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Probado en combate: una tercera vía para que España mejore la ayuda militar a Ucrania
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el campo de pruebas más exigente

Probado en combate: una tercera vía para que España mejore la ayuda militar a Ucrania

Entre donar armamento viejo o fuera de servicio y mandar los caros y escasos equipos modernos, hay una tercera opción. Recurrir a la industria nacional de defensa

Foto: Un Leopard, en la base militar de San Gregorio, Zaragoza. (Reuters/Juan Medina)
Un Leopard, en la base militar de San Gregorio, Zaragoza. (Reuters/Juan Medina)

En marzo de 2022, la atención mundial estaba puesta en la pinza rusa sobre la capital de Ucrania, con uno de los ejes de avance ruso formados por un kilométrico convoy de vehículos que anticipaban el golpe de gracia. Mientras tanto, los simpatizantes españoles de la Rusia de Putin contaban ufanos que, en cualquier momento, las fuerzas ucranianas en el Donbás colapsarían tras ser embolsadas. Un año después, en marzo de 2023, el mayor logro ruso en meses es colocar en una tenaza a Bajmut, una localidad que nadie hubiera podido ubicar en el mapa hace un año. Doce meses de resistencia frente al invasor mérito de los combatientes y el pueblo ucranianos, pero también gracias a la ayuda occidental que ha permitido tal gesta a un país con un tercio de la población y un décimo de la economía de Rusia.

El grado de compromiso de los países de la OTAN a la hora de donar material militar a Ucrania es un reflejo de sus intereses geopolíticos y su memoria histórica. Para Estados Unidos, el apoyo militar a Ucrania es una inversión con elevados retornos. Un gasto relativamente pequeño que está generando un alto desgaste en el Ejército ruso, que tardará años en recuperarse, lo que le permitirá a Washington concentrarse en su verdadera prioridad estratégica: la región del Indo-Pacífico. Para las tres repúblicas bálticas, Polonia o República Checa, la agresión rusa contra Ucrania genera ansiedades históricas. Son países que, en algún momento del siglo XX, sufrieron una invasión lanzada desde Moscú para terminar formando parte de la reencarnación soviética del imperio ruso. El resultado es un alto grado de compromiso con la ayuda militar a Ucrania que consume un porcentaje significativo de sus presupuestos de defensa.

Y luego, llegamos a casos como el de España. Un país en la otra punta de Europa, con intereses limitados en la zona en conflicto y donde la opinión pública suele ser reacia a aventuras militares. Según el rastreador de ayuda a Ucrania, un proyecto del Instituto de Kiel para la Economía Mundial, la ayuda española en relación a su Producto Interior Bruto nos coloca en la parte baja de la lista de donantes.

El primer paquete de ayuda militar española a Ucrania fue enviado a Polonia el viernes 4 de marzo mediante cuatro aviones de transporte A400M. Incluía lanzagranadas anticarro Instalaza C90, ametralladoras ligeras Ameli y munición. Los C90 también fueron donados por Estonia de sus unidades adquiridas de la variante último modelo C90M3 y se verían repetidamente en manos de los combatientes ucranianos. De las ametralladoras Ameli nunca más se supo. Se trata de un modelo que el Ejército de Tierra español dio de baja por la mala calidad de su fabricación.

Foto: Un Eurofighter, en las maniobras Baltic Tiger 2022. (Reuters/Lisi Niesner)

Muestra de que buena parte de la ayuda militar española a Ucrania la han compuesto sistemas de armas dados de baja o al final de su vida útil: desde los carros de combate Leopard 2A4 almacenados esperando destino, a los blindados de transporte de tropa M113, un diseño protagonista de la guerra de Vietnam. Desde los misiles antiaéreos Aspide a las piezas de artillería remolcada Oto Melara M1956 de 105mm.

La tercera vía

La racanería española refleja el dilema al que se enfrentan los ejércitos europeos, víctimas desde el fin de la Guerra Fría de los dividendos de la paz. Tienen la opción de entregar a Ucrania materiales de los que pueden prescindir fácilmente, porque han sido dados de baja o están viejos; o tienen la opción de entregar materiales modernos obtenidos de las unidades de primera línea, sabiendo que cualquier donación supone un hachazo a las capacidades propias. Si Reino Unido, Francia, Alemania y España donaran cada una 30 carros de combate de sus unidades de primera línea perderían en el proceso más del 10% del total de carros. Si uno mira, por ejemplo, el ritmo de pérdidas rusas en la reciente batalla de Vuhledar, solo puede preguntarse cuántas semanas de operaciones aguantarían los ejércitos occidentales en un conflicto convencional de alta intensidad.

Foto: Imágenes satelitales muestran blindados rusos agazapados a las afueras de Vuhledar. (Reuters)

A pesar de todo, hay una tercera vía en las donaciones de ayuda militar a Ucrania. Y es la que han emprendido algunos países que, en vez de donar material viejo con capacidades limitadas o mandar el caro —y escaso— material avanzado de sus unidades de primera línea, han preferido acudir a su industria de defensa para cubrir necesidades concretas de las fuerzas armadas ucranianas y, de paso, obtener algo valiosísimo: experiencia real que permita otorgar el valioso marchamo de probado en combate. Por ejemplo, en diciembre de 2022, se anunció que Alemania compraría a la empresa Rheinmetall el sistema de defensa antiaérea en red Syknex, que cuenta con capacidad antidrones, para donarlo a Ucrania. El sistema, hasta aquel momento, solo había sido adoptado por Qatar.

Otro ejemplo: Estados Unidos comprará la Ground Launched Small Diameter Bomb (GLSDB), un diseño de Boeing y Saab Group, directamente a los fabricantes. Este sistema combina una bomba GBU-39 de 250 libras guiada por satélite y la etapa propulsora de un cohete de artillería para ser disparado desde una lanzadera M270 MRLS o M142 Himars, como los que ya opera Ucrania. El sistema GLSDB, pensado como una solución low cost al reutilizar diseños ya existentes, no había encontrado cliente hasta que, en febrero de 2023, el Pentágono lo incluyó en su lista de ayuda militar a Ucrania. Con esta donación, la Casa Blanca pretendía librarse de la presión ucraniana para recibir sistemas de alcance más extenso que los entregados hasta la fecha pero sin proporcionar medios capaces de golpear en el corazón de Rusia.

Probado en combate

Con estos precedentes, podríamos preguntarnos sería posible en España donar armamento y material militar acudiendo a la industria de defensa y no a los polvorines de las Fuerzas Armadas. La respuesta es, evidentemente, que sí. Para empezar, España y Estonia han entregado lanzagranadas anticarro desechables C90. Han sido vistos en vídeos y fotos, por lo que sabemos que han llegado al frente y han sido probados en combate. El fabricante Instalaza tiene en su catálogo varios productos que podrían ser de interés para Ucrania. Por ejemplo, la variante CS90 del C90, que “puede ser disparada desde recintos cerrados muy pequeños”.

El C90 original consiste en un tubo donde se inserta una granada anticarro propulsada por cohete que emite gases muy calientes a presión en el momento del disparo. Durante la guerra de Libia se vieron las trágicas consecuencias de desconocer el riesgo de disparar un lanzagranadas anticarro con un muro a la espalda. Así que la nueva versión CS90 parece la indicada para batallas urbanas. Instalaza produce además el CS70, un lanzagranadas anticarro desechable de menor diámetro y más ligero. Pero también el Alcotán-100, un lanzagranadas anticarro desechable de mayor capacidad que el C90 y dotado de una dirección de tiro reutilizable que permite mayor precisión en el disparo que las miras ópticas del resto de modelos. Todos los productos de Instalaza, del CS70 al Alcotán-100, pasando por el C90, tienen variantes con diferentes cabezas de guerra. No cuesta imaginar una donación a Ucrania unida al compromiso de recabar opiniones y datos de uso que permitan mejorar el producto.

En 2019 entraron en servicio en Ucrania los morteros Alakran, diseñados en España por NTGS. El Alakran tiene la particularidad de que es un mortero embarcado pero cuyo retroceso no se distribuye sobre la suspensión del vehículo, sino que un brazo hidráulico deposita automáticamente el mortero y su placa sobre el suelo. Además, la operación del mortero es totalmente automática, marcando el operador los objetivos sobre una pantalla y sin que tenga que realizar cálculo alguno. Hasta ahora se ha exportado y empleado en Arabia Saudí. Y se ofrece actualmente sobre una gran variedad de vehículos, tras los pertinentes acuerdos con fabricantes de Francia, Emiratos Árabes Unidos e India.

En febrero de este año se anunciaba que Ucrania había pedido un nuevo lote de morteros a ser instalados sobre vehículos todoterreno. España tendría en este caso varias posibilidades, desde cubrir parte del coste a ampliar el pedido con unidades adicionales sufragadas por el Estado. Siempre bajo la premisa de que la contraprestación sería compartir las lecciones aprendidas. El Alakran ya ha sido empleado en condiciones reales en Arabia Saudí, pero los teatros de operaciones ucranianos son completamente diferentes. Así que hay lecciones a extraer que seguro repercutirán en la mejora del producto.

Se buscan todoterrenos

La rápida expansión del número de unidades militares y la movilización generalizada en Ucrania ha hecho que, desde el comienzo de la guerra, haya una demanda constante por parte de los combatientes de material que está siendo, en muchos casos, adquirido con las donaciones de donantes o adquirido en origen y trasladado al frente de las más diversas maneras. La lista de equipos solicitados incluye habitualmente botiquines individuales, gafas de visión nocturna, drones comerciales y sistemas de comunicaciones. En las peticiones y campañas que se difunden por redes sociales se puede detectar las necesidades más acuciantes de los combatientes ucranianos. Y desde hace un tiempo destaca una.

Foto: Tropas españolas, en maniobras en Letonia en 2022. (EFE/Toms Kalnins)

Los combatientes piden una y otra vez vehículos ligeros todoterreno para realizar el reparto de comida y munición o evacuar heridos a la retaguardia. Los impactos de metralla, la conducción en condiciones extremas y los disparos del enemigo dejan continuamente fuera de combate sus vehículos, lo que requiere de nuevas campañas para recaudar fondos y hacer la reparación o comprar vehículos nuevos. Está claro que un vehículo todoterreno pero blindado haría mejor papel. Precisamente, en octubre de 2022, la empresa española TSD presentó el vehículo Ibero LTV, basado en un chasis Toyota y dotado de blindaje.

No es un vehículo que haya sido adoptado las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de momento. Así que estaríamos ante otro ejemplo de un producto español candidato a ser donado mediante compra directa al fabricante y cuyo uso en condiciones reales aportaría la oportunidad de obtener lecciones, además de darle un espaldarazo comercial al sector.

A nadie se le escapa que varios sistemas de armas saldrán de la guerra de Ucrania con el sello “probado en combate” y una larga cartera de pedidos. Y difícilmente a nadie se le ocurrirá reprocharle al fabricante que emplee esa experiencia para para mejorar el producto o atraer interés de potenciales clientes. Una guerra no deja de ser la más exigente y definitiva de las pruebas.

Y lo que hemos visto es que, es tal la necesidad de material por parte de Ucrania que varios países han preferido sufragar la compra directa al fabricante de nuevos sistemas de armas antes que despojar a sus fuerzas armadas de equipos y municiones, viendo los problemas existentes para expandir las capacidades de las líneas de montaje. Considerando que la sociedad española aprueba el apoyo con material militar a Ucrania, no estaría de más reflexionar si esa ayuda generosa puede, de alguna forma, ayudar al mismo tiempo a la industria española de defensa.

En marzo de 2022, la atención mundial estaba puesta en la pinza rusa sobre la capital de Ucrania, con uno de los ejes de avance ruso formados por un kilométrico convoy de vehículos que anticipaban el golpe de gracia. Mientras tanto, los simpatizantes españoles de la Rusia de Putin contaban ufanos que, en cualquier momento, las fuerzas ucranianas en el Donbás colapsarían tras ser embolsadas. Un año después, en marzo de 2023, el mayor logro ruso en meses es colocar en una tenaza a Bajmut, una localidad que nadie hubiera podido ubicar en el mapa hace un año. Doce meses de resistencia frente al invasor mérito de los combatientes y el pueblo ucranianos, pero también gracias a la ayuda occidental que ha permitido tal gesta a un país con un tercio de la población y un décimo de la economía de Rusia.

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