatividad mediante sindicatos está directamente prohibida. Siguen los arrestos. Que en pleno siglo XXI, sin estar en guerra o estado de alarma, un jefe pueda privar de libertad a un subalterno sin orden judicial de por medio debería ser impensable", razona Alcántara.

Sin sindicatos ni plenos derechos, las asociaciones tienen dificultades para atraer a la tropa y a los oficiales, donde este tipo de reivindicaciones son todavía vistas con recelo. Y sin masa laboral, ni fuerza social suficiente es difícil presionar a los políticos. "Si lo quieres llamar resentimiento, pues sí, resentimiento. En su día nos congelaron los sueldos y hemos visto como al resto de la función pública y a distintos colectivos que han llegado a acuerdos se les han subido más. Pero nosotros no podemos llegar a esos acuerdos. En los 80, comprendo que un sindicato en el ejército sonara muy mal. Pero ahora los cuerpos de seguridad tienen sindicatos; algunas fuerzas armadas europeas tienen sindicatos. No entiendo por qué aquí no", agrega.

Foto: Batallón francés de la OTAN, en Rumanía. (Reuters/George Calin)
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Porque la retahíla de problemas sigue y es larga: la conciliación familiar, la movilidad geográfica, vivienda, los sistemas de promoción y ascenso, la situación de los reservistas, la especial disponibilidad, dietas, los oficiales de complemento, la falta de personal... Los militares piden su espacio en la conversación sobre la defensa nacional e incluso la ATME ha convocado a una concentración el sábado frente al Congreso para reclamar por sus derechos y tratar de ganar visibilidad en la campaña.

"Cuando estalló la guerra de Ucrania se le vieron las orejas del lobo, pero solo para dar contratos millonarios a las empresas y ni un céntimo a personal. La carrera militar ya no es atractiva para los jóvenes. Tenemos el índice de abandono y de bajas más alto, los sargentos y brigadas prefieren ser policías o guardias. Incluso teniente coroneles se van a Amazon, a Mapfre o a Prosegur porque le pagan más y duermen en su casa", explica Gómez. "En España creemos que estamos exentos de que aquí pueda haber un problema el día de mañana y entonces nos vamos a rasgar las vestiduras para ver dónde están los militares y no habrá", avisa.

La invasión de Ucrania hizo que España quisiera entrar con paso decidido en la nueva era de la defensa. El obligado análisis sobre el estado de las Fuerzas Armadas había arrojado un resultado desolador de equipos desfasados, sistemas inoperativos y almacenes al límite. El Gobierno impulsó entonces un ambicioso plan de programas de armamento para recuperar el mermado poder de disuasión a través de un significativo aumento del presupuesto y el compromiso firme de llegar al 2% del PIB. Esto, acompañado de un intenso despliegue diplomático y político, con el envío de armamento al frente ucraniano, cooperación permanente con los aliados y nuevos pactos bilaterales. Pero en esta compleja ecuación geoestratégica, los políticos se olvidaron del factor humano. Un olvido que ya dura 20 años y está generando resentimiento en la tropa.

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